SANTO TOMÁS DE AQUINO
1.- Yo soy
el pan de la vida. (06 may 2014).
Alaba, ¡oh Sión! Alaba al Salvador,
al Rey y Pastor con himnos y cánticos.
Alábalo cuanto puedas y sin descanso,
porque la mayor alabanza no será suficiente.
Alaba sin medida al Pan vivo de Vida, que hoy
celebramos, al Pan que, en la mesa de la Cena,
Cristo entregó a los doce reunidos como hermanos.
Que la alabanza sea todo corazón,
sonora, gozosa, bella, con el alma jubilosa.
Porque hoy celebramos un solemne día,
aquel que rememora la institución de la Eucaristía.
En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua de la
Nueva Alianza pone fin a la antigua Pascua.
El nuevo rito sustituye al viejo, las sombras se
disipan ante la verdad, la luz elimina a la noche.
Lo que Cristo hizo en la Cena, mandó que se repitiera
en su memoria. Instruidos por sus sagradas enseñanzas
consagramos el pan y el vino para la salvación.
2.- Nuestro título de gloria: el Hijo del hombre entregado a manos de los hombres. (26 sep 2015).
¡Dios me libre de gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! Fílate apunta san Agustín, allí donde la sabiduría del mundo pensaba encontrar la vergüenza, el apóstol san Pablo descubre un tesoro; lo que a otro le parece una locura, para el apóstol es sabiduría y título de gloria. En efecto, cada uno saca gloria de lo que, a sus ojos, es grande. Si se cree una gran persona porque es rico, se gloría en sus bienes. Para quien no hay grandeza mayor que Jesucristo, pone toda su gloria en Jesús; éste fue el apóstol Pablo: Vivo, pero no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. No se gloriaba sino en Cristo, y sobre todo en la cruz de Cristo, porque en ella se encuentran todos los motivos para poder gloriarse.
Hay personas que se glorían de tener amistad con poderosos y grandes; Pablo sólo necesidad de la cruz de Cristo para descubrir en ella la señal la señal más evidente de la amistad que Dios nos concede. La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. No, no hay nada que mejor ponga de manifiesto el amor de Dios para con nosotros que la muerte de Cristo. "¡Oh testimonio de inestimable amor! -exclama san Gregorio-, para rescatar al esclavo has entregado al Hijo".
3.- Pedid,... buscad,... llamad,... (18 feb 2016).
Cuando la petición se dirige a un hombre, se debe primero expresar el deseo y la necesidad por la que ruega. Tiene por objeto también doblegar el corazón al que se pide, hasta hacerlo ceder. Más estas dos cosas no tienen razón de ser cuando la oración se dirige a Dios. Cuando oramos, no tenemos que inquietarnos por expresar a Dios nuestros deseos o nuestras necesidades, ya que Dios lo sabe todo. No obstante, la oración nos es necesaria para obtener la gracia de Dios, y ejerce una influencia sobre el que ruega, con el fin de que considere sus propias pobrezas e incline su alma a desear con fervor y espíritu filial lo que espera obtener por la oración. Se hace, por esto, capaz de recibirlo.
La oración nos acerca a Dios ya que nuestras almas se elevan hacia él, conservan afectuosamente con él y lo adoran en espíritu y en verdad. Esta intimidad adquirida en la oración incita al hombre a la oración confiada. Por esto está escrito en los salmos: Yo te invoco, oh Dios, porque tú me recibes. El salmista es acogido por Dios al inicio de la oración y luego ora con una confianza mayor. Así que, en nuestra oración a Dios, la frecuencia o la insistencia no están fuera de lugar, antes bien son agradables a Dios; porque hay que orar siempre sin desanimarse, y el Señor nos invita: Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán.
4.- Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
(15 abr 2016).
Te adoro con fervor, Deidad oculta,
que estás bajo estas formas escondida;
a ti mi corazón se rinde entero
y desfallece todo si te mira.
Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto,
más tu palabra engendra fe rendida;
cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo,
pues no hay verdad cual la verdad divina.
No veo, como vio Tomás, tus llagas,
mas por su Dios te aclama el alma mía;
haz que siempre, Señor, en ti yo crea,
que espere en ti, que te ame sin medida.
