SAN JUAN PABLO II

23.10.2021

1.- Hoy

Gracias te damos, Señor, Dios omnipotente. Esta dimensión de la alabanza es de gran importancia. Desde ella se mueve toda respuesta auténtica de fe a la revelación de Dios en Cristo. El cristianismo es gracia, es la sorpresa de un Dios que, no satisfecho con la creación del mundo y del hombre, se ha puesto al lado de su criatura y, después de haber hablado muchas veces y de diversos modos por medio de los profetas, últimamente en estos días, nos ha hablado por medio de su Hijo.

¡En estos días! Sí, el Jubileo nos ha hecho sentir que dos mil años de historia han pasado sin disminuir la actualidad de aquel "hoy" con el que los ángeles anunciaron a los pastores el acontecimiento maravilloso del nacimiento de Jesús en Belén: Hoy os ha nacido en la ciudad de David un salvador, que es Cristo, el Señor,

Han pasado dos mil años, pero permanece más viva que nunca la proclamación que Jesús hizo de su misión ante sus atónitos conciudadanos en la sinagoga de Nazaret, aplicando a sí mismo la profecía de Isaías: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Han pasado dos mil años, pero se siente siempre consolador para los pecadores necesitados de misericordia -y ¿ quién no lo es?- aquel "hoy" de la salvación que en la cruz abrió las puertas del reino de Dios al ladrón arrepentido: En verdad te digo; hoy estarás conmigo en el paraíso.

2.- rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies (09 Jul 2013).

Padre santo, fuente inagotable de la existencia y del amor, que en el hombre viviente das a conocer el esplendor de tu gloria, y pones en su corazón la semilla de tu llamada; haz que nadie, por nuestra negligencia, ignore o pierda este don, sino que todos puedan caminar con generosidad hacía la realización de tu amor.

Señor Jesús, que a lo largo de tu peregrinaje por los caminos de Palestina, has escogido y llamado a los apóstoles y les has confiado el encargo de predicar el Evangelio, de apacentar a los fieles, celebrar el culto divino, haz que tampoco hoy falten de tu Iglesia sacerdotes santos que lleven a todos los frutos de tu muerte y resurrección.

Espíritu Santo, tú que santificas a la Iglesia con la constante efusión de tus dones, pon en el corazón de los llamados a la vida consagrada una íntima y fuerte pasión por el reino, a fin de que con un "sí" generoso e incondicional pongan su existencia al servicio del Evangelio.

Virgen Santísima, tú que sin dudar te has ofrecido al Todopoderoso para la realización de su designio de salvación, suscita confianza en el corazón de los jóvenes a fin de que haya siempre pastores celosos que guíen al pueblo cristiano por el camino de la vida, y almas consagradas capaces de dar testimonio, a través de la castidad, la pobreza y la obediencia, de la presencia liberadora de tu Hijo resucitado. Amén.

3.- El que cumple la voluntad de mi padre del cielo es mi hermano y  mi hermana y mi madre. (23 Jul 2013).

Al nombrar a santa Brígida copatrona de Europa, pienso actuar de manera que la sientan cercana a ellos no solamente los que, recibido la vocación a una vida de especial consagración, sino también los que están llamados a las ocupaciones ordinarias de la vida laical en el mundo, y sobre todo, a la alta y exigente vocación de formar una familia cristiana.

Sin dejarse extraviar por las condiciones de bienestar de su entorno aristocrático, vivió con su esposo Ulf una experiencia matrimonial en la cual al amor conyugal se unía una intensa oración, el estudio de las Sagradas Escrituras, la mortificación, la caridad. Juntos fundaron un pequeño hospital en el que ellos mismos frecuentemente cuidaban a los enfermos. Brígida tenía la costumbre de servir personalmente a los pobres. Juntamente con ello, se distinguió por sus cualidades pedagógicas, que tuvo ocasión de poner en práctica a lo largo del tiempo que se le pidieron sus servicios en la corte de Estocolmo. Fue durante una experiencia que maduraron los consejos que ello misma dará en diversas ocasiones a los príncipes y a los soberanos para cumplir debidamente sus tareas. Pero los primeros que se beneficiaron de ellos fueron, con toda seguridad, sus hijos, y por ello no es casualidad que a una de sus hijas, Catalina, se la venere como santa.

4.- Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿ cuánto más vuestro Padre celestial? (28 Jul 2013)

Cuanto más la conciencia humana, sucumbiendo a la secularización, olvida el significado de la palabra "misericordia", tanto más se aleja del misterio de la misericordia alejándose de Dios, y tanto más también la Iglesia tiene derecho y el deber de llamar al Dios de la misericordia gritando. Esos "gritos" deben ser la característica de la Iglesia de nuestro tiempo.

El hombre contemporáneo a menudo se pregunta, con gran ansiedad, sobre la solución a las terribles tensiones que se han acumulado sobre el mundo y que se ciernen sobre los hombres. Y si a veces éste no tiene el valor suficiente para pronunciar la palabra "misericordia" o si, en su conciencia despojada de todo sentido religioso, no encuentra su equivalente, es tanto más necesario que la Iglesia pronuncie esta palabra no solamente en nombre propio, sino también en nombre de todos los hombres de nuestro tiempo. Es necesario que la pronuncie en una ardiente oración, en un grito que implore la misericordia según las necesidades del hombre en el mundo contemporáneo.

5.- Lo acompañaban los doce y algunas mujeres. (20 sept 2013).

La Iglesia, al defender la dignidad de la mujer y su vocación, ha manifestado la gratitud hacia aquellas que, fieles al Evangelio, en todo tiempo han participado en la misión apostólica de todo el Pueblo de Dios, y las ha honrado. Santas mártires, vírgenes, madres de familia han dado testimonio de su fe con valentía y también, a través de la educación de sus hijos en el espíritu del Evangelio, han trasmitido la fe y la tradición de la Iglesia. Incluso frente a graves discriminaciones sociales, las mujeres santas han actuado libremente y se han hecho fuertes por su unión con Cristo.

En nuestros días, la Iglesia no deja de seguir enriqueciéndose gracias al testimonio de numerosas mujeres que alcanzan el pleno desarrollo de su vocación a la santidad. Las mujeres santas son una encarnación del ideal femenino; pero son también un modelo para todos los cristianos, un modelo de Sequela Christi,de la vida en seguimiento de Cristo, un ejemplo de la manera como la Iglesia-Esposa debe responder con amor al amor de Cristo-Esposo.

6.- Hoy ha sido la salvación de esta casa (19 nov 2013)

Lo que sucede entre Jesús y el jefe de publícanos de Jericó se parece, en varios aspectos, a una celebración del sacramento de la misericordia, del sacramento de la reconciliación. Cada encuentro de un presbítero con un fiel que pide confesarse puede ser siempre, por la sorprendente gracia de Dios, este lugar cercano al sicómoro en el que Cristo, ha levantado los ojos para ver a Zaqueo. Es imposible para nosotros medir el grado de penetración de la mirada de Cristo en el alma del publicano de Jericó. Pero sabemos que esa mirada es la misma que pone sobre cada penitente. En el sacramento de la reconciliación, el presbítero es el instrumento de un encuentro sobrenatural que tiene sus propias leyes y que el sacerdote no puede más que respetar y secundar.

El hecho de sentirse llamado por su propio nombre debió de ser para Zaqueo una experiencia conmovedora. Para muchos de sus conciudadanos este nombre estaba cargado de desprecio. Ahora lo escucha pronunciado con un acento de ternura tal que expresaba no sólo confianza, sino también familiaridad y la urgencia de una amistad. Sí, Jesús habla a Zaqueo como a un amigo de antaño, quizás olvidado, pero que no ha renunciado a su fidelidad y que, con la suave presión del afecto, entra en la vida y en la casa del amigo reencontrado: Baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.

En el relato de Lucas es imprescindible el tono del lenguaje: ¡todo es tan personal, tan delicado, tan afectuoso! No hay aquí tan sólo algunos impresionantes rasgos de humanidad; hay en el texto una urgencia intrínseca a través de la cual Jesús revela definitivamente la misericordia de Dios.

7.- La Iglesia esposa de Cristo. (20 ene 2014).

Las palabras de la carta a los Efesios tienen una importancia fundamental: Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, sin mancha ni arruga... "El hombre abandonará a su padre ya su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne". Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

El misterio pascual revela plenamente el amor esponsal de Dios. Cristo es el Esposo porque se entregó a sí mismo: su cuerpo fue entregado, su sangre fue derramada. Es así como él amó hasta el extremo. El don totalmente desinteresado que supone el sacrificio de la cruz hace sobresalir, de manera decisiva, el sentido esponsal del amor de Dios. Cristo, como Redentor del mundo, es el Esposo de la Iglesia.

La Eucaristía hace presente y realiza de nuevo, sacramentalmente, el acto redentor de Cristo que creó a la Iglesia, su cuerpo. Cristo está unido a este cuerpo como el esposo a la esposa. Todo esto está dicho en la carta a los Efesios. Dentro del gran misterio de Cristo y de la Iglesia se halla introducida la eterna "unidad de los dos" constituida desde el principio entre el hombre y la mujer.

8.- Éste es el Mesías. (05 abr 2014).

Los acontecimientos del Viernes Santo y, aún antes, la oración en Getsemaní introduce en todo el curso de la revelación del amor y de la misericordia, en la misión mesiánica de Cristo, un cambio fundamental. El que pasó haciendo el bien y sanando, curando toda clase de dolencias y enfermedades, parece merecer ahora la más grande misericordia y apelar a la misericordia cuando es arrestado, ultrajado, condenado, flagelado, coronado de espinas; cuando es clavado en la cruz y expira entre terribles tormentos. Es entonces cuando merece de modo particular la misericordia de los hombres, a quienes ha hecho el bien, y no la recibe. En esta etapa final de la función mesiánica se cumplen en Cristo las palabras pronunciadas por los profetas, sobre todo Isaías, acerca del Siervo de Yahvé: Por sus llegas hemos sido curados.

A quien no conoció el pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, escribía san Pablo resumiendo en pocas palabras toda la profundidad del misterio de la cruz y, a la vez, la dimensión divina de la realidad de la redención. Justamente esta redención es la revelación última y definitiva de la santidad de Dios, que es la plenitud absoluta de la perfección: plenitud de la justicia y del amor, ya que la justicia se funda sobre el amor, mana de él y tiende hacía él.

9.- Cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva. (17 abr 2014).

Jesús, sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. He aquí que, durante la cena pascual, la última antes de su partida al Padre, les revela un nuevo signo: el signo de la Nueva Alianza. Hasta el extremo significa para darse a sí mismo por ellos. Por nosotros Por todos. Hasta el extremo significa para darse a sí mismo por ellos. Por nosotros. Por todos. Hasta el extremo significa hasta el final de los tiempos, hasta que él mismo vuelva otra vez.

Desde la noche de la última cena todos nosotros, hijos e hijas de la Nueva Alianza en la sangre de Cristo, recordamos su Pascua, su partida gracias a la muerte en la cruz. Pero no la recordamos solamente. El sacramento del Cuerpo y la Sangre hace presente su sacrificio. Nos hace participar de nuevo en él. En este sacramento, Cristo crucificado y resucitado está constantemente con nosotros, siempre vuelve a nosotros bajo las especies del pan y el vino, hasta que venga otra vez, con el fin de que el signo dé paso a la realidad última y definitiva. ¿Cómo pagaré este amor hasta el extremo?.

10.- Cogió el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos. (23 abr 2014).

El relato de la aparición de Jesús resucitado a los dos discípulos de Emaús nos ayuda a enfocar un primer aspecto del misterio eucarístico que nunca debe faltar en la devoción del Pueblo de Dios: ¡La Eucaristía es misterio de luz! Jesús se presentó a sí mismo como la luz del mundo, y esta característica resulta evidente en aquellos, momentos de su vida, como la transfiguración y la resurrección, en los que resplandece claramente su gloria divina. En la Eucaristía, sin embargo, la gloria de Cristo está velada. El sacramento eucarístico es un mysterium fidei por excelencia.

La Eucaristía es luz, ante todo, porque en cada Misa la liturgia de la Palabra de Dios precede a la liturgia eucarística, en la unidad de las dos "mesas", la de la Palabra y la del Pan. El anuncio de Jesús pasa de la presentación fundamental de su misterio a la declaración de la dimensión propiamente eucarística: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Sabemos que esto es lo que puso en crisis a gran parte de los oyentes. En la narración de los discípulos de Meaux, Cristo mismo interviene para enseñar cómo toda la Escritura lleva al misterio de su persona. Sus palabras hacen arder los corazones de los discípulos, los sacan de la oscuridad de la tristeza y desesperación, y suscitan en ellos el deseo de permanecer con él: Quédate con nosotros, Señor.

11.- Id al mundo entero.  Proclamad la Buena Noticia a toda la creación. (26 abr 2014).

Duc in altum! ¡Rema mar adentro! ¡Caminemos con esperanza! Un nuevo milenio se abre ante la Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse, contando con la ayuda de Cristo. El Cristo contemplado y amado nos invita una vez más a ponernos en camino: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos. Para ello, podemos contar con la fuerza del mismo Espíritu, que fue enviado en Pentecostés y que nos empuja hoy a partir animados por la esperanza que no defrauda.

Nuestra andadura, al principio de este nuevo siglo, debe hacerse más rápida al recorrer los senderos del mundo. Los caminos por los que cada uno de nosotros y cada una de nuestras Iglesias caminan son muchos, pero no hay distancias entre quienes están unidos por la única comunión, la comunión que cada día se nutre de la mesa del Pan eucarístico y de la Palabra de vida. Cada domingo, Cristo resucitado nos convoca de nuevo como en el Cenáculo, donde al atardecer del día primero de la semana se presentó a los suyos para exhalar sobre ellos el don vivificante del Espíritu e iniciarlos en la gran aventura de la evangelización.

12.- Les mostró sus manos y su costado. (27 Abr 2014).

Amadísimos hermanos y hermanas: resuena también hoy el gozoso aleluya de la pascua. La página del evangelio de san Juan que leemos hoy destaca que el Resucitado, al atardecer de aquel día, se apareció a los apóstoles y les mostró las manos y el costado, es decir, los signos de la dolorosa Pasión grabados de modo indeleble en su cuerpo también después de la resurrección. Aquellas heridas gloriosas, que ocho días después hizo tocar al incrédulo Tomás, revelan la misericordia de Dios, que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único.

Este misterio de amor está en el centro de la actual liturgia del domingo in Albis, dedicada al culto de la misericordia divina. A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuanta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la misericordia divina!, Señor, que con tu muerte y resurrección revelas el amor del Padre, creemos en ti y, con confianza, te repetimos hoy: ¡Jesús, confío en ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero!

13.- Dios da el Espíritu Santo sin medida. (01 may 2014).

Dios, en su vida íntima, es amor, amor esencial, común a las tres Personas divinas. El Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y del Hijo. Por esto sondea hasta las profundidades de Dios como Amor-don increado. Puede decirse que en el Espíritu Santo la vida íntima de Dios uno y trino se hace enteramente don, intercambio del amor recíproco entre las personas divinas, y que por el Espíritu Santo Dios existe" como don. El Espíritu Santo es, pues, la expresión personal de esta donación, de este ser-amor. Es Persona-amor. Es Persona-don.

Al mismo tiempo, el Espíritu Santo, consustancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado) del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación. Como escribe el apóstol Pablo: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

14.- Quédate con nosotros. (04 may 2014).

Cuando los discípulos de Emaús le pidieron que se quedara con ellos, Jesús contestó con un don mucho mayor. Mediante el sacramento de la Eucaristía encontró el modo de quedarse en ellos. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Esta relación de íntima y recíproca "permanencia" nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra. ¿No es quizás éste el mayor anhelo del hombre? ¿No es esto lo que Dios se ha propuesto realizando en la historia su designio de salvación? Él ha puesto en el corazón del hombre el hambre de su Palabra, un hambre que sólo se satisfará en la plena unión con él. Se nos da la comunión eucarística para saciarnos de Dios en esta tierra, a la espera de la plena satisfacción en el cielo.

Pero la especial intimidad que se da en la comunión eucarística no puede comprenderse adecuadamente ni experimentarse plenamente fuera de la comunión eclesial. La Iglesia es el cuerpo de Cristo: se camina con Cristo en la medida en que se está en relación con su cuerpo. Para crear y fomentar esta unidad, Cristo envía el Espíritu Santo. Y él mismo la promueve mediante su presencia eucarística. En efecto, es precisamente el único Pan eucarístico el que nos hace un solo cuerpo. El apóstol Pablo lo afirma: Un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.

     15.- Que todo hombre que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna.  (07 may 2014).

Queremos ver a Jesús. Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo "hablar" de Cristo, sino en cierto modo hacérselo "ver". Nuestro testimonio sería, además enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro. Al final del Jubileo, a la vez que reemprendemos el ritmo ordinario, llevando en el ánimo las ricas experiencias vividas durante este período singular, la mirada se queda más que nunca fija en el rostro del Señor.

La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalando oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el nuevo, hasta el punto de que san Jerónimo afirma con vigor: "Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu, que es el origen de aquellos escritos y, a la vez, al testimonio de los apóstoles, que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos. Lo que nos ha llegado por medio de ellos es una visión de fe, basada en un testimonio histórico preciso.

16.- Quien me ve a mí ve al Padre. (18 may 2014).

Dios, que habita una luz inaccesible, habla a la vez al hombre con el lenguaje de todo el cosmos: En efecto, desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y la divinidad son conocidos mediante las obras. Este conocimiento indirecto e imperfecto no es aún visión del Padre. A Dios nadie lo ha visto, escribe san Juan para dar mayor relieve a la verdad, según la cual precisamente el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer.

Esta revelación manifiesta a Dios en el insondable misterio de su ser -uno y trino- rodeado de luz inaccesible. No obstante, mediante esta revelación de Cristo conocemos a Dios, sobre todo en su relación de amor hacia el hombre: en su filantropía. Es justamente ahí donde sus perfecciones invisibles se hacen de modo especial visibles, incomparablemente más visibles que a través todas las demás obras realizadas por él: tales perfecciones se hacen visibles en Cristo y por Cristo, a través de sus acciones y palabras y, finalmente, mediante su muerte en la cruz y su resurrección. De este modo, en Cristo y por Cristo, se hace también particularmente visible Dios en su misericordia.

17.- Pedro, ¿me amas? (06 jun 2014).

A la hora de la prueba, Pedro negó tres veces a su Maestro. Y su voz temblaba cuando respondió: Señor, tú sabes que te amo. Sin embargo, no respondió: "Y, no obstante, Señor, te he decepcionado", sino: Señor, tú sabes que te amo. Al decir esto, sabía ya que Cristo es la piedra angular sobre la cual, por encima de toda debilidad humana, puede crecer en él esta construcción que tendrá la forma del amor. A través de todas las situaciones y de todas las pruebas. Hasta el fin. Por eso, escribirá un día en su Carta el texto sobre Jesucristo, la piedra angular sobre la cual vosotros, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo.

