PAPA BENEDICTO XVI
Meditaciones.
1.-Salió a un lugar solitario.
El desierto es el lugar del silencio y de la soledad. Allí se toma distancia de los acontecimientos cotidianos. Se huye del ruido y de la superficialidad. El desierto es el lugar del absoluto, el lugar de la libertad en la que el hombre se enfrenta a sus últimas preguntas. No es una casualidad que el desierto sea el lugar donde nace el monoteísmo. En este sentido, es el terreno propicio para la gracia. Allí el hombre, alejado de sus preocupaciones, encuentra a su Creador.
Las grandes cosas empiezan en el desierto, en el silencio, en la pobreza. Nosotros mismos no podríamos participar en la misión del Evangelio sin entrar en esa experiencia de desierto, de su indigencia, de su hambre. La bienaventurada hambre de la que habla el Señor en el Sermón de la Montaña no podría nacer de la saciedad de los que están llenos.
Y no olvidemos que el desierto de Jesús no acaba con los cuarenta días que siguieron a su bautismo. Su último desierto será el que viene expresado en el salmo 21: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? Es de este desierto del que brotan las aguas de la vida del mundo.
2.- La caridad alma de la misión (07 Jul 2013).
La misión, si no es fruto de la caridad, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una simple actividad filantrópica y social. El amor que Dios tiene por cada persona constituye, en efecto, el corazón de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y todos los que lo acogen se convierten, a su vez, en testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, la Palabra de salvación, icono perfecto de la misericordia del Padre celestial.
El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. Jesús confió a sus apóstoles después de su resurrección el mandamiento de difundir el anuncio de este amor, y los apóstoles, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después la Iglesia ha seguido esta misión, que constituye, para todos los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.
3.- El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí. (17 agst 2013)
Es preciso recordar que el atributo esencial de Jesús es el que expresa su dignidad, el de "Hijo". La orientación de su vida, el motivo originario y el objetivo que la han modelado, se expresa en una sola palabra: "Abbá, Padre amado". Jesús sabía que no estaba jamás solo y, hasta su último grito en la cruz, no hizo más que obedecer a aquel a quien llamaba Padre, y toda su vida fue enteramente un tender hacía él. Esto nos permite explicar que hasta el final rechazara llamarse rey, o señor, o atribuirse cualquier otro título de poder, así como que haya recurrido a un término que podríamos traducir por "niño pequeño".
Se puede, pues, decir lo siguiente: si en la predicación de Jesús la infancia ocupa un lugar tan extraordinario, es porque corresponde a lo más profundo de su misterio más personal, a su filiación. Su más alta dignidad, la que nos lleva a su divinidad, no consiste finalmente en un poder que él habría usado: se funda sobre su ser orientado hacia el otro: Dios, el Padre. El exegeta alemán Joachim Jeremias dice muy bien que ser niño, en el sentido de Jesús, significa aprender a decir "Padre".
4.- Todo depende de estos mandamientos. (23 agst 2013).
Hay una interacción necesaria entre amor a Dios y amor al prójimo. Si en mi vida me falta completamente el contacto con Dios, jamás puedo ver en el otro más que el otro y no consigo reconocer en él la imagen divina. Si, por el contrario, en mi vida descuido completamente la atención al potro, deseando solamente ser piadoso y cumplir con mis deberes religiosos, entonces mi relación con Dios se seca. Cuando es así, esta relación es solamente correcta, pero sin amor. Tan sólo mi disponibilidad de ir al encuentro del prójimo, a testimoniarle mi amor, me hace también sensible ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a ese Dios hecho para mí y según su propia manera de amarme.
Los santos -pongamos por ejemplo a la beata Teresa de Calcuta-, en su encuentro con el Señor en la Eucaristía, han sacado toda su capacidad de amar al prójimo de manera siempre nueva y, recíprocamente, este encuentro ha adquirido todo su realismo y toda su profundidad precisamente gracias a su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, es un único mandamiento. Sin embargo, los dos viven del amor solícito de Dios, que nos ha amado el primero. Así, no se trata ya de un mandamiento que nos prescribe algo imposible desde el exterior sino, por el contrario, de una experiencia de amor, dada desde el interior, un amor que, por su naturaleza, debe ser compartido con los demás.
5.- Los siervos inútiles (06 oct 2013).
En su himno a la caridad, san Pablo nos enseña que ésta es siempre algo más que una simple actividad: Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.
Este himno debe ser la "Carta Magna" de todo el servicio eclesial. La actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo.
La íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte así en un darme a mí mismo: para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del don como persona.
Este es un modo de servir que hace humilde al que sirve. No opta una posición de superioridad ante el otro, por miserable que sea momentáneamente su situación. Cristo ocupó el último puesto en el mundo -la cruz-, y precisamente con esta humildad nos ha redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia. Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: Somos unos pobres siervos. En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don. A veces, el exceso e necesidades y lo limitado de sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que un instrumento en manos de Señor.
6.- La unidad de los doce, unidad de la Iglesia. (28 Oct 2013).
A los apóstoles Simón, el Cananeo, y Judas, Tadeo -al que no debemos confundir con Judas Iscariote- los consideramos juntos no tan sólo porque en la lista de los Doce se citan uno detrás del otro, sino también porque los detalles que nos han llegado de ellos son muy pocos, a parte del hecho de que en el Nuevo Testamento se conserva una carta atribuida a Judas.
Simón recibe un epíteto variable; así, mientras Mateo y Marcos lo llaman "el cananeo", Lucas lo llama "Zelotes". En realidad, los dos calificativos son equivalentes porque tienen el mismo significado. En efecto, en hebreo el verbo Kana quiere decir "ser celoso, apasionado". Es, pues, muy posible que ese Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los Zelotes, por lo menos se había caracterizado por un ardiente celo por la identidad judía, y por tanto, también por Dios, por su pueblo y por la ley divina. Si esto es así, Simón está en las antípodas de Mateo, el cual, en tanto que publicano, ejercía una actividad considerada como totalmente impura. Ello es un signo evidente de que Jesús llama como discípulos y colaboradores suyos a personas de las clases sociales y religiosas más diversas sin ninguna clase de prejuicios. Lo que le interesa son las personas y no las categorías sociales o las etiquetas.
7.- José tomó los panes, pronunció la bendición, los partió y los dio a sus discípulos. (08 ene 2014).
En el año 304, el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, bajo pena de muerte, poseer las Escrituras y reunirse los domingos para celebrar la Eucaristía. Cuando en Abitene, en el Túnez actual, encontraron un domingo a cuarenta y nueve cristianos celebrando la Eucaristía, fueron arrestados y conducidos al tribunal. Una vez allí dijeron: "Sine dominico non possumus: no podemos vivir sin reunirnos en asamblea los domingos para celebrar la Eucaristía. Nos faltarían las fuerzas necesarias para afrontar las dificultades cotidianas y no sucumbir".
El Hijo de Dios, habiendo venido en carne mortal, pudo llegar a hacerse pan y así ser alimento para su pueblo, en marcha hacía la tierra prometida del cielo. Tenemos necesidad de este pan para afrontar las dificultades y fatigas del viaje. El domingo, día del Señor, es la ocasión propicia para encontrar nuestras fuerzas en él, que es el Señor de la vida. El precepto de asistir a la Eucaristía los domingos no es un deber impuesto desde el exterior, un yugo que pesa sobre nuestros hombros. Por el contrario, participar en la celebración dominical, alimentarse del Pan eucarístico y experimentar la comunión entre hermanos y hermanas en Cristo es una necesidad y un gozo para el cristiano. Es así como el cristiano puede encontrar la energía necesaria para el camino que cada semana debemos recorrer.
8.-Viendo el trabajo con que remaban, a eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos. (09 ene 2014).
Los apóstoles atraviesan el lago. Jesús está solo en tierra, mientras ellos se agotan remando sin lograr avanzar porque el viento les es contrario. Jesús ora y en su oración les ve esforzarse por adelantar. Va, pues a su encuentro.
Este texto está lleno de simbolismos eclesiológicos: los apóstoles en el mar y contra el viento, y el Señor junto al Padre. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando está "junto al Padre", no está ausente, sino que, muy al contrario, al orar es cuando los ve. Cuando Jesús está junto al Padre, está presente en su Iglesia. El problema de la venida final de Cristo aquí se transforma de manera trinitaria: Jesús ve a la Iglesia en el Padre y, por el poder del Padre y por la fuerza de su diálogo con él, está presente, está junto a ella. Es precisamente este diálogo con el Padre cuando está en la montaña lo que le hace presente. La Iglesia, por así decirlo, es el objeto de la conversación entre el Padre y el Hijo, pues ella misma está anclada en la vida trinitaria.
9.- Entonces ayunaran. (07 mar 2014).
En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien en una cultura marcada por la búsqueda del bien estar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una "terapia" para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. Con el ayuno y la oración le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.
Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del buen samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre. Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacía los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Éste fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana.
10.- El reino de Dios ha llegado para vosotros. (27 mar 2014).
La época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero "reino de Dios". Pero a lo largo del tiempo se vio claramente que esta esperanza se va alejando cada vez más. Ante todo se tomó conciencia de que ésta era quizás una esperanza para los hombres del mañana, pero no una esperanza para mí. Y aunque el "para todos" forme parte de la gran esperanza -no puedo ciertamente llegar a ser feliz contra o sin los otros-, es verdad que una esperanza que o se refiera a mí personalmente ni siquiera es una verdadera esperanza.
Así, aunque sea necesario un pequeño empeño constante para mejorar el mundo, el mundo mejor del mañana no puede ser el contenido propio y suficiente de nuestra esperanza. Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas -más grandes o más pequeñas-, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto.
11.- La casa quedó inundada por el olor del perfume. (14 abr 2014).
El relato evangélico de la cena de Betania confiere un intenso clima pascual a nuestra meditación: es preludio de la muerte de Jesús, bajo el signo de la unción que María hizo en honor del Maestro y que él aceptó en previsión de su sepultura. Pero también es anuncio de la resurrección, mediante la presencia misma del resucitado Lázaro, testimonio elocuente del poder de Cristo sobre la muerte. El gesto de la unción de María de Betania entraña ecos y sugerencias espirituales. Evoca el luminoso testimonio que Juan Pablo II dio de un amor a Cristo sin reservas y sin escatimar sacrificios. El "perfume" de su amor llenó toda la casa, es decir, toda la Iglesia.
