SAN JUAN EUDES
1.- Su madre lo guardaba todo en su corazón. (13 jun 2015).
Entre las fiestas de la Virgen María, la de su Corazón es como el corazón y la reina de las demás, porque el corazón es la sede del amor y de la caridad. ¿Cuál es el sujeto de esta solemnidad? Es el corazón de la Hija única y bien amada del Padre eterno; es el corazón de la Madre de Dios; es el corazón de la Esposa del Santo Espíritu; es el corazón de la buena Madre de todos los fieles. Es un corazón totalmente abrasado por amor hacia Dios, totalmente inflamado de caridad hacia nosotros.
Es todo amor a Dios, porque jamás amó nada más que a Dios, y lo que Dios quiso que amara en él y por él. Es todo amor, porque la bienaventurada Virgen siempre amó a Dios con todo su corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas. Es todo amor porque no sólo quiso siempre todo lo que Dios quería y jamás quiso nada de lo que no quería, sino que puso siempre toda su alegría en la voluntad de Dios. Es todo amor para con nosotros. Ella nos ama con el mismo amor con que ama a Dios, porque es a Dios a quien mira y ama en nosotros. Y nos ama con el mismo amor con el que ama al Hombre Dios, que es su hijo Jesús. Porque sabe que es nuestro maestro, nuestra cabeza, y que nosotros somos sus miembros y, por consiguiente que somos sólo uno con él.
2.- Descargad en él todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros. (15 oct 2015).
En los diversos pasajes de las Sagradas Escrituras Dios nos asegura que constantemente cuida de nosotros con desvelo, que nos lleva y llevará siempre en su regazo, sobre su corazón y en sus entrañas. En un texto de Isaías nos asegura que, si una madre llegará a olvidarse del hijo que un día llevó en su seno, él, sin embargo, jamás nos olvidará y que ha escrito nuestro nombre en sus manos para no olvidarnos nunca.
Cristo nos dice que no tenemos por qué preocuparnos de lo necesario para la vida y el vestido, pues el Padre en persona lo hace por nosotros ya que de sobra conoce nuestras necesidades; que ha contado todos los cabellos de nuestra cabeza y que ninguno de ellos caerá sin su licencia; que su Padre nos ama igual que a él, y que su propio amor a nosotros es idéntico al que profesa a su Padre; que él desea que estemos donde él está, es decir, que anhela vernos reposar en el mismo regazo de su padre; que quiere vernos sentados con él en el mismo trono y que quiere, en una palabra, que seamos con él una misma persona unida a la del padre.
3.- He aquí a tu madre. (04 jun 2016).
María nos mira y nos ama en cierto modo como a su Hijo y como a sus propios hijos, que tienen esta gloriosa característica por dos razones. En primer lugar, porque siendo la madre del Señor, de la cabeza, ella es por consiguiente madre de los miembros. En segundo lugar, porque nuestro Salvador, en la cruz, nos dio a su Madre en calidad de hijos. Nos la dio no sólo en calidad de reina y soberana, sino en una calidad más ventajosa para nosotros, es decir, en calidad de madre, diciéndonos a cada uno de nosotros lo que le dice a su discípulo muy amado: He aquí a tu madre. Y nos la da, no sólo en calidad de servidores o en calidad de esclavos, lo que sería un gran honor para nosotros, sino en calidad de hijos.
He aquí a tu hijo, le dice Jesús, hablando de cada uno de nosotros en la persona de san Juan, como si le dijera: "He aquí a todos los miembros a los que te doy para ser tus hijos; los pongo en mi sitio, con el fin de que los mires como me miras a mí, y que los ames con el mismo amor con que me amas a mí... ámalos como yo los amo". Madre de Jesús, tú nos miras y nos amas como a tus hijos, como hermanos de tu hijo Jesús, con el mismo corazón; nos amas y nos amarás eternamente con el mismo amor maternal con que tú le amas.
4.- El reino de Dios ha venido a vosotros. (23 mar 2017).
Los misterios de Jesús no han llegado todavía a su total perfección y plenitud. Han llegado, ciertamente, a su perfección y plenitud en la persona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros, ni en su Iglesia, que es su cuerpo místico.
El Hijo de Dios quiere comunicar, y extender en cierto modo, y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia, ya sea mediante las gracias que ha determinado otorgarnos, ya mediante los efectos que quiere producir en nosotros a través de estos misterios. En este sentido, quiere completarlos en nosotros. Por esto, san Pablo dice que Cristo halla su plenitud en la Iglesia y que todos nosotros contribuimos a su edificación y a la medida de Cristo en su plenitud... El mismo apóstol dice, en otro lugar, que él completa en su carne los dolores de Cristo.