Todo esto no significa otra cosa que responder siempre y constantemente, con tenacidad y de manera consecuente, a esa única pregunta: ¿Tú amas? ¿Tú me amas? ¿Me amas cada vez más?

Es, en efecto, esta respuesta, es decir, este amor, lo que hace que seamos linaje escogido, sacerdocio regio, gente santa, pueblo adquirido. Es la que hace que proclamemos las obras maravillosas de aquel que nos ha llamado de las tinieblas a la luz admirable. Todo esto san Pedro lo supo con la absoluta certidumbre de su fe. Y todo esto lo sabe, y lo continúa confesando, en sus sucesores.

18.- Juan Bautista, mártir de la verdad. (2 ago 2014).

La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires: Sanguis martyrum semen christianorum, la sangre de los mártires es semilla de cristianos (Tertuliano). Los acontecimientos históricos no podían de ninguna manera garantizar a la Iglesia su desarrollo tal como se realizó durante el primer milenio si no hubiera sido gracias a la semilla de los mártires y el patrimonio de santidad que caracterizaron las primeras generaciones cristianas. Al final del segundo milenio, la Iglesia es de nuevo una Iglesia de mártires. El testimonio por Cristo hasta entregar la vida ha llegado a ser un patrimonio común a los católicos, a los ortodoxos, a los anglicanos y a los protestantes, como ya lo afirmaba Pablo VI. Es un testimonio que no hay que olvidar.

Esto no dejará de tener un acento marcadamente ecuménico. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es quizá el que más convenza a la gente. La voz de la "comunión de los santos", es más fuerte que la de la división. El mayor homenaje que todas las Iglesias pueden rendir a Cristo en el umbral del tercer milenio será mostrar la presencia todopoderosa del Salvador por los frutos de la fe, de la esperanza y del amor en los hombres y mujeres de tantas razas y lenguas que siguieron a Cristo en las diversas formas de la vocación cristiana.

19.- ¿No debías a tu regreso compadecerte de tu compañero?

(13 ago 2014).

El mundo de los hombres puede hacerse cada vez más humano solamente si en todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el mundo está presente el amor más fuerte que el pecado. El perdón es, además, la condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la relación de Dios con el hombre, sino también en las recíprocas relaciones entre los hombres.

Un mundo del que se eliminase el perdón sería solamente un mundo de justicia fría e irrespetuosa, en nombre de la cual cada uno reivindicaría sus propios derechos respecto a los demás; así los distintos tipos de egoísmos, adormecidos en el hombre, podrían transformar la vida y la convivencia humana en un sistema de opresión de los más débiles por parte de los más fuertes o en una arena de lucha permanente de los unos contra los otros.

Por esto, la Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales -en cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea- el de proclamar en introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús.

20.- Invitados a la boda. (05 sep 2014).

Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. Cristo es el esposo de la Iglesia, la Iglesia es la esposa de Cristo. Esta imagen del amor esponsal junto con la figura del Esposo divino -imagen muy clara en los textos proféticos- encuentra su afirmación y plenitud en la carta a los Efesios. Cristo es saludado como esposo por Juan el Bautista; más aun, Cristo se aplica esta comparación tomada de los profetas.

La plena expresión de la verdad sobre el amor de Cristo Redentor, según la analogía del amor esponsal en el matrimonio, se encuentra en la carta a los efesios: Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella; con esto recibe plena confirmación el hecho de que la Iglesia es la esposa de Cristo: El que te rescata es el Santo de Israel. En el texto paulino, la analogía de la relación esponsal va contemporáneamente en dos direcciones que constituyen la totalidad del "gran misterio" (sacramentum magnum). La alianza propia de los esposos "explica" el carácter esponsal de la unión de Cristo con la Iglesia y, a su vez, esta unión -como "gran sacramento"- determina la sacramentalidad del matrimonio como alianza santa de los esposos, hombre y mujer.

21.- ¿No deberías tener compasión de tu hermano? (11 sep 2014).

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en grado sumo en Cristo Jesús. Este misterio es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la oración que él mismo nos enseñó, pidiendo: Perdonamos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores, es decir, a aquellos que son culpables de algo respecto a nosotros!

Es en verdad difícil expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e inculcan. ¡Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos de otros van pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo ha expresado en la invitación concisa a soportarnos mutuamente con amor. ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre, del prójimo y de sí mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la convivencia de cada día, en las diversas condiciones de nuestra existencia!

22.- Los signos de los tiempos en que estamos. (24 0ct 2014).

Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación con él. La gran tradición mística de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, puede enseñar mucho a este respecto. Muestra cómo la oración puede avanzar, como verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseída totalmente por el divino Amado, sensible al impulso del Espíritu y abandonada filialmente en el corazón del Padre. Entonces se realiza la experiencia viva de la promesa de Cristo: El que me ame será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.

Sí, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas "escuelas de oración", donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el "arrebato del corazón". Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia;: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios.

23.- El sábado se hizo para el hombre. (31 oct 2014).

Al acabar la obra de toda la creación, el Sabbat, el séptimo día bendecido y consagrado por Dios, se une inmediatamente a la obra del sexto día en el que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Este lazo tan estrecho entre el "día del Señor" y el "día del hombre" no se les escapó a los Padres cuando meditaron sobre el relato bíblico de la creación. Ambrosio dice referente a él: "Doy gracias al Señor nuestro Dios, que ha hecho una obra tal en la que pueda descansar. Ha hecho el cielo, pero no leo que descansara; hizo la tierra, pero no leo que descansara; hizo el sol, la luna y las estrellas, y tampoco allí leo que descansara, pero leo que hizo al hombre y que entonces sí descansó teniendo a alguien a quien perdonar sus pecados". Así, el "día del Señor" estará para siempre unido directamente al hombre.

Honrando el "descanso" de Dios, el hombre se redescubre plenamente a sí mismo; así, el día del Señor se revela profundamente marcado por la bendición divina, y, gracias a ella, se podría decir, dotado como los animales y los hombres de una especie de "fecundidad". Esta fecundidad se expresa, sobre todo, en lo que el Sabbat revive y, en un sentido, "multiplica" al mismo tiempo, haciendo crecer en el hombre, por la memoria del Dios viviente, el gozo de vivir y el deseo de promover y dar vida.

24.- Son hijos de Dios e hijos de la resurrección. (22 nov 2014).

El matrimonio -como sacramento que nace del ministerio de la redención y que renace, en cierto sentido, del amor nupcial de Cristo y de la Iglesia- es una expresión eficaz de la potencia salvífica de Dios, que realiza su designio eterno incluso después del pecado y a pesar de la triple concupiscencia, oculta en el corazón de cada hombre, varón y mujer. Como expresión sacramental de esa potencia salvífica, el matrimonio es también una exhortación para dominar la concupiscencia (tal como de ella habla Cristo en el sermón de la montaña). Fruto de ese dominio es la unidad e indisolubilidad del matrimonio, y además el profundo sentido de la dignidad de la mujer en el corazón del hombre (como también de la dignidad del hombre en el corazón de la mujer), tanto en la convivencia conyugal, como en cualquier otro ámbito de las relaciones recíprocas.

La vida "según el Espíritu" se manifiesta, pues, también en la "unión" recíproca. La "vida según el Espíritu" se, manifiesta también en la conciencia de la gratificación, a la que corresponde la dignidad de los mismos esposos en calidad de la santidad de la vida (sacrum),a la que los dos han dado origen, participando -como padres- en las fuerzas del ministerio de la creación.

25.- Se anuncia la buena noticia a los pobres. (17 dic 2014).

Cristo hace presente al Padre entre los hombres. Es altamente significativo que estos hombres sean en primer lugar los pobres, carentes de medios de subsistencia, los privados de libertad, los ciegos que no ven la belleza de la creación, los que viven en aflicción de corazón o sufren a causa de la injusticia social, y finalmente los pecadores. Con relación a éstos especialmente, Cristo se convierte sobre todo en signo legible de Dios que es amor; se hace signo del Padre. Es significativo que, cuando los mensajeros enviados por Juan Bautista llegaron donde estaba Jesús para preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?, él, recordando el mismo testimonio con que había inaugurado sus enseñanzas en Nazaret, haya respondido: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados, para concluir diciendo: y bienaventurado quien no se escandaliza de mí.

Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la "condición humana" histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral. Cabalmente el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor es llamado "misericordia" en el lenguaje bíblico. Cristo, pues, revela a Dios que es Padre, que es "amor", como dirá san Juan en su primera Carta; revela a Dios rico de misericordia, como leemos en san Pablo.

26.- La Sagrada Familia, modelo de fe y de fidelidad. (28 dic 2014).

Después de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Como en el belén, la mirada de fe nos permite abrazar al mismo tiempo al Niño divino y a las personas que están con él: su Madre santísima, y José, su padre adoptivo. ¡Qué luz irradia este icono de grupo de la santa Navidad! Luz de misericordia y salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre, para la familia humana y para cada familia. ¡Qué hermoso es para los esposos reflejarse en la Virgen María y en su esposo José! ¡Cómo consuela a los padres especialmente si tienen un hijo pequeño! ¡Cómo ilumina a los novios que piensan en sus proyectos de vida!

El hecho de reunirnos ante la cueva de Belén, para contemplar en ella a la Sagrada Familia, nos permite gustar de modo especial el don de la intimidad familiar y nos impulsa a brindar calor humano y solidaridad concreta en las situaciones, por desgracia, numerosas en las que por varios motivos falta la paz, falta la armonía, en una palabra, falta la "familia".

El mensaje que viene de la Sagrada Familia es, ante todo, un mensaje de fe: la casa de Nazaret es una casa en la que Dios ocupa verdaderamente un lugar central. Para María y José, esta opción de fe se concreta en el servicio al Hijo de Dios que se les confió, pero se expresa también en su amor recíproco, rico en ternura espiritual y fidelidad. María y José enseñan con su vida que el matrimonio es una alianza entre el hombre y la mujer, alianza que los compromete a la fidelidad recíproca, y que se apoya en la confianza común en Dios. Se trata de una alianza tan noble, profunda y definitiva, que constituye para los creyentes el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia. La fidelidad de los cónyuges es, a su vez, como una roca sólida en la que se apoya la confianza de los hijos. Cuando padres e hijos respiran juntos esa atmósfera de fe, tienen una energía que les permite afrontar incluso pruebas difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia. Es necesario alimentar esa atmósfera de fe.

27.- La niña no está muerta, está dormida. (03 feb 2015).

Jesucristo, el mismo ayer y hoy y por los siglos, continúa mostrando por los jóvenes el mismo amor que describe el evangelio cuando se encuentra con un joven o una joven. Así podemos contemplarlo en la lectura bíblica de la resurrección de la hija de Jairo, quien, con franqueza, expone al Maestro su pena, la enfermedad de su hija, y con insistencia le suplica su corazón: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. Jesús se fue con él. El corazón de Cristo, que se conmueve ante el dolor humano de ese hombre y de su joven hija, no permanece indiferente ante nuestros sufrimientos. Cristo nos escucha siempre, pero nos pide que acudamos a él con fe. Todos los gestos y palabras del Señor expresan este amor.

La niña no está muerta está dormida. Estas palabras profundamente reveladoras me llevan a pensar en la misteriosa presencia del Señor de la vida en un mundo que parece como si sucumbiera bajo el impulso desgarrador del odio, de la violencia y de la injusticia, pero no. Este mundo que es el vuestro, no está muerto, sino adormecido. En vuestro corazón, queridos jóvenes, se advierte el latido fuerte de la vida, del amor de Dios. La juventud no está muerta cuando está cerca del Maestro. Sí, cuando está cerca de Jesús: vosotros todos estáis cerca de Jesús. Escuchad todas sus palabras. Joven, quiere a Jesús. Escuchad todas sus palabras. Joven, quiere a Jesús. Encuentra a Jesús.

28.- Un hombre tenía dos hijos. (07 mar 2015).

El hombre -todo hombre- es este hijo pródigo: hechizado por la tentación de separarse del Padre para vivir independientemente la propia existencia; caído en la tentación; desilusionado por el vacío que, como espejismo, lo había fascinado; solo, deshonrado, explotado mientras buscaba construirse un mundo todo para sí; atormentado incluso desde el fondo de la propia miseria por el deseo de volver a la comunión con el Padre. Como el padre de la parábola, Dios anhela el regreso del hijo, lo abraza a su llegada y adereza la mesa para el banquete del nuevo encuentro, con el que se festeja la reconciliación. Pero la parábola pone en escena también al hermano mayor que rechaza su puesto en el banquete. El egoísmo lo hace ser celoso, le endurece el corazón, lo ciega y lo hace cerrarse a los demás y a Dios.

La parábola del hijo pródigo es, ante todo, la inefable historia del gran amor de un padre. Al evocar en la figura del hermano mayor el egoísmo que divide a los hermanos entre sí, se convierte también en la historia de la familia humana. En ella se describe la situación de la familia humana por los egoísmos, arroja luz sobre las dificultades para secundar el deseo y la nostalgia de una misma familia reconciliada y unida; reclama, por tanto, la necesidad de una profunda transformación de los corazones y el descubrimiento de la misericordia del Padre y de la victoria sobre la incomprensión y las hostilidades entre hermanos.

29.- ¿Me conocéis? ¿Sabéis de dónde vengo? (20 mar 2015).

El misterio pascual es Cristo en el culmen de la revelación del inescrutable misterio de Dios. Precisamente entonces se cumplen hasta lo último las palabras pronunciadas en el Cenáculo: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Efectivamente, Cristo, a quien el Padre no perdonó en bien del hombre y que en su pasión, así como en el suplicio de la cruz no encontró misericordia humana, en su resurrección ha revelado la plenitud del amor que el Padre nutre por él y, en él, por todos los hombres. En su resurrección, Cristo ha revelado al Dios de amor misericordioso, precisamente porque ha aceptado la cruz como vía hacia la resurrección. Por esto -cuando recordamos la cruz de Cristo, su pasión y su muerte- nuestra fe y nuestra esperanza se centran en el Resucitado.

Éste es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado de manera radical en sí mismo la misericordia, es decir, el amor del Padre que es más fuerte que la muerte. Y es también el mismo Cristo, Hijo de Dios, quien se revela a sí mismo como fuente inagotable de la misericordia, del mismo amor que, en la perspectiva ulterior de la historia de la salvación en la Iglesia, debe confirmarse perennemente más fuerte que el pecado. El Cristo pascual es la encarnación definitiva de la misericordia, su signo viviente. histórico-salvífico y a la vez escatológico. En el mismo espíritu, la liturgia del tiempo pascual pone en nuestros labios las palabras del salmo: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

30.- ¿Me conocéis? ¿Sabéis de donde vengo? (01 abr 2015).

El misterio pascual es Cristo en el culmen de la revelación del inescrutable misterio de Dios. Precisamente en la Pascua se cumplen las palabras pronunciadas en el cenáculo: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Efectivamente, Cristo, a quien el Padre no ahorró en bien del hombre y que en su pasión no encontró misericordia humana, en su resurrección ha revelado la plenitud del amor que el Padre nutre por él y, en él, por todos los hombres. No es un Dios de muertos sino de vivos. En su resurrección, Cristo ha revelado al Dios del amor misericordioso, precisamente porque ha aceptado la cruz como vía hacia la resurrección.

Éste es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado de manera radical en sí mismo la misericordia, es decir, el amor del Padre, que es más fuerte que la muerte. Y es también Cristo, Hijo de Dios, quien al término -y, en cierto sentido, más allá del término- de su misión mesiánica, se revela a sí mismo como fuente inagotable de la misericordia, del mismo amor que, en la perspectiva ulterior de la historia de la salvación en la Iglesia, debe confirmarse perennemente más fuerte que el pecado.

31.- El que cree en mi no morirá, sino que obtendrá la vida eterna.

(15 abr 2015).

La cruz de Cristo (...) no es aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: "Ha resucitado". Ellos lo repetirán a otros y serán testigos de Cristo resucitado. No obstante, también en esta glorificación del Hijo de Dios sigue estando presente la cruz, la cual -a través de todo el testimonio mesiánico del Hombre-Hijo, que sufrió en ella la muerte- habla y no cesa nunca de decir que Dios-Padre es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre, ya que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito, para que quien crea en él no muera, sino que tenga vida eterna.

Creer en el Hijo crucificado significa ver al Padre, significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión indispensable del amor es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle perecer en la gehena.

32.- Quien me ha visto ha visto al Padre. (02 may 2015).

La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de "misericordia" parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantados tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la tierra, entendido tal, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia.

Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como "Padre de la misericordia" nos permite "verlo" especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los corazones humanos.

33.- Apacientas mis ovejas. (22 may 2015).

El Obispo de Roma es el Obispo de la Iglesia que conserva el testimonio del martirio de pedro y de Pablo. El evangelio de Mareo describe y precisa la misión pastoral de Pedro en la Iglesia: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Lucas señala cómo Cristo recomienda a pedro que confirme a sus hermanos, pero al mismo tiempo le muestra su debilidad humana y su necesidad de conversión. Es precisamente como si, desde la debilidad humana de Pedro, se manifestara de un modo pleno que su ministerio particular en la Iglesia procede totalmente de la gracia.

Pedro, poco después de su investidura, es reprendido con severidad por Cristo, que le dice: ¡Escándalo eres para mí! ¿Cómo no ver en la misericordia que Pedro necesita una relación con el ministerio de aquella misericordia que él experimenta primero? El evangelio de Juan señala además que Pedro recibe el encargo de apacentar el rebaño en una triple profesión de amor. En cuanto a Pablo, la descripción de su ministerio concluye con la desconcertante afirmación que ha recibido de los labios del Señor: Mi gracia te basta, pues mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza y puede así exclamar: Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte. Ésta es una característica fundamental de la experiencia cristiana.

34.- No he venido a abolir la Ley sino a darle plenitud. (10 jun 2015).

La religión judía no nos es "extrínseca", sino que en cierto modo, es "intrínseca" a nuestra religión. Por tanto, tenemos con ella relaciones que no tenemos con ninguna otra religión. Sois nuestros hermanos predilectos y en cierto modo se podría decir nuestros hermanos mayores. Se necesitará todavía bastante tiempo, a pesar de los grandes esfuerzos ya hechos por una parte y por otra, para suprimir toda forma, aunque sea inconsciente, de prejuicios, para adecuar toda manera de expresarse y, por tanto, para presentar siempre y en cualquier parte, a nosotros mismos y a los demás, el verdadero rostro de los judíos y del judaísmo como también de los cristianos y del cristianismo.

