SAN IGNACIO DE LOYOLA

31.08.2021

1.- Contemplación para alcanzar amor. (18 jun 2016).

Primero conviene advertir dos cosas: la primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. La segunda: el amor consiste en comunicarse de las dos partes, a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede y así por el contrario el amado al amante: de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, riquezas y así el otro al otro.

El primer punto es traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado de lo que tiene, y consequenter el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede, según su ordenación divina. Y con esto reflectar en mí mismo, considerando con mucha razón y justicia en lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mucho: "Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi hacer y poseer: Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia que ésta me basta".

2.- Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestros corazones. (04 jul 2018).

Es propio de Dios y de sus ángeles, en sus mociones, dar una verdadera alegría y gozo espiritual, alejando toda tristeza y turbación suscitada por el enemigo. Por el contrario, es propio de este último luchar contra esta alegría y consolación espiritual, proponiendo aparentes razones, sutilezas y continuados sofismas... Es propio del ángel malo, que se transforma en ángel de luz, ir primeramente en el mismo sentido del alma fiel para después llevarla hacia el suyo. Es decir, que propone pensamientos buenos y santos, de acuerdo con el alma justa, y, seguidamente, poco a poco, intenta llevarla hacia sus fines arrastrando al alma a sus secretos engaños e intenciones perversas.

Debemos estar muy atentos al curso que siguen nuestros pensamientos. Si el principio, a la mitad y al final son enteramente buenos, orientados hacia el bien, es signo de que son del buen ángel. Pero si el curso que siguen nuestros pensamientos nos lleva finalmente a alguna cosa mala o que nos distrae o menos buena de lo que el alma tenía en proyecto al comenzar, o que lo disminuye, inquieta o turba al alma quitándole la paz, la tranquilidad y el descanso que tenía previamente, esto es un signo claro que viene del mal espíritu, enemigo de nuestro progreso y de nuestra salvación eterna.

3.- Sígueme. (30 sep 2020).

Hay tres clases de humildad. La primera clase de humildad es necesaria para la salvación eterna. Consiste en abajarme y humillarme tanto cuanto me sea posible para que obedezca en toda la Ley de Dios nuestro Señor. De manera que, aunque hicieran de mí el amo de todas las cosas creadas en este mundo, o bien si en ello estuviera en juego mi propia vida temporal, nunca planearía transgredir un mandamiento, tanto divino como humano...

La segunda clase de humildad es una humildad más perfecta que la primera. Consiste en esto: me encuentro en un punto tal que no quiero ni me inclino más a la riqueza que a la pobreza, a querer antes honor que deshonor, a desear larga vida que vida corta, siendo ello igual para el servicio de Dios nuestro Señor y la salvación de mi alma...

La tercera clase de humildad es la más perfecta humildad: es cuando, incluidas la primera y la segunda, siendo igualmente alabanza y la gloria de su divina majestad, para imitar a Cristo nuestro Señor y asemejarme a él de manera más eficaz, quiero y escojo la pobreza con Cristo pobre antes que la riqueza, los oprobios con Cristo cubierto de oprobios antes que los honores; y que deseo más ser tenido por insensato y loco por Cristo, él que fue el primero en ser tenido por tal, antes que sabio y prudente en el mundo.

4.- No temáis. (16 oct 2020).

Paréceme debería V. decidirse, haciendo lo que puede suavemente. Del resto no se tenga inquietud, dejando a la divina providencia aquello que la suya no puede disponer. Y si bien es a Dios grato nuestro esmero y moderada solicitud en proveer a las cosas que por cargo debemos atender, no le es grata la ansiedad y aflicción de ánimo, porque quiere que nuestra limitación y flaqueza se apoyen en la fortaleza y omnipotencia suya, esperando en que su bondad suplirá donde nuestra imperfección falta.

A quien trata de muchos negocios, bien que con intención santa y buena, le es necesario resolverse a hacer la parte que podrá, no afligiéndose si no puede cumplirlos todos como desea, y haciendo, según el dictamen de la conciencia, aquello que el hombre puede y debe hacer. Si otras cosas se dejan, precisa haber paciencia y no pensar que pretende Dios Nuestro Señor lo que no puede hacer el hombre, ni por ello quiere que se aflija; y satisfacción a Dios, que importa más que la satisfacción de los hombres, no es necesario mucho fatigarse; más, haciendo competente esfuerzo para satisfacer, se deja el resto a quien puede toda cosa que quiere. Plega a su divina bondad siempre comunicar la luz de su sapiencia para siempre ver y cumplir su beneplácito en nosotros y en los demás. 

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