SAN ISAAC DE STELLA

31.08.2021

1.- Aquí muero de hambre. Voy a volver a casa de mi padre.(22 mar 2014).

Si quieres conocerte a ti mismo y dominarte, entra en ti mismo y no te busques fuera. Entra donde existes verdaderamente: en tu corazón. En el exterior, eres un animal, a imagen del mundo; dentro, eres un hombre, a imagen de Dios, capaz de ser deificado. El hombre que entra en sí mismo, ¿no se descubrirá lejos, como el hijo pródigo, en una región ajena, en una tierra extranjera en la que se sienta y llora con el recuerdo de su padre y de su patria? Adán, ¿dónde estás? Quizás todavía en la sombra para no mostrarte: coses hojas de vanidad para cubrir tu vergüenza, mirando lo que está alrededor de ti y lo que es tuyo, porque tus ojos están muy abiertos sobre tales cosas. Pero mira dentro: es allí donde se encuentra el mayor motivo de vergüenza.

Es evidente hermanos: vivimos fuera de nosotros mismos. Por ello, la Sabiduría tiene siempre interés en invitarnos a la casa del duelo más que a la casa del banquete, es decir, recordarle al hombre que estaba fuera de sí: Bienaventurados los que lloran y: Desdichados vosotros que reís ahora. Hermanos míos, gimamos en presencia del Señor: que su bondad le lleve a perdonarnos. Dichosos los que lloran, no porque lloran, sino porque serán consolados. El llanto es el camino; el consuelo es la beatitud.

2.-Procuro contentar en todo a todos para que se salven. (29 jun 2015).

Son hombres de misericordia, cuyos beneficios no caen en el olvido; los bienes que dejaron a su posteridad subsisten siempre. Celebramos el día del nacimiento de los apóstoles Pedro y Pablo; y conviene que su muerte sea llamada igualmente nacimiento, ya que engendra a la vida. He aquí lo que alcanzan los santos: por esta muerte que da vida, dejan esta vida que conduce a la muerte, para alcanzar esta vida vivificante que está en manos del mismo que tiene la vida, el Padre, como dice Cristo.

Hay tres tipos de hombres misericordiosos. Los primeros dan sus bienes con vistas a suplir con lo que les sobra la penuria de otros. Los segundos distribuyen todos sus bienes, y para ellos de ahora en adelante todo lo tienen en común con los demás. Los terceros no sólo lo dan todo, sino que se dan ellos mismos por entero y se entregan en persona a los peligros de la prisión, al exilio y a la muerte, para alejar a otros del peligro en el que se encuentran sus almas. Recibirán la recompensa de este amor porque no existe amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Tales son estos gloriosos príncipes de la tierra y servidores del cielo de los que hoy celebramos la muerte victoriosa. A tales hombres se aplica bien esta frase: Sus obras no caen en el olvido, porque no olvidaron la misericordia.

3.-Para que tu amor esté en ellos, como yo también estoy en ellos.

(06 jun 2019)

Así como la cabeza y el cuerpo de un hombre no hacen más que un solo y único hombre, el hijo de la Virgen y sus miembros, los elegidos, no hacen más que un solo y único hombre y un solo Hijo del hombre. Es el Cristo total y completo, Cabeza y cuerpo, de quien habla la Escritura. El cuerpo entero, con su Cabeza, es Hijo del hombre e Hijo de Dios y, por consiguiente, Dios. He ahí la razón de estas palabras: Padre, quiero que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti. Por eso, conforme a esta afirmación frecuente en la Escritura, el cuerpo no existe sin la Cabeza, ni la Cabeza sin el cuerpo, igual que la Cabeza y el cuerpo no existen sin Dios. Así es el Cristo total.

Por eso los creyentes, miembros espirituales de Cristo, pueden decir en verdad que ellos son lo que es él mismo: Hijo de Dios, y Dios. Ahora bien, eso que él es por naturaleza, ellos lo son por participación. En pocas palabras, si él es Hijo de Dios por su origen, sus miembros lo son por adopción, según la palabra del apóstol Pablo: Habéis recibido un Espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba!, Padre. Con este Espíritu les ha dado poder llegar a ser hijos de Dios a fin de que, siguiendo la enseñanza del primer nacido de entre muchos hermanos, aprendan a decir: Padre nuestro que estás en los cielos.

4.-Dichosos los pobres en el espíritu. (10 jun 2019)

Todos los hombres, sin excepción, desean la felicidad, pero tienen ideas muy distintas de ella; para uno, está en la voluptuosidad de los sentidos y la suavidad de la vida; para otro, en la virtud; para otro, en el conocimiento de la verdad. Por eso el que enseña a todos los hombres comienza por enderezar a los que se extravían, dirige a los que se encuentran en camino y acoge a los que llaman a su puerta. Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida endereza, dirige, acoge y comienza con esta palabra: Dichosos los pobres en el espíritu.

La falsa sabiduría de este mundo, que es auténtica locura, pronuncia sin comprender lo que afirma; declara dichosa la raza extranjera, cuya diestra jura en falso, cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso, cuya boca dice falsedades porque sus silos están repletos, sus rebaños se multiplican y sus bueyes vienen cargados. Pero todas las riquezas son inseguras, su paz no es paz, su gozo es estúpido. Por el contrario, la Sabiduría de Dios, el Hijo por naturaleza, la mano derecha del Padre, la boca que dice la verdad, proclama que son dichosos los pobres, destinados a ser reyes del reino eterno. Parece decir: "Corréis, pero fuera del camino. Aquí tenéis el camino que conduce a la felicidad: la pobreza voluntaria por mi causa. El reino de los cielos en mí, esta es la dicha. Corréis mucho pero mal, cuanto más rápido vais, más os alejáis de la meta"

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