GUILLERMO SAINT THIERRY
1.- Os aseguro que yo soy la puerta de las
ovejas. (11
may 2014).
No sólo a Juan, el discípulo amado, le has mostrado la puerta abierta del cielo. Públicamente has dicho a todos: Yo soy la puerta: si alguien entra por mí se salvará. Pero si nosotros que estamos en la tierra vemos la puerta abierta en el cielo, ¿para quién será si nosotros no podemos subir allí? Pablo responde: Aquel que sube es el mismo que bajó. ¿Quién es? El amor. En efecto, Señor, el amor que está en nosotros se eleva hacia ti allí, porque el amor que hay en ti ha descendido a nosotros hasta aquí abajo. Porque tú nos has amado te has abajado viniendo a nuestro lado; amándote, nosotros subiremos a ti.
Como tú mismo has dicho: Yo soy la puerta, te pido que nos abras para mostrarnos claramente el lugar del que eres la puerta; ya hemos dicho que ese lugar es el cielo; el Padre vive allí. Por eso nadie va al Padre sino por ti, que eres la puerta. Maestro, ¿Dónde vives? Contestas: Estoy en el Padre y el Padre está en mí.Entonces tu morada es el Padre, y tú eres la del Padre. Pero esto no es suficiente, porque también nosotros moramos contigo y tú en nosotros.
2.- Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. (02 jun 2015).
¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O ¿quién, fue su consejero? Tienes compasión de quien quieres y te apiadas de quien quieres. No se trata, pues, del hombre que quiere, sino de ti, Dios nuestro, que haces misericordia.
El vaso del alfarero se escapa de la mano del que lo amasó; se escapa de la mano del que lo sostiene y que lo lleva. Qué desgracia si se cayera de tu mano porque se rompería en mil pedazos y quedaría reducido a nada. Lo sabe, y por tu gracia no cae. Ten compasión, Señor, ten compasión: nos diste forma, y somos arcilla. Hasta aquí permanecemos firmes, hasta aquí tu mano poderosa nos lleva; con tres dedos nos sostienes, la fe, la esperanza y la caridad, con ellos sostiene s la masa de la tierra, la solidez de la Iglesia santa.
Ten compasión, sostennos; que tu mano no nos abandone. Sumerge nuestras entrañas y nuestro corazón en el fuego de tu Espíritu Santo; consolida aquello que diste forma en nosotros, con el fin de que no nos disgreguemos y no seamos reducidos a nuestra arcilla, o a nada en absoluto. Por ti y para ti hemos sido creados, y hacia ti somos llevados. Nos diste forma, lo reconocemos; adoramos e invocamos tu sabiduría, tu bondad y tu misericordia que hemos de conservar. Perfecciónanos, tú que nos hiciste; perfecciónanos hasta la plenitud de tu imagen y semejanza, según la cual tú nos formaste.
3.- Veréis los cielos abiertos. (05 ene 2016)
Si basta con ver a dos o tres reunidos en tu nombre aquí abajo para verte, a ti, en medio de ellos, ¿qué decir sobre el lugar donde has reunido a todos los santos que sellaron tu Alianza con sus sacrificios y que llegaron a ser como el cielo que proclama tu justicia? Tu discípulo amado no fue el único en encontrar el camino que lleva a los cielos; no sólo a él se le mostró una puerta abierta en el cielo. En efecto, lo dijiste a todos con tu propia boca: Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí, se salvará. Tú eres, pues, la puerta, y, según lo que añades después, abres a todos los que quieren entrar. Pero, ¿para qué nos sirve ver una puerta abierta en el cielo, a nosotros que estamos sobre la tierra, si no tenemos el medio para subir allá? San pablo nos da la respuesta: El que subió es el mismo que bajó. ¿Quién es? El Amor.
En efecto, Señor, es el amor el que, de nuestros corazones, sube hacia ti porque es el amor el que, de ti, descendió hasta nosotros. Porque nos amaste, descendiste hacia nosotros; amándote, podremos subir hasta ti. Tú que dijiste: Yo soy la puerta, ¡en tu nombre, ábrete ante nosotros! Entonces veremos claramente de qué morada eres la puerta.
4.- ¿Qué quieres que haga por ti? (26 may 2016).
¡Venid! Subamos al monte del Señor, y nos enseñará sus caminos. Vosotros, las intenciones y deseos intensos, voluntad y pensamientos, afectos y todas las energías del corazón, venid, escalemos el monte. Lleguémonos al lugar donde el Señor ve y se hace ver. Pero vosotros, preocupaciones e inquietudes, trabajos y servidumbres, esperadnos aquí, hasta que, apresurándonos hacia este lugar, regresemos junto a vosotros después de haber adorado. Porque será necesario regresar, y desgraciadamente, demasiado pronto.
