SAN ALBERTO HURTADO

17.08.2021

1.- "Cristo se retiró a orar" (13 mar 2014).

Cristo se retiraba con frecuencia al monte; antes de comenzar su ministerio se escapó 40 días al desierto. Cristo tenía claro todo el plan divino, y no realizó sino una parte; quería salvar a todos los hombres y, sin embargo, no vivió entre ellos sino tres años. Quería ardientemente la salvación de todos sus contemporáneos, pero no evangelizó sino una pequeña porción de judíos. Y cuando lo apresuraban decía: Mi hora aún no ha llegado.

Como Cristo no podía sufrir ningún detrimento espiritual por su acción, ya que su unión al Padre era completa y continua. Cristo no tenía necesidad de reflexionar para cumplir la voluntad del Padre: conocía todo el plan de Dios, el conjunto y cada uno de sus detalles. Y, sin embargo, se retiraba a orar. Él quería dar a su Padre un homenaje puro de todo su tiempo, ocuparse de él solo, para alabarlo a él solo, y devolverle todo. Quería delante de su Padre, en el silencio y en la soledad, reunir en su corazón misericordioso toda la miseria humana para hacerla más y más suya, para sentirse oprimido, para llorarla. Él quería, en su vida de hombre, afirmar el derecho soberano de la divinidad. Él quería como cabeza de la humanidad, unirse más íntimamente a cada existencia humana, fijar su mirada en la historia del mundo que venía a salvar. Cristo, que rectifica toda la actividad humana, no se dejó arrastrar por la acción. Él, que tenía como nadie el deseo ardiente de la salvación de sus hermanos, se recogía y oraba.

2.- Bendita vida activa. (29 may 2014).

Usted me pregunta cómo se equilibra mi vida. Yo también me lo pregunto. Estoy cada día más comido por el trabajo: correspondencia, teléfono, artículos, visitas. Soy, con frecuencia, como una roca golpeada por todos lados por las olas que suben. No queda más escapada que por arriba. Durante una hora, durante un día, dejo que las olas azoten la roca;

no miro el horizonte, sólo miro hacia arriba, hacia Dios. ¡Oh bendita vida activa, toda consagrada a Dios, toda entregada a los hombres, y cuyo exceso mismo me conduce para encontrarme y dirigirme hacia Dios! Él es la sola salida posible en mis preocupaciones, mi único refugio.

En Dios me siento lleno de una esperanza casi infinita. Mis preocupaciones se disipan. Se las abandono. Yo me abandono todo entero entre sus manos. Soy yo de él, y de mí mismo. Mi alma, por fin, reaparece tranquila, serena. Las inquietudes de ayer, las mil preocupaciones porque venga a nosotros tu reino, y aún e gran tormento de hace pocos momentos ante el temor del triunfo de sus enemigos, todo deja sitio a la tranquilidad de Dios, poseído inefablemente en lo más espiritual de mi alma. Dios, la roca inmóvil contra el perfecto resplandor que ninguna mancha empaña. Dios, el triunfador definitivo, está en mí. Yo lo alcanzo en plenitud al término de mi amor. Toda mi alma está en él, durante un minuto, como arrebatada en él. Estoy bañado de su luz. Me penetra con su fuerza. Me ama. Yo no sería nada sin él. Simplemente yo no sería.

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