Oh memorial de la pasión de Cristo,
oh Pan vivo que al hombre das la vida;
concede que de ti viva mi alma
y guste de tus célicas delicias.
5.- Yo soy el camino, la verdad y la vida. (22 abr 2016).
Cristo es al mismo tiempo el camino y el término: el camino en función de su humanidad, el término en función de su divinidad, el término en función de su divinidad. Así pues, como hombre dice: Yo soy el camino, y como Dios añade: la verdad y la vida. Estas dos palabras expresan muy claramente el término de este camino, que es la meta del deseo humano. Cristo es el camino para llegar al conocimiento de la verdad, puesto que él mismo es la verdad: Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad. Y Cristo es el camino para llegar a la vida, puesto que él mismo es la vida: Me enseñarás el sendero de la vida.
Si buscas por donde has de ir, agárrate a Cristo, puesto que él mismo es el camino: es el camino, síguele. Y san Agustín comenta: "Camina siguiendo al hombre y llegarás a Dios". porque es mejor cojear a lo largo del camino que andar a grandes pasos fuera del camino. El que cojea durante el camino, aunque no adelante mucho, se acerca a la meta; pero el que anda fuera del camino, cuanto más valientemente corre, tanto más se aleja de ella. Si buscas a dónde debes ir, únete a Cristo, porque él en persona es la verdad a la cual deseamos llegar: Es la verdad que mi boca medita. Si buscas dónde debes permanecer, únete a Cristo, porque él en persona es la vida: El que me encuentre encontrará la vida.
6.- Rebosad de amor de Dios. (19 may 2016).
Concédeme, Dios misericordioso, el poder desear con fervor aquello que tú apruebas, buscarlo con prudencia, reconocerlo con verdad, cumplirlo con perfección, para alabanza y gloria de tu nombre. pon orden en mi vida, y concédeme cumplir lo que tú quieras que haga, como se deba hacer y de la manera más útil para mi alma. Déjame ir hacia ti, Señor, por un camino seguro, recto, agradable y que me lleve hasta la meta, un camino que no se pierda entre las prosperidades y las adversidades, para que yo te agradezca la prosperidad y que en la adversidad tenga paciencia, no dejando que las primeras me exalten, ni que las segundas me venzan.
Que nada me alegre ni me entristezca, más allá de lo que me lleve hacia ti, a donde quiero llegar. Que no desee ni tema no agradarle a nadie que no seas tú. Que todo lo perecedero se vuelva vil ante mis ojos por ti, Señor, y que todo aquello que te concierna sea amado por mí, pero tú, mi Dios, lo seas más que todo. Que no desee nada que no seas tú. Concédeme, Señor Dios, una inteligencia que te conozca, una complacencia que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te complazca, una perseverancia que te espere con confianza y una confianza que, al final, te posea. Concédeme estar afligido de tus penas por la penitencia, aprovechar el camino de tus favores para la gracia, regocijarme de tus alegrías, sobre todo en la patria para la gloria. Tú que, siendo Dios, vives y reinas por los siglos de los siglos.
7.- El testigo de Dios. (14 dic 2016).
Toda criatura existe para dar testimonio de Dios, puesto que toda criatura es como una prueba de su bondad. La grandeza de la creación da testimonio, a su manera, de la fuerza y el poder omnipotente de Dios, y su belleza da testimonio de la divina sabiduría.Ciertos hombres reciben de Dios una misión especial: dan testimonio de Dios no tan solo desde el punto de vista natural, por el hecho de existir, sino más bien de manera espiritual, a través de sus biuenas obras. Sin embargo, los que no se contentan con solo recibir los dones divinos y actuar de manera conforme a la gracia de Dios, sino que comunican sus dones a otros a través de la palabra, dándoles ánimos y exhortándolos, estos son, de manera aún más especial, testigos de Dio. Juan es uno de estos testigos; vino a difundir los dones de Dios y anunciar sus alabanzas.
