SAN ANTONIO DE PADUA
1.- ¡Que
llega el Esposo! (30
agst 2013).
Entre Dios y nosotros reinaba una grave discordia. Para pacificarla, para llevarla a buen entendimiento, fue necesario que el Hijo de Dios se desposara con nuestra naturaleza. El Padre consistió y envió a su Hijo. Éste, en el lecho nupcial de la bienaventurada Virgen, unió nuestra naturaleza a la suya. Son éstas las bodas que el Padre preparó para su Hijo. El Verbo de Dios, dice Juan Damasceno, tomó lo que Dios había puesto en nuestra naturaleza: un cuerpo y un alma dotada de razón. Lo ha tomado todo para salvarme enteramente por su gracia. La Divinidad se abajó hasta este desposorio; la carne no podía acabar con un desposorio más glorioso.
También se celebran otras bodas cuando sobreviene la gracia del Espíritu Santo para convertir un alma pecadora. Se lee en el profeta Oseas: Ella me llamará: "Marido mío", y no me llamará más:"Dueño mío". Yo quitaré de su boca los nombres de los ídolos. Haré en su favor un pacto. El Esposo del alma es el Espíritu Santo, a través de su gracia. Cuando por una inspiración interior invita al alma a la penitencia, se desvanecen todas las llamadas de los vicios. Cuando la gracia se derrama en un alma y la ilumina, Dios hace alianza con los pecadores, se reconcilia con ellos. Es entonces cuando se celebran las bodas del Esposo y de la esposa en la paz de una conciencia pura.
2.- Él está en medio de vosotros. (02 ene 2016)
El Señor está cerca que, nada os preocupe. Dios Padre habla así por boca del profeta Isaías: Yo os acerco mi justicia -es decir, su Hijo- , no está lejos, y mi salvación no se hará esperar. Daré a Sión la salvación; y mi gloria a Israel. Es lo que dice el evangelio de este día: En medio de vosotros está aquel que no conocéis. Mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús, se levanta en el campo del mundo para combatir al diablo; vencedor, libera al hombre y le reconcilia con Dios Padre. Pero vosotros no lo conocéis.
He alimentado y educado a unos hijos, pero me han despreciado. El buey conoce a su amo, el asno conoce el pesebre de su amo, pero Israel no me ha conocido y mi pueblo no me ha comprendido ¡Es que el Señor está cerca de nosotros, y no le conocemos! Con mi sangre he alimentado a mis hijos con su propia leche. He levantado a la naturaleza humana que yo mismo he tomado y a la que me he unido, por encima de los coros de los ángeles. ¿Podía hacer un honor más grande? Y me han despreciado. Mirad si hay dolor semejante al mío. Entonces, no os afanéis por este mundo, porque la preocupación por las cosas materiales nos hace olvidar al Señor.
3.- Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. (24 mar 2017)
Amarás al Señor, tu Dios. "Tu" Dios se dice, y es una razón para amarle más y más; amarnos más lo que nos pertenece que lo que nos es extraño. Es cierto, el Señor, tu Dios, merece ser amado, se hace tu siervo para que le pertenezcas y así no te avergüences de servirle... Durante treinta años, a causa de tus pecados, tu Dios se ha hecho tu siervo, a causa de tus pecados, tu Dios se ha hecho tu siervo, para arrancarte de la servidumbre del diablo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios. Él, que te ha creado, se ha hecho tu servidor por ti; se ha dado enteramente a ti para que tú te des enteramente a él. Cuando tú eras desdichado, rehízo tu felicidad, se dio a ti para devolverte a ti mismo.
Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. "Todo": no puedes guardarte ninguna parte de ti mismo para ti. Quiere la ofrenda de toda su persona. Te ha comprado todo entero para sí mismo, para poseerte, él solo, a ti todo entero. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo el corazón. No debes, como hicieron Ananías y Safira, conservar para ti una parte de ti mismo, porque entonces podrías perecer como ellos. Ama, pues, totalmente y no solo parcialmente. Porque Dios no tiene partes; él está entero e todas partes. No quiere compartir tu ser con otros, él, que es todo entero en su Ser. Si te reservas una parte de ti mismo, eres tuyo, y no de él.
¿Quieres poseerlo todo? Dale lo que eres, y te dará lo que él es. No tendrás nada tuyo; pero lo tendrás a él mismo todo entero siendo tú mismo entero también.