A nadie se le oculta que la divergencia fundamental desde los orígenes es la adhesión de nosotros los cristianos a la persona y a la enseñanza de Jesús de Nazaret. Hijo de vuestro pueblo, del cual nacieron también la Virgen María, los apóstoles, fundamento y columnas de la Iglesia, y la mayoría de los miembros de la primera comunidad cristiana. Es preciso decir, además, que las vías abiertas a nuestra colaboración a la luz de la herencia común, que procede de la Ley y de los profetas, son varias e importantes. Queremos recordar, sobre todo, una colaboración a favor del hombre, de su vida desde la concepción hasta la muerte natural, de su dignidad, de su desarrollo en su sociedad no hostil, sino amiga y favorable, donde reine la justicia y donde la paz impere, el shalom auspiciado por los legisladores, por los profetas y por los sabios de Israel.

35.- En seguida la niña se levantó. (28 jun 2015).

Queridos jóvenes, el mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las Palabras de vida del Maestro: Contigo hablo, levántame. Estamos viendo cómo Jesús sale al paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro realizado en casa de Jairo nos muestra su poder sobre el mal. Es el Señor de la vida, el vencedor de la muerte. Sin embargo, no podemos olvidar que, según nos enseña la fe, la causa primera del mal, de la enfermedad, de la misma muerte, es el pecado en sus diferentes formas.

En el corazón de cada uno anida esa enfermedad que a todos nos afecta: el pecado personal, que arraiga más y más en las conciencias a medida que se pierde el sentido de Dios. ¡A medida que se pierde el sentido de Dios! No permitáis que se debilite en vosotros el sentido de Dios. No se puede vencer el mal con el bien si no se tiene ese sentido de Dios, de su acción, de su presencia que nos invita a apostar siempre por la gracia, por la vida, contra el pecado, contra la muerte. Está en juego la suerte de la humanidad, Luchad con denuedo contra el pecado, contra las fuerzas del mal en todas sus formas, luchad contra el pecado. Combatid el buen combate de la fe por la dignidad del hombre. No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a cada uno de vosotros, repite: Contigo hablo, levántate.

36.- Los envía por primera vez. (12 jul 2015).

Jesús dice a Pedro: Duc in altum: Remad mar adentro. Pedro y los primeros compañeros se fiaron de las palabras de Cristo, y echaron las redes. Quien abra el corazón a Cristo no sólo comprende el misterio de su propia existencia, sino también el de su vocación, y recoge espléndidos frutos de gracia. Primero, creciendo en santidad por un camino espiritual que, comenzando con el don del bautismo, prosigue hasta alcanzar la perfecta caridad. Viviendo el evangelio sine glossa, el cristiano se hace cada vez más capaz de amar como Cristo, a tenor de la exhortación: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Se esfuerza por perseverar en la unidad con los hermanos dentro de la comunión de la Iglesia, y se pone al servicio de la nueva evangelización para proclamar y ser testigo de la impresionante realidad del amor salvífico de Dios. Particularmente a vosotros, queridos jóvenes, os repito la invitación de Cristo a remar mar adentro, confiad en él, escuchad sus enseñanzas, mirad su rostro, perseverad en la escucha de su Palabra. Dejad que sea él quien oriente vuestras búsquedas y aspiraciones, vuestros ideales y los anhelos de vuestro corazón; pienso también en las palabras dirigidas por María, su Madre, a los servidores de Caná de Galilea: Haced lo que él os diga. Cristo, queridos jóvenes, os pide "remar mar adentro" y la Virgen os anima a no dudar en seguirle.

37.- No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.  (13 ago 2015).

Cristo subraya con tanta insistencia la necesidad de perdonar a los demás que a pedro, el cual le había preguntado cuántas veces debería perdonar al prójimo, le indicó la cifra simbólica de setenta veces siete, queriendo decir con ello que debería saber perdonar a todos y siempre. Es obvio que una exigencia tan grande de perdonar no anula las objetivas exigencias de la justicia. La justicia rectamente entendida constituye, por así decirlo, la finalidad del perdón. En ningún pasaje del mensaje evangélico el perdón, y ni siquiera la misericordia como su fuente, significan indulgencia para con el mal, para con el escándalo, la injuria, el ultraje cometido; la reparación del mal o del escándalo, el resarcimiento por la injuria, la satisfacción del ultraje con condición del perdón.

Así pues, la estructura fundamental de la justicia penetra siempre en el campo de la misericordia. Ésta, sin embargo, tiene la fuerza de conferir a la justicia un contenido nuevo que se expresa de la manera más sencilla y plena en el perdón. Éste, en efecto, manifiesta que, además del proceso que es específico de la justicia, es necesario el amor, para que el hombre se corrobore como tal. El cumplimiento de las condiciones de la justicia es indispensable, sobre todo, a fin de que el amor pueda revelar el propio rostro. La Iglesia considera justamente como propio deber, como finalidad de la propia misión, custodiar la autenticidad del perdón.

38.- Quisimos impedírselo. (28 sep 2015).

El ecumenismo trata precisamente de hacer crecer la comunión parcial existente entre los cristianos hacia la comunión plena en la verdad y en la caridad. Pasando de los principios, del imperativo de la conciencia cristiana, a la realización del camino ecuménico hacia la unidad del Concilio Vaticano II pone sobre todo el relieve la necesidad de conversión interior. El anuncio mesiánico El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca y la llamada consiguiente convertíos y creed en la Buena Nueva, con la que Jesús inaugura su misión, indican el elemento esencial que debe caracterizar todo nuevo inicio: la necesidad fundamental de la evangelización en cada etapa del camino salvífico de la Iglesia. Esto se refiere, de modo particular, al proceso iniciado por el Concilio Vaticano II, incluyendo en la renovación la tarea ecuménica de unir a los cristianos divididos entre sí. "No hay verdadero ecumenismo sin conversión interior" (Ur 7).

Cada uno debe, pues, convertirse más radicalmente al evangelio y, sin perder nunca la vista el designio de Dios debe cambiar su mirada. Con el ecumenismo la contemplación de las "maravillas de Dios" (mirabilia Dei) se ha enriquecido de nuevos espacios, en los que el Dios trinitario suscita la acción de gracias: la percepción de que el Espíritu actúa en las otras comunidades cristianas, el descubrimiento de ejemplos de santidad, la experiencia de las riquezas ilimitadas de la comunión de los santos, el contacto con aspectos impensables del compromiso cristiano.

39.- Hubo un combate en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. (29 sep 2015).

En la perfección de su naturaleza espiritual, los ángeles están llamados desde el principio, en virtud de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de modo mucho más pleno y perfecto que cuanto es posible al hombre. Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido tiempo a propósito del hombre: creando a los seres libres, Dios quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de la libertad. Creando a los espíritus puros como seres libres. Dios, en su Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los ángeles. Pero, precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que ama, Dios supo sacar e la historia de este pecado el definitivo bien de todo el cosmos creado.

De hecho, como dice claramente la revelación, el mundo de los espíritus se divide en buenos y malos. ¿Cómo comprender esta oposición? Los Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de "ceguera", producida por la supervaloración de la perfección del propio ser. Esto parece expresado de modo conciso en las palabras ¡No te serviré!, que manifiestan el radical e irreversible rechazo de tomar parte en la edificación del reino de Dios en el mundo creado. De la rebelión y del pecado de Satanás, como también del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la Escritura, que afirma: En el orgullo está la perdición.

40.- Discernir los signos de nuestro tiempo. (23 oct 2015).

La Iglesia tiene el derecho y el deber de recurrir al Dios de la misericordia con poderosos clamores. Estos poderosos clamores deben estar presentes en la Iglesia de nuestros tiempos..., un gripo que implore la misericordia en conformidad con las necesidades del hombre en el mundo contemporáneo. Recurramos al hombre en el mundo contemporáneo. Recurramos al amor paterno que Cristo nos ha revelado en su misión mesiánica y que alcanza su culmen en la cruz, en su muerte y resurrección. Recurramos a Dios mediante Cristo, recordando las palabras del Magníficat de María, que proclama la misericordia de generación en generación. Imploremos la misericordia divina para la generación contemporánea.

Elevemos nuestras súplicas, guiados por la fe, la esperanza, la caridad que Cristo ha injertado en nuestros corazones. Esta actitud es asimismo amor hacia Dios, a quien a veces el hombre contemporáneo ha alejado de sí, proclamando de diversas maneras que es algo "superfluo". Esto es amor de Dios, cuya ofensa-rechazo por parte del hombre contemporáneo sentimos profundamente, dispuestos a gritar con Cristo en la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Esto es, al mismo tiempo, amor a los hombres, a todos los hombres sin excepción y división alguna: sin diferencias de raza, cultura, lengua, concepción del mundo, sin distinción entre amigos y enemigos.

41.- Hacednos fructificar. (20 nov 2015).

En la vida de Cristo y en sus parábolas se encuentra el evangelio sobre el trabajo. Es lo que Jesús hizo y enseñó. A esta luz, la Iglesia ha proclamado siempre aquello que encontramos expresado de modo actual en las enseñanzas del Concilio Vaticano II: "La actividad humana, así como procede del hombre, está también ordenada al hombre. pues el hombre, cuando actúa, no sólo cambia las cosas y la sociedad, sino que también se perfecciona así mismo... Ésta es la norma de la actividad humana: que, según el designio y la voluntad divina, concuerde con el bien genuino del género humano y permita al hombre individual y socialmente cultivar y realizar plenamente su vocación" (GS 35).

En esta visión de los valores del trabajo humano, es decir, en esta espiritualidad del trabajo humano. Es decir, en esta espiritualidad del trabajo. Se explica perfectamente lo que sigue en el mismo documento: "Todo lo que los hombres hacen para conseguir una mayor justicia, una más amplia fraternidad y una ordenación más humana en las relaciones sociales vale más que los progresos técnicos. Pues estos progresos pueden ofrecer, como si dijéramos, la materia para la promoción humana, pero por sí solos no pueden de ninguna manera llevarla a cabo". Esta doctrina sobre el problema del progreso y del desarrollo sólo se comprende como fruto de una probada espiritualidad del trabajo, y únicamente sobre la base de tal espiritualidad se puede realizar y poner en práctica esta doctrina.

42.- Alégrate, llena de gracia. (08 dic 2015).

La carta a los Efesios, hablando de la riqueza de gracia con el que el Padre nos ha bendecido, añade: En él tenemos por medio de su sangre la redención. Según la doctrina formulada en los documentos solemnes de la Iglesia, esta gloria de la gracia se ha manifestado en la Madre de Dios por el hecho de que ella ha sido "rescatada de manera eminente" (Papa Pío IX).

En virtud de la riqueza de la gracia del Hijo amado, en virtud de los méritos de aquel que debía ser su Hijo, María fue preservada de la herencia del pecado original. Así, desde el primer momento de su concepción, es decir, desde su existencia, pertenece a Cristo, participa de la gracia salvífica y santificante y del amor que tiene su fuente en el Hijo amado, en el Hijo del Padre eterno que, por la encarnación, es su propio Hijo. Por eso, por el Espíritu en el orden de la gracia, es decir, de la participación en la naturaleza divina, María recibe la vida de aquel al que ella misma, en el orden de la generación terrena, da la vida como madre... Y porque María recibe esta vida nueva en una plenitud que conviene al amor del Hijo hacia su Madre, el ángel de la anunciación la llama llena de gracia.

43.- Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres; el Señor está cerca. (13 dic 2015).

Con estas palabras del apóstol Pablo, la Liturgia nos invita a la alegría. Es el tercer domingo de Adviento, llamado por este motivo domingo "Gaudete", El Adviento es tiempo de alegría, pues permite revivir la espera del acontecimiento más alegre de la historia. El nacimiento del Hijo de Dios de la Virgen María. Saber que Dios no está lejos sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: esto es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden menoscabar.

Una característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento, pues se basa totalmente en el amor. De hecho, el Señor que está cerca de nosotros, hasta el punto de hacerse hombre, viene a infundirnos su alegría, la alegría de amar. Sólo así se comprende la serena dicha de los mártires incluso en medio de las pruebas, o la sonrisa de los santos de la caridad ante quien vive en medio del dolor: una sonrisa que no ofende, sino que consuela. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. El anuncio del ángel a maría es una invitación a la alegría. Pidamos a la Virgen Santa el don de la alegría cristiana.

44.- Jesús extendió la mano y lo tocó. (14 ene 2016)

El gesto afectuoso de Jesús, que se acerca a unos leprosos, los reconforta y los cura, tiene su plena y misteriosa expresión en la pasión. En pleno suplicio y desfigurado por la crucifixión, abandonado por el pueblo que ha olvidado todos los bienes recibidos de él, Jesús en su pasión se identifica con los leprosos; llega a ser su imagen y su símbolo, tal como el profeta Isaías había intuido al contemplar por anticipado el misterio del Siervo del Señor: No tenía belleza ni figura, lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores. Pero es precisamente de las llagas del cuerpo sufriente de Jesús y de la fuerza de su resurrección de donde brotan la vida y la esperanza para todos los hombres golpeados por el mal y la enfermedad.

La Iglesia ha sido siempre fiel al anunciar la palabra de Cristo unida al gesto concreto de misericordia solidaria para con los más pobres, los últimos. A lo largo de los siglos ha habido un crecimiento de la entrega compasiva a favor de los que viven golpeados por el peso de las enfermedades humanamente más repugnantes. La historia hace relucir el hecho de que los cristianos han sido siempre los primeros en preocuparse del problema de los leprosos. El ejemplo de Cristo ha sido seguido, ha sido fecundo de gestos de solidaridad, de entrega, de generosidad y de caridad desinteresada.

45.- Testigos de la verdad ante las fuerzas del mal. (05 feb 2016).

Dichosos vosotros cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos. Estas palabras de Cristo se aplican de maravilla a innumerables testigos de la fe del siglo que acaba: fueron perseguidos e insultados, pero no se doblegaron en ningún momento ante las fuerzas del mal. Allí donde el odio parecía contaminar toda la vida sin posibilidad de escapar a su lógica, ellos mostraron que el amor es más fuerte que la muerte.

Muchos rehusaron doblegarse al culto a los ídolos del siglo XX y fueron sacrificados por el comunismo, por el nazismo, por la idolatría del estado y de la raza. Muchos otros sucumbieron en el curso de guerras étnicas y tribales porque rechazaron una lógica extraña al evangelio de Cristo. Algunos murieron porque seguían el ejemplo del buen Pastor y prefirieron quedarse con el rebaño de sus fieles, despreciando las amenazas. En cada continente, a lo largo de este siglo, se han levantado personas que prefirieron ser asesinadas antes de abandonar su misión. Religiosos y religiosas han vivido su consagración hasta el derramamiento de la sangre. Creyentes, hombres y mujeres, murieron ofreciendo sus vidas por amor a los hermanos, particularmente por los más pobres y los más débiles.

46.- El que esté sin pecado, que tire la primera piedra. (13 mar 2016).

A Dios nadie lo ha visto, escribe san Juan para dar mayor relieve a la verdad, según la cual precisamente el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer. Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como Padre de la misericordia nos permite "verlo" especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsaos a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los corazones humanos.

La revelación y la fe nos enseñan no tanto a meditar en abstracto el misterio de Dios, como Padre de la misericordia, cuanto a recurrir a esta misma misericordia en el nombre de Cristo y en unión con él. ¿No ha dicho Cristo que nuestro Padre, que ve en lo secreto, espera que nosotros, recurriendo a él en toda su necesidad, escrutemos cada vez más su misterio: el misterio del Padre y de su amor? Deseo que estas consideraciones hagan más cercano a todos tal misterio y que sean al mismo tiempo una vibrante llamada de la Iglesia a la misericordia, de la que el hombre y el mundo contemporáneo tiene tanta necesidad.

47.- Una libra de perfume de nardo puro de gran valor. (21 mar 2016).

No son pocos los que hoy se preguntan con perplejidad: ¿No representa quizás la vida consagrada una especie de despilfarro de energías humanas que serían, según un criterio de eficiencia, mejor utilizadas en bienes más provechosos para la humanidad y la Iglesia? Pero interrogantes semejantes han existido siempre, como demuestra elocuentemente el episodio evangélico de la unción de Betania. María, tomando una libra de perfume de nardo puro muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó de olor del perfume. A Judas, que con el pretexto de la necesidad de los pobres se lamentaba de tanto derroche, Jesús le responde: Déjala.

Ésta es la respuesta siempre válida a la pregunta que tantos, aun de buena fe, se plantean sobre la actualidad de la vida consagrada: Déjala. A quien se le concede el don inestimable de seguir más de cerca al Señor Jesús, resulta obvio que él puede y debe ser amado con corazón indiviso, que se puede entregar a él toda la vida, y no sólo algunos gestos, momentos o ciertas actividades. El ungüento precioso derramado como puro acto de amor, más allá de cualquier consideración "utilitarista", es signo de una sobreabundancia de gratuidad, tal como se manifiesta en una vida gastada en amar y servir al Señor, para dedicarse a su persona y a su Cuerpo místico. De esta vida "derramada" sin escatimar nada se difunde el aroma que llena toda la casa. La casa de Dios, la Iglesia, hoy como ayer, está adornada y embellecida por la presencia de la vida consagrada.

48.- Salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos. (02 abr 2016).

Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Esta certeza ha acompañado a la Iglesia durante dos mil años. Debemos sacar de aquí un renovado empeño para nuestra vida cristiana, haciendo de esta verdad la fuerza inspiradora de nuestro caminar. Conscientes de esta presencia del resucitado entre nosotros, nos hacemos hoy la pregunta que fue dirigida a Pedro en Jerusalén, después de su discurso de Pentecostés: ¿Qué tenemos que hacer? Nos interrogamos con un optimismo lleno de confianza, sin olvidar los problemas. No nos dejamos seducir por una perspectiva ingenua, como si existiera una fórmula mágica para enfrentarnos a los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no es una fórmula mágica que nos salvará, sino una persona y la certeza que nos inspira: Yo estoy con vosotros.

No se trata, de inventar un "nuevo programa". El programa ya existe: es el de siempre, sacado del evangelio y de la tradición viva. Está centrado, en último término, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar, imitar, para vivir en él la vida trinitaria y para transformar con él la historia hasta su plenitud en la Jerusalén celestial. Con todo, es necesario que este programa se traduzca en orientaciones pastorales adaptadas a las condiciones de cada comunidad. En las iglesias locales hay que fijar los elementos concretos de un programa que permita llegar a las personas con el mensaje de Cristo y modelar las comunidades, actuar en profundidad, por el testimonio de los valores evangelios.