Esta misión de Juan, su papel de testigo, es de una grandeza incomparable porque nadie puede dar testimonio de una realidad más que en la medida en que participa de ella. Jesús dijo: Hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto. Ser testigo de la verdad divina supone conocer esta verdad. Por eso, Cristo tuvo también este papel de testigo: Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Pero Cristo y Juan tenían papeles diferentes. Cristo poseía esta luz en sí mismo; más aún, él era esta luz; mientras que Juan tan solo participaba de ella. Cristo dio un testimonio completo porque manifestó perfectamente la verdad. Juan y los demás santos no lo hacen sino en la medida en que reciben esta verdad.
Misión sublime la de Juan: implica su participación en la luz de Dios y su semejanza con Cristo que también llevó a cabo esta misión.
8.- El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en el campo. (30 jul 2017).
Es lógico que la meta de todos nuestros deseos, es decir, la vida eterna, sea mencionada en el Credo al final de todo lo que se nos propone creer: "Y la vida eterna. Amén". En la vida eterna está la unión del hombre con Dios, la alabanza perfecta y el cumplimiento de todos nuestros deseos, porque cada uno de los bienaventurados poseerá aún más de lo que pueda desear y esperar. En esta vida, nadie puede cumplir todos sus deseos. Nunca nada creado podrá satisfacer al hombre perfectamente. Solo Dios satisface infinitamente. Por esto, solo en Dios tenemos descanso, como dice san Agustín: "Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".
Ya que en la patria celeste los santos poseerán a Dios perfectamente, es evidente que no solo su deseo será colmado sino que desbordarán de gloria. Por esto dice el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín dice a este propósito: "No todo el gozo entrará en los que se alegrarán. En cambio, ellos entrarán del todo en el gozo eterno". En un salmo se dice: Quisiera contemplarte en tu santuario, ver ti poder y tu gloria, y en otro: El Señor te dará lo que desea tu corazón.
9.- El Hijo del hombre se vanagloria en su cruz. (30 sep 2017).
Algunos se vanaglorian de su saber, pero el apóstol Pablo encuentra el conocimiento supremo en la cruz. Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo y este crucificado. ¿La cruz no es el cumplimiento de toda la ley, y todo el arte de vivir bien? A los que se vanaglorian de su poder, Pablo puede responder que la cruz tiene un poder sin igual: El lenguaje de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. ¿Os vanagloriáis de la libertad que habéis adquirido? Pablo tiene la sabiduría de la cruz: Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que fuera destruido el cuerpo de pecado y de este modo, nosotros dejáramos de servir al pecado.
Otras personas también se vanaglorian de ser elegidos miembros de algún grupo ilustre; pero nosotros, por la cruz de Cristo, somos convidados a la asamblea de los cielos: Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Algunos se vanaglorian por fin de las condecoraciones del triunfo concedidas a los victoriosos; la cruz es el estandarte triunfal de la victoria de Cristo sobre los demonios: Despojando a los príncipes y poderosos, los exhibió en espectáculo público y los llevó cautivos en su cortejo. ¿De qué quiere el apóstol Pablo vanagloriarse ante todo? De lo que puede unirlo con Cristo; lo que desea es ser uno con Cristo.
10.-Jesús se entrega totalmente, hasta dar su cuerpo y su sangre.
(20 ene 2018).
Los inmensos beneficios con los que el Señor ha agraciado al pueblo cristiano hacen que este quede elevado a una dignidad inestimable. En efecto, no hay ni habrá nunca una nación en la que los dioses estén tan cerca de nosotros como lo está nuestro Dios. El Hijo único de Dios, con el propósito de hacernos participar de su divinidad, asumió nuestra naturaleza y se hizo hombre para divinizar a los hombres. Todo lo que ha tomado de nosotros lo ha puesto al servicio de nuestra salvación. Porque para nuestra reconciliación ofreció su cuerpo a Dios Padre sobre el altar de la cruz; derramó su sangre como precio de rescate de nuestra condición de esclavos y para purificarnos de nuestros pecados por el baño de la regeneración.
Para que permanezca en nosotros el recuerdo continuado de tan gran beneficio, dejó a los creyentes su cuerpo como alimento y su sangre como bebida bajo las especies del pan y el vino. ¡Oh admirable y hermoso banquete que trae la salvación y contiene la dulzura en plenitud! ¿Se puede encontrar algo de más precio que esta comida en la que ya no es la carne de terneros y machos cabríos sino la de Cristo, verdadero Dios, la que se nos ofrece?