La estima, el respeto y el afecto que creyentes y no creyentes le expresaron a su muerte, ¿no son acaso un testimonio elocuente? San Agustín, comentando este pasaje del evangelio de san Juan, escribe: "La casa se llenó de perfume; es decir, el mundo se llenó de la buena fama. El buen olor es la buena fama. Por mérito de los buenos cristianos, el nombre del Señor es alabado". Es verdad: el intenso y fecundo ministerio pastoral, y más aún el calvario de la agonía y la serena muerte de nuestro amado Papa, dieron a conocer a los hombres de nuestro tiempo que Jesucristo era de verdad su "todo".
Que el Totus tuus del amado Pontífice nos estimule a seguirlo por la senda de la entrega de nosotros mismos a Cristo por intercesión de María.
12.- Mi carne es verdadera comida. (09 may 2014).
En el coloquio que acaba de referirnos el evangelio, se dice: El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. ¿Cómo no alegrarse por esa promesa? Pero hemos escuchado que, ante aquel primer anuncio, la gente, en vez de alegrarse, comenzó a discutir y a protestar: ¿Cómo puede éste darnos de comer su carne? En realidad, esta actitud se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia. Se podría decir que, en el fondo, la gente no quiere tener a Dios tan cerca, tan a la mano, tan partícipe en sus acontecimientos. Pero son muy claras las palabras que Cristo pronunció en esa circunstancia: Os aseguro que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. Realmente tenemos necesidad de un Dios cercano.
Ante el murmullo de protesta, Jesús habría podido conformarse con palabras tranquilizadoras. Habría podido decir: "Amigos, no os preocupéis. He hablado de carne, pero sólo se trata de un símbolo. Lo que quiero decir es que se trata de una profunda comunión de sentimientos". Pero no, mantuvo firme su afirmación, todo su realismo, a pesar de la defección de muchos de sus discípulos. Más aún, se mostró dispuesto a aceptar incluso la defección de sus mismos apóstoles con tal de no cambiar en nada lo concreto de su discurso: ¿También vosotros queréis marcharos?, preguntó. Gracias a Dios, Pedro dio una respuesta que también nosotros hoy, con plena conciencia, hacemos nuestra: Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
13.- El sentido tiene poder. (10 may 2014).
Ho Logos, traducido en latín "Verbum" y en español "el Verbo", significa también "el Sentido". Por tanto, la expresión de san Juan se puede entender así: el "Sentido eterno" del mundo se ha hecho perceptible a nuestros sentidos y a nuestra inteligencia: ahora podemos tocarlo ycontemplarlo. Si existe un sentido, y el sentido no es una protesta impotente contra lo absurdo. El Sentido tiene poder: es Dios. Un Dios bueno, que no se confunde con un poder excelso y lejano, al que nuca se podría llegar, sino un Dios que se ha hecho nuestro prójimo, muy cercano a nosotros, que tiene tiempo para cada uno de nosotros y que ha venido a quedarse con nosotros. Entonces surge espontáneamente la pregunta: "¿Cómo es posible algo semejante? ¿Es digno de dios hacerse niño?".
Para intentar abrir el corazón a esta verdad que ilumina toda la existencia humana, es necesario plegar la mente y reconocer la limitación de nuestra inteligencia. En la cueva de Belén Dios se nos muestra "niño" humilde para vencer nuestra soberbia. Tal vez nos habríamos rendido más fácilmente frente al poder, frente a la sabiduría; pero él no quiere nuestra rendición; más bien apela a nuestro corazón y a nuestra decisión libre de aceptar su amor. Se ha hecho pequeño para liberarnos de la pretensión humana de grandeza que brota de la soberbia; se ha encarnado libremente para hacernos verdaderamente libres, libres de amarlo.
14.- Aquellos que coman de mi carne vivirán por mí. (22 jun 2014).
El que come vivirá por mí. Estas palabras de Jesús nos permiten comprender cómo el misterio creído y celebrado contiene en sí un dinamismo que lo convierte en principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana. En efecto, comulgando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo se nos hace partícipes de la vida divina de un modo cada vez más adulto y consciente. Análogamente a lo que san Agustín dice en las Confesiones sobre el Logos eterno, alimento del alma, poniendo de relieve su carácter paradójico, el Santo Doctor imagina que se le dice: "Soy el manjar de los grandes: crece, y me comerás, sin que por eso me transforme en ti, como el alimento de tu carne; sino que tú te transformarás en mí". En efecto no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; nos atrae hacia sí.
La celebración eucarística aparece aquí con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial, ya que expresa, al mismo tiempo, tanto el inicio como el cumplimiento del nuevo y definitivo culto, la logiké latreía. A este respecto, las palabras de san Pablo a los romanos son la formulación más sintética de cómo la Eucaristía transforma toda nuestra vida en culto espiritual agradable a Dios. Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.
15.- Dadles vosotros de comer. (03 ago 2014).
Toda celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don que Jesús ha hecho de su propia vida en la cruz, por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo en la Eucaristía, Jesús hace de nosotros los testigos de la compasión de Dios por cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Es alrededor del misterio eucarístico que nace el servicio de la caridad hacia el prójimo, el cual consiste precisamente en el hecho de ue yo amo también, en Dios y con Dios, a la persona que no aprecio e incluso que ni tan sólo conozco. Esto no se puede dar si no es a partir del encuentro íntimo con Dios, encuentro que llega a ser comunión de voluntad hasta llegar a tocar al sentimiento. Es entonces cuando aprendo a mirar a esta otra persona no sólo con mis ojos y mis sentimientos, sino según la mirada de Jesucristo. De esta manera reconozco, en las personas a las que me acerco, unos hermanos y hermanas por quienes el Señor ha dado su vida amándolos hasta el extremo.
Por consiguiente, cuando nuestras comunidades celebran la Eucaristía, deben hacerse cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que la Eucaristía urge a toda persona que cree en él a hacerse pan partidopor los demás y, por tanto, a comprometerse por un mundo más justo y más fraterno.
16.- Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. (24 ago 2014).
Entonces el Señor interpeló directamente a los Doce: ¿Y vosotros quién decís que soy yo? En nombre de todos, con impulso y decisión, fue Pedro quien tomó la palabra: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. También nosotros queremos proclamar esto hoy, con íntima convicción: ¿Sí, Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Lo hacemos con la conciencia de que Cristo es el verdadero "tesoro" por el que vale la pena sacrificarlo todo; él es el amigo que nunca nos abandona porque conoce las esperanzas más íntimas de nuestro corazón. A esta inspirada profesión de fe parte de Pedro, Jesús replica: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Es la primera vez que Jesús habla de la Iglesia, cuya misión es la actualización del diseño grandioso de Dios de reunir en Cristo a la humanidad entera en una única familia.
La misión de Pedro y de sus sucesores es precisamente la de servir a esta unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos; su ministerio indispensable es el de hacer que ésta no se identifique nunca con una sola nación, con una sola cultura, sino que sea ñla Iglesia de todos los pueblos, para hacer presente entre los hombres, marcados por numerosas divisiones y contrastes, la paz de Dios y la fuerza renovadora de su amor. Servir, por tanto, a la unidad interior que proviene de la paz de Dios, la unidad de cuantos en Jesucristo se han convertido en hermanos y hermanas: ésta es la misión peculiar del papa, obispo de Roma y sucesor de Pedro.
17.- Los doce le acompañaban incluidas algunas mujeres. (19 sep 2014).
El apóstol san Pablo admite como algo normal que en la comunidad cristiana la mujer pueda profetizar, es decir, hablar abiertamente bajo influjo del Espíritu, a condición de que sea para la edificación de la comunidad y que se haga de modo digno. Ya hablamos de Prisca o Priscila, esposa de Aquila, que en dos casos sorprendentemente es mencionada antes que su marido; en cualquier caso, ambos son calificados explícitamente por san Pablo como sus colaboradores (sun-ergoús).
Hay otras observaciones que no conviene descuidar. Por ejemplo, es preciso constatar que san Pablo dirige también a una mujer de nombre Apfia la breve carta a Filemón, y conviene notar que en la comunidad de Colosas debía ocupar un puesto importante; en todo caso, es la única mujer mencionada por san Pablo entre los destinatarios de una carta suya. En otros pasajes, el Apóstol menciona a una cierta Febe, a la que llama diáconos de la Iglesia en Cencreas, pequeña localidad portuaria al este de Corinto. Aunque en aquel tiempo ese título todavía no tenía un valor ministerial específico de carácter jerárquico, demuestra que esa mujer ejercía verdaderamente un cargo de responsabilidad a favor de la comunidad cristiana. San Pablo añade: Pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo En el mismo contexto epistolar el apóstol recuerda otros nombres de mujeres: una cierta María, y después Trifena, Trifosa, Perside, muy querida, y Julia, de las que escribe abiertamente que se han fatigado por vosotros o se han fatigado en el Señor, Subrayando así su intenso compromiso eclesial.
18.- Id vosotros también a la viña. (24 sep 2014).
Es san Mateo, apóstol y evangelista, quien narra la parábola del dueño de la vid que llama a los trabajadores a trabajar a su viña. Me complace observar que Mateo personalmente ha experimentado esto. Antes de que Jesús le llamara, fue recaudador de impuestos y, por lo tanto, fue considerado un pecador, excluido de la viña del Señor. Pero todo cambia cuando Jesús, pasando delante de la mesa de impuestos, le dice: Sígueme. Mateo se levantó y le siguió. El recaudador de impuestos se convirtió inmediatamente en discípulo de Cristo. Fue el último y se convirtió en el primero, gracias a la lógica de Dios que, afortunadamente para nosotros es diferente a la del mundo. Vuestros pensamientos no son mis pensamientos, dice el Señor por boca del profeta Isaías, y mis caminos no son vuestros caminos.
San Pablo, también conoce la alegría de sentirse llamado por el Señor a trabajar en su viña. Y ¡qué trabajo ha hecho! Pero, como él mismo confiesa, es la gracia de Dios la que ha actuado en él, esa gracia que ha transformado al perseguidor de la Iglesia en el Apóstol de las naciones.
19.-
Yo te he engendrado hoy. (25 dic 2014).
El Señor me ha dicho: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. En la noche de Belén, estas palabras, que de hecho eran más la expresión de una esperanza que de una realidad presente, han adquirido un significado nuevo e inesperado. El Niño en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. Dios no es soledad eterna, sino un círculo de amor en el recíproco entregarse y volverse a entregar. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Más aún, en Jesucristo, el Hijo de Dios, dios mismo se ha hecho hombre. El Padre le dice: Tú eres mi hijo.El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo. Es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, hacer que su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado. Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con él, llegar a ser semejantes a él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido, resplandece algún destello de la cercanía de Dios que debemos amar.
20.- Tú eres mi hijo amado; en ti me complazco. (11 ene 2015).
En el Jordán, Jesús se manifiesta con una humildad extraordinaria, que recuerda la pobreza y la sencillez del Niño recostado en el pesebre, y anticipa los sentimientos con los que, al final de sus días en la tierra, llegará a lavar los pies de sus discípulos y sufrirá la terrible humillación de la cruz. El Hijo de Dios, el que no tiene pecado, se mezcla con los pecadores, muestra la cercanía de Dios al camino de conversión del hombre. Jesús carga sobre sus hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, comienza su misión poniéndose en nuestro lugar, en el lugar de los pecadores, en la perspectiva de la cruz.
Cuando recogido en oración, tras el bautismo, sale del agua, se abren los cielos. Es el momento esperado por tantos profetas: Si rompieses los cielos y descendieses, había invocado Isaías. En ese momento -parece sugerir san Lucas- esa oración es escuchada. De hecho, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo; se escucharon palabras nunca antes oídas: Tú eres mi hijo amado; en ti me complazco. Al salir de las aguas, como afirma san Gregorio Nacianceno, "ve cómo se rasgan y se abren los cielos, los cielos que Adán había cerrado para sí y para toda su descendencia". El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienden entre los hombres y nos revelan su amor que salva. Si los ángeles llevaron a los pastores el anuncio del nacimiento del Salvador, y la estrella guió a los magos llegados de Oriente, ahora es la voz misma del Padre la que indica a los hombres la presencia de su Hijo en el mundo y los invita a mirar a la resurrección, a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.
21.- Es necesario que el Hijo del hombre sea elevado. (15 mar 2015).
Cristo, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres... Este texto se refiere claramente a la primera caída. Jesucristo vuelve sobre los pasos de Adán. Al contrario que Adán, verdaderamente es como Dios. Pero ser como Dios, ser igual a Dios, es ser Hijo y así totalmente relación: el Hijo no puede hacer nada por sí mismo. Por eso, el que es verdaderamente igual a Dios no se aferra a su autonomía, al carácter ilimitado de su poder y de su voluntad. Porque para recorrer el camino inverso, se hace el muy dependiente, se hace el servidor. Porque no toma el camino del poder sino el del amor, puede descender hasta la mentira de Adán, hasta la muerte, y allí erigir la verdad, dar vida.
Así, Cristo se hace el nuevo Adán por el que la vida humana adquiere un nuevo origen. La cruz, lugar de su obediencia, se convierte en el verdadero árbol de la vida. Cristo llega a ser la imagen opuesta a la serpiente, como dijo Juan en su evangelio. De este árbol no viene la palabra de la tentación, sino la palabra del amor salvador, la palabra de la obediencia, por la cual Dios mismo se hizo obediente, y nos ofrece así su obediencia como espacio de la libertad. La cruz es el árbol de la vida de nuevo accesible. Por eso, la Eucaristía, como presencia de la cruz, es el árbol de la vida que permanece siempre entre nosotros y nos invita a recibir los frutos de la vida verdadera.
22.- Desde ahora serás pescador de hombres. (10 abr 2015).
La llamada de Pedro a ser pastor viene después de la narración de la pesca abundante. Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: Maestro, por tu palabra echaré las redes. Se le confió entonces la misión: No temas, desde ahora serás pescador de hombres.
También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le `priva de su alimento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte, en un mar de oscuridad, sin luz. La red del evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, debe sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para mostrar a Dios a los hombres.
23.- "Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19,27) (01 may 2015).
Oración por la Iglesia de China.
"Virgen Santísima, Madre del Verbo encarnado y Madre nuestra, venerada con el título de "Auxilio de los cristianos" en el Santuario de Sheshan, a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China, hoy venimos ante ti para implorar tu protección.
Mira el Pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal por los caminos de la verdad y el amor, para que sea siempre fermento de convivencia armónica entre todos los ciudadanos.
Con el dócil "si" pronunciado en Nazaret, tú aceptaste que el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal iniciando así en la historia la obra de la redención, en la que cooperaste después con solícita dedicación, dejando que la espada del dolor traspasase tu alma, hasta la hora suprema de la cruz, cuando en el Calvario permaneciste erguida junto a tu Hijo, que moría para que el hombre viviese.
Desde entonces llegaste a ser, de manera nueva, Madre de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe y lo siguen tomando su cruz.
Madre de la esperanza, que la oscuridad del Sábado Santo saliste al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable, concede a tus hijos la capacidad de discernir en cualquier situación, incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios.
Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes en China, en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando, para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús. En la estatua que corona el Santuario, muestras a tu Hijo al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor. Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor, manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia.
Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén".
Benedicto XVI.
24.- Me voy, pero volveré. (05 may 2015).
Mientras vivimos, nuestro cuerpo no es sólo el puente que nos une unos a otros, es también la barrera que nos separa, nos encierra en el reducto infranqueable de nosotros mismos. Su costado abierto es el símbolo de la nueva apertura que el Señor se granjeó en la muerte. En lo sucesivo, se quita la barrera de su cuerpo: la sangre y el agua fluyen de su costado a través de la historia en un flujo inmenso; como Resucitado, es el espacio abierto que nos convida a todos.
Su vuelta no es un acontecimiento lejano, situado al final de los tiempos: comenzó a la hora de la muerte, de donde vino a nosotros, de un modo totalmente nuevo. Así en la muerte del Señor, se cumplió el destino del grano de trigo: si no es enterrado en tierra, queda infecundo, pero si cae en tierra y muere, da mucho fruto. Todos nosotros todavía vivimos del fruto de este grano de trigo que murió. En el pan de la Eucaristía, recibimos la multiplicación inagotable de los panes del amor de Jesucristo, bastante rico para saciar el hambre de todos los siglos.
25.- Que sean uno en nosotros para que el mundo crea. (21 may 2015).
La unidad que buscamos no es ni absorción ni difusión, sino respeto de la multiforme plenitud de la Iglesia, la cual, de acuerdo con la voluntad de su fundador, Jesucristo, debe ser siempre una, santa, católica y apostólica. Esta consigna tuvo plena resonancia en la intangible profesión de fe de todos los cristianos, el Símbolo elaborado por los padres de los concilios ecuménicos de Nicea y Constantinopla.
El Concilio Vaticano II reconoció con lucidez el tesoro que posee Oriente y del que Occidente "ha tomado muchas cosas"; recordó que los dogmas fundamentales de la fe cristiana fueron definidos por los concilios ecuménicos celebrados en Oriente; exhortó a no olvidar cuántos sufrimientos ha padecido Oriente por conservar su fe. La enseñanza del Concilio ha inspirado el amor y el respeto a la tradición oriental, ha impulsado a considerar al Oriente y al Occidente como teselas que forman juntas el rostro resplandeciente del Pantocrátor, cuya mano bendice toda la oikoumene. El Concilio fue aún más allá, al afirmar: "No hay que admirarse de que a veces unos hayan captado mejor que otros y expongan con mayor claridad algunos aspectos del misterio revelado, de manera que hay que reconocer que con frecuencia las diversas fórmulas teológicas, más que oponerse, se complementan entre sí"
26.- Espero la resurrección de los muertos y la vida eterna (3 jun 2015).
El cristianismo no promete tan sólo la salvación del alma, en un más allá cualquiera donde todos los valores y las cosas preciosas de este mundo desaparecerán como si se tratara de una escena que se hubiera construido en otro tiempo y que desaparece desde aquel momento. El cristianismo promete la eternidad de todo lo que se ha realizado en la tierra.
Dios conoce y ama a este hombre total que somos actualmente. Es, pues, inmortal lo que crece y se desarrolla en nuestra vida ya desde ahora. Es en nuestro cuerpo donde sufrimos y amamos, donde esperamos, donde experimentamos el gozo y la tristeza, donde progresamos a lo largo del tiempo. Todo lo que se desarrolla así en nuestra vida de ahora es imperecedero. Es, pues, imperecedero lo que hemos llegado a ser en nuestro cuerpo, lo que ha crecido y madurado en el corazón de nuestra vida, unido a las cosas de este mundo. Es "el hombre total" tal cual está situado en este mundo, tal cual ha vivido y sufrido, el que un día será levado a la eternidad de Dios y tendrá parte en Dios mismo, por la eternidad. Es esto lo que debe llenarnos de un gozo profundo.
27.- Dio todo lo que tenía para vivir. (06 juni 2015).
Es significativo el episodio evangélico de la viuda que, en su miseria, echa en el tesoro del templo todo lo que tenía para vivir. Su pequeña e insignificante moneda se convierte en un símbolo elocuente: esta viuda no da a Dios lo que le sobra, no da lo que posee, sino lo que es toda su persona. Este episodio conmovedor se encuentra dentro de la descripción de los días que preceden inmediatamente a la pasión y muerte de Jesús, quien, como señala san Pablo, se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza; se entregó a sí mismo por nosotros. Siguiendo sus enseñanzas, podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándolo, estaremos dispuestos a dar no sólo algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos.
¿Acaso no se resume todo el evangelio en el único mandamiento de la caridad? La práctica cuaresmal de la limosna se convierte en un medio para hacer más profunda nuestra vocación cristiana. El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor. por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno.
28.- Quita primero la viga de tu ojo. (22 jun 2015).
La caridad es amor recibido y ofrecido. Es gracia (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el amor revelado, puesto en práctica por Cristo y derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad.
La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero sen la verdad. El desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan esta verdad. Y necesitan aún más que se estime y dé testimonio de esta verdad. Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia ni responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.
29.- ¡Ven y verás: el apóstol Bartolomé encuentra al Hijo de Dios.
(24 ago 2015).
Tradicionalmente, el apóstol Bartolomé se identifica con Natanael, Felipe le había contado cómo había encontrado a aquel de quien hablan la ley de Moisés y los profetas: a Jesús, hijo de José, de Nazaret. Como sabemos, Natanael le opone un prejuicio muy rápido: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Esta especie de respuestas es importante para nosotros. En efecto, nos hace ver cómo, según las esperanzas judías, el Mesías no podía venir de un pueblo tan poco importante como Nazaret. Pero al mismo tiempo pone en evidencia la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas haciendo que le encontremos precisamente allí donde de ninguna manera la esperamos.
La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos tan solo con palabras. En su respuesta, Felipe dirige a Natanael una invitación importante: ¡Ven y verás! Nuestro conocimiento de Jesús tiene necesidad, sobre todo, de una experiencia viva. Ciertamente es importante el testimonio de otro, pero normalmente toda nuestra vida cristiana comienza por el anuncio que nos llega gracias a uno o varios testimonios, más, en seguida, somos nosotros mismos quienes debemos estar personalmente implicados en una relación íntima y profunda con Jesús.
