SAN VICENTE DE PAUL
1.- Buscar
primero el reino de Dios. (02
mar 2014).
Buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Buscad quiere decir trabajar incesantemente para el reino de Dios y no permanecer en un estado pasivo, sino poner atención al interior para que esté bien ordenado. Buscad a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que, mientras lo buscó fuera de sí, no lo encontró. Buscadlo en vuestra alma, que es su agradable morada; es allí donde se hallan todas las virtudes que sus siervos intentan practicar. La vida interior es necesaria, es preciso tender a ella; si la descuidamos, faltamos a todo. Busquemos ser personas de interioridad. Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo.
"Pero me diréis, hay tantas cosas que hacer, tanto trabajo en casa, en la ciudad, en el campo...:¿es preciso dejarlo todo como está para no pensar sino en Dios?" No, pero es necesario santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo, busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con obras pías, con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor: Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo.
2.- El que cree en mí hará las mismas obras que yo e incluso mayores. (17 mayo 2014).
Nuestro Señor dijo: Bienaventurados los pobres de espíritu; en esto la sabiduría eterna nos enseña que los obreros evangélicos tienen que evitar la magnificencia en las acciones y en las palabras, y seguir una manera de obrar y de hablar humilde, fácil y sencilla. Es el demonio el que nos pone bajo esa tiranía de querer tener éxito y el que, al vernos inclinados a proceder lisa y llanamente, nos dice: "Fíjate que vulgar, eso es demasiado basto e indigno de la majestad cristiana". ¡Que astucia la del demonio! Tened cuidado, hermanos míos, renunciad a estas vanidades... tened ante los ojos la conducta de nuestro Señor, tan humilde y tan contraria a todo eso.
Él podía dar un gran esplendor a sus obras y una virtud soberana a sus palabras, pero no lo hizo. Les decía a sus apóstoles: Haréis lo que yo hago, y aún más. Señor, ¿por qué quieres que hagan todavía más? Porque nuestro Señor quiere dejarse superar en las acciones públicas para distinguirse él en las humildes y secretas; él quiere los frutos del Evangelio y no los aplausos del mundo; por eso ha hecho más por medio de sus servidores que por sí mismo. Fue muy poco lo que hizo, mientras que sus pobres discípulos, ignorantes y vulgares, animados de su virtud, hicieron mucho más que él ¿Por qué? Porque quiso ser humilde en esto.
3.- Trasladar el fruto. (25 jun 2014).
Amemos a Dios, hermanos míos, amemos a Dios, pero hagámoslo a costa de nuestros brazos, con el sudor de nuestros rostros. Pues muy a menudo tantos actos de amor de Dios, de complacencia, de benevolencia y otras acepciones parecidas interiores de un corazón tierno, aunque muy buenas y deseables, son, sin embargo, muy sospechosas cuando no contemplan en absoluto la práctica del amor efectivo. En esto dice nuestro Señor: La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto.
Hay algunos que por estar llenos de grandes sentimientos hacia Dios, se deleitan en ello; pero cuando reparan en lo que les rodea y encuentran ocasión de actuar, no les aprovechan esos sentimientos. Se jactan de su imaginación calenturienta, se contentan con los dulces encuentros que tienen con Dios en la oración, hablan con él incluso como ángeles; pero, al salir de la oración, llega el momento de trabajar para Dios, de sufrir, de mortificarse, de instruir a los pobres, de ir a buscar a la oveja perdida, de amar al pobre, de aceptar las enfermedades o alguna otra desgracia. No, no nos confundamos: toda nuestra tarea consiste en pasar a la acción.
4.- Aquello que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a los más pequeños. (16 jul 2014).
Si supierais, hijas mías, lo que le place a Dios el ver que una pobre hija de aldea, una pobre Hija de la Caridad, se dirige con amor a él, iríais con más confianza de la que yo os puedo aconsejar. ¡Si supierais cuánta ciencia podéis adquirir, cuánto amor y dulzura podéis encontrar! Lo encontraréis todo, queridas hijas, ya que es la fuente y el manantial de todas las ciencias.
¿Dónde habéis visto que personas sin letras hablen bien de Dios y expliquen los misterios con más inteligencia que con la que lo haría un doctor? Un doctor no tiene más doctrina para hablar de Dios que la ciencia que ha aprendido; pero una persona de oración habla de otra manera. Y la diferencia entre los dos, hijas mías, consiste en que uno habla por simple ciencia adquirida, y otro por la ciencia infusa, plena de amor, de modo que el doctor, en este punto, no es el más sabio. Y es necesario que se calle cuando hay una persona de oración, ya que ésta habla de Dios de una manera que él no puede hacerlo.
5.- Amar a los pobres. (03 nov 2014).