4.- Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. (13 abr 2017).
Voy a t5raer un poco de agua para que os lavéis los pies y descanséis debajo del árbol. Traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas. Lo que Abrahán hizo con los tres ángeles, Cristo lo hizo con sus santos apóstoles, mensajeros de la verdad, que predicarán en todo el mundo la fe en la santa Trinidad. Se inclinó ante sus pies como un esclavo y, así encorvado, le lavó los pies. Aquel que en el cielo es adorado por los ángeles se inclina a los pies de unos pescadores. Por esto Pedro se asustó... Después de haberles lavado los pies, les hizo descansar bajo el árbol, que era él mismo. Me senté a la sombra de aquel a quien tanto deseaba; y sus frutos -su cuerpo y su sangre- son dulces a mi paladar. Este es el bocado de pan que puso ante ellos y con el que reafirmó sus corazones para soportar las fatigas.
Así dice Isaías: El Señor de los ejércitos preparará en este monte un banquete de manjares suculentos y un banquete de vinos refinados, de manjares exquisitos y de vinos purificados... Es lo que hace hoy la Iglesia universal, para la cual Cristo preparó hoy en el monte Sion un banquete esplendido y suntuoso. Les dio su verdadero cuerpo, rico en todo poder espiritual y alimentado con la caridad interior y exterior; y mandó que fuera dado también a los que creerían en él.
5.- Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro. (22 oct 2017).
De la misma manera que esta moneda de plata lleva la imagen del César, igualmente nuestra alma es imagen de la Santa Trinidad, según lo que se dice en el salmo: La luz de tu rostro está grabada en nosotros, Señor. Señor, la luz de tu rostro, es decir, la luz de tu gracia que establece que establece en nosotros tu imagen y nos hace semejantes a ti, está grabada en nosotros, es decir, en nuestra razón, que es el poder más alto de nuestra alma y recibe esta luz de la misma manera que la cera recibe la marca del sello. El rostro de Dios es nuestra razón; porque de la misma manera que se conoce a alguien por su rostro, así conocemos a Dios por el espejo de la razón.
Toda la Trinidad ha hecho al hombre según su semejanza. Por la memoria se asemeja al Padre; por la inteligencia se asemeja al Hijo; por el amor se asemeja al Espíritu. En la creación el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Imagen en el conocimiento de la verdad; semejanza en el amor de la virtud. La luz del rostro de Dios es, pues, la gracia que nos justifica y que revela de nuevo la imagen creada. Esta luz constituye todo el bien del hombre, su verdadero bien, y le marca igual que la imagen del emperador está impresa en la moneda de plata. Por eso el Señor añade: Dad al César lo que es del César. Como si dijera: De la misma manera que devolvéis al César su imagen, así también devolved a Dios vuestra alma revestida y señalada con la luz de su rostro
6.- El buen pastor da la vida por las ovejas. (22 abr 2018).
Yo soy el buen pastor. Cristo, con todo derecho, puede decir: Yo soy, para él nada es pasado o futuro, todo le es presente. La palabra "pastor" viene de la palabra "pacer". Cristo nos apacienta cada día con su carne y con su sangre, en el sacramento del altar. Jesé, al padre de David, dijo a Samuel: Mi hijo menor es un niño y está apacentando al rebaño. Nuestro David, pequeño y humilde, apacienta también a sus ovejas como un buen pastor.
También en Isaías se lee: Como un pastor apacienta el rebaño; su mano los reúne, lleva en brazos los corderos, cuida de las madres. En efecto, el buen pastor, cuando conduce su rebaño a los pastos o lo saca de él, reúne a todos los corderos pequeños que todavía no pueden caminar; los toma en sus brazos, los lleva sobre su seno; lleva también a las madres, las que van a parir o las que acaban de dar a luz. Eso mismo hace Jesucristo. Cada día nos alimenta con las enseñanzas del evangelio y los sacramentos de la Iglesia. Nos acoge en sus brazos, que extendió sobre la cruz para reunir en un solo cuerpo a los hijos de Dios dispersos. Nos acoge en el seno de su misericordia, como una madre acoge a su hijo.
7.- Si me voy, os enviaré un Defensor. (08 may 2018).
