SAN JOSE MARIA ESCRIVÁ DE BALAGUER

23.10.2021

1.- Pon tu lámpara sobre el candelero. (23 sept 2013).

Debemos evitar el error de creer que el apostolado se reduce a algunas prácticas piadosas. Tú y yo somos cristianos, pero, al mismo tiempo y sin solución de continuidad, somos ciudadanos y trabajadores con obligaciones muy precisas que debemos cumplir de manera ejemplar si de verdad queremos santificarnos. Es Jesucristo quien nos acucia: Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

El trabajo profesional, cualquiera que sea, llega a ser una lámpara que alumbra a vuestros colegas y amigos. Por eso tengo la costumbre de repetir: ¡Qué me importa que me digan de fulano que es un buen hijo, un buen cristiano, si no es un buen zapatero! Si no se esfuerza en aprender bien su oficio y ejercerlo cuidadosamente, no podrá santificarlo ni ofrecerlo al Señor. Y la santificación del trabajo diario es, por decirlo de alguna manera, la bisagra de la verdadera espiritualidad para todos nosotros que, sumergidos en las realidades temporales, hemos decidido tratar con Dios.

2.- Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte. (18 nov 2013)

Al oír el gran ruido de la gente, el ciego preguntó: "¿Qué es lo que pasa ¿" Le contestaron: "Es Jesús de Nazaret". Inmediatamente su alma se llenó de una fe tan viva en Cristo que se puso a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Tú que estas sentado al borde del camino de la vida, tan corta como es, ¿no deseas gritar también? A ti que te falta luz, que tienes necesidad de nuevas gracias para decidirte a ir en busca de la santidad, ¿no sientes en tu corazón una necesidad irresistible de gritar: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí? ¡Una bella, corta y fervorosa oración para repetir a menudo!

Os aconsejo meditar lentamente los instantes que preceden a este milagro a fin de grabar en vuestro espíritu esta idea tan clara: ¡que diferencia entre el Corazón misericordioso de Jesús y nuestros pobres corazones! Este pensamiento os ayudará siempre, y más particularmente en la hora de la prueba, de la tentación, en la hora en que es preciso responder generosamente a las humildes exigencias de la vida cotidiana, en la hora del heroísmo. Porque los que iban delante regañaban al ciego para que se callara. También tú, cuando has sentido que Jesús pasaba cerca de ti, tu corazón ha latido más fuerte y te has puesto a gritar, preso de una agitación profunda. Pero entonces, tus amigos, tus costumbres, tu confort, tu ambiente te han aconsejado que te callaras, que no gritaras, diciéndote: "¿Por qué llamas a Jesús? ¡No le molestes!".

3.- La vocación de José. (19 mar 2014).

Para san José, la vida de Jesús fue un continuo descubrimiento de la propia vocación. Cuando llega el momento de presentar al Niño en el Templo, José que lleva la ofrenda modesta de un par de tórtolas, ve cómo Simón y Ana proclaman que Jesús es el Mesías. Su padre y su madre escuchaban con admiración, dice san Lucas. Más tarde, cuando el Niño se queda en el Templo sin que María y José lo sepan, al encontrarlo de nuevo después de tres días de búsqueda, el mismo evangelista narra que se maravillaron.

José se sorprende, José se admira. Dios le va revelando sus designios y él se esfuerza por entenderlos. Como toda alma que quiera seguir de cerca de Jesús, descubre en seguida que no es posible andar con paso cansino, que no cabe la rutina. San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos. Pero si José ha aprendido de Jesús a vivir de un modo divino, me atrevería a decir que, en lo humano, ha enseñado muchas cosas al Hijo de Dios. José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de él con abnegación alegre. ¿No será esta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este santo patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como maestro de vida interior?

4.- Trabaja con tus manos para hacer el bien. (07 nov 2014).

Ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios. El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarlos hacia Dios Padre, consecuencia de la caridad que el Espíritu Santo derrama en las almas. Entre las indicaciones que san Pablo hace a los de Éfeso sobre cómo debe manifestarse el cambio que ha supuesto en ellos su conversión, encontramos ésta: El que hurtaba, no hurte ya, antes bien, trabaje, ocupándose con sus manos en alguna tarea honesta, para tener con qué ayudar a quien tiene necesidad.

