SAN   NERSÉS  SNORHALI

01.09.2021

1.- Quizá dará fruto en el futuro. (25 oct 2014).

No me maldigas como a la higuera,

aunque me parezca al árbol estéril,

por miedo a que el follaje de la fe

quede seco por el fruto de mis obras.

Más fíjame en el bien,

como el sarmiento sobre la vid santa,

del que se ocupa tu Padre celestial

y que hace fructificar el Espíritu por el crecimiento.

Y el árbol que soy, estéril en frutos sabrosos

pero fecundo en frutos amargos,

no lo arranques de tu viñedo,

cámbialo cavando en el estiércol.

2.- Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar. (05 ene 2015).

Señor, a Jacob, el hijo pequeño de Isaac y Rebeca, tú le has llamado tu amado; has cambiado su nombre por el de Israel. Le has revelado el futuro al mostrarle la escalera que se elevaba desde la tierra hasta el cielo: en lo más alto de ella estabas Dios, con la mirada fija sobre el mundo, y los ángeles subían y bajaban por la escalera. Era símbolo del gran misterio, como han dicho los hombres a los que el Espíritu ha iluminado. Y yo, para el bien, soy también el hijo pequeño. Para el mal, indudablemente soy un hombre maduro, como el primogénito Esaú: he vendido mi tesoro para satisfacer mis apetencias y he borrado mi nombre del libro de la Vida, en el que están inscritos los primeros de entre los benditos.

Te lo suplico, oh Luz que vienes de lo alto, Príncipe de los corazones de fuego, que también para mí se abran las puertas del cielo, como antiguamente estuvieron abiertas para Israel. Por tu gracia, haz que suba mi alma caída por la escalera de luz. La astucia del maligno me hizo perder la unción perfumada de tu Espíritu; con tu derecha protectora dígnate ungir de nuevo mi cabeza. No lucharé contigo, oh Poderoso, en un cuerpo a cuerpo como Jacob, porque no soy más que debilidad.

3.- Levantó los ojos. (05 mar 2015).

Todo lo que estaba bajo mi techo

sacado de la tierra, del aire y del mar,

tus innumerables beneficios,

creía que eran mi propiedad.

De todo esto no le di nada al pobre

y para sus necesidades no aparté nada:

ni alimento para el hambriento,

ni ropa para el cuerpo desnudo.

No me entristecí en la desgracia

del hombre triste a causa de lo que le agobia;

y tampoco participe de la alegría del hombre feliz,

sino que ardí en celos contra él.

Todos estos son otros Lázaros

que están a mi puerta...

En cuanto a mí, sordo a su llamada,

no les di las migajas de mi mesa.

Dame arrepentimiento aquí abajo,

para que haga penitencia por mis pecados

con el fin de que estas lágrimas apaguen

el horno encendido con sus llamas ardientes...

Y en lugar de la conducta de un hombre sin misericordia,

pon en lo más hondo de mí la piedad misericordiosa,

para que, haciéndole misericordia al pobre,

pueda obtener tu misericordia.

4.- Jesús salió a su encuentro. (6 abr 2015).

Tú que has estado llorando hasta el amanecer

por las mujeres portadoras de aromas,

concédele también a mi corazón derramar

abundantes lágrimas a causa de tu ardiente amor.

Y gracias a la buena noticia del ángel

que clamaba desde lo alto de la peña,

déjame oír el sonido de la trompeta final

que anuncia la resurrección.

De la tumba nueva y virgen

resucitas con tu cuerpo nacido de la Virgen;

te hiciste para nosotros primicia

y primogénito de entre los miuertos.

Y a mí, al que el Enemigo ató

con dolor del pecado corporal,

dígnate librarme de nuevo,

como lo hiciste por las almas reas de la muerte.

Manifiéstate a mí al octavo día

en la grande y última alborada;

y en aquel momento, te lo ruego,

permite que mi alma indigna se acerque a ti.

5.- Es mi Padre quien da el verdadero pan del cielo. (21 abr 2015).

Para los hebreos,

separaste en dos el mar a la vista de todos;

y para mí, las espesas tinieblas.

En aquel tiempo te tragaste al Faraón;

y ahora, al Príncipe de este mundo, autor de la muerte.

Para ellos, fuiste nube protectora durante el día

y de noche, columna de fuego.

Para mí, mi luz es el conocimiento de tu Hijo, el Verbo,

y mi protección es el Espíritu Santo.

En aquel tiempo, diste el maná perecedero,

y los que lo comieron murieron;

ahora es tu cuerpo celeste el que da vida a los que lo comen.

Ellos bebieron el agua que brotaba del peñasco,

y yo he bebido la sangre de tu costado, tú mi Roca.

Ellos vieron suspendida la serpiente de bronce,

y yo te he visto sobre la cruz, tú que eres la vida.

A ellos, les diste la ley de Moisés, escrita sobre tablas de piedra;

y a mí la sabiduría de tu Espíritu, tu evangelio divino.

Por eso me será exigido

mucho más que lo que se les exigirá a ellos...

Oh Señor mío, lleno de piedad, Hijo único del Padre,

no me impidas como a ellos entrar en tu tierra prometida,

e introdúceme en tu patria celeste.

6.- Mi sangre es verdadera bebida. (16 ago 2015).

Después de haber cumplido las palabras de la Escritura,

y entregado al Padre tu espíritu. Cuando el soldado te

traspasó con la lanza de tu sagrado costado brotó una fuente:

agua para lavar en la fuente sagrada del bautismo,

sangre para beber en el misterio de la Eucaristía,

por la herida de la que nació del costado de Adán,

por la que el primer hombre pecó.

A mí, que estoy constituido por una carne

marcada por el pecado original

y por una sangre amasada en el polvo,

me lavaste con el rocío de tu costado,

y después, volví a caer en el pecado.

Abre mi boca al torrente

de sangre sagrada que fluye por tu costado,

para que beba del gozo

y exulte en el Espíritu Santo,

y para que se vuelva gustoso el sabor de esta copa

de vino de amor inmaculado sin mezcla.

Tú que eres el presente eterno del hombre efímero,

tú que eres dador de dones para las criaturas,

mortales e inmortales.

Concédeme tu persona como don de la gracia,

tú que das a todos la vida.

7.- Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de lo alto. (04 abr 2017).

A causa del pecado, tú, el Inocente,

permaneces en pie ante el tribunal para el condenando;

cuando vuelvas con la gloria del Padre,

no me juzgues con él.

Fuiste burlado por el escupitajo del sacrílego

a causa de la vergüenza del primer hombre creado;

borra la vergüenza de los pecados del desvergonzado,

con la cual me cubrí la cara.

Te revestiste de púrpura,

pusiste sobre ti el manto rojo

como un deshonor y una afrenta,

como creían los soldados de Poncio Pilato.

Líbrame del cilicio del pecado,

de la púrpura roja, el color de la sangre,

y revísteme del traje gozoso

con que habías revestido al primer hombre.

En todo tu cuerpo y sobre todas las partes

de tus miembros

recibiste los golpes terribles de la flagelación

después del veredicto del juez.

A mí, que, de pies a cabeza,

sufro dolores intolerables,

cúrame de nuevo, una segunda vez,

por la gracia de la fuente del bautismo.

Arranca de mí las espinas del pecado

que el Enemigo plantó en mí,

y cura en mí la herida de la mordedura

para que los estigmas del pecado sean suprimidos.

8.- Lo crucificaron allí, con los malhechores,   uno a la derecha y otro a la izquierda.                 (14 abr 2017).

A cambio del árbol que provocó la muerte,

crecido en medio del Paraíso,

llevaste sobre los hombros el árbol de la cruz,

hasta el lugar llamado Gólgota.

Alivia mi alma, derribada en el pecado

que lleva una carga tan pesada;

alíviala gracias al yugo suave

y gracias a la carga ligera de la cruz.

El viernes, a las tres,

el día en que el primer hombre fue seducido,

fuiste clavado, Señor, sobre el madero

al mismo tiempo que el ladrón criminal.

Subiste sobre la santa cruz,

eliminaste la transgresión de los hombres

y al enemigo de nuestra naturaleza

lo clavaste allí.

Al ladrón que estaba a tu derecha

le abriste la puerta del Paraíso;

acuérdate también de mí cuando vuelvas

con la majestad de tu Padre.

Que también yo pueda pronunciar

la respuesta que nos hace exultar:

"¡Hoy estarás conmigo en el Edén,

en tu primera patria!"

9.- Él mismo estaba allí en medio de ellos. (20 abr 2017).

La noche de la resurrección, el domingo,

el primer día de la semana,

te apareciste a los Once,

las puertas cerradas, de noche.

Y el primer soplo

que habíamos perdido en el Paraíso,

se lo concediste de nuevo,

y por ellos a nuestra naturaleza humana.

Yo que en mi alma tengo las puertas del espíritu

cerradas a tu palabra,

y que permanezco sin claridad en las tinieblas,

como en la casa de la oscuridad,

jamás dejes que habite el Mal

bajo mi tejado sin luz.

Más bien, abre la cámara nupcial de mi corazón;

haz brillar allí tu luz brillante.

10.- Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar. (05 ene 2019).

Señor, a Jacob, el hijo pequeño de Isaac y Rebeca, tú le llamaste tu amado; cambiaste su nombre por el Israel. Le revelaste el futuro al mostrarle la escalera levantada desde la tierra hasta el cielo: en lo más alto de ella estaba Dios, con la mirada fija sobre el mundo, y los ángeles subían y bajaban por la escalera. Era símbolo del gran misterio. Y yo, para el bien, soy también el hijo pequeño. Para el mal, indudablemente soy un hombre maduro, como el primogénito Esaú: he vendido mi tesoro para satisfacer mis apetencias y he borrado mi nombre del Libro de la Vida en el que están inscritos los primeros de entre los benditos.

Te lo suplico, oh Luz que vienes de lo alto, príncipe de los corazones de fuego. Que también para mí se abran las puertas del cielo, como antes se abrieron para Israel. Por gracia, haz subir a mi alma caída por la escalera de luz, signo misterioso dado a los hombres de su retorno de la tierra al cielo. La astucia del Maligno me hizo perder la unción perfumada de tu Espíritu; con tu derecha protectora dígnate ungir de nuevo mi cabeza. No lucharé contra ti, oh poderoso, en un cuerpo a cuerpo como Jacob, porque no soy más que debilidad.

11.- Quizá dará fruto en el futuro. (24 mar 2019).

No me maldigas como a la higuera,

aunque me parezco al árbol estéril,

por miedo a que el follaje de la fe

sea desecado con el fruto de mis obras.

Más fíjame en el bien,

como el sarmiento sobre la vid santa,

del que se ocupa tu Padre celestial

y que hace fructificar el Espíritu por el crecimiento.

Y el árbol que soy, estéril en frutos sabrosos,

pero fecundo en frutos amargos,

no lo arranques de tu viñedo,

cámbialo, cavando en el estiércol.    

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