SAN BRUNO DE SEGNI

21.08.2021

1.- La fe que purifica. (13 oct 2013).

¿Qué es lo que representan los diez leprosos sino el conjunto de pecadores? Cuando vino Cristo, nuestro Señor, todos los hombres tenían el alma enferma de lepra, incluso los que no estaban afectados por la del cuerpo. Ahora bien, la lepra del alma es mucho peor que la del cuerpo.

Se pararon a lo lejos y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Estos hombres se mantenían a distancia porque, dado su estado no se atrevían a acercarse más a él. Así pues, para recobrar la salud y curar la lepra de nuestros pecados, clamemos con fuerte voz y digamos: "¡Jesús, maestro ten compasión de nosotros!" Pero esta petición no debe salir de nuestra boca, sino de nuestro corazón, porque el corazón habla con voz más fuerte que la boca. La oración del corazón penetra los cielos y llega hasta el trono de Dios.

2.- Oro, incienso y mirra (06 ene 2014).

Los Magos, guiados por la estrella, llegaron desde Oriente hasta Belén y entraros en la casa en la que la bienaventurada Virgen María estaba con el hijo; abriendo sus tesoros, le ofrecieron tres dones al Señor: oro, incienso y mirra, con los cuales le reconocieron como verdadero Dios, verdadero hombre y verdadero rey.

Son estos los dones que la santa Iglesia ofrece constantemente a Dios, su Salvador. Le ofrece el incienso cuando confiesa y cree en él como verdadero Señor, Creador del universo; le ofrece la mirra cuando afirma que él tomó la sustancia de nuestra carne con la que quiso sufrir y morir por nuestra salvación; le ofrece el oro cuando no duda en proclamar que él reina eternamente con el Padre y el Espíritu Santo.

Esta ofrenda puede también tener otro sentido místico. Según Salomón, el oro significa la sabiduría celestial: El tesoro más deseable se encuentra en la boca del sabio. Según el salmista, el incienso es símbolo de la oración pura: Suba mi oración como incienso en tu presencia. De la misma manera que este aroma sube hasta el cielo, así también nuestra oración llega hasta Dios. La mirra simboliza la mortificación de nuestra carne. Así pues, ofrecemos oro al Señor cuando resplandecemos ante él por la luz de la sabiduría celestial. Le ofrecemos el incienso cuando dirigimos una oración pura, y la mirra cuando crucificamos nuestra carne con sus pasiones y deseos, y llevamos la cruz siguiendo a Jesús.

3.- Purificados de la lepra del pecado. (11 nov 2015).

Mientras iban de camino quedaron limpios. Al Señor le es fácil perdonar los pecados. A menudo, el pecador recibe el perdón antes de mostrarse al sacerdote. En realidad, es curado en el instante mismo en que se arrepiente. No importa el momento en que se convierta, el hecho es que pasa de la muerte a la vida. Que se acuerde, no obstante, de que significa la conversión, que escuche lo que dice el Señor: Volved a mí de todo corazón, con ayunos, lágrimas y llanto; rasgad vuestro corazón, no vuestras vestiduras. Toda conversión se realiza en el corazón, en el interior.

Uno de ellos, al verse curado, volvió alabando a Dios en voz alta. En realidad, este hombre representa a todos aquellos que han sido purificados en las aguas del bautismo o curados por el sacramento de la penitencia. No siguen ya al demonio, sino que imitan a Cristo, le siguen glorificando al Señor y dando gracias permaneciendo en su servicio. Jesús le dice: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. Grande es el poder de la fe, porque sin ella es imposible agradar a Dios. Abrahán creyó en Dios y ello le fue tenido en cuenta para alcanzar la salvación. Es la fe la que le salva, la que justifica, la que cura al hombre en el alma y en el cuerpo.

4.- El Señor cooperaba con ellos y confirmaba la Palabra. (25 abr 2016)

Los paganos no habrían abandonado el culto a los ídolos si la predicación evangélica no hubiera sido confirmada por tantos signos y milagros. De hecho, ¿no eran los discípulos de Cristo los que predicaban a un Mesías crucificado, escándalo para los judíos y locura de los paganos, según la expresión de san pablo? Pero nosotros ya no necesitamos signos y prodigios: nos basta leer o escuchar la historia de los que estuvieron allí. Porque nosotros creemos en el evangelio, creemos en lo que cuentan las Escrituras. No obstante, aun así se producen señales todos los días; y si realmente queremos prestar atención, reconoceremos que tal vez éstas tienen más valor que los milagros materiales de otros tiempos.