Los hombres tienen necesidad del pan de la tierra que sostenga sus vidas, y también del pan del cielo que ilumine y dé calor a sus corazones. Con vuestro trabajo mismo, con las iniciativas que se promuevan a partir de esa tarea, en vuestras conversaciones, en vuestro trato, podéis y debéis concretar ese precepto apostólico.

Si trabajamos con este espíritu, nuestra vida, en medio de las limitaciones propias de la condición terrena, será un anticipo de la gloria del cielo, de esa comunidad con Dios y con los santos, en la que sólo reinará el amor, la entrega, la fidelidad, la amistad, la alegría. En vuestra ocupación profesional, ordinaria y corriente, encontraréis la materia -real, consistente, valiosa- para realizar toda la vida cristiana, para actualizar la gracia que nos viene de Cristo.

5.- ¿No es el hijo del carpintero? (04 feb 2015).

José amó a Jesús como un padre ama a su hijo, lo trató dándole todo lo mejor que tenía. José, cuidando de aquel Niño, como le había sido ordenado, hizo de Jesús un artesano: le trasmitió su oficio. Por eso los vecinos de Nazaret hablarán de Jesús, llamándole indistintamente faver y fabri filius: artesano e hijo del artesano. Porque Jesús debía parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en la manera de hablar.

No es posible desconocer la sublimidad del misterio. Ese Jesús que es hombre, que habla con el acento de una región determinada de Israel, que se parece a un artesano llamado José, ése es el Hijo de Dios. Y ¿Quién puede enseñar algo a Dios? Pero es realmente hombre, y vive normalmente: primero como niño, luego como muchacho que ayuda en el taller de José; finalmente, como un hombre maduro, en la plenitud de su edad. Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres. José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de él con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como Maestro de vida interior?

6.- Hasta que la levadura fermente. (27 jul 2015).

Os recuerdo la grandeza de la andadura a lo divino en el cumplimiento diel de las obligaciones habituales de la jornada, con esas luchas que llenan de gozo al Señor, y que sólo él y cada uno de nosotros conocemos. Convenceos de que ordinariamente no encontraréis lugar para hazañas deslumbrantes, entre otras razones, porque no suelen presentarse. En cambio, no os faltan ocasiones de demostrar a través de lo pequeño, de lo normal, el amor que tenéis a Jesucristo.

Al meditar aquellas palabras de nuestro Señor: Yo, por amor de ellos, me santifico a mí mismo, para que ellos sean santificados en la verdad, percibimos con claridad nuestro único fin: la santificación, o bien, que hemos de ser santos para santificar. A la vez, como una sutil tentación, quizá nos asalte el pensamiento de que muy pocos estamos decididos a responder a esa invitación divina, aparte de que nos vemos como instrumentos de muy escasa categoría. Es verdad, somos pocos, en comparación con el resto de la humanidad, y personalmente no valemos nada; pero la afirmación del Maestro resuena con autoridad; el cristiano es luz, sal, fermento del mundo, y un poco de levadura hace fermentar la masa entera.

7.-

Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser ni sólo apóstol, sino apóstol de los apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que ellos den a conocer a Jesucristo. Quizás alguno se pregunte cómo puede dar este conocimiento a las gentes. Y os respondo: con naturalidad, con sencillez, viviendo como vivís en medio del mundo, entregados a vuestro trabajo profesional y al cuidado de vuestra familia. La vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios; el Señor nos llama a santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección cristiana. Considerémoslo una vez más contemplando la vida de María.

No olvidemos que la casi totalidad de los días que nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar. María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intranscendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios! Porque eso es lo que explica la vida de María: su amor. Un amor llevado hasta el extremo, hasta el olvido completo de sí misma, contenta de estar allí, donde la quiere Dios, y cumpliendo con esmero la voluntad divina.

8.- Vosotros sois sal de la tierra...  Vosotros sois luz del mundo. (05 feb 2017).

Llenar de luz el mundo, ser sal y luz: así ha descrito el Señor la misión de sus discípulos. Llevar hasta los últimos confines de la tierra la buena nueva del amor de Dios. A eso debemos dedicar nuestras vidas, de una manera o de otra, todos los cristianos. Diré más. Hemos de sentir la ilusión de no permanecer solos, debemos animar a otros a que contribuyan a esa misión divina de llevar el gozo y la paz a los corazones de los hombres. En la medida en que progresáis, atraed a los demás con vosotros, escribe san Gregorio Magno; desead tener compañeros en el camino hacia el Señor.