11.- Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
(20 abr 2018).
Te adoro devotamente, Dios escondido,
verdaderamente presente bajo estas apariencias.
A ti se rinde mi corazón
porque, al contemplarte, totalmente a ti me entrego
La vista, el gusto, el tacto no entienden,
pero por el oído mi fe está segura.
Creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios verdadero,
pues nada hay más verdadero
que la voz de la misma Verdad.
En la cruz se escondía Dios,
Aquí se esconde también el Hombre.
Con todo, confieso mi fe en Dios-Hombre,
repito la confesión del buen ladrón.
No he podido, como Tomás, contemplar tus llagas.
No obstante, confieso que tú eres mi Dios.
Dame la fe creciente en tu verdad,
dame esperar en ti, amarte a ti.
Oh, memorial de la muerte del Señor,
Pan vivo que vivifica a los hombres.
Dame vivir por ti,
dame gustar para siempre tu suavidad.
12.- La conveniencia del hombre de oración. (11 oct 2018).
Según el designio providente de Dios, todo lo que existe está dotado del medio apto para llegar a su fin, según su naturaleza. También los hombres han recibido el medio apto a su naturaleza. También los hombres han recibido el medio apto a su condición humana para obtener lo que esperan de Dios. Esta condición exige que el hombre se sirva de la petición para obtener del otro lo que espera, sobre todo si aquel a quien se dirige es superior a él. Por esto se recomienda a los hombres la oración para obtener de Dios lo que esperan recibir de él. Pero la oración difiere según se pide algo de Dios o a otro hombre.
Cuando la oración se dirige a un hombre, en primer lugar tiene que expresar el deseo o la necesidad del que ora. Hace falta igualmente que la petición haga inclinar el corazón del que escucha a la necesidad de quien implora su ayuda. Ahora bien, estos dos elementos no tienen sentido cuando el hombre se dirige a Dios. Orando a Dios, no hace falta inquietarnos para manifestar nuestros deseos y necesidades, ya que Dios los conoce todos. Por esto dice el salmista: Ante ti, Señor mío, están todos mis anhelos. Y en el evangelio leemos: Ya sabe nuestro Padre lo que necesitáis. Tampoco hacen faltan palabras humanas para inclinar la voluntad divina a aquello que en un principio no quisiera, ya que está dicho en el libro de los Números: Dios no miente como el hombre, ni se retracta como los hijos de Adán.
13.- El que quiera ser grande, sea vuestro servidor. (21 oct 2018).
¿Qué necesidad había de que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Una gran necesidad que se puede resumir en dos puntos: necesidad de remedio por lo que se refiere a nuestros pecados, necesidad de ejemplo para nuestra conducta. La pasión de Cristo nos proporciona un modelo válido para nuestra vida. Si buscas un ejemplo de caridad: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos; si buscas la paciencia, es sobre la cruz donde se encuentra en grado máximo. Cristo sufrió grandes males en la cruz, y pacientemente, puesto que cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; como un cordero llevado al matadero, no abría la boca.
Si buscas todo un Dios ha querido ser juzgado bajo Poncio Pilato y morir. Si buscas un ejemplo de obediencia solo tienes que seguir al que se hizo obediente al Padre hasta la muerte. Si buscas un ejemplo de menosprecio de los bienes de la tierra, no debes hacer otra cosa que seguir al que es Rey de reyes y Señor de los señores, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento; sobre la cruz estuvo desnudo, convertido en la mofa de todos, cubierto de salivazos, golpeado, coronado de espinas.
14.- Orar con constancia y con confianza. (17 nov 2018).
Hay un aspecto que distingue la petición hecha a Dios de aquella que se hace a una persona. La petición hecha a un hombre requiere de antemano de cierta familiaridad para tener acceso a la persona a quien se pide algo. Mientras que la oración dirigida a Dios nos convierte por sí misma en familia de Dios. Nuestra alma se eleva hacia él, conversa llena de afecto con él y lo adora en espíritu y en verdad.