Cada día los sacerdpotes dan el bautismo y llaman a la conversión: ¿no es eso cazar a los demonios? Cada día hablan un lenguaje nuevo cuando explican las Escrituras y reemplazan los antiguos escritos con la novedad del sentido espiritual. Hacen huir a las serpientes cuando quitan lo que une el corazón de los pecadores al vicio por una dulce persuasión; curan a los enfermos cuando reconcilian a Dios con sus almas inválidas por medio de sus plegarias. Tales eran los signos que el Señor había prometido para sus santos, tales son los que se realizan aún hoy en día.

5.- Mi banquete está preparado, venid a la boda. (28 ago 2016).

El Señor fue invitado a un banquete de bodas. Observando a los invitados les contó esta parábola que, incluso tomada en su sentido literal, es muy útil y necesaria a todos los que desean ser tenidos en consideración por los demás o tienen miedo de ser tenidos en poco. Pero, como esta historia es una parábola, encierra en sí un significado que rebasa su sentido literal. Miremos, pues, de qué boda se trata y quienes son los invitados a la boda.

Esta boda se realiza cada día en la Iglesia. Cada día el Señor celebra sus bodas, porque cada día él se une a las almas fieles en su bautismo o en su pase de este mundo al reino de los cielos. Y nosotros, los que hemos recibido la fe en Jesucristo y el sello del bautismo, estamos invitados a sus bodas. Dice la Escritura. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos. Encontramos en la mesa los panes de la propiciación, el ternero cebado, el Cordero que quita los pecados del mundo. En esta mesa se nos ofrece el Pan vivo bajado del cielo y el Cáliz de la Alianza Nueva. Aquí se nos presentan los evangelios y las cartas de los apóstoles, los libros de Moisés y de los profetas, que son como manjares llenos de todas las delicias. ¿Qué más podríamos desear? ¿Por qué escogeríamos los primeros sitios? Sea cual sea el sitio que ocupemos, tenemos de todo en abundancia y no nos falta nada.

6.- El Señor trabajaba con ellos y confirmaba la Palabra (25 abr 2020).

El Señor les dijo a los Once: Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre, echarán demonios, hablarán un luego lenguaje; tomarán a las serpientes con las manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño; le impondrán sus manos a los enfermos, y los enfermos recuperarán la salud. En la Iglesia primitiva, todos estos signos que el Señor enumera se cumplieron al pie de la letra. Los paganos no habrían abandonado el culto a los ídolos si la predicación evangélica no hubiera sido confirmada por tantos signos y milagros.

Pero en cuanto a nosotros, ya no necesitamos signos y prodigios: nos basta leer o escuchar la historia de los que estuvieron allí. No obstante, aún se producen señales todos los días. Cada día, los sacerdotes dan el bautismo y hacen llamadas a la conversión: ¿no es eso cazar a los demonios? Cada día hablan un lenguaje nuevo cuando explican las Escrituras y reemplazan los antiguos escritos con la novedad del sentido espiritual. Hacen huir a las serpientes, cuando quitan el vicio de los corazones de los pecadores con una dulce persuasión; y curan a los enfermos cuando reconcilian a Dios con sus almas inválidas por medio de sus plegarias. Tales eran los signos que el Señor había prometido para sus santos: tales son los que se realizan aún hoy en día.

7.- Quien se humille será ensalzado. (31 oct 2020).

Tú preparas ante mí una mesa a la vista de mis enemigos. ¿Qué más podríamos desear? ¿Por qué tendríamos que escoger los primeros puestos? Sea cual sea el puesto que ocupemos, tenemos todo en abundancia y nada nos falta. Pero tú, que buscas tener el primer puesto, seas quien seas, ve a sentarte al último puesto. No permitas que tus conocimientos te inflen de orgullo; no te dejes exaltar por el renombre. Cuanto más grande seas, más debes humillarte en toda cosa y hallarás gracia delante de Dios, de manera que en el momento oportuno él te dirá: Amigo, siéntate en un lugar más digno.

Moisés ocupaba el último puesto. Cuando el Señor quiso enviarlo a los hijos de Israel y lo invitó a ocupar un rango más elevado, él le contestó: ¡por favor, Señor! envía a quien quieras, pues yo nunca he sido hombre de palabra fácil. Es como si hubiese dicho: "No soy digno de un cargo tan alto". Saúl se consideraba también un hombre de humilde condición cuando el Señor hizo de él un rey. De igual manera, Jeremías, temiendo subir al primer puesto, decía: ¡Ah Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho. Es, pues, por medio de la humildad, y no del orgullo, por las virtudes, y no por el dinero, que debemos buscar ocupar el primer puesto.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar