SAN PACIANO DE BARCELONA

01.09.2021

1.- Liberados por el Hijo del hombre que se entrega a manos de los hombres. (11 ago 2014).

Todos los pueblos han sido liberados de los poderes que los habían hacho cautivos por nuestro Señor Jesucristo. Es él quien nos ha rescatado, tal como dice el apóstol Pablo: Nos perdonó todos nuestros pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas, lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz. Despojándose a sí mismo, arrastró a los poderes del mal en el cortejo de su triunfo. Libró a los encadenados y rompió nuestros lazos, tal como dijo David: El Señor liberta a los cautivos, el Señor abra los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan. Y más aún: Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza.

Sí, hemos sido liberados de nuestras cadenas, nosotros que hemos sido llamados por el Señor para ser congregados por el sacramento del bautismo; hemos sido liberados por la sangre de Cristo y por la invocación de su nombre. Así, pues, amados míos, hemos sido lavados por el agua del bautismo de una vez por todas, y de una vez por todas somos acogidos en el reino inmortal. De una vez por todas son dichosos aquellos que están absueltos de sus culpas, a quienes les han sepultado sus pecados. Mantened con valentía lo que habéis recibido, conservadlo para vuestra dicha, no pequéis más. Desde ahora guardaos puros e irreprochables para el día del Señor.

2.- El esposo está con ellos. (07 jul 2018).

En la plenitud de los tiempos, Cristo recibió de María un alma y nuestra carne. Esta carne, él vino a salvarla, y no la abandonó en la región de los muertos, la unió a su espíritu y la hizo suya. Estas son las bodas del Señor, a fin de que, según este gran misterio, sean dos en una sola carne: Cristo y la Iglesia. De estas nupcias nació el pueblo cristiano, y sobre ellas descendió el Espíritu del Señor. Esta siembra venida del cielo se expandió rápidamente en la sustancia de nuestras almas, que se mezclaron con ella. Crecimos en las entrañas de nuestra Madre la Iglesia y, creciendo en su seno, recibimos la vida en Cristo. Eso es lo que hizo decir al apóstol Pablo: El primer hombre, Adán, se convirtió en ser vivo; el último Adán, en espíritu que da vida.

Es así como Cristo, por sus presbíteros, engendró hijos en la Iglesia, tal como lo dice el mismo apóstol: Soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús. Y es así, como por el Espíritu de Dios, Cristo, por las manos de su presbítero y con la fe por testigo, hace nacer al hombre nuevo formado en el seno de su Madre y dado a luz en la fuente bautismal. Es, pues, necesario creer que podemos nacer de nuevo y que es Cristo quien nos da la vida. El apóstol Juan lo dice: A cuantos lo recibieron, les da poder para ser hijos de Dios.

3.- Si el Hijo os hace libres, seréis libres de verdad. (10 abr 2019).

La vida de este mundo, como lo veis, puede ser igual de larga para los animales, las fieras y los pájaros como para los hombres, e incluso más larga. Pero lo que le es propio al hombre es lo que Cristo nos dio por su Espíritu, la vida eterna, a condición de renunciar al pecado. Hijito, acordaos sobre todo de esto: antiguamente, las naciones estaban bajo el dominio de las tinieblas. Ahora, nosotros hemos sido liberados, gracias a la victoria de Jesucristo, nuestro Señor. Él nos ha redimido. Ha liberado a los encadenados y ha roto nuestras cadenas, como dijo David: El Señor levanta a los oprimidos, el Señor desata a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego. Y en otro lugar: Has roto nuestras cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza. Sí, hemos sido liberados de nuestras ataduras, convocados por el Señor para el sacramento del bautismo, liberados por la sangre de Cristo y por la invocación de su nombre.

Amados míos, somos bautizados una vez por todas, liberados una vez por todas, acogidos en el reino inmortal una vez por todas. Una vez por todas somos felices porque nuestros crímenes han sido perdonados, borrados nuestros pecados. Guardad con firmeza lo que os ha sido dado, conservadlo con alegría, no pequéis más. En adelante, guardaos puros e irreprochables para el día del Señor.

4.- El Hijo del hombre se entrega a manos de los hombres.(12 ago 2019).

Todos los pueblos, por nuestro Señor Jesucristo, han sido liberados de los poderes que los habían hecho cautivos. Es él, sí, es él quien nos ha rescatado. Tal como lo dice el apóstol Pablo: Nos perdonó todos nuestros pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas, clavándolo en la cruz. Libró a los encadenados y rompió nuestros lazos, tal como había dicho David: El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan. Y más aún: Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza.

Sí, hemos sido liberados de nuestras cadenas, nosotros que hemos sido llamados por el Señor para ser congregados por el sacramento del bautismo; hemos sido liberados por la sangre de Cristo y por la invocación de su nombre. Así, pues, amados míos, hemos sido lavados por el agua del bautismo de una vez por todas, y de una vez por todas somos acogidos en el reino inmortal. Dichosos aquellos que están absueltos de sus culpas, a quienes han sepultado sus pecados. Mantened con valentía lo que habéis recibido, conservadlo para vuestra dicha, no pequéis más. Desde ahora guardaos puros e irreprochables para el día del Señor.

5.- La vida es Cristo. (21 nov 2020).

Ya no estamos sujetos a la muerte. Aún cuando nuestro cuerpo sea destruido, viviremos en Cristo, como él mismo ha dicho: El que cree en mí, aunque haya muerte vivirá. Podemos estar seguros: Abrahán, Isaac, Jacob y todos los santos de Dios viven. A propósito de ellos, el Señor ha dicho: Todos viven, porque Dios es Dios de vivos y no de muertos. Y el apóstol Pable dice de sí mismo: Para mí, la vida es Cristo, y el morir significa una ganancia; desearía morir para estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor.

Esto es lo que creemos, hermanos míos, y si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres. La vida de este mundo, para los animales domésticos, los salvajes y para los pájaros, es, como podéis constatar, más o menos larga como la nuestra. Lo que es propio del hombre es que Cristo le ha dado su Espíritu, es decir, la vida eterna, a condición de que renuncie desde ahora al pecado. Porque la muerte es fruto del pecado y es vencida por la virtud. La vida se destruye por el pecado y se conserva por la virtud. En efecto, el salario del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.

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