30.- Madre de la Esperanza. (15 sep 2015).
Santa María, el anciano Simeón te habló de la espada que traspasaría tu corazón, del signo de contradicción que tu Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó después la actividad publica de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la nueva familia de los que hubieran escuchado y cumplido tu palabra. No obstante toda la grandeza y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret experimentaste la verdad aquella palabra sobre el signo de contradicción. Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que lo viste morir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes.
Recibiste entonces la 'palabra: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre de una manera nueva, madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el momento de la anunciación: No temas, María. ¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis!
MEDITACIONES DE LA 31 A LA 50
31.- Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. ( 22 sep 2015).
María es la mujer de la escucha. Lo vemos en el encuentro con el ángel y lo volvemos a ver en todas las escenas de su vida, desde las bodas de Caná hasta la cruz y hasta el día de Pentecostés. En el momento del anuncio del ángel podemos ver ya la actitud de escucha, una escucha verdadera, una escucha dispuesta a interiorizar: no dice simplemente "sí", sino que asimila la palabra, acoge en sí la Palabra. Y después sigue la verdadera obediencia, como una Palabra ya interiorizada, es decir, transformada en Palabra en mí y para mí, Así la Palabra se convierte en encarnación.
Lo mismo vemos en el Magníficat. Sabemos que es un texto entretejido con palabras del Antiguo Testamento. Vemos que María es realmente una mujer de escucha, que en el corazón conocía la Escritura. No sólo conocía algunos textos; estaba tan identificada con la Palabra, que en su corazón y en sus labios las palabras del Antiguo Testamento se transforman sintetizadas, en un canto. Vemos que su vida estaba realmente penetrada por la Palabra; había entrado en la Palabra, la había asimilado; así en ella se había convertido en vida, transformándose luego de nuevo en Palabra de alabanza y de anuncio de la grandeza de Dios.
32.- El que no acoge el reino de Dios como un niño no entrará en el reino de los cielos. (04 oct 2015).
Es asombroso comprobar la importancia que Jesús le atribuye a un niño: Yo os digo que, si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de Dios. Ser niño no es para Jesús una etapa puramente pasajera de la vida del hombre, derivada de su destino biológico, y destinada a desaparecer talmente. En la infancia, lo que es propio del hombre se realiza de tal manera que aquel que perdió lo esencial de la infancia se ha perdido a sí mismo. A partir de esto, y desde el punto de vista humano, podemos imaginar el feliz recuerdo que Cristo guardaba de los días de su infancia, puesto que la infancia había sido para él una experiencia preciosa, una forma particularmente pura de humanidad.
De ahí podremos aprender a respetar al niño que, desarmado, reclama nuestro amor. Pero esto plantea la siguiente cuestión: ¿cuál es exactamente esa nota característica de la infancia que Jesús considera irreemplazable? Hay que recordar, en primer lugar, que el atributo esencial d Jesús, el que expresa su dignidad, es el de "Hijo". La orientación de su vida, el motivo originario y el objetivo que lo modelaron se expresan en una sola palabra: Abba, Padre muy amado. Jesús sabía que no estaba solo, y hasta su último grito es la cruz, obedeció al que llamaba Padre, entregándose totalmente a él. Esto nos permite explicar que, hasta el final, se habría negado a llamarse rey o señor, o a atribuirse algún otro título de poder, pero que sí habría recurrido a un término que podríamos traducir por "hijo"
33.- La Eucaristía, el sacramento del mundo renovado. (02 dic 2015).
Debemos redescubrir con orgullo el privilegio de participar en la Eucaristía, que es el sacramento del mundo renovado. La resurrección de Cristo tuvo lugar el primer día de la semana, que en la Escritura es el día de la creación del mundo. Precisamente por eso, la comunidad cristiana primitiva consideraba el domingo como el día en que había iniciado el mundo nuevo, el día en que, con la victoria de Cristo sobre la muerte, había comenzado la nueva creación.
Al congregarse en torno a la mesa eucarística, la comunidad iba formándose como nuevo pueblo de Dios. San Ignacio de Antioquia se refería a los cristianos como "aquellos que han llegado a la nueva esperanza", y los presentaba como personas "que viven según el domingo" (iuxta dominicam viventes). Desde esta perspectiva, el obispo de Antioquia se preguntaba: "¿Cómo podríamos vivir sin él, al que incluso los profetas esperaron?" "¿Cómo podríamos vivir sin él?" En estas palabras de san Ignacio resuena la afirmación de los mártires de Abitina: Sine dominico non possumus. Precisamente de aquí brota nuestra oración: que también nosotros, los cristianos de hoy, recobremos la conciencia de la importancia decisiva de la celebración dominical.
34.- El dueño del sábado: La liberación aportada por Cristo. (19 ene 2015)
La novedad radical que la Eucaristía introduce en la vida del hombre ha estado presente en la conciencia cristiana desde el principio. Los fieles percibieron en seguida el influjo profundo que la celebración eucarística ejercía sobre su estilo de vida. San Ignacio de Antioquia expresaba esta verdad definiendo a los cristianos como "Los que ha llegado a la nueva esperanza", y los presentaba como los que viven "según el domingo".
La formula de san Ignacio -"vivir según el domingo"- subraya también el valor paradigmático que este día santo posee con respecto a cualquier otro día de la semana. En efecto, su diferencia no está simplemente en dejar las actividades habituales, como una especie de paréntesis dentro del ritmo normal de los días. Los cristianos siempre han vivido este día como el primero de la semana, porque en él se hace memoria de la radical novedad traída por Cristo. Así pues, el domingo es el día en que el cristiano encuentra aquella forma eucarística de su existencia que está llamado a vivir constantemente. "Vivir según el domingo" quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta renovada íntimamente.
35.- En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios.
(10 feb 2016).
Convertíos y creed en el evangelio. La llamada a la conversión revela y denuncia la fácil superficialidad que con frecuencia caracteriza nuestra vida. Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido. Conversión es ir contracorriente, donde la "corriente" es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral.
Con la conversión, en cambio, aspiramos a la medida alta de la vida cristiana, nos adherimos al evangelio vivo y personal, que es Jesucristo. La meta final y el sentido profundo de la conversión es su persona, él es la senda `por la que todos están llamados a caminar en la vida, dejándose iluminar por su luz y sostener por su fuerza que mueve nuestros pasos. De este modo, la conversión manifiesta su rostro más esplendido y fascinante: no es una simple decisión moral que rectifica nuestra conducta de vida, sino una elección de fe que nos implica totalmente en la comunión íntima con la persona viva y concreta de Jesús. La conversión es el "sí" total de quien entrega su existencia al evangelio, respondiendo libremente a Cristo, que antes se ha ofrecido al hombre como camino, verdad y vida, como el único que lo libera y lo salva.
36.- Yo te digo:
tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. (22 feb 2016).
Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado de jurisdicción".
Esta posición de preeminencia que Jesús quiso conferir a Pedro se constata también después de la resurrección: Jesús encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro; después, entre los apóstoles, Pedro es el primer testigo de la aparición del Resucitado. Además, el hecho de que varios de los textos clave referidos a Padre puedan enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos, muestra cómo el ministerio confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía.
37.- Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y, lleno de compasión, corrió hacia él. (27 feb 2016).
La verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito. Tampoco en el Antiguo Testamento la novedad bíblica consiste simplemente en nociones abstractas, sino en la actuación imprevisible, y en cierto sentido inaudita, de Dios. Este actuar de Dios adquiere ahora su forma dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va tras la "oveja perdida", la humanidad doliente y extraviada.
Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan, ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: Dios es amor. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.
38.- No ha venido a abolir, sino a dar plenitud. (02 mar 2016).
Dios nos ha creado a todos a su imagen. Ante Dios todos los hombres tienen la misma dignidad, independientemente del pueblo, la cultura o la religión a que pertenezcan. Por esta razón, la declaración Nostra aetate también habla con gran consideración de los musulmanes, y de los que pertenecen a otras religiones. Fundándose en la dignidad humana común a todos, la Iglesia católica "reprueba, como ajena al espíritu de Cristo, cualquier discriminación o vejación por motivos de raza o color, de condición o religión" (n.5).
La Iglesia es consciente de que tiene el deber de transmitir, tanto en la catequesis a los jóvenes como en cada aspecto de su vida, esta doctrina a las nuevas generaciones que no han visto los terribles acontecimientos ocurridos antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Es una tarea especialmente importante porque desafortunadamente, hoy resurgen nuevos signos de antisemitismo y aparecen diversas formas de hostilidad generalizada hacia los extranjeros. ¿Cómo no ver en eso un motivo de preocupación y cautela? La Iglesia católica se compromete -lo reafirmo también en esta ocasión- por la tolerancia, el respeto, la amistad y la paz entre todos los pueblos, las culturas y las religiones.
39.- La luz brilla en las tinieblas. (26 mar 2016).
En Pascua, en la mañana del primer día de la semana, Dios vuelve a decir: Que exista la luz. Antes había venido la noche al monte de los Olivos, el eclipse solar de la pasión y muerte de Jesús, la noche del sepulcro. Pero ahora vuelve a ser el primer día, comienza la creación totalmente nueva. Que exista la luz, dice Dios, y existió la luz. Jesús resucita del sepulcro; la vida es más fuerte que la muerte, el bien es más fuerte que el mal; el amor es más fuerte que el odio, la verdad es más fuerte que la mentira; la oscuridad de los días pasados se disipa cuando Jesús resurge de la tumba y se hace él mismo luz pura de Dios.
Pero esto no se refiere solamente a él, ni se refiere únicamente a la oscuridad de aquellos días. Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada. Él nos lleva a todos a la vida nueva de la resurrección y vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios. Pero, ¿cómo podemos alcanzar esto sin que se quede sólo en palabras, sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: Que exista la luz. El nuevo día, el día de la vida indestructible, llega también a nosotros. Cristo nos toma de la mano: a partir de ahora él nos sostendrá y así entraremos en la luz, en la vida verdadera.
40.- Dadles vosotros de comer. (08 abr 2016).
Los sacramentos de la Iglesia son, como la Iglesia misma, el fruto del grano de trigo que muere. Para recibirlos, debemos entrar en el movimiento mismo del que ellos provienen. Este movimiento consiste en perderse a sí mismo, sin lo cual uno no podría encontrarse: Porque quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará. Esta palabra del Señor es la fórmula fundamental de la vida cristiana; la forma característica de la vida cristiana está en la cruz. La apertura cristiana al mundo, tan preconizada en nuestros días, sólo puede hallar su modelo en el costado abierto del Señor, expresión de este amor radical, la única capaz de das salvación.