49.- Recibid el Espíritu Santo. (03 abr 2016)

Los acontecimientos pascuales son el tiempo del "nuevo inicio" de la comunicación de Dios uno y trino a la humanidad en el Espíritu Santo, por obra de Cristo Redentor. Este nuevo inicio es la redención del mundo: Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único. Ya en el "dar" al Hijo se expresa la esencia más profunda de Dios, el cual, como amor, es la fuente inagotable de esta dádiva. En el don hecho por el Hijo se completan la revelación y la dádiva del amor eterno: el Espíritu Santo, que en la inescrutable profundidad de la divinidad es una Persona-don, por obra del Hijo, es decir, mediante el misterio pascual, es dado de un modo nuevo a los apóstoles y a la Iglesia y, por medio de ellos, a la humanidad y al mundo entero.

La expresión definitiva de este misterio tiene lugar el día de la resurrección. Este día, Jesús de Nazaret es constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos. Puede decirse, por consiguiente, que la "elevación" mesiánica de Cristo por el Espíritu Santo alcanza su culmen en la resurrección, en la cual se revela también como Hijo de Dios, "lleno de poder". Y este poder, cuyas fuentes brotan de la inescrutable comunión trinitaria, se manifiesta ante todo en el hecho de que Cristo resucitado, si por una parte realiza la promesa de Dios, por otra cumple su misma promesa hecha a los apóstoles con las palabras: Si me voy, os enviaré al Espíritu.

50.- El Espíritu Santo os recordará todo lo que os he dicho. (01 may 2016)

La venida del Señor llena de gozo a los presentes: Su tristeza se convierte en gozo, como ya había prometido antes de su pasión. Y sobre todo se verifica el principal anuncio del discurso de despedida: Cristo resucitado, como si preparara una nueva creación, "trae" el Espíritu Santo a los apóstoles. Lo trae a costa de su "partida"; les da este Espíritu como a través de las heridas de su crucifixión: Les mostró las manos y el costado.

Se establece así una relación profunda entre el envío del Hijo y el del Espíritu Santo. No se da el envío del Espíritu Santo (después del pecado original) sin la cruz y la resurrección: Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. Se establece también una relación intima entre la misión del Espíritu Santo y la del Hijo en la redención. La misión del Hijo, en cierto modo, encuentra su "cumplimiento" en la redención: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. La redención es realizada totalmente por el Hijo, el ungido, que ha venido y actuado con el poder del Espíritu Santo, ofreciéndose finalmente en sacrificio supremo sobre el madero de la cruz. Y esta redención, al mismo tiempo, es realizada constantemente en los corazones y en las conciencias humanas -en la historia del mundo- por el Espíritu Santo, que es el otro Paráclito.

51.- En el mundo tendréis luchas; pero tened valor, yo he vencido al mundo. (09 may 2016).Las familias, los grupos, los estados, la comunidad internacional misma tienen que abrirse al perdón para reanudar los lazos rotos, para ir más allá de las situaciones de condena recíproca, para vencer la tentación de excluir a los demás negándoles toda posibilidad de apelación o recurso. La capacidad de perdón está en la base de todo proyecto de una sociedad futura más justa y solidaria. Negar el perdón, al contrario, sobre todo si es para mantener los conflictos, tiene repercusiones incalculables para el desarrollo de los pueblos. Los recursos se consagran a la carrera de armamentos, a los gastos de guerra o para enfrentarse a las represalias económicas. La paz es la condición del desarrollo, pero una paz verdadera no es posible sin el perdón.

La propuesta del perdón no es algo que se admita por su evidencia o que se acepte fácilmente. En ciertos aspectos, es un mensaje paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre, a corto plazo, una pérdida aparente, mientras que, a largo plazo, propicia un beneficio real. Con la violencia pasa exactamente lo contrario. La violencia opta por un beneficio a corto plazo, pero prepara un futuro lejano una pérdida real y permanente. El perdón podría parecer una debilidad. En realidad, tanto para el que lo pide como el que lo concede, hace falta una fuerza espiritual grande y un coraje moral a toda prueba. Lejos de disminuir a la persona, el perdón la conduce a un humanismo más profundo y más rico, la capacita para reflejar en ella un rayo del esplendor del Creador.

52.- Para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado. (12 may 2016).

En el camino ecuménico hacia la unidad, la primacía corresponde sin duda a la oración común. Si los cristianos, a pesar de sus divisiones, saben unirse cada vez más en oración común n torno a Cristo, crecerá en ellos la conciencia de que es menos lo que los divide que lo que los une. La comunión de oración lleva a mirar con ojos nuevos a la Iglesia y al cristianismo. En efecto, no se debe olvidar que el Señor pidió al Padre la unidad de sus discípulos, para que ésta fuera testimonio de su misión y el mundo pudiese creer que el Padre lo había enviado.

Se puede decir que el movimiento ecuménico haya partido en cierto sentido de la experiencia negativa de quienes, anunciando el único evangelio, se referían cada uno a su propia Iglesia o comunidad eclesial, una contradicción que no podía pasar desapercibida a quien escuchaba el mensaje de salvación y encontraba en ello un obstáculo a la acogida del anuncio evangélico. Lamentablemente este grave impedimento no está superado. Es cierto, no estamos todavía en plena comunión. Sin embargo, a pesar de nuestras divisiones, estamos recorriendo el camino hacia la unidad plena, aquella unidad que caracterizaba a la Iglesia apostólica en sus principios, y que nosotros buscamos sinceramente: prueba de esto es nuestra oración común, animada por la fe. En la oración nos reunimos en el nombre de Cristo que es uno. Él es nuestra unidad.

53.- Los dos serán una sola carne. (20 may 2016).

Cuando Cristo, antes de su muerte, en el umbral de su misterio pascual, ora al Padre diciendo: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado para que sean uno, como tú y yo somos uno, pedía también, quizás de un modo privilegiado, por la unidad de los matrimonios y de las familias. Ora por la unidad de sus discípulos, por la unidad de la Iglesia. Ahora bien, el misterio de la Iglesia es comparado por san Pablo con el matrimonio.

La Iglesia, por tanto, no sólo coloca el matrimonio y la familia en un lugar especial dentro de sus afanes, sino que, en cierto modo, considera también el matrimonio como preclara imagen suya. Colmada del amor de Cristo-Esposo, que nos amó hasta el extremo, la Iglesia mira hacia los esposos, que se juran amor hasta la muerte, y considera como tarea suya peculiar salvaguardar este amor, esta fidelidad y esta honestidad y todos los bienes que de ahí nacen para la persona humana y para la sociedad. Es precisamente la familia la que da la vida a la sociedad. Es en ella donde, a través de la obra de la educación, se forma la estructura misma de la humanidad, de cada hombre sobre la tierra. Yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos ahora las recibieron... y creyeron que tú me has enviado... Todo lo mío es tuyo; y todo lo tuyo, mío. ¿No constituyen estas palabras algo así como la historia viva de cada una de las familias y, a través de la familia, de cada hombre?

54.- Tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros. (21 jun 2016).

Aquel que mata en actos terroristas alimenta en su interior el desprecio por la humanidad, dando pruebas de la desesperanza de cara a la vida y al futuro. La violencia terrorista... es totalmente contraria a la fe en Cristo Jesús que enseñó a sus discípulos esta oración: Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. En realidad, el perdón ante todo una decisión personal, una opción del corazón en contra del instinto espontáneo de pagar mal por mal. Esta opción encuentra su elemento de comparación en el amor de Dios, que nos acoge a pesar de nuestros pecados, y su modelo supremo es el perdón de Cristo, que oró así en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

El perdón tiene, pues, una raíz y una medida divinas. Pero esto no excluye que se pueda encontrar el valor del perdón a la luz de consideraciones fundadas sobre el buen sentir humano. La primera de estas consideraciones concierne a la experiencia vivida interiormente por todo ser humano cuando comete el mal. Se da cuenta entonces de su fragilidad y desea que los otros sean indulgentes con él. ¿Por qué, entonces, no actuar de la misma manera de cara a los demás? Todo ser humano alimenta en su interior la esperanza de poder comenzar de nuevo, de iniciar una vida nueva, y no quedar para siempre prisionero de sus errores y de sus faltas.

55.- La Eucaristía: El don que da Cristo Esposo a la Iglesia Esposa. (02 jul 2016).

En la Eucaristía se expresa de modo sacramental el acto redentor de Cristo Esposo en relación con la Iglesia Esposa. El Concilio Vaticano II ha renovado en la Iglesia la conciencia de la universalidad del sacerdocio. En la Nueva Alianza hay un solo sacrificio y sacerdote: Cristo. De este único sacerdocio participan todos los bautizados, ya sean hombres o mujeres, en cuanto deben ofrecerse a sí mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios, dar en todo lugar testimonio de Cristo y dar razón de su esperanza en la vida eterna. Todos los miembros de la Iglesia participan no solamente de la misión sacerdotal, sino también en la misión profética y real de Cristo Mesías.

Esta participación determina, además, la unión orgánica de la Iglesia, como Pueblo de Dios, con Cristo. Con ella se expresa a la vez el gran misterio de la carta a los Efesios: la Esposa unida a su Esposo; unida, porque vive su vida; unida, porque participa de su triple misión; unida de tal manera que responda con un "don sincero" se sí al inefable don del amor del Esposo, Redentor del mundo. Esto concierne a todos en la Iglesia, tanto a las mujeres como a los hombres. En el ámbito del gran misterio de Cristo y de la Iglesia todos están llamados a responder -como una esposa- con el don de la vida al don inefable del amor de Cristo, el cual, como Redentor del mundo, es el único Esposo de la Iglesia.

56.- Proclamad que el reino de Dios está cerca. (06 jul 2016).

El hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; en la vida y los hechos que en las teorías. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión: Cristo, de cuya misión somos continuadores, es el Testigo por excelencia y el modelo del testimonio cristiano. La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, la de la familia cristiana y la continuidad eclesial, que hace visible un nuevo modo de comportarse. Todos en la Iglesia esforzándose por imitar al divino Maestro, pueden y deben dar este testimonio, que en muchos casos es el único modo posible de ser misioneros.

El testimonio evangélico al que el mundo es más sensible es el de la atención a las personas y el de la caridad para con los pobres y los pequeños, con los que sufren. La gratuidad de esta actitud y de estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hace surgir preguntas precisas que orientan hacia Dios y el evangelio. Incluso trabajar por la paz, la justicia, los derechos del hombre, la promoción humana es un testimonio del evangelio, si es un signo de atención a las personas y está ordenado al desarrollo integral del hombre.

57.- Paz a esta casa. (07 jul 2016).

Después del 11 de septiembre de 2001, el mundo entero ha tomado conciencia, con una intensidad hasta ahora desconocida, de la vulnerabilidad de cada ser humano y ha comenzado a contemplar el futuro con un sentimiento nuevo de profundo miedo. De cara a este sentimiento, la Iglesia quiere dar testimonio de su esperanza, fundada sobre la convicción de que el mal, mysterium iniquitatis, no tiene la última palabra en las vicisitudes humanas. La historia de la salvación, narrada en la Sagrada Escritura, proyecta una luz intensa sobre la historia del mundo, mostrando que ésta está siempre acompañada por la solicitud misericordiosa y providente de Dios, que conoce los caminos para llegar a los corazones más endurecidos y sacar frutos buenos de terrenos áridos e infecundos.

Los sufrimientos indecibles de pueblos y personas, entre ellos muchos de mis amigos y personas conocidas a causa de los totalitarismos nazi y comunista, siempre han suscitado en mí interrogantes y han estimulado mi oración. Muchas veces, me he detenido en la siguiente reflexión:¿cuál es el camino que conduce al restablecimiento completo del orden moral y social quebrantado si no es llegando a una armonía entre justicia y perdón. Los pilares de la verdadera paz son la justicia y esa forma particular de amor que es el perdón.

58.- Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del cielo. (24 jul 2016).

El hombre contemporáneo se interroga a menudo, lleno de angustia, sobre la solución de las terribles tensiones que se han acumulado en el mundo y que se complican constantemente entre los seres humanos. Y, si la persona, a menudo, no tiene el valor de pronunciar la palabra "misericordia", o si, en su conciencia desprovista de todo sentido religioso, no encuentra un equivalente, es tanto más necesario que la Iglesia pronuncie esta palabra, no solamente en nombre propio, sino en nombre de todos los hombres de nuestro tiempo. Urge que la pronuncie en una oración ardiente, en un grito que implora la misericordia según las necesidades del ser humano en un mundo contemporáneo.

Que este grito tenga el peso de toda esta verdad que encierra la palabra "misericordia" y que ha encontrado una expresión tan rica en la Sagrada Escritura y en la Tradición, así como en la auténtica vida de fe de tantas generaciones del pueblo de Dios. ¡Con te grito, al igual que los autores sagrados, invoquemos a Dios, que no desprecia nada de lo que ha creado a Dios que es fiel a sí mismo, a su paternidad y a su amor!

59.-Y tomando el pan lo dio a sus discípulos. (01 ago 2016).

Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. En la celebración eucarística, los ojos del alma se dirigen al Triduo pascual: a lo que ocurrió la tarde del Jueves Santo, durante la Última Cena y después de ella. La agonía de Getsemaní es la introducción a la agonía sobre la cruz del Viernes Santo. La hora santa, de la hora de la redención del mundo, hora de la glorificación. Todo sacerdote que celebra la Misa revive en espíritu, al mismo tiempo que la comunidad cristiana que participa, en el mismo lugar y en la misma hora.

"Misterium fidei!-¡Misterio de la fe!" Cuando el sacerdote pronuncia o canta estas palabras, los presentes aclaman: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven, Señor Jesús!" Con éstas o parecidas palabras, la Iglesia cada vez que se refiere a Cristo en el misterio de su pasión, revela también su propio misterio: Ecclesia de eucharistía. Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la Iglesia nace y se encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su formación es ciertamente la institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su fundamento y su hontanar es todo el Triduum paschale, pero éste está como incluido, anticipado, y "concentrado" para siempre en el don eucarístico.

60.- Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso  (08 sep 2016).

Cristo, al revelar el amor-misericordia de Dios, exigía al mismo tiempo a los hombres que a su vez se dejasen guiar en su vida por el amor y la misericordia. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del ethos evangélico. El Maestro lo expresa bien a través del mandamiento definido por él como el más grande, bien en forma de bendición, cuando en el sermón de la montaña proclama: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

De este modo, el mensaje mesiánico acerca de la misericordia conserva una particular dimensión divino-humana. Cristo -en cuanto cumplimiento de las profecías mesiánicas-, al convertirse en la encarnación del amor que se manifiesta con peculiar fuerza respecto a los que sufren, a los infelices y a los pecadores, hace presente y revela de este modo más plenamente al Padre, que es Dios rico en misericordia. Asimismo, al convertirse para los hombres en modelo del amor misericordioso hacia los demás, Cristo proclama con las obras, más que con las palabras, la apelación a la misericordia, que es uno de los componentes esenciales del ethos evangélico.

61.- En la Iglesia Cristo nos llama a la conversión. (14 sep 2016)

La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia -el atributo más asombroso del Creador y del Redentor- y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la mediación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación.

La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte: en efecto, cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz, no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria. El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual él desea siempre unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones humanos. Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino a cada uno, incluso cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado.

62.- Sus pecados le han sido perdonados. (15 sep 2016)

La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno a medida del Creador y Padre: el amor, al que Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo es fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del "reencuentro" de este Padre rico en misericordia. El autentico conocimiento de Dios es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo "ven" así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a él. Viven pues, in statu conversiones; es este estado el que traza el componente más profundo de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris.

Es evidente que la Iglesia profesa la misericordia de Dios no sólo con la palabra de sus enseñanzas, sino, por encima de todo, con la más profunda pulsación de la vida de todo el pueblo de Dios. Mediante este testimonio de vida, de todo el pueblo de Dios. Mediante este testimonio de vida, la Iglesia cumple la propia misión del pueblo de Dios, misión que es participación y, en cierto sentido, continuación de la misión mesiánica del mismo Cristo.

63.- Lo acompañaban los doce y también algunas mujeres. (16 sep 2016)

Es particularmente conmovedor meditar en la actitud de Jesús hacía la mujer: se mostró audaz y sorprendente para aquellos tiempos, cuando en el paganismo, la mujer era considerada objeto de placer, de mercancía y de trabajo y, en el judaísmo, estaba marginada y despreciada. Jesús mostró siempre la máxima estima y el máximo respeto por la mujer, por cada mujer, y en particular fue sensible hacia el sufrimiento femenino. Traspasando las barreras religiosas y sociales del tiempo, Jesús restableció a la mujer en su plena dignidad de persona humana ante Dios y ante los hombres.

¿Cómo no recordar que Jesús quiso asociar a algunas, mujeres a los Doce, que le acompañaban y servían y fueron su consuelo durante la vía dolorosa hasta el pie de la cruz? Después de la resurrección, Jesús se apareció a las piadosas mujeres y a María Magdalena, encargándole anunciar a los discípulos su resurrección Deseando encarnarse y entrar en nuestra historia humana, Jesús quiso tener una Madre, María Santísima, y elevó así a la mujer a la cumbre más alta y admirable de la dignidad. ¡Por eso vosotras mujeres cristianas, debéis anunciar, como María Magdalena y las mujeres del evangelio, que Cristo ha resucitado verdaderamente, que él es nuestro verdadero y único consuelo! Ciudad, pues, de vuestra vida interior.

64.- El que os escucha a, mí me escucha;   El que os rechaza a mí me rechaza. (30 sep 2016)

Nuestro tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinante. Mientras por un lado los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material y de sumergirse cada vez más en el materialismo consumista, por otro, manifiestan la angustiosa búsqueda de sentido, la necesidad de interioridad, el deseo de aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración. No sólo en las alturas impregnadas de religiosidad, sino también en las sociedades secularizadas se busca la dimensión espiritual de la vida como antídoto a la deshumanización... La Iglesia tiene un inmenso patrimonio espiritual para ofrecer a la humanidad en Cristo, que se proclama el camino, la verdad y la vida.

La Iglesia debe ser fiel a Cristo; ella es su cuerpo y recibe la misión de hacerle presente. La Iglesia debe hacer todo lo posible para realizar su misión en el mundo y llegar a todos los pueblos; tiene también el derecho, concedido por Dios, de llevar a cabo la realización de su plan. La libertad religiosa, a veces todavía limitada o restringida, es la condición y la garantía de todas las libertades que fundamentan el bien común de las personas y de los pueblos. Es de desear que se conceda a todos y en todo lugar la verdadera libertad religiosa. Se trata de un derecho inalienable de toda persona humana.

65.- "Su nombre es Juan" (23 dic 2016).

Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó, en las entrañas maternas y pronunció mi nombre. Celebramos hoy el nacimiento de san Juan Bautista... Hoy podemos hacer nuestra esta exclamación. Dios nos ha conocido y amado incluso antes que nuestros ojos pudieran contemplar las maravillas de la creación. Cada hombre, al nacer, recibe un nombre humano. Pero ya antes de que eso ocurra, posee ya un nombre divino: el nombre con el cual Dios, el Padre, le conoce y le ama desde siempre y para siempre. Y es así para todos, sin exclusión alguna. ¡Ningún hombre es anónimo para Dios! A sus ojos, todos tienen el mismo valor: todos son diferentes, pero todos iguales, todos llamados a ser hijos en el Hijo.

Su nombre es Juan. Zacarías confirma, delante de los parientes que están maravillados , el nombre de su hijo escribiéndolo en una tabla. El mismo Dios, por mediación de su ángel, había dado este nombre que en hebreo significa "Dios es favorable". Sí, Dios es favorable al hombre, quiere que viva, quiere su salvación. Dios es favorable a su pueblo: quiere que sea una bendición para todas las naciones de la tierra. Dios es favorable a la humanidad: le conduce por el camino hacía la tierra en la que reinarán la paz y la justicia. Todo esto se inscribe en este nombre: ¡Juan!

66.- "María, madre del Príncipe de la paz" (01 ene 2017).

Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Contemplemos con María el rostro de Cristo: en aquel Niño es Dios quien viene a visitarnos para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. María lo contempla interrogándose sobre el sentido de los prodigios que rodean el misterio de la Navidad.

La Navidad es misterio de alegría. Los ángeles han anunciado el acontecimiento a los pastores como una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. Alegría, a pesar de estar lejos de casa, a pesar de la pobreza del pesebre, a pesar de la indiferencia del pueblo, a pesar de la hostilidad del poder.

La Navidad es misterio de amor. Amor del Padre, que ha enviado al mundo a su Hijo unigénito, para darnos su misma vida. Amor del Dios con nosotros, el Enmanuel, que ha venido a la tierra para morir en la cruz. En el frío portal, en medio del silencio, la Virgen Madre presiente ya en su corazón el drama del Calvario. El Príncipe de la paz, que nace hoy en Belén, dará su vida en el Gólgota para que en la tierra reine el amor.

La Navidad es misterio de paz. Desde el portal de Belén se eleva hoy un llamamiento apremiante para que el mundo no caiga en la suspicacia, la sospecha y la desconfianza, aunque el trágico fenómeno del terrorismo acreciente incertidumbres y temores. Los creyentes de todas las religiones, junto con los hombres de buena voluntad, abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación, están llamados a construir la paz...

Junto a ti, Virgen Madre, permanecemos en contemplación ante el pesebre donde está acostado el Niño, para participar de tu mismo asombro ante la inmensa condescendencia de Dios. Danos tus ojos, María, para descifrar el misterio que se oculta tras la fragilidad de los miembros de tu Hijo.

67.- ¡Levántate! (31 ene 2017).

Queridos jóvenes: ¡Solo Cristo puede dar la verdadera respuesta a todas vuestras dificultades! El mundo está necesitado de vuestra respuesta personal a las palabras de vida del Maestro: Contigo hablo, levántate. Estamos viendo cómo Jesús sale al paso de la humanidad, en las situaciones más difíciles y penosas. El milagro realizado en casa de Jairo nos muestra su poder sobre el mal. Es el Señor de la vida, el vencedor de la muerte... ¡Buscad a Cristo! ¡Mirad a Cristo!¡Vivid en Cristo! Este es mi mensaje: "Que Jesús sea la piedra angular, de vuestras vidas y de la nueva civilización que en solidaridad generosa y compartida tenéis que construir. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora.

¿Qué significa construir vuestra vida en Cristo? Significa dejaros comprometer por su amor. Un amor que pide coherencia en el propio comportamiento, que exige acomodar la propia conducta a la doctrina y a los mandamientos de Jesucristo y de su Iglesia; un amor que llena nuestras vidas de una felicidad y de una paz que el mundo no puede dar, a pesar de que tanto la necesita. No tengáis miedo a las exigencias del amor de Cristo. Temed, por el contrario, la pusilanimidad, la ligereza, la comodidad, el egoísmo; todo aquello que quiera acallar la voz de Cristo que, dirigiéndose a dada una, a cada uno, repite: Contigo hablo, levántate.

Mirad a Cristo con valentía, contemplando su vida a través de la lectura sosegada del evangelio; tratándole con confianza en la intimidad de vuestra oración, en los sacramentos, especialmente en la Sagrada Escritura.

Si tratáis a Cristo, oiréis también vosotros en lo más íntimo del alma los requerimientos del Señor, sus insinuaciones continuas. Jesús continúa dirigiéndose a vosotros y repitiéndoos: Contigo hablo, levántate.

68.- ¿No es el hijo del carpintero? (01 feb 2017).

Una expresión cotidiana de amor en la vida de la familia de Nazaret es el trabajo... El que era llamado el hijo del carpintero había aprendido el trabajo de su "padre" putativo. Si la familia de Nazaret en el orden de la salvación y de la santidad es ejemplo y modelo para las familias humanas, lo es también análogamente el trabajo de Jesús al lado de José, el carpintero... El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual, tienen el evangelio un significado especial. El trabajo humano y, en particular, el trabajo manual, tienen en el evangelio un significado especial. Junto con la humanidad del Hijo de Dios, el trabajo ha formado parte del misterio de la encarnación, y también ha sido redimido de modo particular. Gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su profesión con Jesús, José acercó el trabajo humano al misterio de la redención.

En el crecimiento humano de Jesús en sabiduría, edad y gracia representó una parte notable la virtud de la laboriosidad, al ser "el trabajo un bien del hombre" que "transforma la naturaleza" y que hace al hombre "en cierto sentido más hombre". La importancia del trabajo en la vida del hombre requiere que se conozcan y asimilen aquellos contenidos "que ayuden a todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, creador y redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al mundo y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo, asumiendo mediante la fe una viva participación en su triple misión de sacerdote, profeta y rey". Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado.

69.- Juan Bautista, testigo de la fe. (03 feb 2017).

Quiero llamar la atención particularmente sobre algunos surgidos en el ámbito específicamente eclesial... numerosos testigos de la fe cristiana que ha habido en el último siglo.

Estos testigos, especialmente los que han afrontado el martirio, son un signo elocuente y grandioso que se nos pide contemplar e imitar. Ellos muestran la vitalidad de la Iglesia; son para ella y la humanidad como una luz, porque han hecho resplandecer en las tinieblas la luz de Cristo; al pertenecer a diversas confesiones cristianas, brillan asimismo como signo de esperanza para el camino ecuménico, por la certeza de que su sangre es "también linfa de unidad para la Iglesia".

Más radicalmente aún, demuestran que el martirio es la encarnación suprema del evangelio de la esperanza: "En efecto, los mártires anuncian este evangelio y lo testimonian con su vida hasta la efusión de su sangre, porque están seguros de no poder vivir sin Cristo y están dispuestos a morir por él, convencidos de que Jesús es el Dios y el salvador delo hombre y que, por tanto, solo en él encuentra el hombre la plenitud verdadera de la vida. De este modo, según la exhortación del apóstol Pedro, se muestran preparados para dar razón de su esperanza. Los mártires, además, celebran el "evangelio de la esperanza", porque el ofrecimiento de su vida es la manifestación más radical y grande del sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que constituye "el verdadero culto espiritual", origen, alma y cumbre de toda celebración cristiana. Ellos, por fin, sirven al "evangelio de la esperanza", porque con su martirio expresan en sumo grado el amor y el servicio al hombre, en cuanto demuestran que la obediencia a la ley evangélica genera una vida moral y una convivencia social que honra y promueve la dignidad y la libertad de cada persona.

70.- Al principio de la creación, los hizo hombre y mujer. (24 feb 2017)

Por el hecho de que el Verbo de Dios se ha hecho carne, el cuerpo ha entrado, diría, por la puerta principal en la teología... Encarnación -y la redención que brota de ella- se ha convertido también en la fuente definitiva de la sacramentalidad del matrimonio... Muchos hombres y muchos cristianos buscan en el matrimonio la realización de su vocación. Muchos quieren encontrar en él camino de la salvación y de la santidad.

Para ellos es particularmente importante la respuesta que Cristo dio a los fariseos, celadores del Antiguo Testamento... Efectivamente, ¡cuán indispensable es, en el camino de esta vocación, la conciencia profunda del significado del cuerpo, en su masculinidad y feminidad!, ¡cuán necesaria es una conciencia precisa del significado esponsalicio del cuerpo, de su significado generador, dado que todo esto, que forma el contenido de la vida de los esposos, debe encontrar constantemente su dimensión plena y personal en la convivencia, en el comportamiento, en los sentimientos! Y eso, tanto más en el trasfondo de una civilización, que está bajo la presión de un modo de pensar y valorar materialista y utilitario...

¡Qué significativo es que Cristo, en la respuesta a todas estas preguntas mande al hombre volver, al umbral de su historia teológica! Le ordena ponerse en el límite entre la inocencia-felicidad originaria y la herencia de la primera caída. ¿Acaso no le quiere decir, de este modo, que el camino por el que él conduce al hombre, varón-mujer, en el sacramento del matrimonio, esto es, el camino de la "redención del cuerpo", debe consistir en recuperar esta dignidad en la que se realiza simultáneamente el autentico significado del cuerpo humano, su significado personal y "de comunión"

71.- Entonces ayunarán. (03 mar 2017)

La comida y la bebida son indispensables al hombre para vivir, se sirve y debe servirse de ellas; sin embargo, no le es lícito abusar de ellas de ninguna forma. El abstenerse, según la tradición, de la comida o bebida, tiene como fin introducir en la existencia del hombre no solo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir "actitud consumista". Tal actitud ha venido a ser en nuestro tiempo una de las características de la civilización, y en particular de la civilización occidental... muy frecuentemente abusa de ellos.

Cuando el hombre se orienta exclusivamente hacia la posesión y el uso de los bienes materiales, es decir, de las cosas, también entonces toda la civilización se mide según la cantidad y calidad de las cosas que están en condición de proveer al hombre, y no se mide con el metro adecuado al hombre. De esto resulta que el hombre contemporáneo debe ayunar, es decir, abstenerse no solo de la comida o bebida, sino de otros muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos.

72.- Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. (13 mar 2017).

El hombre alcanza el amor misericordioso de Dios, su misericordia, en cuanto él mismo interiormente se transforma en el espíritu de tal amor hacia el prójimo...El amor misericordioso, en las relaciones recíprocas entre los hombres, no es nunca un acto o un proceso unilateral. Incluso en los casis en que todo parecería indicar que solo una parte es la que da y ofrece, mientras la otra solo recibe y toma, sin embargo, en realidad, también aquel que da queda siempre beneficiado...

Cristo crucificado, en este sentido, es para nosotros el modelo, la inspiración el impulso más grande. Basándonos en este desconcertante modelo, podemos con toda humildad manifestar misericordia a los demás... Sobre la base de este modelo, debemos purificar también continuamente todas nuestras acciones y todas nuestras intenciones, allí donde la misericordia es entendida y practicada de manera unilateral, como bien hecho a los demás. Solo entonces, en efecto, es realmente un acto de amor misericordioso: cuando, practicándola, nos convencemos profundamente de que al mismo tiempo la experimentamos por parte de quienes la aceptan de nosotros. Si falta esta bilateralidad, esta reciprocidad, entonces nuestras acciones no son aún auténticos actos de misericordia, ni se ha cumplido plenamente en nosotros la conversión.

73.- Al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén. (30 abr 2017).

Los dos discípulos de Emaús, tras haber reconocido al Señor, se levantaron al momento para ir a comunicar lo que habían visto y oído. Cuando se ha tenido verdadera experiencia del Resucitado, alimentándose de su cuerpo y de su sangre, no se puede guardar la alegría solo para uno mismo. El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y dar testimonio. El Apóstol relaciona íntimamente el banquete y el anuncio: entrar en comunión con Cristo en el memorial de la Pascua significa experimentar al mismo tiempo el deber de ser misioneros del acontecimiento actualizado en el rito.

La Eucaristía no solo proporciona la fuerza interior para dicha misión, sino también, en cierto sentido, su proyecto. En efecto, la Eucaristía es un modo de ser que pasa de Jesús al cristiano y, por su testimonio, tiende a irradiarse en la sociedad y en la cultura. Para lograrlo, es necesario que cada fiel asimile, en la meditación personal y comunitaria, los valores que la Eucaristía expresa... Un elemento fundamental de este "proyecto" aparece ya en el sentido mismo de la palabra "eucaristía": acción de gracias. La Eucaristía no solo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para toda la humanidad.

74.- El buen pastor. (08 may 2017).

El buen pastor da su vida por sus ovejas. Cuando Jesús pronunció estas palabras, los apóstoles no sabían que hablaba de sí mismo. Ni siquiera Juan, el apóstol amado, lo sabía. Lo comprendió en el Calvario, al pie de la cruz, viendo cómo ofrecía su vida por sus ovejas. Cuando a los apóstoles les llegó el momento de asumir esta misma misión, se acordaron de las palabras de Jesús. Se dieron cuenta de que serían capaces de llevar a cabo esta misión hasta el final solamente porque Jesús había asegurado que sería él mismo quien actuaría en ellos. Particularmente, Pedro era consciente de ello, y exhortaba a los ancianos de la Iglesia con estas palabras: Sed pastores del rebaño de Dios que os ha sido confiado.

A lo largo de los siglos, los sucesores de los apóstoles, guiados por el Espíritu Santo, han continuado su misión de reunir el rebaño de Cristo y conducirlo hacia el reino de los cielos, conscientes de que ellos mismos no pueden asumir una responsabilidad tal, más que "por Cristo, con Cristo y en Cristo". Yo mismo he tomado conciencia de ello cuando el Señor me ha llamado a ejercer la misión de Pedro. Desde el principio de mi pontificado, mis pensamientos, mis oraciones y mis acciones han estado animadas por un único deseo: dar testimonio de que Cristo, el buen Pastor, está presente y actuante en la Iglesia. Por eso, desde el primer día, no he dejado de exhortar: ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo, de aceptar su poder! Y lo repito aún hoy con fuerza: ¡Abrid las puertas a Cristo!

75.- Señor, muéstranos al Padre. (14 may 2017).

Si algunos teólogos afirman que la misericordia es el más grande entre los atributos y las perfecciones de Dios, la Biblia, la Tradición y toda la vida de fe del pueblo de Dios dan testimonios exhaustivos de ello. No se trata aquí de la perfección de la inescrutable esencia de Dios dentro del misterio de la misma divinidad, sino de la perfección y del atributo con que el hombre, en la verdad íntima de su existencia, se encuentra particularmente cerca y no raras veces con el Dios vivo. Conforme a las palabras dirigidas `por Cristo a Felipe, "la visión del padre" -visión de Dios mediante la fe- halla precisamente en el encuentro con su misericordia un momento singular de sencillez interior y de verdad, semejante a la que encontramos en la parábola del hijo pródigo.

Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. La Iglesia profesa la misericordia de Dios, la Iglesia vive de ella en su amplia experiencia de fe y también en sus enseñanzas, contemplando constantemente a Cristo, concentrándose en él, en su vida y en su evangelio, en su cruz y en su resurrección, en su misterio entero. Todo esto que forma la "visión" de Cristo en la fe viva y en la enseñanza de la Iglesia nos a la "visión del Padre" en la santidad de su misericordia.

76.- Su misericordia se extiende de generación en generación. (31 may 2017).

María es la que de manera singular y excepcional ha experimentado -como nadie- la misericordia y, también de manera excepcional ha hecho posible con el sacrificio de su corazón la propia participación en la revelación de la misericordia divina. Tal sacrificio está estrechamente vinculado con la cruz de su Hijo, a cuyos pies ella se encontraría en el Calvario. Este sacrificio suyo es una participación singular en la revelación de la misericordia, es decir, en la revelación de la misericordia, es decir, en la absoluta fidelidad de Dios al propio amor, a la alianza querida por él desde la eternidad y concluida en el tiempo con el hombre, con el pueblo, con la humanidad; es la participación en la revelación definitivamente cumplida a través de la cruz.

Nadie ha experimentado como la Madre del Crucificado el misterio de la cruz, el pasmoso encuentro de la transcendente justicia divina con el amor: el "beso" dado por la misericordia a la justicia. Nadie como ella, María, ha acogido de corazón ese misterio: aquella dimensión verdaderamente divina de la redención, llevada a efecto en el Calvario mediante la muerte de su Hijo, junto con el sacrificio de su corazón de madre, junto con su "fíat" definitivo... En este sentido la llamamos también Madre de la misericordia.

77.- Que venga sobre ella vuestra paz. (13 jul 2017).

Quizás como nunca en la historia se hace evidente, para todos, el vínculo intrínseco que une una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz. Si bien es cierto que la oración es en sí misma una acción, eso de ninguna manera nos dispensa de trabajar por la paz. No hay paz sin un amor apasionado por la paz. No hay paz sin una feroz voluntad de realizar la paz. La paz necesita sus profetas. Juntos hemos llenado nuestros ojos de visiones de paz: engendran nuevas energías para un nuevo lenguaje de paz, para nuevos gestos de paz, gestos que rompan el encadenamiento fatal de las divisiones heredadas de la historia o bien engendradas por las modernas ideologías. La paz espera sus constructores. Tendamos la mano a nuestros hermanos y hermanas para animarlos a construir la paz sobre cuatro polares que son: la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

La paz es una obra en construcción abierta a todos y no solamente a los especialistas, a los sabios, a los estrategas. La paz es una responsabilidad universal pasa a través de mil pequeños actos de la vida cotidiana. A través de su propia manera diaria de vivir con los demás, los hombres hacen su elección a favor o en contra de la paz.

78.- Estad también vosotros preparados. (31 ago 2017).

Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Estas palabras me recuerdan la última llamada que llegará en el momento en el que quiera el Señor. Deseo seguirle y deseo que todo lo que forma parte de mi vida terrena me prepare para ese momento. No sé cuándo llegará, pero al igual que todo, pongo también ese momento en las manos de la Madre de mi Maestro: "Totus tuus". En estas mismas manos maternales lo dejo todo y a todos aquellos a los que me ha unido mi vida y mi vocación.

