SAN MAXIMO DE TURÍN

01.09.2021

1.- Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. (1 jul 2013)

Un hombre cogió un grano de mostaza y lo plantó en su jardín; creció y se hizo un gran árbol, y los pájaros del cielo se cobijaban en sus ramas. Busquemos a quién se aplica todo esto. Yo creo que la comparación se aplica exactamente a Cristo. nuestro Señor, el cual naciendo como un grano en la humildad de la condición humana, al final se eleva al cielo como un árbol. Cristo, destrozado en su pasión, es el grano; y llega a ser un árbol en la resurrección. Es también un grano cuando, con cinco panes, sacia a cinco mil personas. Allí soporta la desnudez de su condición humana; aquí reparte hasta la saciedad por la fuerza de su divinidad. El Señor es grano cuando es golpeado, despreciado, injuriado; es árbol cuando devuelve la vista a los ciegos, resucita a los muertos y perdona los pecados. Él mismo reconoce que es grano: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere.

2.- Nacido antes de todos los siglos, tomó carne de la Virgen María. (31 dic 2013).

En Cristo hay dos nacimientos. Por un lado, Dios engendra a su Hijo a partir de sí mismo; por el otro, una virgen lo concibió por intervención de Dios. Por un lado, nace para dar la vida; por el otro, para quitar la muerte. Allí nace de su Padre; aquí, nace a través de los hombres. Por ser engendrado por el Padre, es el origen del hombre; por su nacimiento humano, libera al hombre. Cuando enseñamos que hay dos nacimientos en Cristo, no queremos decir que el Hijo de Dios nace dos veces, sino que afirmamos la dualidad de naturaleza en un solo y único Hijo de Dios.

Por una parte, nace lo que ya existía; por otra, se produce lo que todavía no existí. El bienaventurado evangelista Juan lo afirma con estas palabras: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios, y también: La Palabra se hizo carne.

Así pues, Dios que estaba junto a Dios salió de él, y la carne de Dios que no estaba en él salió de una mujer. Así el Verbo se hizo carne, no de manera que Dios quede diluido en el hombre, sino para que el hombre sea gloriosamente elevado a Dios. Por eso, Dios no nació dos veces, sino que hubo dos tipos de nacimiento, el de Dios y el del hombre, por los cuales el Hijo único del Padre ha querido ser al mismo tiempo Dios y hombre en una sola persona.

3.- Alimentarse de la Palabra que sale de boca de Dios. (09 mar 2014).

El Salvador responde al diablo: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios. Todo el que se alimenta de la palabra de Cristo ya no tiene necesidad de alimento de la tierra, no puede ya desear el pan de este mundo. En efecto, el Señor es el mismo pan, como él enseña por sus palabras: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. ¿Qué me importa el pan que me ofrece el diablo, si yo tengo el pan que reparte Cristo? Adán perdió el Paraíso por causa del fruto, Esaú perdió su derecho de primogenitura por un plato de lentejas y Judas renunció a su rango de apóstol por un bocado. La comida que tenemos que tomar es aquella que abre el camino al Salvador, no al diablo, aquella que transforma al que come en confesor de la fe y no en traidor.

El Señor tiene razón al decir, en este tiempo de ayuno, que es el verbo de Dios el que alimenta para enseñarnos que no debemos pasar nuestros ayunos preocupándonos de este mundo, sino de la lectura de los textos sagrados. En efecto, aquel que se alimenta de la Escritura se olvida del hambre del cuerpo; aquel que se alimenta del Verbo celeste olvida el hambre. Pues bien, éste es el alimento que nutre el alma y calma al hambriento; da también la vida eterna y aleja de nosotros las trampas de la tentación del diablo. La lectura de los textos sagrados es vida, como dice el Señor: Las palabras que os he dicho son espíritu y vida.

4.- No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. (19 dic 2014).

El nacimiento del precursor de Cristo, del que le abre el camino, debía presentar alguna semejanza con el del Señor, nuestro Salvador. Si el Señor nació de una virgen, Juan ha sido concebido por una mujer anciana y estéril. No admiremos menos a Isabel, que concibió en su vejez, al igual que María dio a luz virginalmente.

Creo que en esto hay un símbolo: Juan representaba al antigua Testamento, por eso, nació de la sangre de una mujer anciana; mientras que el Señor, que anuncia la Buena Noticia del reino de los cielos, es el fruto de una juventud plena de savia. María, consciente de su virginidad, admira al niño concebido en sus entrañas. Isabel, consciente de su vejez, se ruboriza del vientre de su embarazo; el evangelista dijo, en efecto: Estuvo escondida durante cinco meses. Debemos admirar también que el mismo arcángel Gabriel anunciara ambos nacimientos: consuela a Zacarías, que permanece incrédulo; viene para animar a María, a la que encuentra confiada. El primero, por haber dudado, perdió su voz; la segunda, por haber creído en seguida, concibió al Verbo salvador.

5.- Producir frutos. (06 mar 2015).

La viña del Señor, dice el profeta, es la casa de Israel. Ahora bien, esta casa somos nosotros; y, pues somos Israel, somos también la viña del Señor. Vigilemos que en nuestros sarmientos no nazca, en lugar de la uva dulce, el fruto de la cólera, para que no diga el Señor: Esperaba uvas y dio agraces. ¡Qué tierra tan ingrata! La que tenía que dar a su amo frutos de dulzura lo atravesó con espinas agudas. Así, sus enemigos, los que tenían que haber acogido a su Salvador con toda la devoción de su fe, lo coronaron con espinas en la pasión. Para ellos, esta corona significaba ultraje e injuria, pero, a los ojos del Señor, era la corona de las virtudes.