Es para honrar a nuestro Señor, para entrar en sus sentimientos, para estimarlos, hacer lo que él ha hecho y ejecutar lo que ha ordenado. Sin embargo, sus sentimientos más grandes fueron puestos al cuidado de los pobres para curarlos, consolarlos, asistirlos y encomendarlos; éste era su deseo. Y él mismo ha querido nacer pobre, recibir en su compañía a los pobres, hasta llegar a decir que el bien y el mal que hagamos a los pobres, lo considerará como hecho a su persona divina. ¡Qué amor más tierno podía manifestar hacia los pobres! Y ¿qué amor podemos tener por él si no amamos aquello que él amó? Amar a los pobres es el tipo de amor en que él quisiera ser imitado y honrado: el bien servir.
Ahora bien, si este bondadoso Salvador se siente honrado por esta imitación, cuánto más nosotros debemos considerar un gran honor parecernos en esto a él! ¿No os parece que éste es un motivo muy poderoso para renovar vuestro primer fervor? Creo que debemos ofrecernos hoy a su divina Majestad, de suerte que se pueda decir ahora de nosotros que es la caridad de Jesucristo la que nos apremia.
6.- Jesús se acerca y la coge de la mano. (14 ene 2015).
Es bello leer lo que le sucede a la suegra de san Pedro en el evangelio. Esta buena mujer, estando enferma de una fiebre extraña, escuchó decir que el Señor estaba en Cafarnaúm, que hacía grandes milagros curando enfermos, expulsando a los demonios de los poseídos, y otras maravillas. Sabía que su yerno estaba con el Hijo de Dios y podía decirle a san Pedro: "Hijo mío, tu Maestro es poderoso y tiene poder para librarme de esta enfermedad". El Señor vino a su casa, pero ella no demuestra impaciencia por su dolor, ni se queja, ni pide nada a su yerno, ni al Señor, al que podía decirle: "Sé que tienes poder de curar todo tipo de enfermedades, Señor; ten compasión de mí". No dice nada de todo eso, y nuestro Señor, viendo su indiferencia, mandó a la fiebre dejarla, y en el mismo instante quedó curada.
En todas las cosas lastimosas que nos llegan, no nos entristezcamos, abandonémoslo todo a la Providencia, y que nos bate que nuestro Señor nos vea y sepa lo que aguantamos por su amor y para imitar los bellos ejemplos que nos dio, particularmente en el huerto de los Olivos, cuando aceptó el cáliz. Porque, aunque pidió que pasara sin beberlo, añadió en seguida que se cumpliera la voluntad de su Padre.
7.- Dios le da el Espíritu sin medida. (16 abr 2015).
Dios nos da sus gracias según nuestras necesidades. Dios es una fuente de la cual cada uno saca agua según sus necesidades. Así la persona que necesita seis cubos de agua, saca seis; el que tres, tres; un pájaro que necesita sólo un picoteo sólo picotea; un peregrino, con el hueco de su mano puede saciar su sed: lo mismo nos ocurre a nosotros respecto a Dios.
Con gran fervor, debemos leer un capítulo del Nuevo Testamento y hacer tres actos: Adorar la palabra de dios y su verdad; entrar en los sentimientos con los cuales nuestro Señor la pronunció, y conseguir en estas verdades; y adherirnos a la práctica de estas mismas verdades. Sobre todo hay que tener cuidado de no leer sólo por estudio, diciendo: "Este pasaje me servirá para tal predicación", ni leer exclusivamente para nuestra vanagloria.
No hay que desanimarse si, habiendo leído el evangelio muchas veces durante un mes, dos meses, seis meses, no somos iluminados por él. Un día recibiremos una pequeña luz, otro día una mayor, y todavía una más grande cuando lo necesitemos. Una sola palabra es capaz de convertirnos; sólo hace falta una.
8.- No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. (10 jul 2015).
Nuestro Señor Jesucristo pide de nosotros la simplicidad de la paloma, que consiste en decir las cosas con sencillez, tal y como se piensan, sin reflexiones inútiles, y actuar lisa y llanamente, sin disfraz, ni artificio, mirando sólo a Dios; para esto, cada uno de nosotros se esforzará por hacer todas las cosas con el mismo espíritu de sencillez, pensando que a Dios le gusta comunicarse con los sencillos y revelarles los secretos que tiene escondidos a los sabios y a los prudentes de este mundo. Pero al mismo tiempo que Jesucristo nos recomienda la sencillez de la paloma, nos sugiere usar la prudencia de la serpiente, que es una virtud que nos hace hablar y actuar con discreción.
Luego añade: Tened cuidado; los hombres os llevarán ante los tribunales por mi causa. Pero cuando os entreguen, no estéis preocupados por lo que diréis. Habla primero de la prudencia y luego de la sencillez; la una es para ir como ovejas en medio de lobos, donde corren riesgo de ser maltratados. Sed prudentes, les dice, estad alerta, y, sin embargo, sed sencillos. Tened cuidado de los hombres: tened cuidado según la prudencia; pero, si sois llevados delante de los jueces, no temáis por vuestras respuestas. He aquí la sencillez. Ved que nuestro Señor une estas dos virtudes pues quiere que nos sirvamos de ellas en la misma ocasión.