Sangre y agua brotaron del costado atravesado de Jesús crucificado. Lo que a primera vista es símbolo de su muerte, símbolo de su fracaso más completo, constituye al mismo tiempo un nuevo comienzo; el Crucificado resucita y no muere nunca. De las profundidades de la muerte surge la promesa de la vida eterna. Sobre la cruz de Jesucristo resplandece ya la claridad victoriosa de la mañana de pascua. Por eso, vivir bajo la señal de la cruz es sinónimo de vivir bajo la promesa de la alegría pascual.
41.- Vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda. (09 jun 2016).
El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. La consecuencia es clara: no podemos comulgar con el Señor si no comulgamos entre nosotros. Si queremos presentaros ante él, también debemos ponernos en camino para ir al encuentro unos de otros. Por eso, es necesario aprender la gran lección del perdón no dejar que se insinúe en el corazón la polilla del resentimiento, sino abrir el corazón a la magnanimidad de la escucha del otro, abrir el corazón a la comprensión del otro.
La Eucaristía es sacramento de la unidad. Pero, por desgracia, los cristianos están divididos, precisamente en el sacramento de la unidad. Por eso, sostenidos por la Eucaristía, debemos sentirnos estimulados a tender con todas nuestras fuerzas a la unidad plena que Cristo deseó ardientemente en el Cenáculo. Quisiera reafirmar mi voluntad de asumir el compromiso fundamental de trabajar con todas mis energías a favor del restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los seguidores de Cristo. Soy consciente de que para eso no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen falta gestos concretos que entren en los corazones y sacudan las conciencias, estimulando a cada uno a la conversión interior, que es el requisito de todo progreso en el camino del ecumenismo.
42.- En la orilla. (28 jul 2016).
Con la muerte, la opción de vida hecha por el hombre se hace definitiva, la vida está delante del Juez. La opción que a lo largo de la vida ha ido tomando una forma concreta puede tener diversas características. Puede haber personas que han destruido totalmente en ellas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor, personas en las cuales todo se ha hecho mentira, personas que han vivido para el odio y que en ellas mismas han pisoteado el amor. En semejantes individuos ya no habría posible remedio para nada y la destrucción del bien sería irrevocable; esto es lo que se quiere indicar con la palabra "infierno".
Por otra parte, puede haber personas muy puras, que se han dejado penetrar enteramente por Dios y el mero hecho de ir hacia él es tan sólo el cumplimiento de lo que ya son. Sin embargo, en la mayoría de los hombres una última apertura interior a la verdad, al amor a Dios, permanece presente en lo más profundo de su ser. Pero en las opciones concretas de la vida, su opción ha quedado desde siempre recubierta con nuevos pactos con el mal. ¿Qué ocurre con estos individuos cuando se presentan ante el Juez? San Pablo nos da una idea del diferente impacto del juicio de Dios sobre el hombre según su estado: El fuego pondrá a prueba la calidad de cada construcción. Aquel cuya obra, construida sobre el cimiento, resista recibirá la recompensa. Más aquel cuy obra quede abrasada sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.
43.- Porque les faltaba fe. (29 jul 2016).
Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que quema y al mismo tiempo salva es el mismo Cristo, el Juez y Salvador. El encuentro con él es el acto decisivo del juicio. Ante su mirada se desvanece toda falsedad. Las cosas construidas durante la vida pueden revelarse entonces como paja seca, vanagloria vacía y derruirse. Pero en el sufrimiento que produce este encuentro en el que lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta del todo evidente, se encuentra la salvación. La mirada de Cristo, los latidos de su corazón nos curan gracias a una transformación, ciertamente dolorosa, como a través de fuego. Sin embargo es un sufrimiento dichoso en el que el santo poder de su amor nos penetra como una llama permitiéndonos, al fin, ser totalmente nosotros mismos, y por ello, totalmente de Dios.
Así se vuelve del todo, evidente la compenetración entre la justicia y la gracia: nuestra manera de vivir no es irrelevante, pero nuestra sociedad no nos embrutece eternamente si, por lo menos, permanecemos orientados hacía Cristo, hacia la verdad, hacia el amor. A fin de cuentas, esta sociedad ha sido ya quemada en la pasión de Cristo. En el momento del juicio experimentamos y acogemos este dominio de su amor sobre todo mal en el mundo y en nosotros. El sufrimiento del amor se convierte en nuestra salvación y nuestro gozo.
44.- Rogad al dueño de la mies. (29 sep 2016).
Recordando la recomendación de Jesús: La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies, podemos rezar:
Padre, haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio
que mantengan viva la fe
y conserven la grata memoria de tu Hijo Jesús,
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles.
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos custodios
de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama ministros de tu misericordia
que, mediante el sacramento de la reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre, haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo
y, dócil a sus enseñanzas, fomente vocaciones
al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados
y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente su misión
al servicio del evangelio
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
María, Reina de los apóstoles, ruega por nosotros.
45.- De Belén a la cruz. (26 dic 2016).
Al día siguiente de la solemnidad de Navidad, celebramos hoy la fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir. A primera vista, unir el recuerdo del "protomártir" y el nacimiento del Redentor puede sorprender por el contraste entre la paz y la alegría de Belén y el drama de san Esteban... En realidad, esta a parente contraposición se supera si analizamos más a fondo el misterio de la Navidad. El Niño Jesús, que yace en la cueva, es el Hijo unigénito de Dios que se hizo hombre. Él salvará a la humanidad muriendo en la cruz. Ahora lo vemos en pañales en el pesebre; después de su crucifisión, será nuevamente envuelto con vendas y colocado en un sepulcro. No es casualidad que la iconografía navideña represente a veces al Niño divino recién nacido recostado en un pequeño sarcófago, para indicar que el Redentor nace para morir, nace para dar su vida como recate por todos.
San Esteben fue el primero en seguir los pasos de Cristo con el martirio; murió, como el divino Maestro, perdonando y orando por sus verdugos. En los primeros cuatro siglos del cristianismo todos los santos venerados por la Iglesia eran mártires. Se trata de una multitud innumerable, que la liturgia llama "el blanco ejército de los mártires"... Su muerte no era motivo de miedo y tristeza, sino de entusiasmo espiritual, que suscitaba siempre nuevos cristianos. Para los creyentes, el día de la muerte, y más aún el día del martirio, no es el fin de todo, sino más bien el "paso" a la vida inmortal, es el día del nacimiento definitivo, en latín, el dies natalis. Así se comprende el vínculo que existe entre el dies natalis de Cristo y el dies natalis de san Esteban. Si Jesús no hubiera nacido en la tierra, los hombres no habrían podido nacer para el cielo. Precisamente porque Cristo nació, nosotros podemos "renacer".
46.- Natanael-Bartolomé, reconoce al Mesías, Hijo de Dios.(05 ene 2017).
El evangelista Juan nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude, pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: ¿De qué me conoces? La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente.
Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado.
No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.
47.- Caminar a su lado. (02 mar 2017).
El hombre es polvo y al polvo volverá, pero a los ojos de Dios es polvo precioso, porque Dios ha creado al hombre destinándolo a la inmortalidad. Así, la formula litúrgica... encuentra la plenitud de su significado en referencia al nuevo Adán, Cristo.
También Jesús, el Señor, quiso compartir libremente con todo hombre la situación de fragilidad, especialmente mediante su muerte en la cruz; pero precisamente esta muerte, colmada de su amor al Padre y a la humanidad, fue el camino para la gloriosa resurrección, mediante la cual Cristo se convirtió en fuente de una gracia donada a quienes creen en él y de este modo participan de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin comienza ya en la fase terrena de nuestra existencia, pero alcanzará su plenitud después de "la resurrección de la carne".
El pequeño gesto de la imposición de la ceniza nos desvela la singular riqueza de su significado: es una invitación a recorrer el tiempo cuaresmal como una inmersión más consciente e intensa en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y resurrección, mediante la participación de la Eucaristía y en la vida de caridad, que nace de la Eucaristía y encuentra en ella su cumplimiento. Con la imposición de la ceniza renovamos nuestro compromiso de seguir a Jesús, de dejarnos transformar por su misterio pascual, para vencer el mal y hacer el bien, para hacer que muera nuestro hombre viejo vinculado al pecado y hacer que nazca el hombre nuevo transformado por la gracia de Dios.
48.-Al amanecer, Jesús estaba en la orilla. (21 abr 2017).
Pero resurrección, ¿qué es? La Iglesia trata de hacérnoslo comprender traduciendo este acontecimiento misterioso al lenguaje de los símbolos, en los que podemos contemplar de alguna manera este acontecimiento sobrecogedor. En la Vigilia pascual nos indica el sentido de este día especialmente mediante tres símbolos: la luz, el agua y el canto nuevo, el aleluya.
Primero la luz. La creación de Dios comienza con la expresión: Que exista la luz. Donde hay luz, nace la vida, el caos puede transformarse en cosmos. En el mensaje bíblico, la luz es la imagen más inmediata de Dios: él es todo luminosidad, vida, verdad, luz. En la Vigilia pascual, la Iglesia lee la narración de la creación como profecía. En la resurrección se realiza como el principio de todas las cosas. Dios dice de nuevo: Que exista la luz. La resurrección de Jesús es un estallido de luz. Se supera la muerte, el sepulcro se abre de par en par. El Resucitado mismo es Luz, la Luz del mundo. Con la resurrección, el día de Dios entra en la noche de la historia. A partir de la resurrección, la luz de Dios se difunde en el mundo y en la historia. Se hace de día. Solo esta Luz, Jesucristo es la luz verdadera, más que el fenómeno físico de Luz. Él es la pura Luz: Dios mismo, que hace surgir una nueva creación en aquella antigua, y transforma el caos en cosmos.
49.-Nadie puede soltarse de la mano del Padre. (09 may 2017).
Dios es. La fe cristiana añade: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, uno en tres Personas. ¿Qué significa esto? Él se llama Padre. La paternidad humana puede dar una idea de lo que es. Pero allí donde la paternidad se vive más como un fenómeno biológico que humano y espiritual, hablar de Dios Padre es una forma de hablar vacía... Para ser plenamente hombres necesitamos de un padre en el verdadero sentido del término: uno responsable frente al otro, sin dominar al otro sino devolviéndole su libertad; es decir, un amor que no desea tomar posesión del otro, sino que le quiere en su verdad más íntima, que está en su Creador. Esta manera de ser padre solo es posible si se acepta ser hijo; aceptar la palabra de Jesús: Vosotros tenéis un solo Padre, el que está en los cielos es la condición interior para que los hombres puedan ser padres de la mejor manera...