Estemos atentos a que nuestras malas acciones no hieran la cabeza del Salvador como espinas crueles. Hay espinas del corazón que han herido hasta la misma palabra de Dios, como lo dice el Señor en el evangelio cuando narra que el grano del sembrador cayó entre espinos: éstos crecieron y ahogaron la semilla. Vigilad, pues, que vuestra viña no produzca espinos en lugar de racimos, que vuestra vendimia no dé vinagre en lugar de vino. El que vendimia sin distribuir entre los pobres sus bienes recoge vinagre en lugar de vino. Y aquel que mete su cosecha en los graneros sin dar alimento a los indigentes no recoge el fruto de la limosna sino el rastrojo de la avaricia.

6.- "¿Quieres curarte?": la Cuaresma conduce a los catecúmenos a la piscina del bautismo. (17 mar 2015).

El número cuarenta tiene un valor simbólico, ligado al misterio de nuestra salvación. En efecto, cuando en los primeros tiempos la maldad de los hombres invadió la superficie de la tierra, durante cuarenta días Dios hizo salirse las aguas del cielo e inundó la tierra entera bajo las lluvias del diluvio. Desde esta época, la historia de la salvación fue anunciada simbólicamente: durante cuarenta días, la lluvia cayó para purificar el mundo. Ahora, durante los cuarenta días de la Cuaresma, es ofrecida la misericordia a los hombres para que se purifiquen.

Sí, el diluvio es el símbolo del bautismo; lo que se produjo entonces todavía se cumple hoy. Cuando los pecados de toda la tierra desaparecieron, ahogados en el fondo del abismo, la santidad pudo elevarse muy cerca del cielo; he aquí lo que se realiza ahora también en la Iglesia de Cristo. Llevada por el agua del bautismo, se eleva cerca del cielo; las supersticiones y los ídolos son engullidos, y sobre la tierra se difunde la fe, que brota del arca del Salvador. Por cierto, nosotros mismos somos pecadores y este mundo será destruido. Sólo escaparán de la rutina aquellos a los que el arca llevara encerrados en su seno. Esta arca es la Iglesia, Sí, os lo anunciamos, este mundo naufragará; por eso, os exhortamos a refugiaros en este santuario.

7.- Cuando levantéis al Hijo del hombre, entonces comprenderéis que Yo soy. (24 mar 2015).

Como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre. La serpiente es la primera en ser crucificada por Moisés, Es un acto de justicia, ya que el diablo fue el primero que pecó bajo la mirada del Señor. Fue crucificado sobre un tronco, lo que es justo, ya que el hombre había sido engañado por el árbol del deseo; en lo sucesivo será salvado por un tronco tomado de otro árbol. Después de la serpiente, es el hombre quien e crucificado en el Salvador para castigar no sólo al responsable, sino también el delito. La primera cruz se venga de la serpiente; la segunda, de su veneno. El veneno que por su persuasión había penetrado en el hombre es rechazado y curado.

He aquí lo que hizo el Señor por su naturaleza humana: él, el Inocente, sufre; en él, la desobediencia provocada por el engaño del diablo es enmendada; y por fin liberado de su falta, el hombre es liberado de la muerte. Ya que tenemos por Señor a Jesús, que nos liberó por su pasión, tengamos constantemente los ojos fijos en él, esperemos siempre encontrar en este signo el remedio a nuestras heridas. El Señor crucificado nos dice: Os di el poder de pisotear serpientes, escorpiones, y nada podrá dañaros.

8.- Ve a buscar a mis hermanos y diles:

"Subo al Padre mío y Padre vuestro". (07 abr 2015).

Después de la resurrección, María Magdalena buscó al Señor en la tumba: olvidó su promesa de regresar de los infiernos al tercer día, lo imaginó preso en la tierra. Le reprochamos a la bienaventurada María haber sido demasiado lenta en creer; reconoció al Señor un poco tarde. Por eso, el Salvador le dice: No me toques, porque todavía no he subido al Padre, es decir: "Para ti todavía no he subido al Padre, yo que, según tu fe estoy retenido para siempre en la tumba.

El que quiera tocar al Señor primero debe colocarle por la fe a la derecha de Dios; su corazón, en lugar de buscarle entre los muertos, debe situarlo en el cielo. El Señor sube hacia el padre, él que sabe estar siempre en el Padre. El Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. San Pablo nos enseña cómo buscar al Salvador en el cielo cuando dice: Buscad las cosas de arriba, allí dónde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Y para hacernos olvidar completamente la búsqueda a ras de tierra de María, añade: Desead las cosas de arriba, no las de la tierra. No es, pues, en la tierra, ni bajo ella, ni según la carne, donde debemos buscar al Salvador, si queremos encontrarlo y tocarlo, sino en la gloria de la majestad divina.

9.- Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. (09 jun 2015).

El Señor dijo a sus apóstoles: Vosotros sois la luz del mundo. ¡Qué justas son las comparaciones que el Señor emplea para describir a nuestros padres en la fe! Llama sal a los que nos enseñan la sabiduría de Dios, y luz a los que liberan nuestros corazones de la ceguera y las tinieblas de nuestra incredulidad. Con razón los apóstoles reciben el nombre de luz: anuncian en la oscuridad del mundo la claridad del cielo y el esplendor de la eternidad. ¿Acaso Pedro no se convirtió en luz para el mundo entero y para todos los fieles, cuando le dijo al Señor: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo? Y, ¿qué mayor claridad habría podido recibir el género humano que saber por Pedro que el Hijo de Dios vivo era el creador de esta luz?