El Espíritu Santo es el trigo que nos reconforta en el camino hacia la patria, es el vino que nos alegra en la tribulación, el aceite que suaviza las amarguras de la vida. Era necesario a los apóstoles este triple auxilio porque debían ir a predicar al mundo entero. Por eso Jesús les envía el Espíritu Santo. Ellos quedan llenos de él, llenos para que los espíritus impuros no tengan ningún poder sobre ellos: cuando un vaso está colmado, nada se le puede añadir.
El Espíritu Santo os enseñará, para que sepáis; os sugerirá, para que queráis. Es él el que da el saber y el querer; añadamos nuestro "poder" según la medida de nuestras fuerzas, y seremos templos del Espíritu Santo.

8.- Un solo Dios, un solo Señor, en la trinidad de Personas y la unidad de su naturaleza. (10 jun 2018).
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma sustancia y de una inseparable igualdad. La unidad reside en el esencia; la pluralidad en las Personas. El Señor indica abiertamente la unidad de la divina esencia y la trinidad de las Personas cuando dice: Bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No dice "en los nombres" sino "en el nombre", por donde nos enseña la unidad en la esencia. Pero, a renglón seguido emplea tres nombres, para enseñarnos que hay tres personas. En esta Trinidad se encuentra el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza, el muy bienaventurado gozo.
El origen supremo, como afirma san Agustín, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la verdad del Padre, que no le es desemejante en ningún punto, que veneramos juntamente con el Padre y en el Padre, que es el modelo de todas las cosas porque todo ha sido creado por él y que todo se le restituye. El gozo muy bienaventurado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo; y este don, debemos creer y sostener que es exactamente igual al Padre y al Hijo.
9.- Las dos venidas del Señor. (02 dic 2018)
Estad siempre alegres en el Señor. Debemos alegrarnos porque el Señor, en su primera venida, nos trajo riquezas y gloria. Debemos alegrarnos todavía más porque en su segunda venida nos dará años que se prolongan sin término. Tal como lo dice el libro de los Proverbios: Largos días en su derecha, y en su izquierda riqueza y gloria. La izquierda es la primera venida con sus gloriosas riquezas: la humildad y la pobreza, la paciencia y la obediencia. La derecha es la segunda venida, con la vida eterna.
De la primera venida, Isaías habla en estos términos: ¡Despierta, despierta, revístete de poderío, oh brazo del Señor! El brazo del Señor es Jesucristo, Hijo de Dios por quien y en quien Dios ha hecho todas las cosas, Oh brazo del Señor, oh Hijo de David, despierta; ven a nosotros desde la gloria de tu Padre, tomando nuestra carne. Despierta para rescatar al género humano, tal como en los días antiguos liberaste al pueblo de Israel de la servidumbre de Egipto. De la segunda venida, habla el Señor en Isaías con estos términos: Mirad, voy a transformar a Jerusalén, la Jerusalén celeste formada por ángeles y hombres, en alegría y su pueblo en gozo.
10.- Os guiará hasta la verdad plena. (29 may 2019)
El Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, es aquel que el Padre y el Hijo envían al alma de los justos como un aliento de vida. Por eso somos santificados y merecemos ser santos. El aliento humano es la vida del cuerpo; el aliento divino es la vida de los espíritus. El aliento humano nos hace sensibles; el aliento divino nos hace santos. Este Espíritu es Santo porque sin él ningún espíritu, ni angélico ni humano, puede ser santo.
El Padre. dice Jesús, os lo enviará en mi nombre, es decir, en mi gloria, para manifestar mi gloria; y también, porque él tiene el mismo nombre que el Hijo, es Dios. Me glorificará porque os convertirá en espirituales, y os hará comprender que el Hijo es igual al Padre y no solo hombre, como vosotros lo veis, y porque os quitará vuestro temor y os hará anunciar mi gloria al mundo entero. Por eso, mi gloria es la salvación de los hombres. Os enseñará todas las cosas. Hijos de Sión, dice el profeta Joel, alegraos, porque el Señor vuestro Dios os ha dado a aquel que enseña la justicia, que os enseñará todo lo que se refiere a la salvación.