9.- Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. (10 jul 2018).
Hay personas que se contentan con las dulces conversaciones que tienen con Dios durante la oración. No nos engañemos: toda nuestra tarea consiste en pasar a los actos. Y esto es de tal manera así que el apóstol san Juan nos dice que tan solo nuestras obras podrán servirnos para la otra vida. Reflexionemos sobre ello tanto más en este tiempo en el que hay muchos que parecen virtuosos y efectivamente lo son y, sin embargo, se inclinan hacia una vida dulce y cómoda más que a una devoción trabajadora y sólida.
La Iglesia es comparada a una gran mies que precisa obreros, pero obreros que trabajen. No hay nada más conforme al evangelio que acumular, por un lado, luces y fuerzas para el alma en la oración, en la lectura y en la soledad e ir seguidamente a hacer participar a los hombres de este alimento espiritual. Es hacer lo que nuestro Señor hizo y los apóstoles después de él; es unir el oficio de Marta al de María; es imitar a la paloma que, para alimentar a sus polluelos, dirigiere la mitad de la comida que ha tomado y después, con su pico, mete el resto en la boca de sus hijos. Esto es lo que debemos hacer nosotros, así es como, con nuestras obras, hemos de dar a Dios testimonio de que le amamos. Toda nuestra tarea consiste en pasar a la acción.
10.- Buscad primero el reino de Dios. (22 jun 2019).
Buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. "Buscad" no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas. Quiere decir trabajar incesantemente para el reina de Dios y no permanecer en un estado indolente e inactivo. Buscad a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras le buscó fuera de él no lo encontró. Buscadle en vuestra alma, que es su agradable morada. La vida interior es necesaria; si la descuidamos, faltamos a todo. Busquemos ser personas de interioridad. Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo. "Pero -me diréis-hay tantas cosas que hacer en casa, en la ciudad, en el campo, en todas partes... ¿es preciso dejarlo todo tal cual está para pensar solo en Dios?" No: hay que santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas, y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo, busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con ejercicios religiosos, con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor. Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo.
11.- Y vivió sujeto a ellas. (12 jun 2021).
Como la obediencia perfecciona todas mis obras, es necesario que, entre vosotras, hay siempre alguien que se ocupe de ser superiora. Unas veces será una; otras será otra. Es lo que hacemos en las misiones; ¿esto no os parece necesario? ¡Que Dios encuentre agradable vuestra sumisión para honrar la sumisión de su Hijo san José y a la santa Virgen!
Cuidad, hijas mías, de mirar siempre a ñ que sea superiora como a la Virgen María; ved incluso a Dios en ella, y os beneficiaréis más en un mes que en un año sin esto. Obedeciendo aprenderéis la santa humildad; y ordenando por obediencia, enseñaréis a las demás de forma útil. Quiero deciros, para animaros a practicar la santa obediencia, que, cuando Dios me puso ante la Señora Superiora General, me propuse obedecerla como a la santa Virgen, y Dios sabe cuánto bien me hizo.
12.- Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. (22 jun2021)
¿Cuál es el primer acto de caridad? ¿Cómo actúa un corazón animado por ella? ¿Qué es lo que sale de él, a diferencia de un hombre que no la posee? No es más que hacer el bien a cada uno tal como a nosotros, razonablemente, quisiéramos que nos lo hicieran; en esto consiste, precisamente, la caridad. ¿Hago a mi prójimo lo que deseo de él? 'Ah!, esto es para hacer un gran examen... Fijémonos en el Hijo de Dios: ¡qué corazón lleno de caridad, qué llama de amor! ¡Oh Jesús mío!, dinos un poco, si quieres, qué es lo que te hizo bajar desde el cielo hasta nosotros para venir a sufrir la maldición de la tierra, con tanas persecuciones y tormentos que en ella has sufrido.
Oh Salvador, oh fuente del amor, humillado hasta nosotros, hasta sufrir un suplicio infame, ¿Quién ha amado más al prójimo que tú? Tú, por nosotros, te expusiste a todas nuestras miserias, a tomar la forma de pecador, a llevar una vid de sufrimiento y a padecer una muerte vergonzosa. ¿Hay amor semejante al tuyo? Tan solo es nuestro Señor es capaz de enamorarse así de las criaturas, de dejar el trono de su Padre para venir y tomar un cuerpo sujeto a las miserias. Y ¿por qué? Para que, a través de su ejemplo y su palabra, quedara establecida entre nosotros la caridad hacia el prójimo. Si tuviéramos un poco de este amor. ¿podríamos quedarnos de brazos cruzados? ¡Oh no! La caridad no puede permanecer ociosa; nos mueve a la salvación y a la consolación de nuestros hermanos.