Pero tened presente que, cum dormirent homines, mientras dormían los hombres, vino el sembrador de la cizaña, dice el Señor en una parábola. Los hombres estamos expuestos a dejarnos llevar del sueño del egoísmo, de la superficialidad, desperdigando el corazón en mil experiencias pasajeras, evitando profundizar en el verdadero sentido de las realidades terrenas. ¡Mala cosa ese sueño, que sofoca la dignidad del hombre y le hace esclavo de la tristeza!

Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño: recordarles que la vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar: Es necesario también enseñar el camino, a quienes tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo llevarlos a la práctica. Cristo nos urge. Cada uno d vosotros ha de ser no solo apóstol,. Sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo.

9.- Quédate con nosotros. (04 feb 2018).

Los dos discípulos se dirigían a Emaús. Su porte era normal, como el de tantas personas que pasaban por aquellos parajes. Y es allí, con naturalidad, donde Jesús se les aparece y camina con ellos, comenzando una conversación que les hace olvidar su fatiga... Jesús en el camino. ¡Señor, tú siempre eres grande! Pero me conmueves cuando condesciendes a seguirnos, a buscarnos en nuestro ir y venir cotidiano. Señor, concédenos la simplicidad de espíritu; danos una mirada pura, una inteligencia clara para poder comprenderte cuando vienes a nosotros sin ningún signo exterior de tu gloria.

Al llegar al pueblo, el trayecto se acaba y a los dos discípulos que, sin darse cuenta, han sido tocados en lo más profundo de su corazón por la palabra y el amor de Dios hecho hombre, les duele que se marche. Porque Jesús se despide de ellos aparentando que iba más lejos. Nuestro Señor no se impone jamás. Una vez percibida la pureza del amor que ha puesto en nuestra alma, quiere que le llamemos libremente. Hemos de retenerle a la fuerza y rogarle: Quédate con nosotros porque atardece y se acaba el día, empieza ya la noche. Camino de Emaús. Nuestro Dios ha llenado de dulzura este nombre, y Emaús es el mundo entero porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra.

10.- Desde ahora pescarás hombres. (05 sept 2019).

He aquí que envió a muchos pescadores -oráculo del Señor- y los pescarán. Es así como el Señor nos precisa nuestra gran misión: la pesca. A veces se dice o se escribe que el mundo es como un mar. Es buena esta comparación. En la vida humana, como en el mar, hay períodos de calma y otros de tempestad, de tranquilidad y de vientos violentos. Frecuentemente los hombres se encuentran en amargas aguas, en medio de grandes olas; avanzan entre tormentas, tristes navegantes, aunque aparecen estar gozosos, e incluso exuberantes: sus carcajadas solo buscan disimular su abatimiento, su decepción, su vida sin caridad ni comprensión. Hacen como los peces: se devoran unos a otros.

Procurar que todos los hombres entren a gusto en las redes divinas y se amen unos a otros es tarea de los hijos de Dios. Si somos cristianos, debemos transformarnos en estos pescadores que, en forma de metáfora, describe el profeta Jeremías y que más tarde también Jesucristo emplea en diversos momentos: Seguidme y os haré pescadores de hombres, dice a Pedro y a Andrés. Acompañemos a Cristo en esta pesca divina. Jesús se encuentra en la orilla del lago de Genesaret y la gente se amontona a su alrededor deseosa de escuchar la palabra de Dios. ¡Igual que hoy! ¿No lo veis?

11.- Edificar una torre. (08 sept 2019).

Me gustaba subir a una torre, para que contemplaran de cerca la crestería, un auténtico encaje de piedra, fruto de una labor paciente, costosa. En esas charlas les hacía notar que aquella maravilla no se veía desde abajo. Y, para materializar lo que con repetida frecuencia les había explicado, les comentaba: ¡Esto es el trabajo de Dios, la obra de Dios!: acabar la tarea personal con perfección, con belleza, con el primor de estas delicadas blondas de piedra. Comprendían, ante esa realidad que entraba por los ojos, que todo eso era oración, un diálogo hermoso con el Señor. Los que gastaron sus energías en esa tarea sabían perfectamente que desde las calles de la ciudad nadie apreciaría su esfuerzo: era solo para Dios...