San Pablo no es una luz menor para el mundo: mientras el mundo entero estaba cegado por las tinieblas del mal, ascendió al cielo y, a su regreso, reveló los misterios del esplendor eterno. Por eso no pudo ocultarse, porque Cristo, por la luz de su majestad, lo había encendido como una lámpara de elección, repleta del aceite del Espíritu Santo. Por lo tanto, amados míos, al renunciar a las ilusiones de este mundo, nos comprometemos a buscar el sabor de la sabiduría de Dios, a degustar la sal de los apóstoles.

10.- A ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo. (29 ago 2015).

Celebramos hoy la fiesta del santo y bienaventurado Juan Bautista. Su nacimiento aportó una profecía; su muerte, la verdad; su nacimiento anunció la llegada del Salvador, su muerte condenó el incesto de Herodes. Este hombre santo mereció a los ojos de Dios no desaparecer de la misma manera que otros hombres de este mundo: dejó este cuerpo recibido del Señor confesándolo. Juan cumplió en todo la voluntad de Dios, ya que su vida y su muerte corresponden a sus designios.

Todavía está en el vientre de su madre cuando ya celebra la llegada del Señor, por sus saltos de alegría, ya que no podía hacerlo con su voz. Isabel le dice a María: En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Juan exulta, pues, antes de nacer, y antes de que sus ojos reconozcan al que se presenta al mundo, su espíritu reconoce al que es el Maestro. Creo que éste es el sentido de la frase del profeta: Antes de formarte en el vientre materno, te conocí, antes de que salieras del seno materno, te consagré. No nos asombremos, pues, si encerrado en la prisión por mandato de Herodes, continuó predicando a Cristo a través de sus discípulos, ya que, encerrado en el seno de su madre, ya anunciaba, con su estremecimiento, la llegada del Señor.

11.- El que acoge a un niño en mi nombre me acoge a mí.(20 sep 2015)

Nosotros, los cristianos, somos el cuerpo del Cristo y sus miembros, dice el apóstol Pablo. En la resurrección de Cristo, todos sus miembros resucitaron con él, y mientras él pasaba de los infiernos a la tierra, nos hace pasar a nosotros de la muerte a la vida. La palabra "pascua" en hebreo quiere decir paso o partida. ¿Este misterio no es acaso el paso del mal al bien? ¡Y qué paso! Del pecado a la justicia, del vicio a la virtud, de la vejez a la infancia. Hablo aquí de la infancia que significa sencillez, no de la edad. Porque las virtudes también tienen sus edades. Ayer la decrepitud del pecado nos ponía sobre nuestra decadencia. Pero la resurrección de Cristo nos hace renacer en la inocencia de los niños. La sencillez cristiana hace suya la infancia.

El niño no tiene rencor, no conoce el fraude, no se atreve a golpear. Así, este niño que es el cristiano no se enfurece si se le insulta, no se defiende si se le despoja, no devuelve los golpes si se le golpea. El Señor exige que rece por sus enemigos, que entregue la túnica y el manto a los ladrones, y que presente la otra mejilla a los que le abofetean. La infancia de Cristo sobrepasa la infancia de los hombres. Ésta debe su inocencia a su debilidad; aquélla, a su virtud. Y es digna de más elogios todavía: su rechazo al mal emana de su voluntad, no de su impotencia.

12.- El vino nuevo de la verdadera alegría. (17 ene 2015).

El Señor fue a la boda donde había sido invitado. El Hijo de Dios fue a esta boda para santificar con su presencia el matrimonio que ya había sido instituido. Fue a una boda de la antigua ley escogerse en el pueblo pagano una esposa que permanecería siempre virgen. Él, que no nació de un matrimonio humano, fue a la boda no para participar en un banquete festivo, sino para revelarse por un prodigio verdaderamente admirable. No para beber vino, sino para darlo. Porque, tan pronto como los invitados se quedaron sin vino, la bienaventurada María le dijo: No tienen vino.

Jesús, aparentemente contrariado, le respondió: Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Mi hora todavía no ha llegado. Así anunciaba la hora gloriosa de su pasión: el vino derramado para la salvación y la vida de todos. María pedía un favor temporal, mientras que Cristo preparaba una alegría eterna. Sin embargo, el Señor, en su bondad, no vació en conceder estas pequeñas cosas hasta que llegaran las grandes. La bienaventurada María vislumbraba lo que iba a llegar y conocía por anticipado la voluntad del Señor, por eso se dirigió a los servidores con estas palabras: Haced lo que él os diga. Su santa Madre sabía ciertamente que la palabra de reproche de su hijo y Señor no escondía el enfado de un hombre, sino que contenía un misterio de compasión.

13.- Es necesario que él crezca y yo disminuya. (24 jun 2016).

Con razón, Juan Bautista puede decir del Señor nuestro Salvador: Hace falta que él crezca y que yo disminuya. Esta afirmación se realiza en este mismo momento: al nacimiento de Cristo, los días aumentan; al de Juan, disminuyen. Era inevitable que la observancia de la Ley se ensombreciera en el momento en el que la gracia del evangelio empezaba a resplandecer; a la profecía del Antiguo Testamento le sucede la gloria del Nuevo.

El evangelista dice a propósito del Señor Jesucristo: Él era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. En el momento n el que la oscuridad de la noche cubría casi el día entero, la súbita llegada del Señor lo convirtió todo en claridad. Si su nacimiento hizo desaparecer las tinieblas de los pecados de la humanidad, su llegada dio fin a la noche y trajo a los hombres la luz y el día. El Señor dice de Juan: Él es la lámpara que arde y que alumbra. La luz de la lámpara palidece cuando brillan los rayos del sol; la llama baja, vencida por el resplandor de una luz más radiante. ¿Qué hombre razonable se sirve de una lámpara a pleno sol? ¿Quién querría recibir el bautismo de penitencia de Juan cuando el bautismo de Jesús aporta la salvación?

