VIDA DE JUAN ESCOTO ERIUGENA

24.10.2021

1.- Son ciegos que guían a otros ciegos. (09 ago 2017).

Santo teólogo [san Juan], primero llamaste al Hijo de Dios Verbo, la Palabra de Dios; luego lo llamas vida y luz. Con razón cambiaste su nombre, para darnos a entender significados diferentes. Lo llamaste Verbo, porque por él el Padre lo dijo todo; cuando habló, enseguida todo fue hecho. Lo llamaste luz y vida de todas las cosas que han sido hechas por él. ¿Qué ilumina? Él mismo se ilumina, se da a conocer al mundo, se manifiesta a los que so lo conocen. Esta luz del conocimiento de Dios había abandonado el mundo cuando el hombre abandonó a Dios.

La luz eterna se revela al mundo de dos modos, por la Escritura y por la creación. Cuando estudiáis la palabra de Dios y acogéis en el corazón lo que significa, aprendéis a conocer al Verbo. A través de vuestros sentidos corporales percibís las formas magníficas de las cosas accesibles a nuestros sentidos, y reconoceréis en ellas a Dios, el Verbo. En todas estas cosas, la verdad no le revelará nada más que al Verbo mismo, el que lo hizo todo; fuera de él, no podéis contemplar nada, porque en él están todas las cosas. Está en toda cosa que existe, cualquiera que sea.

2.- Lo que existía desde el principio, os lo anunciamos. (27 dic 2017).

Pedro y Juan corren juntos al sepulcro. El sepulcro de Cristo es la Sagrada Escritura en la que los misterios más oscuros de su divinidad y de su humanidad están guardados por una muralla de rocas. Pero Juan corre más deprisa que Pedro porque el poder de la contemplación purificada penetra los secretos de las obras divinas con una mirada más penetrante y más viva que el poder de la acción que aún tiene necesidad de ser purificada. Pedro entra, no obstante, el primero en el sepulcro. Juan le sigue. Los dos corren, y los dos entran. Pedro es la imagen de la fe, y Juan representa la inteligencia. La fe tiene que entrar la primera en el sepulcro, imagen de la Escritura. La inteligencia entra siguiente a la fe.

Pedro, que representa también la práctica de las virtudes, ve por la fe y por la acción al Hijo de Dios contenido de una manera inefable y maravillosa en los límites de la carne. Juan, que representa la más alta contemplación de la verdad, admira al Verbo de Dios, perfecto en sí mismo e infinito en su origen, es decir, en su Padre. Pedro, conducido por la revelación divina mira al mismo tiempo las cosas eternas y las de este mundo, unidas en Cristo. Juan contempla y anuncia la eternidad del Verbo para darlo a conocer a los creyentes.

3.- En medio de vosotros hay uno que no conocéis: es el que viene detrás de mí. (02 ene 2019).

Juan, el evangelista, es el que introduce a Juan Bautista dentro de su discurso sobre Dios, una sima grita a otra sima en la voz de los misterios divinos: el evangelista narra la historia del Precursor. El que ha recibido la gracia de conocer la Palabra que ya existía en el principio nos informa sobre aquel que ha recibido la gracia de venir antes que la Palabra encarnada.

No dice simplemente: Surgió un enviado de Dios sino: Surgió un hombre. Habla así con el fin de distinguir al Precursor, que participa tan solo de la humanidad, del hombre que, uniendo estrechamente en él divinidad y humanidad, vino después; ello con el fin de separar la voz que pasa de la Palabra que permanece para siempre de modo inmutable, para sugerir que uno es la estrella de la mañana que aparece en la aurora del reino de los cielos, y declarar que este otro es el Sol de justicia que le sucede. Distingue al testigo del que lo envía, la lámpara vacilante de la luz espléndida que llena el universo y que disipa las tinieblas de la muerte y de los pecados para todo el género humano.

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