Convencidos de que Dios se encuentra en todas partes, nosotros cultivamos los campos alabando al Señor, surcamos los mares y ejercitamos todos los demás oficios nuestros cantando sus misericordias. De esta manera estamos unidos a Dios en todo momento... Pero no me olvidéis que estáis también en presencia de los hombres, y que esperan de vosotros -¡de ti!- un testimonio cristiano. Por eso, en la ocupación profesional, en lo humano, hemos de obrar de tal manera que no podamos sentir vergüenza si nos ve trabajar quien nos conoce y nos ama, ni le demos motivo para que sonroje.

12.- Edificar una torre. (06 nov 2019).

Convencidos de que Dios se encuentra en todas partes, nosotros cultivamos los campos alabando al Señor, surcamos los mares y ejercitamos todos los demás oficios nuestros cantando sus misericordias. De esta manera estamos unidos a Dios en todo momento... Pero no me olvidéis que estáis también en presencia de los hombres, y que esperan de vosotros -¡de ti!- un testimonio cristiano. Por eso, en la ocupación profesional, en lo humano, hemos de obrar de tal manera que no podamos sentir vergüenza si nos ve trabajar quien nos conoce y nos ama, ni le demos motivo para que sonroje.

Y tampoco os sucederá como a aquel hombre de la parábola que se propuso edificar una torre: después de haber echado los cimientos y no pudiendo concluirla, todos los que lo veían comenzaban a burlarse de él, diciendo: Ved ahí un hombre que empezó a edificar y no pudo rematar. Os aseguro que, si no perdéis el punto de mira sobrenatural, coronaréis vuestra tarea, acabaréis vuestra catedral, hasta colocar la última piedra.

13.- Hacedla fructificar. (20 nov 2019).

Señor, aquí tienes tu pieza de oro, la guardé en un pedazo de tela. De manera irresponsable optó por la solución más cómoda, la de devolver lo que había recibido. ¡Se dedicará a matar el tiempo: los minutos, las horas, los días, los meses, los años, la vida! Los otros se han esforzado mucho negociando, preocupándose noblemente por devolver a su mano más de lo que recibieron, el fruto legítimo, porque la recomendación fue muy concreta: Hacedlo fructificar hasta que yo vuelva; encargaos de este trabajo para sacar provecho hasta que vuestro amo regrese. Pero él, en revancha, no hace nada con la pieza; este hombre estropea su existencia.

¡Qué lástima no vivir más que para matar su tiempo, ese tesoro de Dios! Nada puede excusar un comportamiento semejante, San Juan Crisóstomo escribe: "Que nadie diga: no dispongo más que de un talento, no puedo hacer nada con él. Con un solo talento puedes actuar de forma meritoria" Triste cosa es no sacar provecho, hacer rendir todas las capacidades, pequeñas o grandes, que Dios concede al hombre para servir a las almas y a la sociedad. Cuando, por egoísmo, el cristiano se encoge, se esconde, se desinteresa, en una palaba, cuando mata su tiempo, se arriesga mucho a matar su cielo. El que ama a Dios no se limita tan solo a poner todo lo que posee, sino todo lo que es al servicio de Cristo: se da él mismo.

14.- Brilla para todos aquellos que están en la casa. (09 feb 2020).

Llenar el mundo de luz, ser sal y luz, es como el Señor ha descrito la misión de los discípulos. Llevar hasta los confines de la tierra la buena noticia del amor de Dios es a los que todos los cristianos, de una u otra manera, deben consagrar su vida. La gracia de la fe no nos ha sido conferida para tenerla escondida, sino bien al contrario, para brillar delante de los hombres. Quizás algunos se preguntarán cómo pueden comunicar este conocimiento de Cristo los demás. Yo os respondo: con naturalidad, con simplicidad viviendo exactamente tal como lo hacéis en medio del mundo, dándonos cuenta de que estáis en vuestro trabajo profesional o al cuidado de vuestra familia, participando de todas las nobles aspiraciones de los hombres, respetándola legítima libertad de cada uno. La vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios, el Señor nos llama a santificar nuestras tareas habituales, porque también ahí reside la perfección cristiana.