14.- Dejad que los niños se acerquen a mí, el reino de los cielos es

de los que se parecen a ellos. (13 ago 2016).

¡Qué gran y admirable don nos hizo Dios! En su Pascua, lo que ayer era decrepitud del pecado, la resurrección de Cristo lo hace renacer en la inocencia de los niños. La sencillez de Cristo hace suya la infancia. El niño vive sin rencor, no conoce el fraude, no se atreve a golpear. El niño que ha llegado a ser cristiano ya no lleva en sí el insulto, no se defiende si se le despoja, no devuelve los golpes si es golpeado. El Señor exige lo mismo al que ora por sus enemigos. La infancia de Cristo adelanta la misma infancia d los hombres. El que ignora el pecado detesta la infancia. Confunde la inocencia con la debilidad. La infancia es digna de más elogios todavía: su odio del mal emana de su voluntad, no de su impotencia.

A los apóstoles ya maduros y de edad, el Señor dice: Si vosotros no cambiáis y volvéis a ser como este niño, no entraréis en el reino de los cielos. El les reenvía al origen mismo de su vida; les incita a recuperar la infancia, a fin de que estos hombres cuyas fuerzas ya declinan renazcan a la inocencia del corazón. El que no nace del agua del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos.

15.- Enciendo una lámpara para mi ungido. (16 dic 2016).

Mientras todo el mundo se sentía abrumado por las tinieblas del diablo y la oscuridad del pecado que gobernaba el mundo, un nuevo sol, nuestro Señor Jesucristo, tuvo a bien, llegado el tiempo, entrada la noche, extender los primeros rayos del amanecer. Antes de que apareciera esta luz, es decir, antes de que se manifestara el sol de justicia, Dios ya había anunciado por los profetas, como una aurora: envié a mis profetas ates que a la luz. Más tgarde, eñl mismo Cristo ha extendido sus rayos, es decir, sus apóstoles, para hacer resplandecer su luz y llenar el mundo de su verdad, para que nadie se pierda en la oscuridad.

Nosotros los hombres, para realizar las tareas indispensables, antes de que el sol de este mundo se levante, nos anticipamos a la luz con una lámpara. Ahora el sol de Cristo, también tiene su lámpara, que precedió a su venida, como dice el profeta: Enciendo una lámpara para mi Ungido. El Señor indica cuál es esta lámpara, diciendo de Juan el Bautista: Este es la lámpara que arde y brilla. Y el mismo Juan, dijo, como si fuera la tenue luz de una linterna que va delante suya: Pero viene, el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandálias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Al mismo tiempo, entendiendo que su luz tenía que ser eclipsada por los rayos del sol, predijo: Él debe crecer y yo tengo que menguar. De hecho, como la luz de una linterna se apaga con la llegada del sol, de igual modo, el bautismo de arrepentimiento proclamado por Juan, ha perdido su valor con la llegada de la gracia de Cristo.

16.- Venid a ver a un hombre que me ha dicho

todo lo que he hecho. ¿No será el Mesías? (19 mar 2017).

Como el agua apaga las llamas, la limosna apaga los pecados: el agua es comparada con la misericordia. Entonces así como el agua viene de una fuente, debo buscar la fuente de la misericordia. La encontré en casa del profeta: En ti está la fuente de la vida, y tu luz nos hace ver la luz. Es Cristo quien en el evangelio reclama agua a la mujer de Samaria... El Salvador reclama agua a la mujer, y finge tener sed para distribuir a los sedientos la gracia eterna. La fuente, en efecto, no podía tener sed, y aquel en que se encuentra el agua viva no podía beber el agua manchada por esta tierra. ¿Cristo tenía sed? Sí, tenía sed, no de la bebida de los hombres, sino de su salvación; tenía sed, no de agua de la tierra, sino de la redención del género humano.

Cristo, que es la fuente, sentado junto al pozo, hace brotar milagrosamente en el mismo lugar el agua de la misericordia; una mujer que ya había tenido seis amantes es purificada por los flujos del agua viva. Admirable: ¡una mujer con esta vida viene al pozo de Samaria, y se va purificada de la fuente de Jesús! Venía a buscar agua y se marcha repleta de virtud. Confiesa enseguida los pecados a los que Jesús hace alusión, reconoce a Cristo y anuncia al Salvador. Deja allí su cántaro de agua; en su lugar lleva la gracia a su ciudad; aliviada de su carga, regresa colmada de santidad... La que fue pecadora se convierte en profetisa.

17- ¿Quieres curarte?

La Cuaresma conduce al bautismo. (28 mar 2017).

En el Antiguo Testamento leemos que en tiempo de Noé todo el género humano estaba perdido en el pecado, las cataratas del cielo se abrieron y durante cuarenta días las aguas de lluvia se precipitaron sobre la tierra. Simbólicamente, durante cuarenta días la tierra fue empapada de agua. No se trata aquí tanto de un diluvio como de un bautismo. Fue un bautismo que quitó la iniquidad de los pecadores y liberó la justicia de Noé. Así, pues, el Señor, hoy como entonces, nos ha dado también a nosotros en la Cuaresma un tiempo para que durante el mismo número de días se abrieran los cielos para inundarnos de la misericordia divina. Una vez lavados en las aguas salvíficas del bautismo, nos ilumina el sacramento. Como entonces, las aguas se llevan la iniquidad de nuestras faltas y reafirman la justicia de nuestras virtudes.