Todos debemos tener presente la perspectiva de la muerte. Y debemos estar dispuestos a presentarnos ante el Señor y Juez, y a la vez Redentor y Padre. Por eso, yo también tengo presente esto continuamente, encomendando ese momento decisivo a la Madre de Cristo y de la Iglesia, a la Madre de mi esperanza. En la vida y en la muerte: "Totus tuus", por medio de la Inmaculada. Aceptando ya desde ahora esa muerte, espero que Cristo me dé la gracia para el último paso. Espero que también la haga útil para esta causa más importante a la que trato de servir. La salvación de los hombres, la salvaguarda de la familia humana y, en ella, de todas las naciones y pueblos (entre ellos, me dirijo también de manera particular a mi patria terrena); que sea útil para las personas que de manera particular han confiado en mí, para la Iglesia, para la gloria del mismo Dios.

79.- Me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres. (04 sep 2017).

El Concilio Vaticano II presentaba la novedad bautismal de este modo: "Por la regeneración y la unción del Espíritu Santo, los bautizados son consagrados como casa espiritual" (LG 10). El Espíritu Santo "unge" al bautizado, le imprime su sello indeleble, y lo constituye en templo espiritual; es decir, le llena de la santa presencia de Dios gracias a la unión y conformación con Cristo.

Con esta "unción" espiritual, el cristiano puede, a su modo, repetir las palabras de Jesús: "El Espíritu del Señor está sobre mí; por lo cual me ha ungido"... La participación en el oficio profético de Cristo habilita y compromete a los fieles laicos a acoger con fe el evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismos el reino del pecado; y después en la propia entrega para servir al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños. Pero los fieles laicos están llamados de modo particular a dar de nuevo a la entera creación todo su valor originario. Cuando, mediante una actividad sostenida por la vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre, participan en el ejercicio de aquel poder, con el que Jesucristo resucitado atrae a sí todas las cosas y las somete al Padre, de manera que Dios sea todo en todos.

80.- Tu esposo es tu Hacedor. (11 sep 2017).

Si el amor de Dios hacia el hombre, hacia el pueblo elegido, Israel, es presentado por los profetas como el amor del esposo a la esposa, tal analogía expresa la condición "esponsal" y el carácter divino y no humano del amor de Dios... Según la carta a los Efesios la esposa es la Iglesia, lo mismo que para los profetas la esposa era Israel; se trata, por consiguiente, de un sujeto colectivo y no de una persona singular. Este sujeto colectivo es el pueblo de Dios, es decir, una comunidad compuesta por muchas personas, tanto mujeres como hombres. Cristo ha amado a la Iglesia, precisamente como comunidad, como Pueblo de Dios; y, al mismo tiempo, en esta Iglesia, él ha amado a cada persona singularmente. En efecto, Cristo ha redimido a todos sin excepción, a cada hombre y a cada mujer.

En la redención se manifiesta precisamente este amor de Dios y llega a su cumplimiento el carácter esponsal de este amor en la historia del hombre y del mundo. Cristo entró en esta historia y permanece en ella como el Esposo que se ha dado a sí mismo. "Darse" quiere decir "convertirse en un don sincero" del modo más completo y radical: Nadir tiene mayor amor. En esta concepción, por medio de la Iglesia, todos los seres humanos -hombres y mujeres- están llamados a ser la "Esposa" de Cristo, redentor del mundo.

81.- Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres (22 sep 2017).

Si conocieras el don de Dios, dice Jesús a la samaritana en el transcurso de uno de aquellos admirables coloquios que muestran la gran estima que Cristo tiene por la dignidad de la mujer y por la vocación que le permite tomar parte en su misión mesiánica. La Iglesia desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el "misterio de la mujer" y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las "maravillas de Dios", que en la historia de la humanidad se han cumplido en ella y por medio de ella. En definitiva, ¿no se ha obrado en ella y por medio de ella lo más grande que existe en la historia del hombre sobre la tierra, es decir, el acontecimiento de que Dios mismo se haya hecho hombre?

La Iglesia, por consiguiente, da gracias por todas las mujeres y por cada una... La Iglesia expresa su agradecimiento por todas las manifestaciones del "genio" femenino aparecidas a lo largo de la historia, en medio de los pueblos y de las naciones; da gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios. La Iglesia pide, al mismo tiempo, que estas inestimables manifestaciones del Espíritu sean reconocidas debidamente, valoradas, para que redunden en común beneficio de la Iglesia y de la humanidad.

82.- Curado en sábado, signo del día de la nueva creación. (30 oct 2017)

El día de la nueva creación: la comparación del domingo cristiano con la concepción sabática, propia del Antiguo Testamento, suscitó también investigaciones teológicas de gran interés. En particular, se puso de relieve la singular conexión entre loa resurrección y la creación. En efecto, la reflexión cristiana relacionó espontáneamente la resurrección ocurrida relacionó espontáneamente la resurrección ocurrida el primer día de la semana con el primer día de aquella semana cósmica. Esta relación invita a comprender la resurrección como inicio de una nueva creación, cuya primicia es Cristo glorioso, siendo él, primogénito de toda la creación, también el primogénito de entre los muertos.

El domingo es pues el día en el cual, más que en ningún otro, el cristiano está llamado a recordar la salvación que, ofrecida en el bautismo, le hace hombre nuevo en Cristo. Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos. La liturgia señala esta dimensión bautismal del domingo, sea exhortando a celebrar los bautismos, además de en la Vigilia pascual, también en este día semanal "en que la Iglesia conmemora la resurrección del Señor", sea sugiriendo, como oportuno rito penitencial al inicio de la Misa, la aspersión con el agua bendita, que recuerda el bautismo con el que nace toda existencia cristiana.

83.- ¡Alégrate, llena de gracia! (24 dic 2017).

La alegría es un componente fundamental del tiempo que ahora empieza. El Adviento es un tiempo de vigilancia, de oración, de conversión, además de ser un tiempo de ferviente y gozosa espera. El motivo es claro: El Señor está cerca. La primera palabra dirigida a María en el Nuevo Testamento es una invitación gozosa: ¡Alégrate! Este saludo está relacionado con la venida del Señor. A María se le anuncia una alegría que después será proclamada a todo el pueblo. Ella participa de esta alegría de un modo y una intensidad extraordinarios. En ella se concentra la alegría del antiguo Israel y en ella encuentra su plenitud. En ella brota la felicidad de los tiempos mesiánicos de modo irrevocable. El gozo de la Virgen María es, en particular, el gozo del pequeño resto de Israel, de los pobres que esperan la salvación de Dios y que experimentan su fidelidad.

Para participar en la fiesta de Navidad, nos conviene esperar con humildad y acoger con confianza al Salvador: "Todos los fieles que por la liturgia viven el espíritu de Adviento, considerando el amor inefable con que la Virgen María espera a su Hijo, la tomarán como modelo para prepararse al encuentro del Señor que viene, vigilando en oración y llenos de alegría" Pablo VI, Marialis cultus, 4)

84.- Día de la Madre, día de la paz. (01 ene 2018).

El primer día del año nuevo es el día de la Madre. La vemos, pues, como en tantos cuadros y esculturas, con el Niño en brazos, con el Niño en su seno. ¿Acaso no es esta imagen la fuente de nuestra confianza? Pero hay aún otra imagen de la Madre con el Hijo en brazos: es la "Piedad", María con Jesús bajado de la cruz y que, después de la muerte, vuelve a aquellos brazos que lo ofrecieron en Belén cual Salvador del mundo.

Quisiera unir hoy nuestra oración por la paz a esta doble imagen. Por ello digo: "Madre, tú que sabes lo que significa estrechar entre los brazos el cuerpo muerto del Hijo, de Aquel a quien has dado la vida, ahorra a todas las madres de esta tierra la muerte de sus hijos, los tormentos, la esclavitud, la destrucción de la guerra, las persecuciones, los campos de concentración, las cárceles. Mantén en ellas el gozo del nacimiento, del sustento, del desarrollo del hombre y de su vida. En nombre de esta vida, en nombre del nacimiento del Señor, implora con nosotros la paz y la justicia en el mundo. Madre de la Paz, en toda la belleza y majestad de tu maternidad que la Iglesia exalta y el mundo admira, te pedimos: permanece con nosotros en todo momento. Haz que este nuevo año sea un año de paz en virtud del nacimiento y la muerte de tu Hijo. Amén.

85.- ¿No es este el carpintero? (31 ene 2018).

La verdad de que el hombre con su trabajo participa en la obra de Dios, su Creador, ha sido particularmente puesta en relieve por Jesucristo, de quien muchos de sus primeros oyentes de Nazaret se preguntaban asombrados: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿No es este el carpintero? En efecto, Jesús proclamaba y, sobre todo, ponía por obra el evangelio que le había sido confiado, las palabras de la eterna Sabiduría. Por esta razón, se trataba verdaderamente del "evangelio del trabajo", porque el mismo que lo proclamaba era un trabajador, un artesano como José de Nazaret.

Aun que no encontremos en las palabras de Cristo el mandato particular de trabajar -sino más bien, una vez, la prohibición de preocuparse de manera excesiva del trabajo y de los medios de subsistencia- su vida es, a este respecto, suficientemente elocuente: él pertenece al mundo del trabajo, aprecia y respeta el trabajo del hombre. Incluso se puede decir más. mira con amor el trabajo y sus diversas expresiones, viendo en cada una de ellas una manera particular de manifestar la semejanza del hombre con Dios Creador y Padre... En las parábolas sobre el reino de Dios, Jesucristo se refiere constantemente al trabajo: al del pastor, del agricultor, del médico, del sembrador... Presenta al apostolado semejante al trabajo manual de los segadores o de los pescadores. He aquí el grande, aunque discreto, evangelio del trabajo que encontramos en la vida de Cristo y en sus parábolas, en lo que Jesús ha hecho y enseñado.

86.- Volved a mí de todo corazón. (14 feb 2018).

Este tiempo fuerte del año litúrgico está marcado por el mensaje bíblico que se puede resumir en una sola palabra: "metanoeite", es decir, "convertíos". Este imperativo es evocado en la mente de los fieles por el rito austero de la imposición de las sagradas cenizas, rito que, con las palabras: "Convertíos y creed en el evangelio", y con la expresión: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar sobre el deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte. Esto es lo que constatamos cada día y que, por desgracia, nos hace tocar con la mano frecuentemente dolorosos episodios.

La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestra mente a la realidad eterna que nunca pasa, a Dios que es principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. Efectivamente, la conversión no es más que retomar a Dios, valorando las realidades terrenas a la luz indefectible de su verdad. Es una valoración que nos lleva a una conciencia cada vez más clara del hecho de que estamos de paso en las fatigosas vicisitudes de esta tierra, y que nos impulsa y estimula a realizar cualquier esfuerzo para que el reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.

87.- Abandonándolo todo, se levantó y lo siguió. (17 feb 2018).

Escuchar a Cristo y adorarlo lleva a hacer elecciones valerosas, a tomar decisiones a veces heroicas. Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica felicidad. Llama a algunos a dejar todo para que le sigan en la vida sacerdotal o consagrada. Quien advierte esta invitación no tenga miedo de responderle sí y de seguirle generosamente. Pero más allá de las vocaciones de especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado... Cuando se encuentra a Jesús y se acoge su evangelio, la vida cambia y uno es empujado a comunicar a los demás la propia experiencia. Son tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes... Por eso, es urgente ser testigos del amor contemplado en Cristo...

La Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización. Hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás. La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y solo los santos pueden renovar la humanidad.

88.- Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. (17 mar 2018).

En el cumplimiento escatológico, la misericordia se revelará como amor, mientras que, en la temporalidad, en la historia del hombre -que es a la vez historia de pecado y de muerte-, el amor debe revelarse ante todo como misericordia y actuarse en cuanto tal. El programa mesiánico de Cristo -programa de misericordia- se convierte en el programa de su pueblo, el de su Iglesia. Al centro del mismo está siempre la cruz, ya que en ella la revelación del amor misericordioso alcanza su punto culminante.

Cristo, en cuanto crucificado, es el Verbo que no pasa; es el que está a la puerta y llama al corazón de todo hombre, sin coartar su libertad, tratando de sacar de esa misma libertad el amor que es no solamente un acto de solidaridad con el Hijo del hombre que sufre, sino también, en cierto modo, "misericordia" manifestada por cada uno de nosotros al Hijo del Padre eterno. En este programa mesiánico de Cristo, en toda la revelación de la misericordia mediante la cruz, ¿cabe quizá la posibilidad de que sea mayormente respetada y elevada la dignidad del hombre, dado que él, experimentando la misericordia, es también en cierto sentido el que "manifiesta contemporáneamente la misericordia"?

89.- Yo dije: sois dioses. (23 mar 2018).

Definir al hombre como imagen de Dios pone en evidencia aquello por lo que el hombre es hombre, aquello por lo que es un ser distinto de todas las demás criaturas del mundo visible. Son conocidos los muchos intentos que la ciencia ha hecho -y sigue haciendo- en los diferentes campos para demostrar los vínculos del hombre con el mundo natural y su dependencia de él, a fin de inserirlo en la historia de la evolución de las distintas especies.

Respetando ciertamente tales investigaciones, no podemos limitarnos a ellas. Si analizamos al hombre en lo más profundo de su ser, vemos que se diferencia del mundo de la naturaleza más de lo que a él se parece. En esta dirección caminan también la antropología y la filosofía cuando tratan de analizar y comprender la inteligencia, la libertad, la conciencia y la espiritualidad del hombre. El libro del Génesis parece que sale al encuentro de todas estas experiencias de la ciencia y, hablando del hombre en cuanto imagen de Dios, da a entender que la respuesta al misterio de su humanidad no se encuentra por el camino de la semejanza con el mundo de la naturaleza. El hombre se asemeja más a Dios que a la naturaleza. En este sentido, el salmo 82,6 dice: Sois dioses, palabras que luego repetirá Jesús.

90.- Os dejo la paz, una paz que el mundo no puede dar. (01 mayo 2018).

La oración no es un elemento que "sigue" al compromiso a favor de la paz. Al contrario, la oración está en el centro del esfuerzo por la edificación de una paz en el orden, en la justicia y en la libertad. Orar por la paz quiere decir abrir el corazón humano a la irrupción del poder renovador de Dios. Por la fuerza vivificadora de su gracia, Dios puede crear salidas hacia la paz donde parece que no hay más que obstáculos y repliegue sobre uno mismo... Orar por la paz significa orar por la justicia...

No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: he aquí lo que quiero anunciar a los creyentes y a los no creyentes, a los hombres y mujeres de buena voluntad que estiman el bien de la familia humana y su futuro. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón: he aquí lo que quiero recordar a aquellos que tienen en sus manos el destino de las comunidades humanas, para que se dejen guiar siempre, en las decisiones graves y difíciles que tienen que tomar, por la luz del auténtico bien del hombre, en la perspectiva del bien común. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. No me cansaré de repetir esta verdad a los que, por el motivo que sea, alimentan en su corazón el odio, el deseo de venganza, los instintos destructores.

91.- El buen pastor. (18 mayo 2018).

El buen pastor da su vida por sus ovejas. Cuando a los apóstoles les llegó el momento de asumir esta misma misión, se acordaron de las palabras de Jesús. Se dieron cuenta de que serían capaces de llevar a cabo esta misión hasta el final solamente porque Jesús había asegurado que sería él mismo quien actuaría en ellos. Particularmente, Pedro era consciente de ello. Y exhortaba a los ancianos de la Iglesia con estas palabras: Sed pastores del rebaño de Dios que os ha sido confiado.

A lo largo de los siglos, los sucesores de los apóstoles, guiados por el Espíritu Santo, han continuado su misión de reunir el rebaño de Cristo y conducido hacia el reino de los cielos, conscientes de que ellos mismos no pueden asumir una responsabilidad tal, más que "por Cristo, con Cristo y en Cristo". Yo mismo he tomado conciencia de ello cuando el Señor me ha llamado a ejercer la misión de Pedro. Desde el principio de mi pontificado, mis pensamientos, mis oraciones y mis acciones han estado animadas por un único deseo: dar testimonio de que Cristo, el buen Pastor, está presente y actuante en la Iglesia. Por eso, desde el primer día, no he dejado de exhortar: ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo, de aceptar su poder! Y lo repito aún hoy con fuerza: ¡Abrid las puertas a Cristo!

92.- Los envía por primera vez. (15 jul 2018).

Jesús, Hijo de Dios,

en quien habita la plenitud de la divinidad,

que llamas a todos los bautizados

a remar mar adentro,

recorriendo el camino de la santidad,

suscita en el corazón de los jóvenes

el anhelo de ser en el mundo de hoy

testigos del poder de tu amor.

Llénalos con tu Espíritu de fortaleza y de prudencia

para que lleguen a descubrir su auténtico ser

y su verdadera vocación.

Salvador de los hombres,

Enviado por el Padre

para revelar el amor misericordioso,

concede a tu Iglesia el reglo

de jóvenes dispuestos a remar mar a dentro,

siendo entre sus hermanos

manifestación de tu presencia que renueva y salva

Virgen Santísima, Madre del Redentor,

guía segura en el camino hacia Dios y el prójimo,

que guardase sus palabras

en lo profundo de tu corazón,

protege con tu maternal intercesión

a las familias y a las comunidades cristianas,

para que ayuden a los adolescentes y a los jóvenes

a responder generosamente a la llamada del Señor.

Amén.

93.- Santa Brígida copatrona de Europa. (23 jul 2018).

La cultura del continente europeo ha sido modelada por la fe cristiana y mezclada de manera inextricable a su historia, hasta el punto de que esta sería incomprensible sin referencia a los acontecimientos que han caracterizado primero el gran período de la evangelización, y después los largos siglos en el decurso de los cuales el cristianismo, a pesar de la dolorosa división entre Oriente y Occidente, se afirmó como la religión de los europeos... El camino hacia el futuro no puede dejar de tener en cuenta este hecho; los cristianos están llamados a tomar conciencia de manera renovada para demostrar las potencialidades permanentes de esta realidad. Por esta razón, completando lo que en su día hice al declarar copatrones de Europa, al lado de san Benito, a dos santos del primer milenio, los hermanos Cirilo y Metodio, pioneros de la evangelización de Oriente, he pensado completar el cortejo de patronos celestiales con tres figuras igualmente emblemáticas en momentos cruciales de este segundo milenio que toca a su fin: santa Brígida de Suecia, santa Catalina de Siena, santa Teresa Benedicta de la Cruz. Tres grandes santas, tres mujeres que, en épocas diferentes se han distinguido por su amor activo a la Iglesia de Cristo y por el testimonio que han dado de su cruz.

94.- Yo soy el pan de vida. (05 ago 2018).

La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Esta experiencia con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo; en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días llenándolos de confiada esperanza.

Con razón ha proclamado el Concilio Vaticano II que el Sacrificio eucarístico es "fuente y cima de toda la vida cristiana". La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo. Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.

95.- Y creó Dios a los hombres a su imagen; hombre y mujer los creó. (17 ago 2018).