No olvidemos que la casi totalidad de los días que María ha pasado en esta tierra se han desarrollado de manera muy semejante a los días de millones de otras mujeres, consagradas, como ella, a su familia, a la educación de sus hijos, a los quehaceres del hogar. De todo esto María santifica hasta el más mínimo detalle, eso que muchos consideran, equivocadamente, como insignificante y sin valor. ¡Bendita vida ordinaria que puede, de tal manera, estar llena del amor de Dios! Porque he aquí la explicación de la vida de María: su amor llevado hasta el olvido total de sí, contenta de encontrarse en el lugar en el cual Dios la quería. Por eso, el más pequeño de sus gestos no ha sido nunca venal, sino al contrario, aparecía lleno de significado. Nos toca a nosotros intentar ser como ella en las circunstancias precisas en las que Dios ha querido que vivamos.

15.- Se ha quedado en total disponibilidad. (14 jun 2020).

Jesús se esconde en el Santísimo Sacramento del altar, para que nos atrevamos a tratarle, para ser el sustento nuestro, con el fin de que nos hagamos una sola cosa con él. Al decir sin mí no podéis nada, no condenó al cristiano a la ineficacia, ni le obligó a una búsqueda ardua y difícil de su Persona. Se ha quedado entre nosotros con una disponibilidad total. Cuando nos reunimos ante el altar mientras se celebra el Santo Sacrificio de la Misa, cuando contemplamos la Sagrada Hostia expuesta en la custodia o la adoramos escondida en el Sagrario, debemos reavivar nuestra fe, pensar en esa existencia nueva, que viene a nosotros, y conmovernos ante el cariño y la ternura de Dios.

Jesús, en la Eucaristía, es prenda segura de su presencia en nuestras almas; de su poder, que sostiene el mundo; de sus promesas de salvación, que ayudarán a que la familia humana, cuando llegue el fin de los tiempos, habite perpetuamente en la casa del cielo, en torno a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo: Trinidad Beatísima, Dios único. Es toda nuestra fe la que se pone en acto cuando creemos en Jesús, en su presencia real bajo los accidentes del pan y del vino.

16.- Imitar a María. (20 jun 2020).

Hemos de imitar la natural y sobrenatural elegancia de María. María asiste a los misterios de la infancia de su Hijo, misterios, si cabe hablar así, normales; pero a la hora de los grandes milagros y de las aclamaciones de las masas, desaparece. En Jerusalén, cuando Cristo -cabalgando en un borriquito- es vitoreado como rey, no está María. Pero reaparece junto a la cruz, cuando todos huyen. Este modo de comportarse tiene el sabor, no buscado, de la grandeza, de la profundidad, de la santidad de su alma.

Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, de esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos la libertad de los hijos de Dios.

17.- Sembrar en el mundo entero. (27 ene 2021).

Salió un sembrador a sembrar. La escena es actual. El sembrador divino arroja también ahora su semilla. La obra de la salvación sigue cumpliéndose, y el Señor quiere servirse de nosotros: desea que los cristianos abramos a su amor todos los senderos de la tierra; nos invita a que propaguemos el divino mensaje, con la doctrina y con el ejemplo, hasta los últimos rincones del mundo. Nos pide que, siendo ciudadanos de la sociedad eclesial y de la civil, al desempeñar con fidelidad nuestros deberes, cada uno sea otro Cristo, santificando el trabajo profesional y las obligaciones del propio estado.

Si miramos a nuestro alrededor, a este mundo que amamos porque es hechura divina, advertiremos que se verifica la parábola: la palabra de Jesucristo es fecunda, suscita en muchas almas afanes de entrega y de fidelidad. La vida y el comportamiento de los que sirven a Dios han cambiado la historia, e incluso muchos de los que no conocen al Señor se mueven -sin saberlo quizá- por ideales nacidos del cristianismo. Vemos también que parte de la simiente car en tierra estéril, o entre espinas y abrojos: que hay corazones que se cierran a la luz de la fe. Los ideales de paz, de reconciliación, de fraternidad, son aceptados y proclamados, pero no pocas veces son desmentidos con los hechos. Algunos hombres se empeñan inútilmente en aherrojar la voz de Dios, impidiendo su difusión con la fuerza bruta o con una arma menos ruidosa, pero quizá más cruel, porque insensibiliza al espíritu: la indiferencia.

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