La situación de hoy es la misma que en los días de Noé. El bautismo es un diluvio para el pecador y una consagración para los fieles. En el bautismo, el Señor salva la justicia y destruye la injusticia. Lo vemos en un hombre concreto: Pablo. Antes de ser purificado por los preceptos espirituales era un perseguidor de la Iglesia y un blasfemo. Una vez bañado por la lluvia celestial del bautismo, el blasfemo murió, murió el perseguidor, murió Saulo y llegó a la vida el apóstol, el justo, Pablo... Cualquiera que vive religiosamente la Cuaresma y observa las prescripciones del Señor experimenta dentro de sí la muerte al pecado y la vida a la gracia. De alguna manera, muere como pecador y vive como justo.

18.- Judas se acercó a Jesús... y lo besó.

Ellos le echaron mano y lo prendieron. (11 abr 2017).

La paz es un don de la resurrección de Cristo. A las puertas de la muerte, no vaciló en darle esta paz al discípulo que lo entregaba; abrazó al traidor como se abraza al amigo fiel. No creáis que el beso que el Señor le dio a Judas Iscariote estuvo inspirado por otro sentimiento que el de la ternura. Cristo sabía que Judas lo traicionaría. Sabía lo que significaba este signo de amor, y no escapó de él. Jesús esperaba también que este gesto revolviera a Judas y que, asombrado por su bondad, no traicionaría al que le amaba, no entregaría al que le abrazaba. Así este beso fue concedido como una prueba: si lo aceptaba, sería un lazo de paz entre Jesús y su discípulo; si Judas le traicionaba, este beso se convertía en su propia acusación.

El Señor le dice: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? ¿Dónde está el complot del enemigo? ¿Dónde se esconde su astucia? Todo lo secreto se descubre. El traidor se traiciona antes de traicionar a su Maestro. ¿Entregas al Hijo del hombre con un beso? ¿Con el sello del amor hieres? ¿Con el gesto de la ternura derramas sangre? ¿Con el signo de la paz traes la muerte? Pero estos besos, con los que el servidor traiciona a su Señor, el discípulo a su maestro, el elegido a su creador, estos besos no son besos, sino veneno.

19.- De ahora en adelante serás pescador de hombres. (07 sep 2017).

Cuando el Señor, sentado en la barca, le dice a Pedro: Rema mar adentro, y soltad las redes para pescar, no le está aconsejando tanto echar los instrumentos de pesca en la profundidad de las aguas como propagar en el fondo de los corazones las palabras de la predicación. Este abismo de los corazones lo ha penetrado san Pablo lanzando la palabra que dice: ¡Oh abismo de riqueza, sabiduría y ciencia de Dios! Así como la red arrastra hasta la nave los peces que ha cogido, el seno de la fe conduce hacia el reposo a todos los hombres que reúne.

Para hacer comprender mejor que el Señor hablaba de la pesca espiritual, Pedro dice: Maestro... porque tú lo dices, echaré las redes. El Verbo, la Palabra de Dios, es el Señor, nuestro Salvador. Puesto que Pedro lanza su re según el Verbo, propaga su elocuencia según Cristo. Despliega las redes tejidas según las órdenes de su maestro; en nombre del Señor, lanza unas palabras más claras y más eficaces que permiten salvar no a criaturas irracionales, sino a hombres. Hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada. Si, Pedro había estado trabajando toda la noche; cuando ha brillado la luz del Salvador, las tinieblas se han disipado y su fe ha permitido distinguir, en lo más profundo de las aguas, lo que sus ojos no podían ver. Pedro, efectivamente, ha estado sufriendo toda la noche, hasta que el día, que es Cristo, viene en su ayuda.

20.- La Palabra era la luz verdadera. (11 dic 2017).

El día que hizo el Señor penetra todo, contiene todo, abarca a la vez cielo y tierra abismos. Cristo, la luz verdadera, no se detiene ante los muros, ni se quebranta por los elementos, ni se oscurece ante las tinieblas. La luz de Cristo es día sin ocaso, día sin fin; por todas partes resplandece, por todas partes penetra, en todas partes permanece. Cristo es el día, según el apóstol: La noche está muy avanzada y el día se acerca. Comprended aquí que desde que la luz de Cristo aparece, las tinieblas del diablo se dispersan y la noche del pecado se desvanece; el esplendor eterno echa fuera las sombras pasadas y cesa el progreso maléfico del mal.

La Escritura afirma que la luz de Cristo ilumina el cielo, la tierra y los abismos. Brilla sobre la tierra: Él es la luz verdadera que ilumina a todo hombre. Brilla en los abismos: A los que habitan en tierra de sombras, una luz les brilló. Y en los cielos, permanece la luz de este día, como dice David: Su linaje será eterno; su trono, como el sol en mi presencia.

21.- La levadura del mundo entero. (30 jul 2018).

Si el grano de trigo cae en tierra y muere, quedará solo; si muere dará mucho fruto. El Señor Jesús es el grano de trigo, pero también es levadura. Viniendo al mundo, como hombre y solo, el Señor Jesús ha dado a todos los hombres la posibilidad de llegar a ser lo que él mismo es. Todo aquel que se incorpora a la levadura de Cristo se convierte en levadura, útil para sí mismo y para todos los demás. Se salvará y salvará a muchos. Antes de ser introducida en una medida de harina, la levadura se bate, se desmenuza, se disuelve. Entonces es cuando se asemeja a los innumerables granos de trigo molidos que constituyen la harina. Unifica en un cuerpo sólido una sustancia que era tan inconsistente como el mismo polvo. La levadura, en fin, convierte en una pasta útil lo que parecía ser pura dispersión vena.

Así, nuestro Señor Jesucristo, levadura del mundo entero, fue quebrantado por muchos sufrimientos, lacerado y destruido, y su sustancia, su preciosa sangre, fue derramada por nosotros para dar consistencia a todo el género humano disperso. A nosotros, que éramos como la harina de pueblos dispersos, nos ha reunido así como la levadura convierte la harina en masa compacta. Nosotros, que yacíamos miserables por toda la tierra dispersos y quebrantados, ahora quedamos unidos en el cuerpo de Cristo gracias al poder de su pasión.