Dice la Escritura: A imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó. Así pues, es importante descubrir, en el libro del Génesis, esta gran verdad: la imagen de sí, que Dios ha puesto en el hombre, pasa también a través de la complementariedad de los sexos. El hombre y mujer, que se unen en matrimonio, reflejan la imagen de Dios y son de alguna manera revelación de su amor. No solo del amor que Dios alberga hacia el ser humano, sino también de la misteriosa comunión que caracteriza la vida íntima de las tres Personas divinas.

Imagen de Dios se puede considerar, además, la misma generación, que hace de toda familia un santuario de la vida. El apóstol Pablo nos dice que de Dios toma su nombre toda paternidad y maternidad. Él es el manantial último de la vida. Por eso, se puede afirmar que la genealogía de toda persona hunde sus raíces en lo eterno. Al engendrar un hijo, los padres actúan como colaboradores de Dios. ¡Misión realmente sublime! No ha de sorprendernos, por consiguiente, que Jesús haya querido elevar el matrimonio a la dignidad de sacramento, mientras san Pablo habla de él como de un gran misterio, poniéndolo en relación con la unión de Cristo con su Iglesia.

96.- El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. (26 ago 2018).

Quien se alimenta de Cristo en la Eucaristía no tiene que esperar el más allá para recibir la vida eterna: la posee ya en la tierra como primicia de la plenitud futura, que abarcará al hombre en su totalidad. En efecto, en la Eucaristía recibimos también la garantía de la resurrección corporal al final del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Esta garantía de la resurrección futura proviene de que la carne del Hijo del hombre, entregada como comida, es su cuerpo en el estado glorioso del resucitado. Con la Eucaristía se asimila, por decirlo así, el "secreto" de la resurrección. Por eso, san Ignacio de Antioquía definía con acierto el Pan eucarístico "fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte".

La tensión escatológica suscitada por la Eucaristía expresa y consolida la comunión con la Iglesia celestial. No es casualidad que en las anáforas orientales y en las plegarias eucarísticas latinas se recuerde siempre con veneración a la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, a los ángeles, a los santos apóstoles, a los gloriosos mártires y a todos los santos. Es un aspecto de la Eucaristía que merece ser resaltado: mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial, asociándonos con la multitud inmensa que grita: La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.

97.- Ya no son dos, sino uno. (07 oct 2018).

Lo que Dios unió no lo separe el hombre. En este "no lo separe" está contenida la grandeza esencial del matrimonio y, al mismo tiempo. la unidad moral de la familia. Hoy pedimos esa grandeza y esa dignidad para todos los esposos del mundo; pedimos esa potencia sacramental y esa unidad moral para todas las familias. ¡Y lo pedimos para el bien del hombre! Para el bien de cada uno de los hombres. El hombre no tiene otro camino hacia la humanidad más que a través de la familia. Y la familia debe ser colocada como el fundamento mismo de toda solicitud para el bien del hombre y de todo esfuerzo para que nuestro mundo humano sea cada vez más humano.

El amor, que une al hombre y a la mujer como cónyuges y padres, es, al mismo tiempo, don y mandamiento. Que el amor es don nos lo dice la carta de san Juan: En eso está el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados. Cumplir el mandamiento del amor significa realizar todos los deberes de la familia cristiana. En definitiva, todos se reducen a él: la fidelidad y la honestidad conyugal, la paternidad responsable y la educación. La Iglesia doméstica significa la familia que vive en el espíritu del mandamiento del amor: su verdad interior, su esfuerzo diario, su belleza espiritual y su fuerza.

98.- Hacedlos fructificar: trabajo humano y reino de Dios. (21 nov 2018).

Cuando Dios creó la humanidad, el hombre y la mujer, dijo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla. Este es, de alguna manera, el primer mandamiento de Dios, relacionado con el orden de la creación. El trabajo humano corresponde a la voluntad de Dios. Cuando decimos: Hágase tu voluntad, nos referimos también al trabajo que llena todas las jornadas de nuestra vida. Cumplimos esta voluntad del Creador cuando nuestro trabajo y las relaciones humanas que genera están impregnados de los valores de la iniciativa, del coraje, de la confianza, de la solidaridad que son reflejo de la imagen de Dios en nosotros...

El Creador ha dotado al hombre del poder de dominar la tierra. Le confía el dominio de la naturaleza por su trabajo, por sus capacidades para llegar al feliz desarrollo de su propia personalidad y de la comunidad entera. Por su trabajo, el hombre obedece a Dios y responde a su confianza. Esto no es ajeno a la petición del Padre nuestro: Venga a nosotros tu reino. El hombre actúa para que el plan de Dios se realice, consciente de ser imagen y semejanza de Dios y de haber recibido de él su fuerza, su inteligencia, sus aptitudes para realizar una comunidad de vida por el amor desinteresado hacia sus hermanos. Todo lo bueno y positivo en la vida del hombre se desarrolla y llega a su meta auténtica en el reino de Dios.

99.- La mies es abundante. (03 dic 2018).

Si uno echa una mirada superficial sobre nuestro mundo, se queda impactado por muchos hechos negativos que le pueden llevar al pesimismo. Pero no deja de ser un sentimiento injustificado. Tenemos fe en Dios, Padre y Señor, en su bondad y su misericordia. Estando ya cerca del Tercer Milenio de la redención, Dios está a punto de preparar para el cristianismo una gran primavera que ya apunta. En efecto, ya sea en el mundo no cristiano como en las cristiandades antiguas, los pueblos tienen tendencia de acercarse progresivamente a los ideales y a los valores evangélicos. Esta tendencia se ve favorecida por el esfuerzo de la Iglesia. Hoy se percibe entre los pueblos una nueva convergencia hacia estos valores: el rechazo de la violencia o la guerra, el respeto de la persona humana y de sus derechos, la sed de libertad, de justicia y de fraternidad, la tendencia a superar los racimos y los nacionalismos exacerbados, la afirmación de la dignidad de la mujer y su estima.

La esperanza cristiana nos sostiene para comprometernos a fondo en la nueva evangelización y en la misión universal. Nos empuja a orar como Jesús nos ha enseñado: Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

100.- La Sagrada Familia y nuestras familias. (30 dic 2018).

Este año, mi mensaje navideño se dirige sobre todo a las familias. Al final del año que de modo especial está dedicado a las familias, nuestro pensamiento se dirige a la Sagrada Familia... Jesús pidió al Padre para que todos fueran uno. Esta oración la pronunció la vigilia de su pasión, pero la lleva en el corazón desde su nacimiento. Padre, que sean uno como tú y yo somos uno. ¿No oraba en este momento también por la unidad de todas las familias humanas?

Es verdad, ante todo pidió por la unidad de la Iglesia, pero la familia sostenida por un sacramento específico es una célula vital de la Iglesia, es a la vez, según la doctrina de los Padres, una pequeña Iglesia doméstica. Jesús, pues, oró desde el comienzo de su venida al mundo para que todos aquellos que creen en él experimenten su comunión con él a partir de la unidad profunda de sus familias; una unidad que forma parte desde el principio del designio de Dios sobre el amor conyugal que está en el origen de la familia. El que se entregó a sí mismo desinteresadamente, viniendo a este mundo, rogó para que todos los seres humanos, al fundar una familia se entregaran mutuamente uno al otro desinteresadamente; maridos y mujeres, padres e hijos y todas las generaciones que componen la familia, cada uno aportando su propio don particular.

101.- Que sean uno. (14 feb 2019).

Es un caso admirable y único ver cómo los dos santos Cirilo y Metodio, teniendo que actuar en situaciones tan complejas y precarias, nunca trataron de imponer a los pueblos eslavos a los que habían de predicar ni la indiscutible superioridad de la lengua griega ni de la cultura bizantina, ni tampoco los usos y costumbres de la sociedad más adelantada en las que ellos habían sido formados. Impulsados por el gran deseo de reunir en Cristo a los nuevos creyentes, adaptaron a la lengua eslava los ricos y refinados textos de la liturgia bizantina, y armonizaron las sutiles y complejas elaboraciones del derecho grecorromano con la mentalidad y las costumbres de los nuevos pueblos.

Habiendo emprendido su misión bajo el mandato de Constantinopla, más tarde buscaron, en un cierto sentido, la confirmación de su trabajo, volviéndose hacia la Sede apostólica de Roma, centro visible de la unidad de la Iglesia. Se puede decir que la invocación de Jesús en su plegaria sacerdotal ut ununm sint, que sean uno, representa su divina misionera, con el mismo espíritu que las palabras del salmista:¡Alabad al Señor, todas las naciones; aclamadlo, ¡todos los pueblos! Para nosotros, los hombres y mujeres de hoy, su apostolado expresa también una llamada ecuménica.

102.- En lo secreto del corazón. (06 mar 2019).

La cuaresma es un tiempo que nos invita a entrar dentro de nosotros mismos. Es un tiempo de intimidad particular con Dios en lo secreto del corazón y de la conciencia. En esta intimidad interior con Dios es donde se realiza la obra esencial de la Cuaresma: la conversión. En el secreto interior, en esta intimidad con Dios, en la total verdad del corazón y de la conciencia, resuenan las palabras del salmo de la liturgia de hoy, una de las confesiones más profundas que el hombre jamás ha presentado ante Dios: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Son palabras que purifican, palabras que transforman. Transforman al hombre interior. ¡Recitémoslas a menudo durante esta Cuaresma! Y sobre todo, intentemos renovar el espíritu que las anima, el soplo interior que ha dado a estas palabras una fuerza de conversión. Porque la Cuaresma es esencialmente una invitación a la conversión. Las obras de piedad de las que habla el evangelio de hoy abren el camino a esta conversión. ¡Ejercitémonos en ella en lo posible! Pero, en primer lugar, busquemos encontrarnos con Dios interiormente en toda nuestra vida, en todo lo que la configura, para llegar a esta conversión profunda de la que habla el salmo penitencial de la liturgia de hoy.

103.- La primacía de la vida interior de san José. (19 abr 2019).

El trabajo de carpintero en la casa de Nazaret está envuelto por el mismo clima de silencio que acompaña todo lo relacionado con la figura de José. Pero es un silencio que descubre de modo especial el perfil interior de esta figura. Los evangelios hablan exclusivamente de lo que José "hizo"; sin embargo, permiten descubrir en sus "acciones" -ocultas por el silencio- un clima de profunda contemplación. José estaba en contacto con el misterio escondido desde siglos, que puso su morada bajo el techo de su casa. Esto explica, por ejemplo, por qué santa Teresa de Jesús, la gran reformadora del Carmelo contemplativo, se hizo promotora de la renovación del culto a san José en la cristiandad occidental.

El sacrificio total, que José hizo de toda su existencia a las exigencias de la venida del Mesías a su propia casa, encuentra una razón adecuada "en su insondable vida interior, de la que le llegan mandatos y consuelos singularísimos y de donde surge para él la lógica y la fuerza -propia de las almas sencillas y limpias- para las grandes decisiones, como la de poner enseguida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima vocación humana, su fidelidad conyugal, aceptando de la familia su condición propia, su responsabilidad y peso, y renunciando, por un amor virginal incomparable, al natural amor conyugal que la constituye y alimenta" (Pablo VI)

104.- El trabajo, expresión del amor. (01 may 2019).

En el crecimiento humano de Jesús en sabiduría, edad y gracia, representó una parte notable la virtud de la laboriosidad, al ser el trabajo un bien del hombre que transforma la naturaleza y que hace al hombre en cierto sentido más hombre. La importancia del trabajo en la vida del hombre requiere que se conozcan y asimilen aquellos contenidos que ayuden a todos los hombres a acercarse a través de él a Dios, Creador y Redentor, a participar en sus planes salvíficos respecto al hombre y al mundo, y a profundizar en sus vidas la amistad con Cristo, asumiendo mediante la fe una viva participación en su triple misión de sacerdote, profeta y rey.

Se trata, en definitiva, de la santificación de la vida cotidiana, que cada uno debe alcanzar según el propio estado y que puede ser fomentada según un modelo accesible a todos: san José es el modelo de los humildes, que el cristianismo eleva a grandes destinos; san José es la prueba de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan grandes cosas, sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas.

105.- ¿Me amas? (05 may 2019).

Para siempre, hasta el fin de su vida, Pedro hizo su camino acompañado de esta triple pregunta: ¿Me amas? Y todas sus actividades fueron conformes a la respuesta que había dado en su momento: cuando fue llamado a comparecer delante del Sanedrín; cuando fue encarcelado en Jerusalén...Y cuando en Roma hubo perseverado hasta el fin de sus días, conoció la fuerza de las palabras según las que Otro le conduciría allí donde él no querría.

Pedro no quiso desprenderse de esta pregunta: ¿Me amas? Dondequiera que iba la llevaba con él. Y la lleva a través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de pueblos nuevos y nuevas naciones. En medio de lenguas y razas siempre nuevas. Él la lleva solo y, sin embargo, no está nunca solo, otros la llevan con él. Ha habido y hay muchos hombres y mujeres que han sabido y saben todavía hoy que toda su vida tiene valor y sentido solamente en la medida en que es una respuesta a esta misma pregunta: ¿Me amas? Ellos han dado y dan su respuesta de manera total y perfecta -una respuesta heroica- o bien, de manera común, ordinaria. Pero en todo caso saben que su vida, que la vida humana en general, tiene valor y sentido en la medida en que es respuesta a esta pregunta: ¿Me amas? Solo por esta pregunta la vida vale la pena ser vivida.

106.- Si el mundo os odia, sabed que primero me ha odiado a mí.  (25 may 2019).

El que me ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. Se trata aquí de una verdad que el mundo contemporáneo a menudo rechaza y desprecia, porque hace del amor a sí mismo el criterio supremo de la existencia. pero los testigos de la fe [del siglo XX] no pensaron en su ventaja propia, ni en su bienestar, ni tan solo en su supervivencia como si fueran valores superiores a la fidelidad al evangelio. A pesar de su debilidad, se opusieron vigorosamente al mal. En su fragilidad brilló la fuerza de la fe y de la gracia del Señor.

La preciosa herencia que estos testigos de la fe nos han dejado es un patrimonio común a todas las Iglesias y a todas las comunidades eclesiales... El ecumenismo más convincente es el de los mártires y los testigos de la fe; ello indica a los cristianos del siglo veintiuno el camino de la unidad. Es la herencia de la cruz vivida a la luz de la Pascua; herencia que enriquece y sostiene a los cristianos a medida que avanzan en el nuevo milenio. ¡Que en el siglo y milenio que empieza la memoria de estos hermanos y hermanas permanezca siempre viva!

107.- Carta de Juan Pablo II a Monseñor Raymund Séguy.

(Obispo de Autun, Chalon y Mâcon) Según el Magnificat de junio de 2.019.

El Tricentenario de la muerte de santa Margarita María, canonizada por su predecesor Benedicto XV en 1.920, reaviva el recuerdo de aquella que, desde 1673 a 1675, fue favorecida con apariciones del Señor Jesús, y vio que se le confiaba un mensaje cuya irradiación fue inmensa en la Iglesia. En la Octava del Corpus de 1675, en este gran siglo en el que tanto autores como artistas habían penetrado en las riquezas del alma humana, la joven visitandina de Paray-le-Monial entiende impactante expresión: "He aquí ese corazón que tanto ha amado a los hombres y que no se ha ahorrado nada hasta agotarse y consumirse para mostraros su amor; y como reconocimiento, no recibo de la mayoría más que ingratitudes"

Durante mi peregrinación en 1986 a la tumba de Margarita María, pedí que, en el espíritu de lo que ella había transmitido a la Iglesia, se rindiera fielmente culto al Sagrado Corazón. Porque junto al corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino; junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre recibe la capacidad de amar.

Santa Margarita María experimentó la gracia de amar a través de la cruz. En ella, nos presenta un mensaje siempre actual. Es preciso, dice ella, que "nos hagamos copias vivas de nuestro Esposo crucificado, manifestándolo en nosotros con todas nuestras acciones" (carta del 5 de enero de 1689). Ella nos invita a contemplar el Corazón de Cristo, es decir, a reconocer, en la humanidad del Verbo encarnado, las riquezas infinitas de su amor al Padre y por los hombres. Ahora bien, es el amor de Cristo quien hace que el hombre sea digno de ser amado. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, ha recibido un corazón ávido de amor y capaz de amar. El amor del Redentor, que o sana de la herida del pecado, lo eleva a la condición de hijo- Con santa Margarita María, unida al Salvador hasta el sufrimiento ofrecido por amor, pediremos la gracia de reconocer el valor infinito de todo hombre.

Para dar el culto del Sagrado Corazón el lugar que le corresponde en la Iglesia, debemos retomar la exhortación de san Pablo: "Tened en vosotros los sentimientos de Cristo Jesús" (Flp 2,5).Hay que leer todos los relatos evangélicos desde esta perspectiva: cada versículo, meditado con amor, revelará un aspecto del misterio escondido desde los siglos ahora manifestado ante nuestros ojos (cf. Col 1,26). El Hijo unigénito de Dios, al encarnarse, toma un corazón humano. A lo largo de los años que pasa en medio de los hombres, "manso y humilde de corazón" (Mt 11,29), revela las riquezas de su vida interior con cada uno de sus gestos, miradas, palabras, silencios. En Cristo Jesús se realiza en plenitud el mandato del Antiguo Testamento: "Amarás al Señor con todo tu corazón" (Dt 6,4). De hecho, solo el corazón de Cristo amó al Padre con un amor indivisible.

Así pues estamos llamados a participar en este amor y a recibir, por el Espíritu Santo, esta extraordinaria capacidad de amar. Después del encuentro con el Resucitado en el camino de Emaús, los discípulos se maravillan: "¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino, cuando nos explicaba las escrituras?" (Lc 24,32). Sí, el corazón del hombre arde en contacto con el corazón de Cristo, porque descubre con qué amor de Padre el Señor resucitado ha cumplido "lo que anunciaron los profetas" (Lc 24,25).

Así, la humanidad del Señor Jesús muerto y resucitado se nos revela por la contemplación de su Corazón. Alimentada por la meditación, por la palabra de Dios, la oración de adoración nos pone en una relación más estrecha, más íntima, con ese "Corazón que tanto amó a los hombres". Así entendida, la devoción al Sagrado Corazón promueve la participación activa de los fieles en los tiempos de gracia de la Eucaristía y del sacramento de penitencia; sacan también, en el estrecho vínculo con la humanidad de Cristo dada para la salvación del mundo, el deseo de ser solidarios con todos los que sufren y el coraje de ser testigos de la Buena Nueva.

