VIDA DE PRUDENCIO
(3 agos 2014)
Muéstrate, dulce infante,
traído al mundo por una casta madre,
cual niño sin saber de hombre;
muéstrate, mediador, en tus dos naturalezas.
Cuando llegó el tiempo
pasados miles de años,
bajaste para visitar
este mundo largo tiempo pecador.
Cristo no pudo soportar la idea
de que los pueblos se perdieran;
no podía aceptar que la obra de su padre
se quedara en nada.
Se revistió de un cuerpo mortal
con el fin de que la resurrección de nuestra carne
alejara las cadenas de la muerte
y nos condujera hacia el Padre.
¿No sientes, oh Virgen noble,
a pesar de dolorosos presentimientos,
cómo este glorioso nacimiento
acrecienta el brillo de tu virginidad?
Tu seno purísimo contiene el fruto bendito
que va a llenar de alegría a toda criatura.
Por ti nacerá un mundo nuevo,
aurora de un día reluciente como el oro.