RICARDO ALDANA

01.09.2021

1.- ¿Qué formación permite llegar a ser testigo? (28 oct 2015).

El testimonio requiere la actitud de un olvido de sí mismo y la de una afirmación de sí mismo a partir de la tarea -sin testigo no hay testimonio- en cuya conjunción no siempre es fácil situarse. El secreto para estar precisamente y a la vez en el no ser importante y en el ser importante es una gracia particular, concedida a algunos para enseñarla a otros. Es la gracia, por ejemplo, de santa Teresa de Lisieux, o de la Madre Teresa de Calcuta o de la Madre Maravillas de Jesús. Basta una frase suya para situarse en la posición justa.

Pero es más propiamente la gracia de algunos santos formadores de muchos cristianos mediante la regla de vida que les han propuesto. Ninguno de estos santos, ni san Basilio, ni san Agustín, ni san Benito, ni san Francisco de Asís, ni san Ignacio de Loyola, por citar a los autores de las grandes reglas de vida cristiana, han pensado en primer lugar en los cristianos llamados a la vida consagrada, sino en la respuesta de vida que el Señor se espera de uno que cree en él. La gracia peculiar de estos autores de una regla de vida es la de poder expresar en normas concretas el espíritu del evangelio. El modo de vida que han dejado estos santos formadores a los demás cristianos es un don del Espíritu Santo que hace presente la vida del Señor como vida de sus fieles. En general, son una guía de radicalidad evangélica del mandato del Señor de la negación de uno mismo permitiendo así que su vida sea en mí luz para otros en la misión que Dios me encomienda.

2.- Vida entregada a Dios. (04 nov 2018).

La ascesis de John Henry Newman, su idea respecto de la obediencia a Dios, su idea de castidad, de la pobreza, del amor, son absolutamente dignas de un religioso y ciertamente de una religioso varón ya formado. Es como si en la época de su conversión hubiese recibido de manera infusa toda la vida del religioso. Él posee una regla, que está en Dios...

Él ama su trabajo porque es el trabajo de Dios. Hay cosas que él con gusto, otras que le resultan pesadas; pero también las ama con su amor atento, porque él quiere que la obra pertenezca totalmente a Dios. Con frecuencia es como si escribiese con su sangre y llegase a entender con sus últimas fuerzas. Personalmente se exige mucho. Propiamente está ante su trabajo

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