22.- Se parece a un grano de mostaza. (30 oct 2018).

A propósito de eso que dice el evangelio: Un hombre toma la semilla y la siembra en su huerto, ¿quién os parece que es este hombre que sembró el grano que había recibido, un grano de mostaza, en su pequeño huerto? Yo pienso que se trata del hombre de quien dice el evangelio: Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, natural de Arimatea... Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús y, después de descolgarle, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.

Esta es la razón por la que la Escritura dice: Un hombre la tomó y la escondió en su huerto. En el huerto de José se mezclaban los perfumes de diversas flores, pero nadie había sembrado en él semejante grano. El huerto espiritual de su alma estaba perfumado con el perfume de sus virtudes, pero Cristo embalsamado aún no había sido depositado en él. Enterrando en el momento de su huerto al Salvador, le acogió más profundamente en el hueco de su corazón.

23.- Se encarnó de la Virgen María. (03 ene 2019).

Leemos que en Cristo hay dos nacimientos; tanto el uno como el otro son expresión de un poder divino que nos s0obrepasa absolutamente. Por un lado, Dios engendra a su Hijo a partir de sí mismo; por el otro, una virgen lo concibió por intervención de Dios.

Cuando enseñamos que hay dos nacimientos en Cristo, no queremos decir que el Hijo de Dios nazca dos veces, sino que afirmamos la dualidad de naturaleza en un solo y único Hijo de Dios. Por una parte, nace lo que ya existía; por otra parte, se produce lo que todavía no existía. El bienaventurado evangelista Juan lo afirma con estas palabras: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios, y también: La Palabra se hizo carne. Así pues, Dios que estaba junto a Dios salió de él, y la carne de Dios que no estaba en él salió de una mujer. Así el Verbo se hizo carne no de manera que Dios quedara diluido en el hombre, sino para que el hombre fuera gloriosamente elevado a Dios. Por eso, Dios no nació dos veces, sino que hubo dos tipos de nacimiento -a saber, el de Dios y el del hombre- por los cuales el Hijo único del Padre quiso ser al mismo tiempo Dios y hombre en una sola persona.

24.- El agua transformada en vino. (20 ene 2019).

Cambiando en vino el agua que llenaba las tinajas, el Salvador hizo dos cosas: proveyó a los invitados a las bodas de una bebida y realizó el signo de que, por el bautismo, los hombres quedarían llenos del Espíritu Santo. El mismo Señor lo declaró en otra parte, diciendo:¡A odres nuevos, vino nuevo! En efecto, los odres nuevos significan la pureza del bautismo; el vino, la gracia del Espíritu Santo.

Catecúmenos, prestad particular atención a esto. Vuestro espíritu que todavía no conoce a la Trinidad se parece al agua fría. Es necesario calentarla con el calor del sacramento del bautismo, como se hace con un vino, para transformar un líquido pobre y sin valor en gracia preciosa y rica. Como el vino, adquirimos así buen sabor y aroma de dulzura; entonces podremos decir con el apóstol Pablo: Para Dios somos el buen olor de Cristo. El catecúmeno, antes de su bautismo, se parece al agua estancada, fría y sin color, inútil, incapaz de dar energía. Si se conserva así durante largo tiempo, el agua se altera, se corrompe, se vuelve fétida. El Señor ha dicho: El que no nazca de nuevo del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos. El fiel bautizado se parece a un vino vigoroso y rojo. Todas las cosas de la creación con el tiempo se estropean, tan solo el vino mejora envejeciendo.

25.- No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.

(16 abr 2019).

Volviéndose el Señor, fijó su mirada en Pedro. Y Pedro, tomando conciencia de lo que acababa de decir, se arrepiente y llora, se deshace en lágrimas y queda mudo. Sí, las lágrimas son oraciones mudas; merecen el perdón sin pedirlo; sin más, obtienen la misericordia. Las palabras a veces no llegan a expresar una oración, las lágrimas siempre son oración. Las lágrimas expresan siempre lo que sentimos, mientras que las palabras pueden quedar impotentes para expresar los sentimientos. Por esto, Pedro no recurre a palabras: las palabras lo empujaron a la traición, al pecado, a renegar de la fe. Prefiere confesar su pecado con sus lágrimas, ya que renegó hablando.

Imitemos a Pedro en lo que dice en otro lugar, cuando el Señor le pregunta tres veces: Simón, ¿me amas? Tres veces responde: Señor, tú sabes que te quiero. El Señor le dice luego: Apacienta mis ovejas. Esta palabra compensa su desviación anterior; aquel que había negado al Señor lo confiesa tres veces; tres veces se hizo culpable, tres veces obtiene la gracia por su amor. Veamos, pues, qué beneficio sacó Pedro de sus lágrimas. Antes de derramar lágrimas, él era un traidor. Después de las lágrimas, fue escogido como pastor. Aquel que se había desviado recibe el encargo de conducir a los demás.

26.- Al clarear el día, se presentó Jesús en la orilla del lago. (26 abr 2019).

Este día que ha hecho el Señor lo penetra todo, lo contiene todo, lo abraza todo, cielo y tierra e infierno. Y a qué día nos referimos sino a Cristo del que dijeron los profetas: El día al día le pasa el mensaje. Sí, este día es el Hijo a quien el Padre, que es la luz del día, anuncia los secretos de su divinidad. Él es ese día que dice por la boca del Sabio: Haré brillar mi doctrina como amanecer, y llevaré su luz lo más lejos que pueda. Así la luz de Cristo brilla eternamente, y las tinieblas del pecado no pueden apagarla. La luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron.