Esta intimidad nacida de la oración conduce al hombre a entregarse, lleno de confianza, a la práctica de la oración. Por esto nos dice el salmista: Yo te invoco, oh Dios, porque tú me respondes. Acogido en la intimidad de Dios por una primera oración, el salmista ora después con una confianza crecida. Así, en la oración a Dios, la asiduidad o la insistencia en la petición no es una actitud importuna, antes bien, es agradable a Dios, la asiduidad o la insistencia en la petición no es una actitud importuna, antes bien, es agradable a Dios. Porque hay que orar sin cesar, dice el evangelio; y en otro lugar el Señor nos invita a pedir: Pedid y recibiréis, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán.
15.- El testigo de Dios. (27 dic 2018).
Algunos hombres reciben de Dios una misión particular: dan testimonio de Dios no solo desde el punto de vista natural, por el simple hecho de existir, sino de una forma espiritual, por sus buenas obras. No obstante, aquellos que no se contentan con solo recibir los dones de Dios y obrar rectamente, sino que comunican estos dones a los demás por la palabra, exhortando y dando ánimos a los demás, son testigos de Dios de una manera todavía más excelente. Juan es uno de estos testimonios. Ha venido a extender los dones de Dios y anunciar su alabanza.
Esta misión de Juan como testigo es de una grandeza incomparable, ya que nadie puede dar testimonio de una realidad sino en la medida en que participa de ella. Jesús dijo: Hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto. Quien da testimonio de la verdad de Dios conoce esta verdad. Por esto, el mismo Cristo desempeñó el papel de testigo: Para eso nací y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Pero Cristo y Juan desempeñaron esta misión de manera distinta. Cristo poseía en sí mismo esta luz. Más aún, él era esta luz, mientras que Juan participaba de ella. Cristo da un testimonio acabado, manifiesta perfectamente la verdad. Juan y los demás santos lo hacen en la medida en que reciben esta verdad.
16.- La Palabra era la luz verdadera. (31 dic 2018).
Hemos visto su gloria. Para san Juan Crisóstomo, estas palabras van unidas a las que dice san Juan: El Verbo se hizo carne. El evangelista quiere decir: la encarnación nos ha referido no tan solo el beneficio de poder ser hijos de Dios, sino también el poder ver su gloria. En efecto, unos ojos débiles y enfermos no pueden ver la luz del sol, pero cuando brilla dentro de una nube o en un cuerpo opaco, entonces sí pueden contemplarlo. Antes de la encarnación del Verbo, los espíritus humanos eran incapaces de ver la luz misma que ilumina a todo hombre. Así que, a fin de que no se vieran privados del gozo de verla, la misma luz, el Verbo de Dios, se quiso revestir de nuestra carne para que pudiéramos contemplarla.
Entonces, los hombres se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube, es decir, al Verbo de Dios hecho carne. San Agustín señala que, para que nosotros pudiéramos ver a Dios, el Verbo curó los ojos de los hombres haciendo de su carne un colirio salutífero. Por eso inmediatamente después de haber dicho: El Verbo se hizo carne, el evangelista añade: Y hemos visto su gloria como para decirnos que, después de haber aplicado el colirio, sanaron nuestros ojos.
17.- Jesús se dio a sí mismo como comida. (26 ene 2019).
El Hijo único de Dios, queriendo hacernos participar de su divinidad, tomó nuestra naturaleza con el fin de divinizar a los hombres, y se hizo hombre. Además, lo que tomó de nosotros nos lo ha dado enteramente para nuestra salvación. En efecto, sobre el altar de la cruz, ofreció su cuerpo en sacrificio a Dios Padre con el fin de reconciliarnos con él, y derramó su sangre para que fuera al mismo tiempo nuestro rescate y nuestro bautismo: rescatados de una lamentable esclavitud, quedaríamos purificados de todos nuestros pecados.
Y para que conserváramos siempre en la memoria tamaño beneficio, dejó a sus fieles su cuerpo como comida y su sangre como bebida, bajo las apariencias de pan y vino. ¿Puede haber algo de mayor precio que ese banquete en el que no se nos propone, como en la Ley antigua, comer la carne de terneros y machos cabríos, sino al mismo Cristo que es Dios verdaderamente? ¿Hay algo más admirable que este sacramento? Nadie es capaz de expresar las delicias de este sacramento puesto que en él se gusta la dulzura espiritual en su misma fuente; y en él se celebra la memoria de este amor insuperable que Cristo nos mostró en su pasión.
