DE  UN  ANÓNIMO DEL S. XIII

20.08.2021

Meditaciones

1.- Mujer, ¿por qué lloras? (29 mar 2016).

Mujer, ¿por qué lloras, a quien buscas? Lo sabéis bien, ángeles santos, a quién busca y a quién llora. ¿Por qué, entonces, avivar su llanto recordándole su pena? María da libre curso a su pena y a sus lágrimas ya que se acerca el gozo de un inesperado consuelo. Ella se volvió hacia atrás y entonces vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Una escena llena de belleza y de bondad cuando el deseado y el buscado se muestra y al mismo tiempo se oculta. Se oculta para ser buscado con más ardor, encontrado con más gozo, retenido con más ansia hasta ser introducido en la casa del amor. Es así como la Sabiduría jugaba con el orbe de la tierra y su alegría era estar con los hombres.

Mujer, ¿por qué lloras, a quien buscas? Tienes al que buscas y ¿lo ignoras? Tienes el gozo auténtico de la eternidad y ¿lloras? Tienes dentro de ti al que buscas fuera. Realmente, estás fuera de todo, llorando cerca de una tumba. Mi tumba es tu corazón. No estoy muerto, reposo dentro de ti, vivo por toda la eternidad. Tu alma es mi jardín. Tenías razón al pensar que era el jardinero. Como nuevo Adán, cultivo mi paraíso y lo guardo. Tus lágrimas, tu amor y tu deseo son obra mía. Me posees en ti sin saberlo y por esto me buscas fuera. Te me voy a mostrar fuera para hacerte entrar en ti misma para que en el interior encuentres al que buscas fuera.

2.- Dar gloria a Dios. (11 nov 2020).

Dos años antes de su muerte, el bienaventurado Francisco, estaba ya muy enfermo, sobre todo de los ojos, lo que le hacía sufrir mucho. Constantemente permanecía en la oscuridad en el interior de la casa, en su celda. Una noche, en la que reflexionaba sobre las tribulaciones que soportaba, tuvo lástima de sí mismo y dijo interiormente: "¡Señor, ayúdame en mis enfermedades a fin de que tenga la paciencia suficiente para soportarlas!" Y, de repente, oyó una voz interior: "Dime, hermano: si para compensar tus sufrimientos y tribulaciones te dieran un inmenso y precioso tesoro, ¿no te alegrarías? Alégrate, pues, y gózate en tus enfermedades y tribulaciones: desde ahora vive en paz como si ya compartieras mi reino".

El día siguiente dijo a sus compañeros: "Dios me ha dado una gracia y bendición tan grandes que, en su misericordia, se ha dignado asegurarme a mí, su pobre e indigno servidor que está viviendo todavía aquí abajo, que un día compartiría su reino. Para su gloria, para mi consolación y para la edificación del prójimo voy a componer una nueva "Alabanza al Señor" por sus criaturas. Cada día, estas nos sirven para nuestras necesidades; sin ellas no podríamos vivir y, sin embargo, a través de ellas el género humano ofende mucho al Creador. También cada día nos olvidamos de un beneficio tan grande al no alabar como es debido al Creador y Dispensador de todos estos dones". 

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