SAN MAXIMO EL CONFESOR

01.09.2021

1.- Para que ellos sean uno, como nosotros lo somos. (04 jun 2014).

La santa Iglesia aparece operando en nosotros los mismos efectos que Dios, de quien ella es imagen. Muchos son los hombres, mujeres y niños distantes unos de otros, infinitamente diferentes por el nacimiento, la nacionalidad y la lengua. Pero todos nacen en esta Iglesia y, por su obra, todos renacen a una nueva vida, recreados por el Espíritu Santo.

A todos la Iglesia les ha dado una única forma, un solo nombre divino: ser de Cristo y llevar su nombre. A todos la Iglesia ofrece una manera de ser única que cancela las numerosas diferencias existentes entre ellos, a causa de la reunión de todos en ella. Todos convergen, todos están unidos por la acción de la fuerza invisible de la gracia y de la fe. Todos, se ha escrito, tenían un solo corazón y una sola alma. Ser un solo cuerpo formado por miembros que, aunque diversos, son realmente dignos de Cristo, que es nuestra verdadera cabeza. En él, dice el apóstol san Pablo, no hay hombre ni mujer, ni judío, ni griego, ni esclavo ni libre, porque él lo es todo en todos. Así pues la santa Iglesia es a la imagen de Dios, ya que realiza entre los creyentes la misma unión que Dios.

2.- Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz de mi sendero. (22 sep 2014).

Nadie enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelero, donde puede iluminar a todos los de la casa. Como se puede ver, Cristo se da a sí mismo el nombre de lámpara. Siendo Dios por naturaleza, se ha hecho carne según el plan de salvación, una carne que contiene una luz, como si se tratara de una lámpara. David lo pensaba así cuando dijo: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. En la Escritura se describe a mi Salvador y mi Dios como una lámpara porque él es quien hace desaparecer las tinieblas de la ignorancia y el mal de los hombres. Puesto que sólo él tiene poder para aniquilar las tinieblas de la ignorancia y disipar la oscuridad del pecado, es para todos el camino de salvación. Conduce al Padre a los que, por el conocimiento y la virtud, van en pos de él por el camino de los mandamientos como por un camino de justicia.

El candelero es la Iglesia, porque el Verbo de Dios brilla a través de su predicación. Es así como los rayos de su verdad pueden iluminar al mundo entero. Pero con una condición: no esconderla bajo la letra de la Ley. Cualquiera que se ate sólo a la letra de la Escritura, vive según la carne, mete su lámpara bajo el celemín. Por el contrario, puesta sobre el candelero de la Iglesia, ilumina a todos los hombres.

3.- De pie delante del Hijo del hombre. (29 nov 2014).

Te suplicamos, Señor, Dios de bondad, que el misterio de la salvación, realizado por nosotros en tu Hijo unigénito, no se convierta en nuestra condenación; que no nos aleje de tu presencia. No rechaces nuestra condición miserable; al contrario, ten compasión de nosotros por tu gran misericordia; sólo tu infinita misericordia borra nuestros pecados. Por eso, al presentarnos ante ti, en tu gloria, lejos de merecer la condena, obtendremos la protección de tu Hijo único, y no seremos condenados como malos servidores. Sí, Maestro Señor todopoderoso, escucha nuestra súplica: No conocemos otro como tú. Invocamos tu nombre, ya que tú eres el que obra todo en todos, y cerca de ti, nos encontramos a seguro.

Señor, mira desde el cielo y desde tu santa gloria. ¿Dónde está tu amor celoso y poderoso? ¿Dónde está tu amor celoso y poderoso? ¿Dónde están tu piedad y misericordia infinita? Tú eres nuestro Padre: Abrahán no puede reconocernos... Tú, Señor, Padre nuestro, líbranos, porque desde el principio tu nombre ha sido invocado por nosotros. ¿Por qué nos dejas errar lejos de tus caminos? ¿Por qué nos has abandonado a nuestras fuerzas, y nos has dejado extraviar? Haz volver hacia ti a tus siervos, Señor, en el nombre de tu santa Iglesia, en nombre de todos los santos de otros tiempos.

4.- El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo. (02 sep 2017).

Algunos piensan que no participan de los dones del Santo Espíritu. Como no obran conforme a los mandamientos, no saben que quien conserva inalterable su fe en Cristo tiene en él todos los dones divinos. Cuando nos alejamos del amor activo que deberíamos manifestarle, amor que nos muestra los tesoros de Dios escondidos en nosotros, es normal que pensemos que no poseemos los dones divinos.

Si Cristo permanece en vuestros corazones por la fe, según dice el apóstol Pablo, y si todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él, todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento permanecen escondidos igualmente en nuestros corazones, pero se revelan al corazón según la medida de la purificación que suscitan los mandamientos. Así es el tesoro escondido en el campo de tu corazón y que tú a causa de tu pureza, no has encontrado todavía. Porque si lo hubieras encontrado lo habrías cedido todo y habrías comprado ese campo. Pero has abandonado el campo y el tesoro lo buscas alrededor de él, allí donde no hay más que espinas y abrojos. Por eso, el Salvador dice: Dichosos los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Lo verán y, cuando sean purificados por el amor y la templanza, verán los tesoros que llevan en sí mismos. Verán en la medida en que sean purificados.

5.- ¿No es el hijo del carpintero? (03 ago 2018).