En la resurrección de Cristo, todos los elementos son glorificados; estoy seguro de que el sol brilló en aquel día con un resplandor especial. ¿No tenía que participar de la alegría de la resurrección él, que se oscureció en la muerte de Cristo? Como un siervo fiel, se oscureció para acompañar a Cristo a la tumba. Hoy debe resplandecer para saludar la resurrección. Hermanos, alegrémonos en este día santo. Que nadie, al recordar sus pecados, se aleje del gozo común. Que nadie desespere del perdón. Le espera un favor inmenso. Si el Señor en la cruz perdonó al ladrón, ¿cómo no nos colmará a nosotros con los beneficios de su gloriosa resurrección?

27.- San Lorenzo, como un grano echado en tierra. (10 ago 2019).

A primera vista, un grano de mostaza se ve pequeño, corriente y despreciable; no tiene sabor, no exhala ningún olor, ni se presenta dulce. Pero cuando ha sido triturado, expande su olor, muestra su fuerza y quema de tal manera que nos quedamos extrañados de encontrar un fuego así metido en un grano tan pequeño. Igualmente la fe cristiana parece pequeña a primera vista, corriente y débil; no muestra su poder, no hace alarde de su influencia. Pero cuando ha sido triturada por diversas pruebas, muestra su fuerza, hace estallar su energía, exhala la llama se su fe en el Señor.

Podemos comparar al santo mártir Lorenzo con el grano de mostaza; triturado por múltiples torturas, mereció ante toda la tierra la gracia de un martirio esplendoroso. Mientras vivía, era humilde, ignorado corriente; después de ser triturado, destrozado y quemado, derramó sobre todos los fieles del mundo el buen olor de su noble alma. Visto desde el exterior, este mártir se quemaba por las llamas de un tirano cruel; pero una llama mayor, la del amor de Cristo, le consumía interiormente. A un rey impío le pareció bien añadir leña y hacer arder un fuego más grande aún; san Lorenzo, en el amor de su fe, no sentía en absoluto estas llamas. Ya ningún sufrimiento de la tierra tenía poder sobre él: su alma estaba ya en el cielo.

28.- Igual que los niños. (17 ago 2019).

A los apóstoles, hombres ya adultos, el Señor dice: Si vosotros no cambiáis y volvéis a ser como este niño, no entraréis en el reino de los cielos. Les incita a recuperar la infancia, a fin de que renazcan a la inocencia del corazón. El que no nace del agua del Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos.

Dice el Señor a sus apóstoles: Si no volvéis a ser como este niño: no dice "como estos niños", sino como este niño. Escoge uno, propone uno solo. ¿Quién es este niño que el Señor propone como ejemplo a sus discípulos? No creo que fuera un niño del pueblo, de la muchedumbre de los hombres, el que ofreciera a los apóstoles un modelo de santidad para el mundo entero. No, no creo que este niño saliera del pueblo, sino del cielo. Es el niño del cielo del que habla Isaías: Porque un niño nos ha nacido, uno hijo se nos ha dado. Este es el niño inocente que no sabe devolver insulto por insulto, golpe por golpe; antes bien, en plena agonía ora por sus enemigos: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Así, en su santidad, el Señor desborda de la simplicidad que la naturaleza confiere a los niños. Él es este niño que pide que imiten y sigan.

29.- Responder a la llamada de Dios a convertirnos. (13 dic 2019).

Hermanos, aunque yo no os hable de ello, el tiempo nos basta para darnos cuenta de que está cerca el aniversario de la Natividad de Cristo, nuestro Señor. La misma creación expresa la inminencia de un acontecimiento en que todo quede restablecido de la mejor manera. También ella desea con impaciencia ver cómo se iluminan sus tinieblas con el resplandor de un sol más brillante que el sol ordinario. Esta espera de la creación a que se renueve su ciclo anual nos invita a esperar el nacimiento del nuevo sol, que es Cristo, que ilumina las tinieblas de nuestros pecados. El sol de justicia, que aparecerá con toda su fuerza, disipará la oscuridad de nuestros pecados que tanto tiempo ha durado. Él no soporta que el curso de nuestra vida se vea ahogado por las tinieblas de la existencia; quiere dilatarla con su poder.

Así pues, de la misma manera que en estos días de solsticio la creación difunde más ampliamente su luz, despleguemos también nuestra justicia. De la misma manera que la claridad de este día es un bien común a pobres y ricos, que nuestra generosidad se extienda tanto a los peregrinos como a los pobres. El mundo, en este tiempo restringe la duración de las tinieblas; acortemos nosotros las sombras de nuestra avaricia. Que se funda todo hielo en nuestros corazones; que crezca la semilla de la justicia, calentada por los rayos del Salvador.

30.- Cuaresma, cuarenta días que nos conducen hacia el bautismo en la muerte y resurrección de Cristo. (26 feb 2020).

Han llegado los días de salvación, ha llegado el tiempo de la curación espiritual. Pueden sanar las llagas de nuestros vicios, las heridas de nuestros pecados, si lo pedimos al Médico de nuestras almas, si no descuidamos ninguno de sus preceptos. El médico es Jesucristo, quien dijo: Soy yo quien da la vida y la muerte. El Señor primero da la muerte, y luego la vida. Por el bautismo, el Señor destruye en nosotros el adulterio, el homicidio, los crímenes y robos. Luego, nos hace vivir como hombre nuevos en la inmortalidad eterna. Morimos a nuestros pecados por el bautismo, y volvemos a la vida gracias al Espíritu de vida. Entreguémonos a nuestro Médico con paciencia para recobrar la salud. Todo lo que descubra en nosotros de indigno, de manchado por el pecado, lo cortará para que no quede nada de ello en nosotros, sino solo lo que pertenece a Dios.