De este modo, el Hijo de Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos los estados y misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros los misterios de su encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose en nosotros y volviendo a nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del bautismo y de la sagrada Eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e interior, escondida con él en Dios.
Quiere completar en nosotros el misterio de su pasión, muerte y resurrección, haciendo que suframos, muramos y resucitemos con él y en él. Finalmente, completará en nosotros su estado de vida gloriosa e inmortal.
Según esto, los misterios de Cristo no estarán completos hasta el final de aquel tiempo que él ha destinado para la plena realización de sus misterios en nosotros y en la Iglesia, es decir, hasta el fin del mundo.
5.- Purifica primero tu interior. (28 ago 2018).
Os daré un corazón nuevo, os infundiré un espíritu nuevo. Para que conociéramos cuál es este corazón y este espíritu nuevo, el Señor añadió: Pondré mi Espíritu en vosotros. Tan solo el Espíritu y el corazón de Dios son dignos de amar y alabar a Dios, capaces de bendecirlo y amarlo como se debe. Por eso, Señor, nos habéis dado vuestro corazón, el corazón de vuestro Hijo Jesús, y también el corazón de su divina Madre y el de todos los santos y el de los ángeles, pues todos juntos no hacen sino un solo corazón, tal como pasa con la cabeza y los miembros, que no son sino un solo cuerpo.
Renunciad, pues, hermanos a vuestro propio corazón, a vuestro espíritu, a vuestra propia voluntad y a vuestro amor propio. Daos a Jesús para poder entrar en la inmensidad de su corazón, que contiene el de su Madre y el de todos los santos, para poderos perder en este abismo de amor, de humildad y de paciencia. Si amáis a vuestro prójimo y podéis hacer por él un acto de caridad, amadle y haced por él lo que debáis en el corazón de Jesús. Si se trata de humillarse, que sea con la humildad de este corazón. Si se trata de obedecer, que sea con la obediencia de su corazón. Si hay que alabar, adorar y dar gracias a Dios, que sea unidos a la adoración, la alabanza y la acción de gracias que se nos da a través de este gran corazón.
7.-
Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.
(19 oct 2018).Nuestro
amantísimo Salvador nos asegura en muchos lugares de la Sagrada Escritura que
él está constantemente cuidando de nosotros y tiene su mirada puesta sobre
nuestras vidas; él mismo nos lleva y nos llevará siempre en su corazón, en su
pecho y en sus entrañas. Tengamos cuidado de no apoyarnos nunca ni en el poder
o el favor de nuestros amigos, ni en nuestros bienes, ni en nuestro espíritu,
ni en nuestro saber, ni en nuestras fuerzas, ni en nuestros buenos deseos y
propósitos, ni en nuestra oración, ni siquiera en la confianza que podemos
tener en Dios, ni en los medios humanos, ni en cosa alguna creada, sino
únicamente en la sola misericordia de Dios.
No quiero decir que no hayamos de servirnos de todas estas cosas, y hacer todo lo que esté en nuestra mano para vencer los vicios, para ejercitarnos en la virtud y para cumplir las tareas que Dios nos ha confiado y las obligaciones que derivan de nuestro estado. Pero debemos renunciar a todo apoyo y confianza que podamos tener en las cosas mencionadas, y fiarnos de la pura bondad de nuestro Señor. Debemos esforzarnos tanto y trabajar según nuestras fuerzas, como si nada esperáramos de Dios; y no obstante, no debemos apoyarnos en nuestro trabajo y cuidado, sino, como si no hiciéramos nada, esperar todo únicamente de la misericordia de Dios.
8.- Envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados. (28 jun 2019).
El Corazón de nuestro Salvador es una hoguera ardiente de amor hacia nosotros, un amor purificador, un amor iluminador, un amor santificador, un amor transformador y un amor que deifica. Un amor que purifica los corazones más que el fuego purifica el oro. Un amor que ilumina, disipa las tinieblas del infierno que cubren la tierra y nos hace entrar en la luz admirable del cielo. Nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Un amor que santifica, destruye el pecado en nuestras almas para establecer en ella el reino de la gracia. Un amor que transforma las serpientes en palomas, los lobos en corderos, los animales en ángeles, los hijos del diablo en hijos de Dios, los hijos de la cólera y de la maldición en hijos de la gracia y de la bendición. Un amor que deifica, haciendo participar a los humanos en la condición divina, partícipes de la santidad de Dios, de su misericordia, de su paciencia, de su bondad, de su amor, de su caridad y de todas sus divinas perfecciones: partícipes de la naturaleza divina.
El Corazón de Jesús es un fuego que extiende sus llamas por todas partes, en el cielo, en la tierra y en todo el universo; fuego y llamas que abrasan los corazones de los serafines y abrasarían todos los corazones de la tierra si el hielo del pecado no se lo impidiera.