BEATO JUAN VAN RUYSBROECK
Meditaciones
1.- Cargad con mi yugo; llegad a ser mis discípulos. (17 jul 2014).
La humildad se puede comparar a una fuente de donde surgen cuatro ríos de virtudes y de vida eterna. El primer río que brota de un suelo realmente humilde es la obediencia; el oído se hace humilde para escuchar las palabras de verdad y de vida que brotan de la sabiduría de Dios, mientras que las manos están siempre dispuestas a cumplir su muy amada voluntad. La delicadeza es el segundo río de virtudes que brota del suelo de la humildad. Bienaventurado el manso, porque poseerá la tierra, es decir, su alma y su cuerpo están en paz. De esta mansedumbre íntima brota un tercer río, que consiste en vivirlo todo con paciencia. Por la tribulación y el sufrimiento el Señor nos visita. Si recibimos estos envíos con un corazón gozoso, viene él mismo, ya que dijo por su profeta: Estoy con él en la tribulación: lo libraré y glorificaré.
El cuarto y último río de vida humilde es el abandono de la propia voluntad y de toda búsqueda personal. Este río tiene su fuente en el sufrimiento llevado pacientemente. Que el hombre humilde renuncie a su propia voluntad y se abandone espontáneamente en las manos de Dios. Dios nos da, entonces, el Espíritu de los elegidos que nos hace gritar con el Hijo: Abbá, Padre.
2.- Danos siempre de este pan. (12 abr 2016).
Como primer signo de amor, Jesús nos ha dado su carne como comida: su sangre, como bebida. Es una cosa inaudita que exige de nosotros admiración y estupor. Lo propio del amor es dar y recibir. Ahora bien, el amor de Jesús es a la vez pródigo y ávido. Todo lo que tiene, todo lo que es, lo da. Todo lo que tenemos, todo lo que somos, él lo asume. Tiene un hambre infinita. Cuanto más le deja actuar nuestro amor, más ampliamente gustamos de él. Sabe bien que somos pobres, pero no lo tiene en cuenta. Se hace pan él mismo dentro de nosotros, haciendo desaparecer primero, por su amor, vicios, faltas y pecados.
Cuando nos ve purificados, llega, ávido, para asumir nuestra vida y cambiarle en la suya, la nuestra llena de pecados, la suya llena de gracia y de gloria, preparada para nosotros. Todos los que aman me comprenderán. Nos da a experimentar un hambre y una sed eternas. A esta hambre, a esta sed le da en alimento su cuerpo y su sangre. Cuando los recibimos con devoción interior, su sangre llena de calor y de gloria corre desde Dios hasta nuestras venas. El fuego prende en el fondo de nosotros y el gusto espiritual nos penetra el alma y el cuerpo, el gusto y el deseo. Nos hace semejantes a sus virtudes: él vive en nosotros y nosotros en él.
3.- El Espíritu Santo os lo enseñará todo. (21 abr 2016).
La vida contemplativa es la vida del cielo. Gracias al amor de unión con Dios, el hombre traspasa su ser de criatura para descubrir y saborear la riqueza y las delicias de la esencia del mismo Dios, que deja que fluyan sin cesar en lo más escondido del ser humano allí donde la nobleza de éste es semejante a la de Dios. Cuando el hombre recogido y contemplativo llega a encontrar su imagen eterna, y cuando, en esta nitidez, gracias al Hijo, encuentra su lugar en el seno del Padre, es iluminado por la verdad divina.
Porque es preciso saber que el Padre celestial, abismo viviente, a través de las obras y con todo lo que vive en él, se vuelve hacia su Hijo como hacia su eterna Sabiduría, y esta misma Sabiduría, con todo lo que vive en ella y a través de sus obras, se refleja en el Padre, es decir, en este abismo del cual ella ha salido. De este encuentro brota la tercera Persona, la que es entre el Padre y el Hijo, es decir, el Espíritu Santo, su común amor, que es uno con ellos en unidad de naturaleza. Este amor abraza y atraviesa con fruición al Padre, al Hijo y a todo lo que vive en ellos, y esto con una profusión y un gozo tal que todas las criaturas quedan absortas en un silencio eterno. Porque la maravilla inaccesible, escondida en este amor, sobrepasará eternamente a la compresión de toda criatura.
4.- Llega el Esposo, salid a su encuentro. (16 ene 2017).
Cuando el tiempo había llegado para que Dios se apiadara del sufrimiento de la humanidad, su amada, envió a su Hijo único a la tierra en el templo glorioso de su cuerpo, nacido de María Virgen. Entonces tomó como esposa nuestra naturaleza humana y la unió a su persona, por la sangre purísima de la Virgen. El sacerdote celebrante de las bodas fue el Espíritu Santo. El ángel Gabriel hizo público el contrato y la gloriosa Virgen dio su consentimiento. He aquí la manera en que Cristo, nuestro esposo fiel, se unió a nuestra naturaleza, nos visitó en una tierra extranjera y nos dio a conocer las costumbres celestiales y su perfecta fidelidad.
Como un héroe ha luchado contra nuestros enemigos, ha destruido la prisión y ha triunfado en el combate. Por su muerte dio muerte a nuestra muerte, nos ha rescatado por su sangre, nos ha liberado, en el bautismo, por el agua de su costado. Por sus sacramentos y sus dones, nos ha enriquecido a todos para que saliéramos ataviados con toda clase de virtudes a su encuentro en el palacio de su gloria, para gozar con él eternamente.
5.- El Esposo está con ellos. (15 ene 2018).
Llega el Esposo, salid a su encuentro. Este esposo es Cristo y la esposa es la naturaleza humana, creada por Dios a su imagen y semejanza, colocada por él, desde el principio, en el lugar más digno, más bello, más rico y más fértil de la tierra; en el paraíso. Dios sometió todas las criaturas a la naturaleza humana, la colmó de gracias y le dio un mandamiento para que, guardándolo, esté segura siempre de la unión estable con su Esposo, libre de todo sufrimiento, de toda pena y de toda falta.
Pero he aquí que vino el maligno, el enemigo infernal que, lleno de envidia hacia la esposa, tomó forma de serpiente astuta y engañó a la mujer. Luego, los dos engañaron al hombre, y así a toda la naturaleza humana. De este modo, el enemigo, por sus falsos consejos, sedujo a esta naturaleza humana, a la esposa de Dios, que fue exiliada a una tierra extranjera, pobre y miserable, cautiva y oprimida. Con todo, cuando Dios vio que el tiempo había llegado y cuanto los sufrimientos de su esposa le llenaron de compasión, envió a su Hijo único.