DOMINIQUE BARTHÉLEMY
Meditaciones
Oseas comprendió los celos de Dios. Que estos celos eran, en realidad, lo contrario, y al tiempo la clave de un sentimiento que no habría sido jamás imaginado en el Creador respecto de su criatura: que Dios se enamore de su criatura, enamorado de aquello que no vive sino de él, de aquello que ha sido hecho por él, de aquello que nada puede aportarle. Y, sin embargo, no se trata tan sólo de compasión, de "sentir cierta inclinación", se trata de amar.
Pero no hay amor sin admiración. Creo que aquello que distingue más claramente la compasión del amor es que en la compasión hay certeza de que uno es superior al otro: se inclina uno hacia el otro porque se compadece uno de la miseria del otro, mientras que un amor auténtico pide siempre admiración. Y cuando Dios dice que ama es cosa grave, quiere decir que admira. Parece casi blasfemo decir que Dios pueda amar a su criatura. ¿Cómo es posible que una idea tan loca haya podido salir de un cerebro humano: que Dios ame a su criatura? ¡Ah! Que el misericordioso se enternezca cuanto quiera, pero ¿Qué ame?
1.- El vértigo de ser libre. (14 oct 2020).
La libertad no es, en absoluto, el rechazo de los yugos que vejan y que desfiguran la plena realización del hombre. Una liberación tal no es sino algo preliminar de la libertad, la cual implica, además, la posibilidad de realizar en profundidad aquello para lo que uno existe, de encontrar uno su explicación profunda, de llegar a realizarlo.
La liberación de poderes usurpadores no es sino la puerta que permite acceder a la libertad, pero el camino de la libertad es la plenitud del ser. Y solo aquel que lo modela permite a este ser alcanzar en verdad su plenitud; solo aquel entre cuyas manos él se transforma de ideal soñado en semilla y en ser naciente, y a continuación en ser pleno y fecundo; y es en las mismas manos en las que él recorre ese camino y es sin dejar esas manos como el hombre logrará conquistar su libertad. Si las abandona, se encuentra en estado de privación y de angustia. Lo que el hombre desea en realidad es permanecer en las manos de un señor que tenga verdadero derecho de serlo, que no usurpe esa soberanía todopoderosa. Si tras haber expulsado a los tiranos el hombre no tiene ya señor, rápidamente se encuentra como una brújula loca y enseguida se da cuenta de que no cosecha otra cosa que la nada.