El hecho de que en la Biblia Dios aparezca fundamentalmente bajo la imagen de padre incluye el hecho de que el misterio del amor maternal también está presente en él en su origen... No es una abstracción que el hombre es imagen de Dios, esto nos presentaría solo a un Dios abstracto. Él lo es en su realidad concreta, es decir, en relación.
50.- He dado a conocer tu nombre a los hombres. (28 may 2017). En el libro del Apocalipsis, el adversario de Dios, la Bestia, no lleva un nombre sino cantidad: 666. La Bestia es número y transforma en números. Nosotros, los que hemos tenido la experiencia de los campos de concentración, sabemos lo que esto significa; su horror viene precisamente por eso, porque borran sus rostros... Dios, él mismo, tiene nombres y llama por un nombre. Es persona y busca a las personas. Tiene un rostro y busca nuestro rostro. Tiene un corazón y busca nuestro corazón. Para él, no somos los que ejercemos una función en la gran máquina del mundo. El nombre es la posibilidad de ser llamado, es la comunión.
Por eso, Cristo, el verdadero Moisés. Es en quien finaliza la revelación del nombre. Él no viene a traernos, como nombre, una palabra nueva; hace mucho más: él mismo es el rostro de Dios. Él mismo es el nombre de Dios; es la posibilidad misma que tiene Dios de ser llamado "tú" de ser llamado como persona, como corazón. Su nombre propio, "Jesús", es el que lleva a término el nombre misterioso de la zarza ardiente; así ahora aparece claramente que Dios no había dicho la última palabra. El nombre de Jesús contiene la palabra "Yahvé" n su forma hebraica y le añade otra: "Dios Salva". Yahvé "Yo soy el que soy", a partir de Jesús, quiere decir: "Yo soy el que os salva". Su ser es salvación.
MEDITACIONES DE LA 51 A LA 78
51.- Ve primero a reconciliarte con tu hermano (15 jun 2017).
El Cristo que encontramos en el Sacramento es el mismo aquí, en Europa y en América, en África, en Asia y en Oceanía. El único y el mismo Cristo está presente en el Pan eucarístico de todos los lugares de la tierra. Esto significa que solo podemos encontrarlo junto con todos los demás. Solo podemos recibirlo en la unidad. ¿No es esto lo que nos dijo el apóstol san Pablo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. La consecuencia es clara: no podemos comulgar con el Señor si no comulgamos entre nosotros. Si queremos presentarnos ante él, también debemos ponernos en camino para ir al encuentro unos de otros. Por eso, es necesario aprender la gran lección del perdón. no dejar que se insinúe en el corazón la polilla del resentimiento, sino abrir el corazón la polilla del resentimiento, sino abrir el corazón a la magnanimidad de la escucha del otro, abrir el corazón a la compresión, a la posible aceptación d sus disculpas y al generoso ofrecimiento de las propias.
La Eucaristía es sacramento de la unidad. Pero, por desgracia, los cristianos están divididos, precisamente en el sacramento de la unidad. Por eso, sostenidos por la Eucaristía, debemos sentirnos estimulados a tender con todas nuestras fuerzas a la unidad plena que Cristo deseó ardientemente en el Cenáculo.
52.- Se convirtieron con la predicación de Jonás. (24 jul 2017).
Jesús no rechaza cualquier forma de signo, sino que rechaza el signo concreto que pide esta generación. El Señor promete y da su propio signo, la verdadera certeza que concuerda con la siguiente verdad: igual que Jonás fue un signo para los ninivitas, de la misma manera el Hijo del hombre será un signo para esta generación.
Jesús mismo, la persona de Jesús, tanto su palabra como el conjunto de su personalidad, es el signo para todas las generaciones. Es una respuesta muy profunda sobre la que hay que meditar constantemente. Quien me ha visto a mí ha visto al Padre, afirma el Señor a Felipe cuando le pide: Muéstranos al Padre. Queremos ver, y así adquirir la certeza. Jesús responde: Sí, podéis ver. En el Hijo el Padre se hace visible. Ver a Jesús, esta es la respuesta. Recibimos el signo, la realidad que se demuestra ella misma. Y, de hecho, ¿no es realmente un signo extraordinario la presencia de Jesús en todas las generaciones, esa fuerza de su persona que atrae también a los paganos, a los no cristianos, a los ateos? Ver a Jesús, aprender a verle. Contemplémosle en sus palabras inagotables; contemplémosle en sus misterios.
53.- Natanael reconoce al Mesías, Hijo de Dios. (29 sep 2017).
El evangelista Juan nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Se trata de un elogio que recuerda el texto del salmo: Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude, pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: ¿De qué me conoces? La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. No sabemos qué había sucesivo bajo esa higuera. Es decisivo que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de que es Hijo unigénito, como su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.
54.- Cultivad la tierra. (22 nov 2017).
La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la "plenitud" en Cristo al final de los tiempos. También ella, por tanto, es una "vocación". La naturaleza está a nuestra disposición no como un "montón de desechos esparcidos al azar", sino como un don del Creador que ha esparcidos al azar", sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para "guardarla y cultivarla".
Es lícito que el hombre gobierne responsablemente la naturaleza para custodiarla, hacerla productiva y cultivarla también con métodos nuevos y tecnologías avanzadas, de modo que pueda acoger y alimentar dignamente a la población que la habita. En nuestra tierra hay lugar para todos: en ella toda la familia humana debe encontrar los recursos necesarios para vivir dignamente [...]. Pero debemos considerar un deber muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola.
55.- San José, modelo de escucha. (18 dic 2017).
El silencio de san José es un silencio impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en una actitud de disponibilidad total a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino por el contrario, una plenitud de fe que lleva en su corazón, y guía cada uno de sus pensamientos y cada una de sus acciones. Un silencio gracias al cual José, al unísono con María, conserva la Palabra de Dios, conocida a través de las Santas Escrituras, confrontándolas permanentemente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración continua, de bendición del Señor, de adoración de su voluntad y de confianza absoluta en su providencia.
¡Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José! Tenemos necesidad de ello en absoluto el recogimiento y loa escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación a la Navidad, cultivemos el recogimiento interior, para acoger y conservar a Jesús en nuestra vida.
56.- ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno? (05 ene 2018).
Desde Nazaret se descubre que la casa y la familia son una iglesia y que se tiene en cuenta la responsabilidad sacerdotal del cabeza de familia. En la "Galilea de los paganos", Jesús recibe una educación judía; sin ir a la escuela, aprende en casa a conocer la Escritura... Las breves y escasas alusiones de Lucas son suficientes para darnos una idea del espíritu de responsabilidad y de apertura, de fervor y rectitud, que caracterizaba a esta comunidad y que hicieron de ella una realización del verdadero Israel. Pero es sobre todo en el actuar de Jesús, que conoce las Escrituras y las tradiciones rabínicas con la misma seguridad que un maestro, donde reconocemos en qué manera la vida común que se llevó en Nazaret fue fructífera para aprender todo ello. Y todo esto ¿no nos concierne acaso a nosotros, que vivimos en una época en la que la mayor parte de los cristianos se ven forzados a vivir en una "Galilea de los paganos"?
Nazaret tiene un mensaje permanente para la Iglesia. La Nueva Alianza no tiene su comienzo en el Templo, ni sobre el Monte Santo, sino en la pequeña habitación de la Virgen, en la casa del trabajador, en un lugar olvidado de la "Galilea de los paganos", de la que nadie esperaba nada bueno. No es sino a partir de ahí que la Iglesia podrá comenzar de nuevo y sanar.
57.- Se quedó cuarenta días en el desierto. (18 feb 2018).
Yendo al desierto, Jesús entra en la historia de salvación de su pueblo, el pueblo elegido. Esta historia empieza después de la salida de Egipto por una migración de cuarenta años por el desierto. En el centro de este tiempo de cuarenta años están los encuentros "cara a cara" con Dios: estos cuarenta días de Moisés en la montaña, en ayuno absoluto, lejos de su pueblo, en la soledad de la nube, en la cima de la montaña. Del núcleo de estos días surge la fuente de la revelación. Volvemos a encontrar el espacio de cuarenta días en la vida de Elías: perseguido por el rey Acab, el profeta camina cuarenta días por el desierto, volviendo así al origen de la alianza, a la voz de Dios, para un nuevo comienzo de la historia de salvación.
Jesús entra en esta historia. Revive las tentaciones de su pueblo, las tentaciones de Moisés. Como Moisés, ofrece su vida por el pueblo: con tal de que el pueblo se salve, está dispuesto a dar su vida. Así, Jesús será el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Será el auténtico Moisés que está en el seno del Padre, cara a cara con él para revelar al Padre. En los desiertos del mundo, él es la fuente de agua viva, palabra de vida, camino, verdad y vida. Desde la cruz nos entrega la alianza nueva. Auténtico Moisés, él entra por la resurrección en la tierra prometida que Moisés no alcanzó, y por la cruz, Jesús nos abre las puertas del reino.
58.- Si muere, da mucho fruto. (18 mar 2018).
Ser cristiano significa, en primer lugar, separarse del egoísmo que no vive más que para sí mismo, para entrar en una orientación profunda de la vida hacia los demás. E el fondo, todas las grandes imágenes de la Escritura traducen esta realidad. El Señor Jesús anunció esta realidad. El Señor Jesús anunció esta realidad de la manera más profunda en la ley del grano de trigo que manifiesta, al mismo tiempo, que esta ley esencial no solo domina toda la historia, sino que marca, desde el principio, la creación entera con el sello de Dios: En verdad os digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo y no da fruto; pero, si muere, dará mucho fruto.
En su muerte y resurrección, Cristo cumplió la ley del grano de trigo, se hizo verdaderamente el fruto centuplicado del que vivimos todavía y siempre. Pero en el misterio de la Santa Eucaristía donde permanece para siempre aquel que es para nosotros, nos invita a entrar, día tras día, en esta ley que no es más que la expresión de la esencia del amor auténtico: salir de uno mismo para servir al otro. El movimiento fundamental del cristianismo no es, en último análisis, otra cosa que el simple movimiento del amor por el que participamos en el amor creador de Dios mismo.
59.- Amaos los unos a los otros como yo os he amado. (04 may 2018).
