LUDOLFO DE SAJONIA

31.08.2021

1.- No temas: Desde ahora serás pescador de hombres. (19 jun 2013)

Pedro se echa humildemente a los pies de Jesús. Lo reconoce como a su Señor y le dice: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Pero el Señor consuela a Pedro enseñándole que la pesca abundante de peces significa que hará de él un pescador de hombres. No temas, le dice, no te asustes; al contrario, cree y regocíjate porque estás destinado a una pesca mucho mayor; se te darán otra barca y otras redes. Hasta este momento has escogido peces con redes; de ahora en adelante será por la palabra como cogerás hombres. Por la sana doctrina los atraerás hacia el camino de la salvación, porque has sido llamado a prestar el servicio de la predicación.

La palabra de Dios se parece al anzuelo del pescador. Igual que el anzuelo no pesca al pez sino después de que éste haya sido cazado por él, así la palabra de Dios no capta al hombre para la vida eterna si esa palabra no ha penetrado primero en su espíritu. A partir de ahora, después del testimonio de tu humildad, serás pescador de hombres. Porque la humildad tiene una fuerza de atracción muy grande y, para poder mandar a otros, es bueno saber que nadie se puede gloriar de su propio poder.

2.- Ha mirado la humillación de su esclava. (19 dic 2013).

La concepción de nuestro Señor fue prefigurada por la zarza que ardía sin consumirse, tal como María concibió a su divino hijo sin perder la virginidad. El Señor, que estaba en la zarza ardiente, habitó también así el seno de María. De igual manera que descendió a la zarza para liberar a los judíos sacándolos de Egipto, descendió también hasta María para rescatar a los hombres arrancándolos del infierno.

El hecho de que entre las mujeres, Dios escogiera a María para revestir nuestra carne fue ya prefigurado por el vellón de Gedeón. De la misma manera que sólo ese vellón recibió el rocío celestial cuando todas las tierras vecinas estaban secas, así también sólo María fue colmada de

este rocío divino del cual ninguna otra criatura en el mundo entero fue hallada digna. La Virgen María es ese vellón del cual Jesucristo se hizo una túnica. El vellón de Gedeón recibió el rocío del cielo sin perjudicarlo, y María concibió al Hombre-Dios sin alterar su virginidad.

¡Oh Jesús, Hijo del Dios vivo, te suplico, por los méritos de esta Virgen, tu madre, que derrames tu gracia sobre mí, muy indigno siervo tuyo, a fin de que te desee ardientemente, que por este amor te conciba en mi corazón y que, con la ayuda de

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