SAN PROSPERO DE AQUITANIA
1.- Vendrán
de oriente y occidente, del norte y del sur.
(29 oct 2014).
Los que acuden a Dios, apoyándose en él, con el deseo de ser salvados, son realmente salvados: es la inspiración divina la que les hace concebir este deseo de salvación; son iluminados por él, que los llama a que lleguen al conocimiento de la verdad. Son, en efecto, los hijos de la promesa, la recompensa de la fe, la descendencia espiritual de Abrahán, una raza elegida, un sacerdocio real previsto desde antiguo y predestinado a la vida eterna. A través de Isaías, el Señor nos dio a conocer su gracia, que hizo de todo hombre una criatura nueva: He aquí que voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino en el desierto, corrientes de agua en la estepa, para dar a beber a mi pueblo que me he formado, para que proclame mi alabanza.
Es imposible que todo esto no llegue, porque la providencia de Dios nunca falla; sus designios no cambian; su voluntad perdura y sus promesas no son erróneas. Por consiguiente, todos los que asuman estas palabras sarán salvados. Deposita sus leyes en sus conciencias, las inscribe con su dedo en sus corazones; acceden al conocimiento de Dios, no por la enseñanza humana, sino bajo la dirección del Maestro supremo: Así pues, ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega, sino Dios, que hace crecer. A todos da la posibilidad de cambiar el corazón, de tener un juicio justo y una voluntad recta.
2.- Jesús iba a morir... no sólo por la nación, sino para reunir a los hijos de Dios dispersos. (28 mar 2015).
El Señor declara: Una vez elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. ¿No es la conversación de todos lo que promete? Y qué pensar cuando se lee: Toda carne vendrá para postrarse ante mí para que me adoren en Jerusalén, dice el Señor. El término pueblo de Dios se entiende en toda su plenitud. Y aunque la inmensa mayoría de los hombres niega o descuida la gracia del Salvador, es el conjunto lo que es designado por las palabras todos y toda carne. El apóstol Pablo dice también: Proclamamos a un Jesucristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero para los llamados, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
¿Cristo sería fuerza de Dios y sabiduría para los mismos hombres cuyos ojos lo ven como escándalo y locura? De hecho, ya que algunos son salvados a causa de su fe, mientras que otros perseveran en la impiedad, el apóstol comprendió a los fieles y los infieles bajo el mismo nombre de llamados. Mostraba así que aquellos a los que calificaba de paganos se habían hecho extranjeros a la llamada de Dios, aunque hubieran escuchado el evangelio.