18.- El misterio de la Eucaristía. (23 jun 2019).
El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, para divinizar a los hombres. Además entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, para nuestra reconciliación, ofreció sobre el altar de la cruz su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados. Pero, a fin de que guardásemos en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios? No hay ningún sacramento más admirable que este, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales. Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.
19.- Nuestro título de gloria: El Hijo del hombre entregado a las manos de los hombres. (28 sept 2019).
En cuanto a mí, dice san Pablo, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo. "Mira, dice san Agustín, ahí donde el sabio de este mundo pensó encontrar la vergüenza, el apóstol Pablo descubre un tesoro". Lo que a los otros les parecía una locura se convirtió para él en sabiduría y causa de gloria. Cada uno considera glorioso lo que le hace grande ante sus propios ojos. Si uno se cree un gran hombre ante sus propios ojos. Si uno se cree un gran hombre porque es rico, se gloría de su riqueza. El que no ve grandeza más que en Jesucristo se gloría solo de él. Así era san Pablo: Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Así solo se gloría en Cristo, y ante todo en la cruz de Cristo. En ella se encierran todos los motivos que uno puede tener para gloriarse.
Hay personas que se glorían de la amistad con gente rica e importante. Pablo no tiene necesidad más que de la cruz de Cristo para descubrir el signo más evidente de la amistad de Dios. La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, cuando aún éramos pecadores, murió por nosotros. No, no hay nada que manifieste más el amor de Dios para con nosotros que la muerte de Cristo. "Oh testimonio inestimable del amor, exclamó san Gregorio, para rescatar al esclavo entregarse al Hijo".
20.- El testigo de Dios. (26 oct 2019).
Toda criatura está llamada a dar testimonio de Dios, ya que toda criatura es como una prueba de su bondad. La grandeza de la criatura atestigua, a su manera, la fuerza y la omnipotencia divinas, y su belleza es testimonio de su divina sabiduría. Aquellos que no se contentan solo con recibir los dones de Dios y obrar rectamente, sino que comunican estos dones a los demás por la palabra, exhortando y dando ánimos a los otros, son testigos d Dios de una manera todavía más excelente. Juan es uno de estos testimonios. Ha venido a extender los dones de Dios y anunciar su alabanza.
Esta misión de Juan, su papel de testigo, es de una grandeza incomparable, ya que nadie puede dar testimonio de una realidad sino en la medida en que participa de ella. Jesús dijo: Hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto. Quien da testimonio de la verdad de Dios conoce esta verdad. Por eso, el mismo Cristo desempeñó el papel de testigo: Para eso nací y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Pero Cristo y Juan desempeñaron esta misión de manera distinta. Cristo poseía en sí mismo esta luz. Más aún, él era esta luz, mientras que Juan participaba de ella. Cristo da un testimonio acabado, manifiesta perfectamente la verdad. Juan y los demás santos lo hacen en la medida en que reciben esta verdad.
21.- Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. (11 feb 2020).
Que no desee nada que esté fuera de ti. Haz que a menudo eleve mi corazón hacia ti y, si peco, haz que pondere mi falta con dolor, con un firme propósito de corregirme. Dame, Señor Dios, un corazón vigilante; que ningún pensamiento de curiosidad me arrastre lejos de ti; un corazón tan noble que ningún afecto indigno lo rebaje; un corazón tan recto que ninguna intención equívoca lo desvíe; un corazón tan firme que ninguna adversidad lo rompa; un corazón tan libre que ninguna pasión violenta lo domine.
Concédeme, Señor, Dios mío, una inteligencia que te conozca, una atención que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te complazca y una confianza que al fin te posea. Concédeme, a través de la penitencia, estar afligido por lo que tú has soportado, poner al servicio de los demás los bienes que me has concedido por gracia, gozar de tus gozos en la patria por la gloria. A ti que, siendo Dios, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
22.- Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. (01 mayo 2020).
Te adoro con fervor, Deidad oculta,
Que estás bajo estas formas escondida;
a ti mi corazón se rinde entero
y desfallece todo si te mira.