11.- Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único. (06 oct 2019)
El Padre nos ha enviado a su Hijo, que es el don mejor, el don perfecto. El don mejor que ningún otro sobrepasa; el don perfecto al que nada se puede añadir. Cristo es el don perfecto, tal como dice el apóstol Pablo: Con él, Dios lo ha dado todo. Nos ha dado a aquel que es la cabeza de la Iglesia. No podía darnos más. Cristo es el don perfecto porque, dándonoslo, el Padre ha llevado por él todas las cosas a su plenitud.
El Hijo del hombre, dice san Mateo, ha venido a salvar lo que estaba perdido. Por eso la Iglesia exclama: Cantad al Señor un cántico nuevo, como si nos dijera: Oh fieles, vosotros a quienes el Hijo del hombre ha salvado y renovado, cantad un cántico nuevo, porque debéis rechazar todo lo que es antiguo, ahora que se os dan los frutos nuevos. Cantad, porque el Padre ha hecho maravillas cuando nos ha enviado todo don perfecto, que es su Hijo. El Señor revela a las naciones su justicia cuando nos ha dado todo don perfecto, que es su único Hijo, que justifica las naciones y lleva todas las cosas a su perfección.

12.- Se hizo una gran bonanza. (01 feb 2020)
Jesús subió a una barca. Cuando subimos a la barca de la penitencia, el mar se altera. El mar es nuestro corazón. El corazón del hombre es complicado y enfermo: ¿quién lo conocerá?, dice Jeremías; más potente que el oleaje del mar. El orgullo le hincha, la ambición le hace salir de sus límites, la tristeza lo cubre de nubes, los vanos pensamientos lo turban, la lujuria y la gula le hacen enfurecer. Ahora bien, solo los que suben a la barca de la penitencia sienten este movimiento del mar, esta violencia del viento, esta agitación de las olas. Los que se quedan en tierra no lo perciben... el diablo, en cuanto se siente despreciado por la penitencia, estalla y levanta la tempestad y se marcha dando gritos y sacudiéndolo violentamente.
Entonces, Jesús ordena a los vientos y al mar. Dios dice a Job: ¿Quién ha fijado los límites del mar?... Soy yo quien le ha dicho: Llegarás hasta aquí, y no irás más lejos; aquí romperás las olas tumultuosas. Tan solo el Señor puede fijar los límites a la amargura de la persecución y de la tentación. Cuando él hace cesar la tentación, dice: "Aquí romperás las olas tumultuosas". La tentación, ante la misericordia de Jesucristo, cederá. Cuando el diablo nos tienta, debemos decir con toda la devoción de nuestra alma: En el nombre de Jesús de Nazaret, que ha ordenado a los vientos y al mar, te mando que te alejes de mí.
13.- Amar a Dios, al prójimo y a sí mismo. (21 ago 2020)
Ámate tal cual te ha hecho Aquel que te ha amado. Despréciate tal como tú te has hecho. Sométete a Aquel que está por encima de ti. Desprecia lo que está por debajo de ti. Ámate de la misma manera que te ha amado Aquel que se entregó por ti. Despréciate por haber despreciado lo que Dios ha hecho y ha amado en ti.
¿Quieres tener siempre a Dios en tu espíritu? Mírate tal como Dios te ha hecho. No busques ser otro más que tú mismo, no quieras ser otro que como Dios te ha hecho. De esta manera tendrás siempre a Dios en tu espíritu.
14.- No temas: desde ahora serás pescador de hombres. (03 sep 2020)
Por tu palabra, echaré las redes. Es contando con la gracia celestial y la inspiración sobrenatural que hay que echar las redes de predicación. Si no es así, en vano el predicador echa las líneas que marcan sus palabras. La fe de los pueblos no se obtiene a través de sermones muy bien compuestos, sino por la gracia de la llamada divina. ¡Oh fructuosa humildad! Los que en un momento determinado no habían recogido nada se fían de la palabra de Cristo y recogen una multitud de peces.
Por tu palabra, echaré las redes. Cada vez que las he echado por mi cuenta, he querido conservar para mí lo que te pertenece. Soy yo quien predicaba, y no tú, eran mis palabras y no las tuyas. Por eso no recogía nada. O bien si he recogido alguna cosa, no es pescado sino ranas, que no sirven más que para croar. Por tu palabra echaré las redes. Extender las redes sobre la palabra de Jesucristo es no atribuirse nada a sí mismo, sino atribuírselo todo a él; es vivir conforme a lo que cada uno predica. Es entonces cuando se recoge gran cantidad de peces.