La grandeza de la humanidad viene determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y el que sufre... La palabra latina "con- solatio", consolación, lo expresa de manera muy bella, sugiriendo un "sercon" en la soledad, que entonces ya no es soledad. La capacidad de aceptar el sufrimiento por amor al bien, a la verdad y a la justicia es constitutiva de la grandeza de la humanidad porque, en definitiva, si mi bienestar personal y mi integridad son más importantes que la verdad y la justicia, entonces prevalece el dominio del más fuerte; entonces reina la violencia y la mentira...
Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor a la verdad y a la justicia; sufrir a causa del amor para llegar a ser una persona que ama de veras son elementos fundamentales de humanidad; su abandono destruiría al mismo hombre. Pero una vez más surge la pregunta: ¿somos capaces de ello?... En la historia de la humanidad, la fe cristiana tiene, precisamente, el mérito de haber suscitado en el hombre, de manera nueva y más profunda, la capacidad de sufrir de esta forma que es decisiva para su humanidad. La fe cristiana nos ha enseñado que la verdad, la justicia y el amor no son simplemente ideales, sino realidades de una enorme densidad. En efecto, nos ha enseñado que Dios -la Verdad y el Amor en persona- ha querido sufrir por nosotros y con nosotros.
60.- El que acoge en mi nombre a un niño como este es a mí a quien acoge. (22 may 2018).
Hemos de recordar que el título de nobleza teológica central de Jesús es "el Hijo". Sin duda intentó resumir en una palabra la impresión general que daba su vida; la orientación de su vida, su raíz y su punto de origen tenía como nombre "Abba", papá. Sabía que nunca estaba solo; hasta en su último grito en la cruz se dirige por entero al Otro, al que llama Padre. Esto es lo que hizo posible que su verdadero título de nobleza no sea finalmente "Rey" ni "Señor" ni otros atributos de poder, sino una palabra que también podríamos traducir por "niño". Entonces, podemos decir que si el niño ocupa un lugar eminente en la predicación de Jesús es porque está en consonancia con su misterio más personal, su filiación.
Su mayor dignidad, que le lleva a su divinidad, no es, al final, un poder que posee por sí mismo, sino que consiste en el hecho de volver al otro: a Dios Padre...El hombre quiere hacerse Dios y debe llegar a él. Pero cada vez que, como en el diálogo con la serpiente del Paraíso, trata de alcanzarlo librándose de la tutela de Dios, y rechaza la infancia como estado de vida, desemboca en la nada, porque se opone a su propia verdad que es dependencia. Solamente ha de conservar lo más esencial de la infancia y la existencia de hijo, vivida primero por Jesús, para entrar con el Hijo en la divinidad.
61.- Niña, levántate. (01 jul 2018).
Ciertamente, la muerte es la forma fundamental del mundo tal cual está actualmente. Pero la victoria sobre la muerte, su supresión real y no tan solo en el pensamiento, es una aspiración y una búsqueda del hombre, hoy igual que lo ha sido siempre. La resurrección de Jesús nos dice que, efectivamente, esta victoria es posible, que, en el principio, la muerte no formaba parte, y de manera irreversible, de la estructura de lo creado, de la materia... Nos dice, además, que la victoria sobre las fronteras de la muerte no es posible alcanzarla a través de métodos clínicos perfeccionados. No existe más que por el poder creador de la Palabra de Dios y del amor. Tan solo estos poderes son lo suficientemente fuertes como para cambiar la estructura de la materia de manera tan radical que las barreras de la muerte puedan llegar a ser superables...
La fe en la resurrección es una profesión de fe en la existencia real de Dios y una profesión de fe en la existencia real de Dios y una profesión de fe en su creación, en el "sí" incondicional que caracteriza la relación de Dios con la creación y la materia... Eso es lo que nos da autoridad para poder cantar el aleluya pascual en medio de un mundo sobre el cual planea la sombra amenazante de la muerte.
62.- ¡Quiero, queda limpio. (02 jul 2018).
Conviene hacer todo lo posible para atenuar el sufrimiento; impedir, en la medida de lo posible, el sufrimiento de los inocentes; calmar los dolores, ayudar a superar los sufrimientos psíquicos. Todo esto son deberes tanto de justicia como de amor, y forman parte de las exigencias fundamentales de la existencia cristiana y de toda vida verdaderamente humana. En la lucha contra el dolor físico se ha llegado a grandes progresos, pero en el curso de los últimos decenios ha aumentado el sufrimiento de los inocentes y también los sufrimientos psíquicos.
Sí, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento, pero eliminarlo completamente del mundo no forma parte de las posibilidades humanas, simplemente porque no podemos sustraernos de nuestra finitud y porque nadie de entre nosotros es capaz de eliminar el poder del mal, de la falta, que, como vemos, es constantemente fuente de dolor. Solo Dios podría llevarlo a cabo: y solo un Dios que entra personal, ente en la historia haciéndose hombre y sufre en ella. Nosotros sabemos que este Dios existe y que, por tanto, este poder que quita el pecado del mundo está presente en el mundo. Por la fe en la existencia de este poder, la esperanza de que el mundo pueda ser curado ha aparecido en la historia.
63.- Beberéis de mi copa. (25 jul 2018).
Santiago pudo participar, juntamente con Pedro y Juan, en el momento de la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la transfiguración de Jesús. Se trata, por tanto, de situaciones muy diversas entre sí: en un caso, Santiago, con los otros dos apóstoles, experimenta la gloria del Señor y ve cómo se trasluce el esplendor divino en Jesús; en el otro, se encuentra ante el sufrimiento y la humillación, ve con sus propios ojos cómo el Hijo de Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte. Ciertamente, la segunda experiencia constituyó para él una ocasión de maduración en la fe, para corregir la interpretación unilateral, triunfalista, de la primera.
Esta maduración de la fe fue llevada a cabo en plenitud por el Espíritu Santo en Pentecostés, de forma que Santiago, cuando llegó el momento del testimonio supremo, no se echó atrás. Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, como nos informa san Lucas, por aquel tiempo echó mano de algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago... Podemos decir que el camino no solo exterior, sino sobre todo interior, desde el monte de la transfiguración hasta el monte de la agonía simboliza toda la peregrinación de la vida cristiana, entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.
64.- Bartolomé reconoce al Mesías. (24 agos 2018).
El evangelista Juan nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Se trata de u elogio que recuerda el texto de un salmo: Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude, pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: ¿De qué me conoces? La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendió y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. En ella, se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado.
65.- Es necesario que el Hijo el hombre sufra mucho. (28 sep 2018).
"Se hizo hombre" (Credo) significa Cristo también caminaba hacia la muerte. La contradicción propia de la muerte humana adquiere en Jesús una agudeza extrema, porque en él, que está en plena comunión perenne con el Padre, la separación absoluta de la muerte es un absurdo. Por otro lado, la muerte en él es también necesaria. En efecto, el hecho de estar con el Padre está en el origen de la incomprensión de los hombres respecto a él, de su soledad en medio de las multitudes. Su condena es el acto último de la incomprensión, del rechazo de este incomprendido...
Al mismo tiempo se puede entrever algo de la dimensión interior de la muerte. En el hombre, morir siempre es un acontecimiento biológico y espiritual que se da a la vez. En Jesús, la destrucción de los soportes corporales de la comunicación rompe su diálogo con el Padre. Así que lo que se rompe en la muerte de Jesucristo es más importante que cualquier muerte humana. Lo que le es arrancado en la muerte es el diálogo, eje verdadero del mundo entero. Pero así como este diálogo con el Padre le volvió solitario ante los ojos de los hombres y estaba en el origen de la monstruosidad de esta muerte, así también la resurrección de Cristo está ya fundamentalmente presente. Por ella, nuestra condición humana se inserta en el intercambio trinitario del amor eterno.
66.- Su madre conservaba estas cosas en su corazón. (20 dic 2018).
El corazón santísimo de Jesús en todo el arco de su vida oculta en Nazaret encontró en el corazón inmaculado de su Madre un "hogar" siempre encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu. Un testimonio de esta singular sintonía entre la Madre y el Hijo, buscando la voluntad de Dios, es lo que aconteció en las bodas de Caná. En una situación llena de símbolos de la alianza, como es el banquete nupcial, la Virgen Madre intercede y provoca, por decirlo así, un signo de gracia sobreabundante: el vino bueno que hace referencia al misterio de la Sangre de Cristo. Esto nos remite directamente al Calvario, donde María está al pie de la cruz junto con las demás mujeres y con el apóstol san Juan.
Así, la fe de María sostuvo la de los discípulos hasta el encuentro con el Señor resucitado, y siguió acompañándolos incluso después de su ascensión al cielo, a la espera del bautismo en el Espíritu Santo. Precisamente por eso María es para todas las generaciones imagen y modelo de la Iglesia, que juntamente con el Espíritu camina en el tiempo invocando la vuelta gloriosa de Cristo: ¡Ven, Señor Jesús!
67.- El sábado se ha hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. (22 ene 2019).
Es particularmente urgente en nuestro tiempo recordar que el día del Señor es también el día de descanso del trabajo. Esperamos con gran interés que la sociedad civil lo reconozca también así, a fín de que sea posible liberarse de las actividades laborales sin sufrir por ello perjuicio alguno. En efecto, los cristianos, en cierta relación con el sentido del sábado en la tradición judía, han considerado el día del Señor también como el día del descanso del trabajo cotidiano. Esto tiene un significado propio, al ser una relativización del trabajo, que debe estar orientado al hombre: el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo.
Es fácil intuir cómo así se protege al hombre en cuanto se emancipa de una posible forma de esclavitud. Como he afirmado, el trabajo reviste una importancia primaria para la realización del hombre y el desarrollo de la sociedad, y por eso es preciso que se organice y desarrolle siempre en el pleno respeto de la dignidad humana y al servicio del bien común. Al mismo tiempo, es indispensable que el hombre no se deje dominar por el trabajo, que no lo idolatre, pretendiendo encontrar en él el sentido último y definitivo de la vida. En el día consagrado a Dios es donde el hombre comprende el sentido de su vida y también de la actividad laboral.
68.- Espíritu inmundo, sal de este hombre. (04 feb 2019).
El hecho del poder del mal en el corazón humano y en la humanidad es innegable. La pregunta permanece: ¿cómo explicar este mal? La fe nos dice que existen dos misterios de luz y un misterio de noche, el cual, sin embargo, se encuentra envuelto por los misterios de luz. El primer misterio de luz es este: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y otro malo, sino un único principio: Dios creador, y este principio es bueno, es solo bueno, sin sombra alguna de mal. Por eso, el ser no puede ser una mezcla de bien y de mal: el ser, como tal, es bueno, y por ello es bueno ser, es bueno vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: no hay más que una sola fuente buena, el Creador.