El Verbo de Dios ha nacido por todos una vez según la carne. Se hace niño pequeño y se desarrolla en nosotros al mismo tiempo que las virtudes; se manifiesta en la medida en que sabe que el que le recibe es capaz. Actuando de este modo, no puede tener celos el que espera el brillo de su propia grandeza, porque él capacita y mide la capacidad de los que desean verle.

De este modo, el Verbo de Dios se revela siempre a nosotros a la manera que nos conviene y, sin embargo, vive invisible en todos, por la inmensidad de su misterio. Por esto, el Apóstol por excelencia, considerando la fuerza de este misterio, dice con sensatez: Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y siempre; contempla este misterio siempre nuevo que la inteligencia jamás terminará de escrutar... La fe solo puede comprender este misterio, ella que está en el fondo de todo lo que desborda la inteligencia y desafía la expresión.

6.- Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. (13 sep 2018).

No ha alcanzado todavía el amor perfecto el que se ve aún afectado por los caracteres de los hombres; por ejemplo, ese que ama a uno y aborrece al otro, o bien tan pronto ama como detesta al mismo hombre y por las mismas razones. El amor perfecto no hace distinción de la única y misma naturaleza de los hombres aunque estos tengan caracteres diferentes, sino que, teniendo en cuenta su naturaleza, ama a todos con el mismo amor.

Ama a los virtuosos como amigos y a los malos como enemigos, haciéndoles el bien, soportándolos con paciencia, sufriendo lo que recibe de su parte; no considera la malicia, sino que llega incluso a sufrir por ellos si se presenta la ocasión. Así, si es posible, los convertirá en sus amigos. Será fiel a sí mismo, mostrando sus frutos siempre y a todos de la misma forma. Nuestro Señor y Dios, Jesucristo, mostrándonos el amor que nos tiene, sufrió por la humanidad entera y a todos por igual nos dio la esperanza de la resurrección, aunque cada uno se haga digno de la gloria o del castigo.

7.- La luz que alumbra a todo hombre. (24 sep 2018).

La lámpara colocada sobre el candelero, de la que habla la Escritura, es nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera del Padre, que viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre. Se llama así mismo claramente lámpara, porque, siendo Dios por naturaleza, quiso hacerse hombre por amor: No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa.

David se refiere a esto cuando, hablando del Señor, dice: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Con razón, pues, la Escritura llama lámpara a nuestro Dios y Salvador, ya que él nos libra de las tinieblas de la ignorancia y del mal. Él, en efecto, al disipar como una lámpara la oscuridad de nuestra ignorancia y las tinieblas de nuestro pecado se ha convertido en un camino de salvación para todos los hombres: con la fuerza que comunica y con el conocimiento que otorga, el Señor conduce hacia el Padre a quienes con él quieren avanzar por el camino de la justicia y seguir la senda de los mandatos divinos. En cuanto al candelero, hay que decir que simboliza a la santa Iglesia, la cual, con su predicación, hace que la palabra luminosa de Dios brille e ilumine a los hombres del mundo entero, como si fueran los moradores de la casa, y sean llevados de este modo al conocimiento de Dios con los fulgores de la verdad.

8.- El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo. (31 jul 2019).

Algunos creen que no participan de los dones del Santo Espíritu. A causa de su negligencia al obrar conforme a los mandamientos, no saben que quien conserva inalterable su fe en Cristo posee todos los dones divinos. Cuando por inercia estamos lejos del amor activo que deberíamos manifestarle, amor que nos muestra los tesoros de Dios escondidos en nosotros, es normal que pensemos que no poseemos los dones divinos.

Si Cristo permanece en vuestros corazones por la fe y si todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en él, eso significa que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento permanecen escondidos en nuestros corazones, pero se revelan al corazón según la medida de la purificación de cada uno, purificación que suscitan los mandamientos. Así, es el tesoro escondido en el campo de tu corazón y que tú, a causa de tu pureza, no has encontrado todavía. Porque si lo hubieras encontrado lo habrías vendido todo y habrías comprado ese campo. Pero ahora has abandonado el campo y el tesoro lo buscas alrededor de él, allí donde no hay más que espinas y abrojos. Dichosos los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. Lo verán y verán los tesoros que están en ellos mismos cuando sean purificados por el amor y la templanza. Verán tanto más cuanto más sean purificados.

9.- La luz que alumbra a todo hombre. (28 ene 2021).

La lámpara colocada en el candelero, de la que habla la Escritura, es nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera del Padre, que, viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre; al tomar nuestra carne, el Señor se ha convertido en lámpara y por esto es llamado "luz", es decir, Sabiduría y Palabra del Padre y de su misma naturaleza. Como tal es proclamado en la Iglesia por la fe y por la piedad de los fieles. Glorificado y manifestado ante las naciones por su vida santa y por la observancia de los mandamientos, alumbra a todos los que están en la casa (es decir, en este mundo), tal como afirma en cierto lugar esta misma Palabra de Dios: No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Se llama así mismo claramente lámpara, él que, siendo Dios por naturaleza, quiso hacerse hombre por una dignación de su amor.

Según mi parecer, también el gran David se refiere a esto cuando, hablando del Señor, dice: Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Con razón, pues, la Escritura llama lámpara a nuestro Dios y Salvador, ya que él nos libra de las tinieblas de la ignorancia y del mal.

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