La primera prescripción suya es consagrarse durante cuarenta días al ayuno, a la oración y a las vigilias. El ayuno cura la molicie, la oración alimenta el alma religiosa, las vigilias echan fuera las trampas del diablo. Después de este tiempo consagrado a estas observancias, el alma, purificada y probada por tantas prácticas, llega al bautismo. Recobra fuerzas sepultándose en las aguas del Espíritu: todo lo que fue quemado por las llamas de las enfermedades renace en el rocío de la gracia del cielo.

31.- El signo de salvación. (10 abril 2020).

El Señor, en su pasión, asumió todos los errores que había cometido el género humano a fin de que, en el futuro, no hubiera nada que condujera al hombre al error. La cruz es, pues, un gran misterio, y si tratamos de comprenderla, el mundo será salvado por este signo. Así como la Iglesia no puede permanecer en pie sin la cruz, así también una nave debilita sin su mástil. Cierto que el diablo la atormenta y el viento ataca a la nave, pero cuando se levanta el signo de la cruz, igual que se levanta el mástil den la nave, la injusticia del diablo es rechazada, la borrasca cae inmediatamente.

El que cultiva la tierra empieza su trabajo con la señal de la cruz: uniendo los elementos de su arado imita la imagen de una cruz. La misma forma del hombre cuando levanta las manos representa una cruz; sobre todo cuando oramos con las manos levantadas, a través de nuestro cuerpo proclamamos la pasión del Señor. Es con este signo como Moisés venció en la guerra contra los amalecitas: no con las armas, sino con las manos levantadas hacia Dios. Así pues, por este signo del Señor el mar se abre, la tierra se cultiva, el cielo se gobierna, los hombres se salvan. Y yo incluso afirmo que por este signo del Señor las profundidades del reino de los muertos se abren.

32.- De los que son como ellos es el reino de los cielos. (10 sep 2020).

La resurrección de Cristo hace renacer, en la inocencia de los más pequeños, aquello que ayer perecía en el pecado. La simplicidad de Cristo hace suya la infancia. El niño no tiene rencor, no conoce el fraude, no se atreve a hacer daño. Por eso, este niño que el cristiano llega a ser no se enfurece cuando es insultado, no se defiende si se le despoja, no devuelve los golpes. El Señor incluso exige orar por los enemigos, dar la túnica y el manto al que te lo roba, `presentar la otra mejilla.

Esta infancia en Cristo sobrepasa a la infancia simplemente humana. Esta ignora el pecado; aquella, lo detesta. Esta debe su inocencia a su debilidad; aquella, a su virtud. Y todavía es digna de más elogios: su odio al mal viene de su voluntad, no de su impotencia. Cierto que se puede encontrar la sabiduría de un anciano en un niño y la inocencia de la juventud en personas de edad madura, y el amor recto y verdadero puede madurar en los jóvenes. Pero el Señor dice a los apóstoles ya de edad madura: Os digo que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Y los envía a la fuente misma de su vida; les incita a encontrar de nuevo su infancia, a fin de que en estos hombres, cuyas fuerzas ya declinan, renazca la inocencia de corazón. El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos.

33.- Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. (08 jun 2021).

El Señor dijo a sus apóstoles: Vosotros sois la luz del mundo. ¡Qué justas son las comparaciones que el Señor emplea para describir a nuestros padres en la fe! Llama sal a los que nos enseñan la sabiduría de Dios, y luz aquienes liberan nuestros corazonesde laceguera y de lastinieblas de la incredulidad. Con razón, los apóstoles reciben el nombre de luz: anuncian en la oscuridad del cielo y el esplendor de la eternidad.

¿Acaso Pedro no se convirtió en luz para el mundo entero y para todos los fieles, cuando le dijo al Señor: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo? ¿Qué mayor claridad habría podido recibir el género humano que saber por Pedro que el Hijo de Dios vivo era el creador de esta luz? Y san Pablo no es una luz menor para el mundo: mientras el mundo entero estaba cegado por las tinieblas del mal, ascendió al cielo y, a su regreso, reveló los misterios del esplendor eterno. Por eso no pudo ocultarse la ciudad fundada sobre una montaña, porque Cristo, por la luz de su majestad, lo había encendido como una lámpara de elección, repleta del aceite del Espíritu Santo.

34.- Es necesario que él crezca y yo disminuya. (24 jun 2021).

Con razón, Juan Bautista puede decir del Señor nuestro Salvador: Hace falta que él crezca y yo disminuya. Esta afirmación se realiza en este mismo momento: con el nacimiento de Cristo, los días aumentan; con el de Juan disminuyen. Cuando aparece el Salvador, el día, con toda evidencia, aumenta; retrocede en el momento en el que nace el último profeta, porque está escrito: La Ley y los profetas reinaron hasta Juan. Inevitable que la observancia de la Ley se ensombreciera en el momento en el que la gracia del evangelio empezaba a resplandecer; a la profecía del Antiguo Testamento le sucede la gloria del Nuevo.

El evangelista dice a propósito del Señor Jesucristo: Él era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Es en el momento en el que la oscuridad de la noche cubría casi el día entero, cuando la súbita llegada del Señor lo convirtió todo en claridad. Si su nacimiento hizo desaparecer las tinieblas de los pecados de la humanidad, su llegada dio fin a la noche y trajo a los hombres de la lámpara: Él es la lámpara que arde y que alumbra. La luz de la lámpara palidece cuando brillan los rayos del sol; la llama baja, vencida por el resplandor de una luz más radiante. 

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