LUIGI  GIUSSANI

31.08.2021

1.- El día de Cristo, día de la misericordia (13 agst 2013).

La revelación de Jesús -que Dios es amor, que la naturaleza de Dios es amor- quiere decir que la finalidad de todo lo que existe es absolutamente positiva. Es seguro que Dios no puede reducir a cero ni una sola obra buena -ni siquiera una- que haya hecho el hombre. Porque si la naturaleza del Ser es amor, un solo acto bueno puede entonces defender vidas enteras. Ésta es la extraña dimensión que la palabra misericordia ha introducido dentro del ámbito de la palabra perdón, como una respuesta que a nosotros nos parece "irracional" o "injusta", porque aparentemente no tiene razón de ser suficiente. Pero el Misterio supera nuestras medidas; se apoya en la distancia que hay entre lo que es el hombre y su acción: esta desproporción únicamente la puede abarcar el Misterio.

Uno de los grandes pecados que el hombre puede cometer, realmente diabólico, es, por cualquier motivo que sea (por sus pecados, por la imposibilidad de hacer el bien que desea, de reparar las grietas que el tiempo y las circunstancias han abierto en los muros de sus construcciones), perder la confianza en Dios. Él, con su misericordia, lo vence todo. Cierto que el cristiano tiene que aceptar mesta victoria. Para vivir el amor no hace falta que haga sumas, adicionales de virtudes y perfecciones; debe aceptar, a pesar de lo que es, el designio de Otro, debe estar disponible para la voluntad de Dios. Ésta es su vocación: "La vocación es la estrella en la noche oscura de las circunstancias".

2.- El sacrificio de san Esteban (26 dic 2013).

Lección de sacrificio la de san Esteban, pero ¿cómo la podemos vivir nosotros? Nos lo indica el mismo san Esteban con su apasionada entrega al señor Jesús. Se podría expresar así: "No hay que sentirse solo". Cuando dos esposos fieles se sienten cerca el uno del otro, cuando los padres se sienten cerca de sus hijos y los hijos junto a sus padres, ¿acaso no se multiplica su fuerza ante el sacrificio? Cuando los amigos de

verdad se sienten solidarios y unidos por un ideal, ¿acaso no se acrecienta sin medida su fuerza ante cualquier obstáculo?

Hermanos: esposo, padre, madre, hijo y amigo no son más que una expresión sensible de Cristo bendito, el invisible pero verdadero esposo, padre, madre, hijo y amigo, siempre despierto a nuestro lado con un afecto extremadamente atento para sostenernos con su fuerza divina. Pero es preciso "creerle". Y creer no es sólo dar fe a sus palabras, sino adherirnos a su persona, sentir su persona siempre presente, Señor de todas nuestras obras, de todas nuestras relaciones y hasta de cualquier pensamiento y sentimiento interior.

3.- La oración. (16 feb 2015).

A punto de comenzar el tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a la oración, el ayuno y la limosna. Debemos ayudarnos a comprender la verdad de estas prácticas de manera que sirvan para nuestra vida.

En primer lugar, la oración. Y el sentido de la oración cristiana es uno solo: la espera de Cristo. La oración cristiana coincide con la espera de su retorno, la petición de que Cristo vuelva a manifestarse. De hecho, con esta súplica, "¡Ven, Señor Jesús!", culmina el Apocalipsis. Si cualquier oración, cualquier súplica o mirada que levantemos hacia Dios, cualquier reflexión que hagamos, no lleva implícito este anhelo, "¡Ven, Señor Jesús!", no llega a ser una verdadera oración cristiana.

La esencia de la oración cristiana se puede expresar también de otra forma: la oración es memoria de Cristo, memoria de su resurrección. Por nuestra situación existencial, hacer memoria de su resurrección coincide con la súplica de que advenga en nosotros la resurrección, que acontezca en nosotros y en el mundo. ¡Es lo mismo! Por tanto, no es memoria de Cristo si no es espera de su retorno. Es idéntico. Si un hombre estuviera enamorado, la memoria de su mujer coincidiría con el deseo de volver a verla.

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