Señor, Dios de mi fuerza, vuélvenos hacia ti, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Señor, ¡qué prematuro, temerario, presuntuoso, contrario a la norma dad por la palabra de tu verdad y de tu sabiduría es pretender ver a Dios con corazón impuro! Oh bondad soberana, guía de corazones, luz de nuestros ojos interiores, por tu bondad, Señor, ten piedad. ¡He aquí mi purificación, mi confianza y mi justicia: la contemplación de tu bondad, Señor bondadoso! Tú, Dios mío, dices a mi alma como sólo tú lo sabes hacer: Tu salvación soy yo. Raboní, maestro soberano, tú, el único doctor capaz de hacerme ver lo que deseo ver, di a este ciego mendigo: ¿Qué quieres que haga por ti? Y tú, que me das esta gracia, sabes bien con qué fuerza mi corazón exclama: ¡Te he buscado, Señor! No me escondas tu rostro.
5.- Con alegría la toma sobre los hombros. (03 jun 2016).
Señor, ¿a dónde llevas a aquellos que tú abrazas y estrechas entre tus brazos sino hasta tu corazón? Tu corazón, Jesús, es aquel dulce maná de tu divinidad que guardas en tu interior, en el vaso de oro de tu alma que sobrepasa todo conocimiento. Felices aquellos que son llevados hasta allí por tu abrazo. Felices aquellos que, sumergidos en estas profundidades, han sido escondidos por ti en lo secreto de tu corazón, aquellos que tú llevas sobre tus hombros, al amparo de las turbaciones de esta vida. Felices aquellos cuya única esperanza es la dulzura y la protección bajo tus alas.
La fuerza de tus hombros protege a aquellos que tú escondes en tu corazón. Ahí pueden descansar tranquilamente. Una dulce expectación los alegra en el aprisco amurallado de una conciencia pura y de la espera de la recompensa que tú has prometido. Su debilidad no los inquieta, ni cosa alguna los turba.
6.- Se lo revelas a los pequeños. (13 jul 2016).
Oh alma fiel, cuando tu fe se vea rodeada de incertidumbre y tu débil razón no comprenda los misterios demasiado elevados, di sin miedo, no por deseo de oponerte, sino por anhelo de profundizar, como María:¿Cómo será eso? Que tu pregunta se convierta en oración, que sea amor, piedad, deseo humilde. Que tu pregunta no pretenda escrutar con suficiencia la majestad divina, sino que busque la salvación en aquellos mismos medios de salvación que Dios nos ha dado.
Pues nadie conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está en él; y, del mismo modo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Apresúrate, pues, a participar del Espíritu Santo: cuando se le invoca, ya está presente; es más, si no hubiera estado presente no se le habría podido invocar. Cuando se le llama, viene, y llega con la abundancia de las bendiciones divinas. Él es aquella impetuosa corriente que alegra la ciudad de Dios. Si al venir te encuentra humilde, sin inquietud, lleno de temor ante la palabra divina, se posará sobre ti y te revelará lo que Dios esconde a los sabios y entendidos de este mundo. Y, poco a poco, se irán esclareciendo ante tus ojos todos aquellos misterios que la Sabiduría reveló a sus discípulos cuando convivía con ellos en el mundo, pero que ellos no pudieron comprender antes de la venida del Espíritu de verdad, que debía llevarlos hasta la verdad plena.
7.- Había muchas viudas en Israel. (15 mar 2017).
Señor, mi alma está desnuda y aterida; desea calentarse con el calor de tu amor... En la inmensidad del desierto de mi corazón, no puedo recoger ni unas pocas ramas, sino solamente estas briznas, para prepararme algo para comer con el puñado de harina y la orza de aceite, y luego, entrando en mi aposento, me moriré. O mejor dicho: no moriré enseguida, no Señor, no moriré, viviré para contar las proezas del Señor.
Permanezco en mi soledad... y abro la boca hacia ti, Señor, buscando aliento. Y alguna vez, Señor, tú me metes alguna cosa en la boca del corazón; pero no permites que sepa qué es lo que metes. Ciertamente, saboreo algo muy dulce, tan suave y reconfortante que ya no busco nada más. Pero cuando lo recibo no me permites que conozca lo que me das... Cuando recibo tu don, lo que quiero retener y rumiar, saborear, pero al instante desaparece...
Por experiencia sé lo que tú dices del Espíritu en el evangelio: No sabes ni de dónde viene y ni a dónde va. En efecto, todo lo que he confiado con atención a mi memoria para poderlo recordar según mi voluntad y saborearlo de nuevo, lo encuentro muerto e insípido dentro de mí. Oigo la palabra: El Espíritu sopla donde quiere y descubro que dentro de mí sopla no cuando yo quiero, sino cuando él lo quiere.
