SAN BERNABÉ
1.- Y al séptimo día, terminó la creación.
En el decálogo dado por Dios en el Sinaí también se escribe sobre el sábado: Santificad el sábado del Señor con manos limpias y corazón puro. Y en otro lugar dice: Si mis hijos guardan el sábado, entonces pondré sobre ellos mi misericordia. Del sábado se hable al principio de la creación: Hizo Dios en seis días las obras de sus y las acabó en el séptimo, y descansó en él y lo santificó. Esto quiere decir que cuando venga su Hijoy destruya el siglo del inicuo y juzgue a los impíos y mude el sol, la luna y las estrellas, entonces descansará de verdad en el día séptimo.
También se dice del sábado: Lo santificarás con manos limpias y corazón puro. Ahora, pues, si pensamos que nadie puede santificar -pues nadie es puro de corazón- el día que santificó Dios mismo, nos equivocamos totalmente. Por nuestro descanso lo santificaremos de verdad, cuando justificados nosotros mismos y en posesión ya de la promesa, seamos capaces de santificarlo; es decir, cuando ya no exista la iniquidad, sino que todos hayamos sido renovados por el Señor; entonces, sí, santificados primero nosotros, podremos santificar el día séptimo.
2.- Aquí hay alguien mayor que el Templo. (17 jul 2015).
Quiero hablaros acerca del templo, cómo, estando extraviados, los miserables confiaron en el edificio y no en el Dios que los creó. Examinemos si existe un templo de Dios; existe, ciertamente, allí donde él mismo dice que lo ha de construir y perfeccionar. Efectivamente, está escrito: Y será, cumplida la semana, cuando se edificará el templo de Dios gloriosamente en el nombre del Señor.
Constato, pues, que existe un templo. ¿Cómo se edificará en el nombre del Señor? Sabedlo: antes de creer nosotros en Dios, la morada de nuestro corazón era corruptible y flaca, como templo verdaderamente edificado por manos humanas, pues estaba llena de idolatría y era casa de demonios, porque no hacíamos sino cuanto era contrario a Dios. Pero se edificará en el nombre del Señor. Cuidad de que el templo del Señor se edifique gloriosamente. ¿De qué manera? Después de recibido el perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Señor, fuimos hechos nuevos, creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la morada de nuestro corazón.