Se engaña en ti la vista, el tacto, el gusto,
mas tu palabra engendra fe rendida;
cuanto el Hijo de Dios ha dicho, creo
pues no hay verdad cual la verdad divina.
En la cruz la Deidad oculta estaba,
aquí la Humanidad yace escondida;
una y otra creyendo y confesando
imploro yo lo que imploraba Dimas.
No veo, como vio Tomás, tus llagas,
mas por su Dios te aclama el alma mía;
haz que siempre, Señor, en ti yo crea,
que espere en ti, que te ame sin medida.
Oh memorial de la pasión de Cristo,
oh Pan vivo que al hombre das la vida;
concede que de ti viva mi alma
y guste de tus célicas delicias.
23.- Como buen pastor, doy mi vida por las ovejas. (04 mayo 2020).
El servicio del buen pastor es la caridad. Por esto, Jesús dice que da la vida por sus ovejas, a saber, que el buen pastor cuida con esmero de su rebaño, mientras que el asalariado busca su propio interés. Por esto dice el profeta: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No es el rebaño lo que deben apacentar los pastores? Aquel que se aprovecha del rebaño para sus propios intereses no es un buen pastor. Un buen pastor, en el sentido natural, soporta muchos trabajos por el rebaño a su cargo, como dice Jaco: De día me consumía el calor y de noche el frío, sin poder dormir.
La salud espiritual del rebaño importa más que la misma vida del pastor. Por eso, cuando el rebaño está en peligro, su pastor tiene que asumir perder la vida por la salvación del rebaño. El Señor dice: El buen pastor da la vida por sus ovejas, su vida física, por el ejercicio de la autoridad llena de amor. Cristo nos ha dado ejemplo: Entregó su vida por nosotros. Nosotros también debemos dar la vida los unos por los otros.
24.- El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en el campo.
(26 jul 2020).
Es lógico que la meta de todos nuestros deseos, es decir, la vida eterna, sea mencionada en el Credo, al final de todo lo que se nos propone creer: "Y la vida eterna, Amén". En la vida eterna está la unión del hombre con Dios, la alabanza perfecta y el cumplimiento de todos nuestros deseos, `porque cada uno de los bienaventurados poseerán aún más de lo que puede desear y esperar. En esta vida, nadie puede cumplir todos sus deseos. Nunca nada creado podrá satisfacer al hombre perfectamente. Solo Dios satisface infinitamente. Por esto, solo en Dios tenemos descanso, como dice san Agustín: "Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".
Ya que en la patria celeste los santos poseerán a Dios perfectamente, es evidente que no solo su deseo será colmado, sino que desbordarán de gloria. Por esto dice el Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y san Agustín dice a este propósito: "No todo el gozo entrará en los que se alegrarán. En cambio, ellos entrarán del todo en el gozo eterno". En un salmo se dice: Quisiera contemplarte en tu santuario, ver tu poder y tu gloria y en otro: El Señor te dará lo que desea tu corazón.
25.- La luz de la inmutable verdad. (31 dic 2020).
El símbolo de Juan es el águila. Los demás evangelistas se concentraron en lo que Cristo cumplió en la carne, y son simbolizados por seres vivientes que caminan sobre la tierra : el hombre, el buey y el león. Juan, por su parte, vuela como un águila por encima de las nubes de la debilidad humana, contempla la luz de la inmutable verdad con los ojos del corazón, con la mirada más penetrante y firme posible para un hombre. Atento a la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, por la cual él es igual al Padre, en su evangelio, Juan se esforzó en manifestarla tanto como creyó necesario. De ese vuelo d Juan se ha dicho en el Libro de Job: El águila -es decir Juan- se eleva a lo alto, y también se dice que sus ojos de lejos lo divisan pues, con la mirada del espíritu, contempla el Verbo de Dios en el seno del padre.
El privilegio de Juan fue el de ser, entre todos los discípulos del Señor, el más amado por Cristo: el discípulo al que Jesús amaba, como él mismo dice sin mencionar su nombre. Cristo reveló sus secretos de manera muy especial a ese discípulo especialmente amado. Es él quien, viendo más perfectamente la luz del Verbo, nos la manifiesta diciendo: Él era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre cuando viene a este mundo.