8.- Ten piedad de mí, Señor, Hijo de Dios. (20 ago 2017).
A veces, Señor, te siento pasar, pero no te detienes en mí, pasas de largo, y yo te grito como la cananea. ¿Me atreveré a acercarme a ti? Seguro que sí: los perritos echados fuera de la casa de su amo siempre vuelven a ella, y cuidando guardar la casa, reciben cada día su ración de pan. Sigo aquí echado, frente a la puerta, y te llamo; maltrecho, suplico. Así como los perritos no pueden vivir lejos de los hombres, ¡mi alma no puede vivir lejos de mi Dios!
Ábreme, Señor. Haz que llegue hasta ti para ser inundado por tu luz. Tú, que habitas en los cielos, te has escondido en las tinieblas, en la oscura nube. Como dice el profeta: Te cubriste de nube para que no pasara nuestra oración. Me corrompo en la tierra, el corazón como en un lodazal. Tus estrellas no brillan para mí, el sol se ha oscurecido, la luna ya no emite su luz. Oigo cantar tus hazañas en los salmos, los himnos y los cánticos espirituales; en el evangelio, tus palabras y tus gestos resplandecen como la luz; los ejemplos de tus siervos, las amenazas y las promesas de tus Escrituras se imponen ante mis ojos y vienen a golpear la sordera de mis oídos- Pero mi espíritu se ha endurecido. Señor, ¿cuánto tardarás en romper tus cielos, en descender para venir a socorrer mi torpeza? Has que me convierta y que, por lo menos, venga al atardecer como un perrito hambriento.
9.- Se retira a un lugar desierto. (05 sep 2018).
Oh tú, que eres mi refugio y mi fuerza, condúceme, como hiciste antiguamente con tu siervo Moisés, al corazón de tu desierto, a la llama que arde sin consumirse, allí donde el alma, invadida por el fuego del Espíritu, se vuelve ardiente sin consumirse, se purifica. Allí no se puede residir hasta tener desatados los vínculos de las trabas carnales, el que mora allí no se deja ver tal cual es, pero se le oye decir: ¡Yo soy el que soy! Allí el hombre tiene que cubrirse el rostro para no mirar al Señor cara a cara, pero debe ejercer de sacerdote y escuchar, en la humildad de la obediencia, para distinguir lo que dice Dios al interior del corazón.
Mientras tanto, Señor, escóndeme en lo escondido de tu morada durante el día adverso; escóndeme en lo escondido de tu rostro, lejos de las intrigas de las lenguas; pues tu yugo es suave y tu carga, ligera. Y cuando tú me hagas sentir la distancia de tu servicio de aquel del siglo, con una voz tierna y dulce me preguntarás si es más agradable servirte a ti, el Dios vivo, que a los dioses extranjeros. Entonces, adorando esa mano que se posa sobre mí, te diré: "¡Ellos, los otros maestros, dominaron sobre mí durante mucho tiempo! ¡Quiero pertenecerte solo a ti, pues tu brazo me sostiene!"
10.- Si no os convertís, pereceréis. (27 oct 2018).
Pobre de mí, mi conciencia me acusa sin cesar y la verdad no me puede excusar diciendo: no sabía lo que se hacía. Perdona, pues, Señor, al precio de tu preciosa sangre, todos los pecados en los que he caído, consciente o inconscientemente. Sí, Señor, verdaderamente he pecado, y voluntariamente, y mucho. Después de haber recibido el conocimiento de tu verdad, he ofendido al Espíritu de gracia: y sin embargo, cuando recibí el bautismo, me concedió gratuitamente la remisión de los pecados. Pero ya, después de haber recibido el conocimiento de tu verdad, he vuelto a caer en ellos.
Oh Hijo de Dios, ¿te je pisoteado renegando de ti? Sin embargo, no puedo decir que Pedro, cuando te negó, te pisoteará, él que te amaba tan ardorosamente, incluso si te negó una primera, una segunda y una tercera vez...También Satán ha reclamado a veces mi fe para cribarla como el trigo; pero tu oración bajó hasta mí de manera que mi fe jamás ha decaído, no te ha abandonado. Tú sabes bien cómo he querido siempre adherirme a ti; así pues, guárdame en esta voluntad hasta el final. Siempre he creído en ti, siempre te he amado, incluso cuando he pecado contra ti. Me arrepiento de mis pecados hasta morir. Pero no me arrepiento de ninguna manera de mi amor, sino de no haberte amado tanto como debía.