Animo a los pastores, a las comunidades religiosas y a todos los animadores de peregrinaciones a Paray-le-Monial a que contribuyan a la irradiación del mensaje recibido por santa Margarita María. A usted mismo, pastor de la Iglesia de Autun, y a todos aquellos que se dejen captar por esta enseñanza, deseo que descubran en el corazón de Cristo la fuerza del amor, la fuente de la gracia, la presencia real del Señor en su Iglesia por el don diariamente renovado de su Cuerpo y su Sangre. A cada uno de ustedes, concedo con gusto mi bendición apostólica.

Dado en el Vaticano, el 22 de junio de 1990, en la fiesta del Sagrado Corazón.

108.- Rogad al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.

Según el Magnificat de julio de 2.019.

Señor Jesús, que has escogido y llamado a los apóstoles

y le has confiado el encargo de predicar el evangelio,

haz que, tampoco hoy, falten en tu Iglesia

sacerdotes santos que lleven a todos

los frutos de tu muerte y de tu resurrección.

Espíritu Santo, tú que santificas a la Iglesia

con la constante efusión de tus dones,

mete en el corazón de los llamados

a la vida consagrada

una íntima y fuerte pasión por el reino,

a fin de que con un "sí" generoso e incondicional

pongan su existencia al servicio del evangelio.

Virgen Santísima, tú que sin dudar

te ofreciste al Todopoderoso

para la realización de su designio de salvación,

suscita en el corazón de los jóvenes la confianza

a fin de que haya siempre pastores celosos

que guíen al pueblo cristiano por el camino de la vida,

y almas consagradas capaces de dar testimonio,

a través de la castidad, la pobreza y la obediencia,

de la presencia liberadora de tu Hijo resucitado.

Amén.

109.- ¡Abrid las puertas a Cristo Redentor! (14 oct 2.019).

¡Pueblos todos, abrid las puertas a Cristo! Su evangelio no resta nada a la libertad humana, al debido respeto de las culturas, a cuanto hay de bueno en cada religión. Al acoger a Cristo, os abrís a la Palabra definitiva de Dios, a aquel en quien Dios se ha dado a conocer plenamente y a quien el mismo Dios nos ha indicado como camino para llegar hasta él. El número de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la Iglesia aumenta constantemente; más aún, desde el final del Concilio, cadi se ha duplicado. Para esta humanidad inmensa, tan amada por el Padre que por ella envió a su propio Hijo, es patente la urgencia de la misión.

Por otra parte, nuestra época ofrece en este campo nuevas ocasiones a la Iglesia: la caída de ideologías y sistemas políticos opresores; la apertura de fronteras y la configuración de un mundo más unido, merced al incremento de los medios de comunicación... Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad más preparada para la siembra evangélica. Preveo que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad-gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos.

110.- ¡La fe se fortalece dándola! (25 oct 2.019).

La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal.

Pero lo que más me mueve a proclamar la urgencia de la evangelización misionera es que esta constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual, el cual está conociendo grandes conquistas, pero parece haber perdido el sentido de las realidades últimas y de la misma existencia. "Cristo Redentor -he escrito en mi primera Encíclica- revela `plenamente el hombre al mismo hombre". El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo debe acercarse a Cristo. La redención llevada a cabo por medio de la cruz ha vuelto a dar definitivamente al hombre la dignidad y el sentido de su existencia en el mundo.

111.- Son hijos de Dios e hijos de la resurrección. (23 nov 2.019).

Como sacramento de la Iglesia, el matrimonio tiene índole de indisolubilidad. Como sacramento de la Iglesia, es también palabra del Espíritu, que exhorta al hombre y a la mujer a modelar toda su convivencia sacando fuerza del misterio de la redención del cuerpo. La redención del cuerpo significa esa esperanza que en la dimensión del matrimonio, puede ser definida esperanza de cada día, esperanza de la temporalidad.

La dignidad de los esposos se manifiesta en la conciencia profunda de la santidad de la vida a la que los dos han dado origen, participando -como padres- en las fuerzas del misterio de la creación. A la luz de la esperanza, que está vinculada con el misterio de la redención del cuerpo, esta nueva vida humana, el hombre nuevo concebido y nacido de la unión conyugal de su padre y de su madre, se abre a las primicias del Espíritu para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Y si la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto, una esperanza especial acompaña a los dolores de la madre que va a dar a luz, esto es, la esperanza de la manifestación de los hijos de Dios, la esperanza de la que todo recién nacido que viene al mundo trae consigo un destello. A esta se refieren las palabras en las que Cristo se remite a la resurrección de los cuerpos: Son hijos de Dios, hijos de la resurrección.

112.- Sígueme. (18 ene 2.020).

Cada vocación es un acontecimiento personal y original, pero también un hecho comunitario y eclesial. Nadie es llamado a ir solo. Cada vocación es suscitada por el Señor como un don para la comunidad cristiana, de la que poder sacar un provecho.

Es sobre todo a vosotros, los jóvenes, a quienes me quiero dirigir: ¡Cristo tiene necesidad de vosotros para llevar a cabo su proyecto de salvación! ¡Cristo tiene necesidad de vuestra juventud, de vuestro entusiasmo generoso para el anuncio del evangelio! Responded a esta llamada con el don de vuestra vida a Dios y a los hermanos. Confiad en Cristo, que nunca va a decepcionar vuestros deseos y vuestros proyectos, sino que los llenará de sentido y de gozo. Él mismo dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. ¡Abrid confiadamente vuestro corazón a Cristo! Dejad que, a través de la escucha cotidiana y llena de adoración de las Escrituras, que es el libro de la vida y de las vocaciones llevadas a término, se refuerce en vosotros su presencia.

113.- Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado. (19 mar 2.020).

Al comienzo de su peregrinación en la fe, la fe de María se encuentra con la fe de José. Si Isabel había dicho de la Madre del Redentor: Dichoso tú que has creído, en cierto sentido se puede también atribuir esta bienaventuranza a José, porque él respondió afirmativamente a la Palabra del Señor cuando le fue anunciada en este momento decisivo. José, es cierto, no respondió al anuncio del ángel como María, pero él hizo lo que el ángel le había dicho: llevársela con la esposa. Lo cual es pura obediencia a la fe.

Se puede decir que lo hizo José le unió, de manera muy especial, a la fe de María; aceptó como una verdad venida de Dios lo que ella había aceptado ya en el momento de la anunciación. Así él llega a ser, de manera singular, el depositario del misterio escondido desde los siglos en Dios, de la misma manera que María lo es en este momento decisivo, llamado por el apóstol Pablo la plenitud de los tiempos. José es, con María, el primer depositario de este misterio divino. Teniendo ante los ojos el texto de los dos evangelistas Mateo y Lucas, se puede igualmente decir que José es el primero en particular de la fe de la Madre de Dios y así sostiene a su esposa en la fe de la anunciación divina; Dios lo puso el primero en el camino de la peregrinación en la fe de María.

114.- Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros" (16 abr 2.020).

Más que nunca tenemos necesidad de entender esta palabra de Cristo resucitado: ¡No tengáis miedo! Es una necesidad para el hombre de hoy... que no cesa de tener miedo en su fuero interno y no sin razón... Es igualmente una necesidad para todos los pueblos y todas las naciones del mundo entero.

Es necesario que, en la conciencia de cada ser humano, se fortalezca la certeza de que existe Alguien que tiene en sus manos el futuro del mundo que pasa, Alguien que guarda las llaves de la muerte y de los abismos, Alguien que es el Alfa y la omega de la historia del hombre, ya sea individual o colectiva; y, sobre todo, la certeza de que este Alguien es Amor, el Amor hecho hombre, el Amor crucificado y resucitado, el Amor siempre presente en medio de los hombres. Él es el Amor eucarístico. Es fuente inagotable de comunión. Es el único a quien podemos creer sin la más mínima reserva cuando nos pide: ¡No tengáis miedo!

115.- El que cree en mí no morirá, sino que obtendrá la vida eterna. (22 abr 2.020).

¿Qué nos está diciendo, pues, la cruz de Cristo, que es en cierto sentido la última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y, sin

embargo, esta no es aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: Ha resucitado. Ellos lo repetirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado...

Creer en el Hijo crucificado significa ver al Padre, significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es esta la dimensión indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle perecer en la gehena.

116.- ¿Me amas? (26 abr 2.020).

Para siempre, hasta el final de su vida, Pedro tenía que seguir su camino acompañando de esta triple pregunta: ¿Me amas?, y medir todas sus actividades según la respuesta que entonces había dado. Sabía también que, gracias a la fuerza de esas palabras, en la Iglesia los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones y que el Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.

Pedro ya no pudo jamás desprenderse de esta pregunta: ¿Me amas? La llevaba consigo dondequiera que fuera. La lleva a través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de los nuevos pueblos y de las nuevas naciones. En medio de las lenguas y de las razas siempre nuevas. La lleva él solo, y sin embargo, nunca está solo. Otros la llevan con él. Ha habido y hay muchos hombres y mujeres que han sabido y saben todavía hoy que toda su vida tiene valor y sentido solo y exclusivamente en la medida en que es una respuesta a esta misma pregunta: ¿Amas?¿Me amas? Han dado y dan su respuesta de manera total y perfecta -una respuesta heroica- o bien de manera común, ordinaria. Pero en todo cado saben que su vida, que la vida humana en general, tiene valor y sentido en la medida que es la respuesta a esta pregunta: "¿Amas?" Es tan solo gracias a esta pregunta que la vida vale la pena ser vivida.

117.- Es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida.   (23 jun 2.020).

Os quiero animar a seguir por el camino del evangelio, una vía estrecha, es verdad, pero una vía real, segura, recorrida por generaciones de cristianos, enseñada por los santos. Es el camino por donde vuestros hermanos en la Iglesia universal se esfuerzan por avanzar. Este camino no pasa por la resignación, por la renuncia o por el abandono. No conduce a una relativización del sentido moral, más bien desearía que la ley civil ayudara a elevar a la persona humana. No busca enterrarse a sí misma, a pasar desapercibida, sino que requiere la audacia gozosa de los apóstoles. Rechaza la pusilanimidad, mostrándose al mismo tiempo respetuosa frente a los que no comparten su mismo ideal.

"¡Reconoce, oh cristiano, tu dignidad!", decía san León Magno. Y yo, su indigno sucesor, os lo digo a vosotros, hermanos míos: Reconoced vuestra dignidad. Estad orgullosos de vuestra fe, del don del Espíritu que el Padre os ha otorgado. Vengo a vosotros como un pobre, con la única riqueza de la fe, peregrino del evangelio. Dad a la Iglesia y al mundo ejemplo de vuestra fidelidad sin desfallecer y de vuestro celo misionero. Mi visita entre vosotros quiere ser una llamada a un nuevo ímpetu ante las múltiples tareas que tenéis ante vosotros.

118.- ¿No es este el hijo del carpintero? (31 jul 2.020).

La comunión de vida entre José y Jesús nos conduce a considerar el misterio de la encarnación bajo el aspecto de la humanidad de Cristo, instrumento eficaz de la divinidad para la santificación de la humanidad. Entre estas acciones, los evangelistas realizan aquellas que tienen que ver con el misterio pascual, sin dejar de subrayar la importancia del contacto físico con Jesús.

El testimonio apostólico no ha dejado de describir el nacimiento de Jesús, la circuncisión, la presentación en el templo, la huida a Egipto y la vida oculta en Nazaret. Lo hicieron a causa del misterio de gracia contenido en estos gestos, todos salvíficos, porque participan de la misma fuente de amor: la divinidad de Cristo. Si este amor, por su humanidad, irradia sobre todo el género humano, los primeros beneficiarios eran aquellos, evidentemente que la voluntad de Dios había llamado a su intimidad más estrecha: María, su madre, José, su padre putativo. Como el amor paternal de José no podía no influir en el amor filial de Jesús y que, recíprocamente, el amor filial de Jesús no podía no influir en el amor paternal de José, ¿cómo podremos conocer en profundidad esta relación totalmente singular? Las almas más sensibles a los impulsos del amor divino ven con toda razón en José un ejemplo luminoso de vida interior.

119.- ¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano? (13 sep 2.020).

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús. Este misterio, no solo para la misma Iglesia en cuanto comunidad de creyentes, sino también en cierto sentido para todos los hombres, es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la oración que él mismo nos enseñó, pidiendo: perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores, es decir, ¡a aquellos que son culpables de algo respecto a nosotros!

Es en verdad difícil expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e inculcan. ¿Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos de otros van pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo ha expresado en la invitación concisa a soportarnos mutuamente con amor. ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre, del prójimo y de uno mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la convivencia de cada día, en las diversas condiciones de nuestra existencia!

120.-Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres. (18 sep 2.020).

En la historia de la Iglesia, desde los primeros tiempos, había, junto a los hombres, numerosas mujeres en las que se expresaba con fuerza la respuesta de la Iglesia-Esposa al amor redentor de Cristo-Esposo... La Iglesia, en efecto, defendiendo la dignidad de la mujer y su vocación, ha manifestado su gratitud hacia ellas, las que, fieles al evangelio, han participado en todos los tiempos en la misión apostólica de todo el pueblo de Dios y las ha honrado. Santas mártires, santas vírgenes, madres de familia, han dado testimonio de su fe con valentía y también, por la educación de sus hijos en el espíritu del evangelio, han transmitido la fe y la tradición de la Iglesia... Incluso, enfrentándose a graves discriminaciones sociales, las santas mujeres han obrado con libertad, fuertes por su unión con Cristo...

En nuestros días, la Iglesia no cesa de enriquecerse gracias al testimonio d numerosas mujeres que viven generosamente su vocación a la santidad. Las santas mujeres son una encarnación del ideal femenino: pero también son un modelo para todos los cristianos, un modelo de "séquela Christi", del seguimiento de Cristo, un ejemplo de la manera en que la Iglesia-esposa tiene que responder con amor al amor de Cristo-Esposo.

121.- Gracias, Padre, porque has revelado estas cosas a los más pequeños. (03 oct 2.020).

Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios e inteligentes, y las has revelado a los más pequeños. Jesús exulta de gozo por la paternidad divina; exulta, de gozo porque puede revelar esta paternidad; exulta, en fin, porque en los "más pequeños" se revela un esplendor particular de la paternidad divina. Y el evangelista Lucas califica todo ello de gozo desbordante en el Espíritu Santo.

Eso que, durante la teofanía trinitaria junto al Jordán, ha venido "del exterior", de lo alto, proviene aquí "del interior", es decir, de lo más profundo de Jesús. Es otra revelación del Padre y del Hijo, unidos en el Espíritu Santo. Jesús habla solamente de la paternidad de Dios y de su propia filiación; no habla explícitamente del Espíritu que es amor y, por tanto, unión del Padre y del Hijo. Y, sin embargo, lo que dice el Padre y de sí mismo como Hijo viene de la plenitud del Espíritu que está en é, que llena completamente su corazón, penetra su propio yo, inspira y vivifica su acción en toda su profundidad. De ahí proviene ese desbordamiento de gozo en el Espíritu Santo. La unión de Cristo con el Espíritu Santo, de la cual Jesús tiene perfecta conciencia, se expresa en este desbordamiento de gozo, el cual en cierto sentido, hace perceptible la fuente secreta que reside en él.

122.- Se levantará pueblo contra pueblo. (24 nov 2.020).

Vistos los múltiples peligros y amenazas contra la existencia humana, los cristianos luchan con todas las fuerzas que les da su esperanza y unidos con todos los hombres de buena voluntad por un futuro más seguro, digno de ser vivido. Además, lo que nos anima no es tan solo una esperanza puramente terrestre, sino también, y sobre todo, esta esperanza que proviene de la fe, de la cual el fundamento y finalidad es, en definitiva, el mismo Dios que, en Cristo Jesús, ha dicho su sí definitivo al hombre. Cristo, con su cruz y resurrección, ha vencido todo sufrimiento y toda la calamidad del mundo, convirtiéndose así, para nosotros, en signo de esperanza.

La esperanza es una virtud divina; en el sentido más profundo es un don que obtendréis... orando mucho a Dios con los demás y por los demás... Nosotros los cristianos, tenemos igualmente el deber de manifestar públicamente nuestra esperanza y de compartirla con otros. A través de nuestras palabras, ricas en esperanza, podremos ayudar a los demás a vencer el miedo a vivir, la resignación y la indiferencia, y tener confianza en Dios y en los hombres. Como discípulos de Cristo... podréis ofrecer al hombre de hoy, envuelto en mil amenazas y lleno de confusión, la palabra de esperanza que nos hace libres.

123.- El misterio de la Sagrada Familia. (27 dic 2.020).

Mediante esta santa santísima Familia de Belén y de Nazaret de la que ha venido a ser hijo el Hijo mismo de Dios eterno, Cristo, la Iglesia piensa hoy en todas las familias, se dirige a cada una y ruega por cada una. Esto adquiere una actualidad más especial puesto que nos encontramos en el año del Sínodo de los Obispos, dedicado a la misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo.

Esta fiesta es, al mismo tiempo, la Jornada de la familia, porque la "Sagrada Familia de Jesús, María y José" es modelo de vida para cada uno de los hombres, para cada uno de los cristianos, para cada comunidad familiar. "La familia es tanto más humana cuanto más cristiana sea", han dicho los padres sinodales. Como la Sagrada Familia de Nazaret fue el lugar privilegiado del amor, el ambiente singular donde reinaba el respeto mutuo por cada una de las personas y por su vocación y, además, la primera escuela en la que se vivió intensamente el mensaje cristiano, así la familia cristiana y humana es, y debe ser, comunidad de amor y vida, que son sus valores fundamentales.

124.- Sígueme. (20 feb 2.021).

El tiempo cuaresmal p creyentes a revivir, mediante el compromiso de purificación personal, este mismo itinerario espiritual [del pueblo judío en el desierto], tomando conciencia de la pobreza y de la precariedad de la existencia, y redescubriendo la intervención provincial del Señor que llama a tener los ojos abiertos ante las penurias de los hermanos más necesitados. Así, la Cuaresma es también el tiempo de la solidaridad ante las situaciones precarias en las que se encuentran personas y pueblos de tantos lugares del mundo.

Del amor de Dios aprende el cristiano a socorrer al necesitado, compartiendo con él los propios bienes materiales y espirituales. Esta solicitud no representa materiales y espirituales. Esta solicitud no representa solo una ayuda material para quien está en dificultad, sino que es también una ocasión de crecimiento espiritual para el mismo que la práctica, que así se ve alentado a despegarse de los bienes terrenos. En efecto, existe una dimensión más elevada, indicada por Cristo con su ejemplo: El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. De este modo quería él expresar su total disponibilidad hacia el Padre celestial, cuya voluntad deseaba cumplir sin dejarse atar por la posesión de los bienes terrenos... En este camino nos precede Cristo. Su presencia es fuerza y estímulo: él nos libera y nos hace testigos del amor.


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