Viene después un misterio de oscuridad, de noche. El mal no proviene de la fuente misma del ser, no es igualmente original. El mal proviene de una libertad creada, de una libertad mal utilizada, viene de una fuente subordinada. Dios, con su luz, es más fuerte. Por eso el mal puede ser sobrepasado. Es Dios quien ha introducido la curación. Él mismo en persona entró en la historia. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río contaminado del mal un río de luz. Y este río sigue estando presente en la historia: miremos a los santos, los grandes santos, pero también a los santos más sencillos, los simples fieles, y veamos que el río de luz que viene de Cristo es poderoso y está presente en ellos.
69.- San José, modelo de escucha. (19 mar 2019).
El silencio de san José es un silencio impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en una actitud de disponibilidad total a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino, por el contrario, una plenitud de fe que lleva en su corazón y guía cada uno de sus pensamientos y cada una de sus acciones. Un silencio gracias al cual José, al unísono con María, conserva la Palabra de Dios, conocida a través de las Santas Escrituras, confrontándolas permanentemente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración continua, de bendición del Señor, de adoración de su voluntad y de confianza absoluta en su providencia.
¡Dejémonos contagiar por el silencio de san José! Tenemos necesidad de ello en un mundo a menudo tan ruidoso que no favorece en absoluto el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación, cultivemos el recogimiento interior, para acoger y conservar a Jesús en nuestra vida.
70.- Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres. (20 sept 2019).
Sabemos que, entre sus discípulos, Jesús escogió doce para ser los padres del nuevo Israel, y los escogió para que estuvieran con él y enviarlos a predicar. Este hecho es evidente, pero además de los Doce, escogió también a muchas mujeres para que fueran del número de sus discípulos. Naturalmente, en primer lugar se piensa en la Virgen María, que por su fe y su colaboración maternal coopera de manera única a la redención hasta el punto de que Isabel pudo proclamarla bendita entre todas las mujeres, añadiendo: Dichosa la que ha creído. Hecha discípula de su Hijo, María manifiesta en Caná su absoluta fe en é, y lo siguió hasta la cruz donde recibió de él una misión maternal para con todos los discípulos de todos los tiempos, representados allí por Juan.
Detrás de María vienen muchas mujeres de las que Lucas nos transmite algunos nombres: María de Magdala, Juana, Susana, y otras muchas. Seguidamente los evangelios nos informan de que las mujeres, a diferencia de los Doce, no abandonaron a Jesús a la hora de la pasión. Entre ellas destaca, de manera particular, María de Magdala, la cual, no tan solo asistió a la pasión, sino que fue la primera en recibir el testimonio del Resucitado y en anunciarle. Es precisamente a ella a quien santo Tomás de Aquino reserva el calificativo único de "apóstol de los apóstoles", y añade este bello comentario: "Así como una mujer anunció al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer anunció a los apóstoles palabras de vida".
71.- Viendo el trabajo con que remaban... va hacia ellos. (18 oct 2019).
Los apóstoles atrviesan el lago. Jesús está solo en tierra, mientras que ellos se agotan remando sin lograr avanzar, porque el viento les es contrario. Jesús ora y en su oración les ve esforzarse por adelantar. Va, pues a su encuentro.
Está claro que este texto está lleno de simbolismos eclesiológicos: los apóstoles, en el mar y contra el viento; y el Señor, junto al Padre. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando está junto al Padre, no está ausente, sino que muy al contrario, es orando cuando los ve. Cuando Jesús está junto al Padre, está presente para su Iglesia. El problema de la venida final de Cristo aquí profundiza y se transforma de manera trinitaria: Jesús ve a la Iglesia en el Padre y, por el poder del Padre y por la fuerza de su diálogo con él, está presente junto a ella. Es, precisamente, este diálogo con el Padre cuando está en la montaña lo que le hace presente, y a la inversa. La Iglesia, por así decir, es objeto de la conversación entre el Padre y el Hijo, pues ella misma está anclada en la vida trinitaria.
72.- Somos unos pobres siervos. (12 nov 2019).
Este es un modo de servir que hace humilde al que sirve. No adopta una posición de superioridad ante el otro, por miserable que sea momentáneamente su situación. Cristo ocupó el último puesto en el mundo -la cruz-, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Es gracia, Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: Somos unos pobres siervos.
En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don. A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sus propias actuaciones le harán sentirla tentación del desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que un instrumento en manos del Señor, se liberará así de la presunción de tener que mejorar el mundo en primera persona y por sí solo. Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Señor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio solo en lo que podemos y hasta que él nos dé fuerzas.
73.- San Mateo: converso, apóstol, evangelista. (21 sep 2020).
Se levantó y le siguió. La concisión de la frase pone claramente en evidencia la prontitud de Mateo en responder a la llamada. Eso significaba para él el abandono de todo, sobre todo de lo que era para él una fuente segura de ganancias, aunque a menudo fuera injusta y deshonrosa. Es evidente que Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir practicando una actividad que Dios no aprobaba. Es fácil captar la aplicación que se puede hacer para el momento presente: también hoy estar atado a cosas incompatibles con el seguimiento de Jesús no es admisible. En este se levantó, se puede muy bien leer el rechazo a una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión a una nueva existencia, recta, en comunión con Jesús.
La tradición de la Iglesia es unánime al atribuir a Mateo la paternidad del primer evangelio. No nos queda el evangelio de Mateo escrito en hebreo o en arameo, pero en el evangelio en griego que poseemos, seguimos todavía oyendo, en cierta forma, la voz persuasiva del publicano Mateo que, hecho apóstol, continúa anunciando la misericordia salvadora de Dios, y escuchamos ese mensaje de san Mateo meditándolo siempre como nuevo para aprender, también nosotros, a levantarnos y seguir a Jesús con decisión.
74.- La caridad, alma de la misión. (01 oct 2020).
La misión, si no es fruto de la caridad, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una simple actividad filantrópica y social. El amor que Dios tiene por cada persona constituye, en efecto, el corazón de la experiencia y del anuncio del evangelio, y todos los que lo acogen se convierten, a su vez en testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, icono perfecto de la misericordia del Padre celestial.
El mensaje salvífico podría muy bien resumirse con las palabras del evangelista Juan: En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo ´`único para que vivamos por medio de él. Jesús, después de su resurrección, confió el mandamiento de difundir el anuncio de este amor a sus apóstoles, y ellos, transformados interiormente el día de Pentecostés por el poder del Espíritu Santo, comenzaron a dar testimonio del Señor muerto y resucitado. Después, la Iglesia ha seguido esta misma misión, que constituye, para todos, los creyentes, un compromiso permanente al que no se puede renunciar.
75.- Dejar de buscarse. (24 oct 2020).
"Convertirse" significa: seguir a Jesús, acompañarle, caminar tras sus pasos. Pero insistamos en el hecho de que es Dios el que nos convierte..."Convertirse" quiere decir no buscar el éxito, no correr tras el prestigio y la propia posición. "Conversión" significa renunciar a construir la propia imagen, no esforzarse por hacer de sí mismo un monumento, que acaba siendo con frecuencia un falso Dios. "Convertirse" quiere decir aceptar los sufrimientos de la verdad. La conversión exige que la verdad, la fe y el amor lleguen a ser más importantes que el bienestar, el éxito, el prestigio y la tranquilidad de nuestra existencia; y esto no solo de una manera abstracta, sino en nuestra realidad cotidiana y en las cosas más insignificantes...
Pero la conversión no es una autorrealización del hombre; no es el hombre el arquitecto de su propia vida. La conversión consiste esencialmente en esta decisión: el hombre renuncia a ser su `propio creador, deja de buscarse únicamente a sí mismo y de centrarse en su autorrealización, y acepta depender del verdadero Creador, del amor creativo; acepta que en esta dependencia consiste la verdadera libertad y que la libertad de la autonomía que pretende emanciparnos del Creador no es verdadera libertad, sino ilusión y engaño.
76.- San Andrés, el apóstol del mundo griego. (30 nov 2020).
La primera característica que impresiona en Andrés es el nombre: no es hebreo, como se podría esperar, sino griego, signo notable de que su familia tenía cierta apertura cultural... Andrés y Felipe, los dos apóstoles con nombres griegos, hacen de intérpretes y mediadores de este pequeño grupo de griegos ante Jesús. Jesús dice a los dos discípulos y, a través de ellos, al mundo griego: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre... si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.
¿Qué significan estas palabras en este contexto? Jesús quiere decir: sí, mi encuentro con los griegos tendrá lugar, pero no se tratará de una simple y breve conversación con algunas personas, impulsadas sobre todo por la curiosidad. Con mi muerte, que se puede comparar a la caída en la tierra de un grano de trigo, llegará la hora de mi glorificación. De mi muerte en la cruz surgirá la gran fecundidad: el grano de trigo muerto -símbolo de mí mismo crucificado- se convertirá, con la resurrección, en pan de vida para el mundo; será luz para los pueblos y las culturas... En otras palabras, Jesús profetiza la Iglesia de los griegos, la Iglesia de los paganos, la Iglesia del mundo como fruto de su Pascua.
77.- El dueño del sábado: la liberación por Cristo. (19 ene 2021).
Esta novedad radical que la Eucaristía introduce en la vida del hombre ha estado presente en la conciencia cristiana desde el principio. Los fieles percibieron enseguida el influjo profundo que la celebración eucarística ejercía sobre su estilo de vida. San Ignacio de Antioquía expresaba esta verdad definiendo a los cristianos como "los que han llegado a la nueva esperanza", y los presentaba como los que viven "según el domingo". Esta fórmula del gran mártir antioqueno pone claramente de relieve la relación entre la realidad eucarística y la vida cristiana en su cotidianidad.
La costumbre característica de los cristianos de reunirse el primer día después del sábado para celebrar la resurrección de Cristo -según el relato de san Justino mártir- es el hecho que define también la forma de la existencia renovada por el encuentro con Cristo. La fórmula de san Ignacio -"vivir según el domingo"- subraya también el valor paradigmático que este día santo posee con respecto a cualquier otro dís de la semana. En efecto su diferencia no está simplemente en dejar las actividades habituales, como una especie de paréntesis dentro del ritmo normal de los días. Los cristianos siempre han vivido este día como el primero de la semana, porque en él se hace memoria de la radical novedad traída por Cristo.
78.- Quita primero la viga de tu ojo. (21 jun 2021).
El amor -"caritas"- es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su rigen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre. La caridad es amor recibido y ofrecido. Es "gracia" (cháris). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados.
Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo y derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad. La doctrina social de la Iglesia responde a esta dinámica de caridad recibida y ofrecida. Es anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad, pero en la verdad.