SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD

01.09.2021

1.- Al que se ponga de mi parte ante los hombres, el Hijo del hombre también se pondrá de su parte. (17 oct 2015).

Perpetua, catecúmena de veintidós años, casada y madre de un niño pequeñito al que alimentaba ella misma, narró punto por punto todo el orden de su martirio: "Cuando todavía -dice- nos hallábamos entre nuestros perseguidores, como mi padre deseara ardientemente hacerme apostatar con sus palabras y, llevado de su cariño, no cejara en su empeño de derribarme, le dije: -Padre, ¿ves, por ejemplo, ese utensilio que está ahí en el suelo, una orza o cualquier otro? -Lo veo- me respondió. -¿Acaso puede dársele otro nombre que el que tiene? -No.- pues tampoco yo puedo llamarme con nombre distinto de lo que soy: cristiana.

Mi padre, exasperado por estas palabras, se echó sobre mí para arrancarme los ojos. Se contentó con maltratarme y se fue, con los argumentos del demonio, el vencido. Durante varios días, no volví a ver a mi padre; di gracias por eso a Dios; esta ausencia me fue un alivio. Precisamente en este tiempo fuimos bautizaos. El Espíritu Santo me inspiró a no pedir nada al agua santa sino la fuerza de resistir físicamente. Algunos días más tarde, fuimos trasladados a la prisión de Cartago. Quedé espantada: jamás me había encontrado en tinieblas semejantes; fui devorada por la inquietud a causa de mi niño... Reconfortaba a mi hermano, encomendándole a mi hijo. Sufría mucho de ver a los míos sufrir por mi causa. Durante largos días, estas inquietudes me torturaron. Acabé por obtener que mi hijo permaneciera conmigo en prisión. En seguida recibí fuerzas, y me vi librada de la pena y las preocupaciones que esto me había causado. De un golpe, la prisión se cambió para mí en un palacio, y me encontraba allí mejor que en cualquier otra parte".

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